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Críticas de Sildarien
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de noviembre de 2023
103 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Vidas pasadas” es una película a priori sencilla, pero conformada por muchas capas. Una historia honesta, con mucha verdad, en la que la autora se abre en canal, y nos permite conocer parte de su vida a través de Nora, la protagonista. Antes de ver la peli descubro, en internet, que ambas tienen en común sus origines surcoreanos, haber vivido en su infancia un proceso migratorio a Canadá, estudiar y residir en Estados Unidos, su amor por la dramaturgia, un marido escritor… Después de ver la peli, tengo la certeza de que Celine y Nora, comparten algo más profundo, algo que sin lugar a duda impulsó a la autora a escribir y dirigir esta historia: un gran amor, un amor que no prospera, que se idealiza, que permanece y nunca no te abandona.

“Vidas pasadas” nos cuenta, en tres actos, la relación de Nora y Jae Shung. Primero su enamoramiento juvenil, tan recíproco, puro y tierno, como solo el primer amor puede serlo. Años después un reencuentro, a través de las redes sociales, que despierta y reaviva su vínculo. Por último, un acto final, en el que acompañamos a los protagonistas en sus paseos por Nueva York (que bonitos los travellings) y nos cuestionamos, junto a ellos, muchas de nuestras decisiones.

La película, gracias a su enorme sinceridad, nos hace reflexionar sobre lo que pudo ser y no fue, sobre lo que nos contaron del amor romántico y lo que descubrimos después, sobre los caprichos del destino, los recuerdos, las elecciones, sobre los caminos que no tomamos y las muchas ocasiones en las que cada uno de nosotros, casi siempre en silencio y sin compartirlo con nadie, nos preguntamos a donde nos hubieran llevado esos trenes que un día dejamos pasar.

Elegante y acertada fotografía, emotiva banda sonora, interpretaciones top, una historia preciosa, contada con sutileza y delicadeza, y que cuenta con una escena final tan triste como brillante.
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Sildarien
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7
21 de abril de 2024
30 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el visionado de “La chimera” asistimos perplejas a un desfile de excéntricos personajes:

La película comienza presentando a Arthur, “el inglés”, que despierta de un sueño en un tren. Lleva puesto un traje de lino tan desgastado como su ánimo, pero lo conservará hasta la última secuencia. Podría haberse hecho con otra ropa, pero lo terrenal dejó de importarle hace tiempo, quizás nunca le importó. Lo lleva como una suerte de uniforme con el que llevar a cabo su misión. Ya en este tren la frontera de lo real y lo irreal comienza a desdibujarse. Interpretado por un increíble Josh O'Connor (que ya me encantó en “The Crown”) es el protagonista de la historia, aun así, no llegaremos a conocerle. Es parte fundamental de una banda rural de “tombaroli” (saqueadores de tumbas) por contar con un inexplicable don, pero no comparte las motivaciones de sus compañeros.

Conocemos también a “la mamma”, Flora, atrincherada en su decadente mansión, agarrada a un pasado que no puede, ni quiere, asumir o soltar. A la espera de algo que no va a llegar, la guarda cariño a Arthur por el vínculo que solo se crea al compartir una pérdida.

En imágenes oníricas, cortas pero sugerentes, atisbamos a Beniamina, y no son necesarios más planos para intuir que se trata de una mujer con un magnetismo especial, una musa.

Luego está Italia, migrante, supuesta alumna de Flora, que hace las veces de criada. Ama la música, pero necesita más un techo para su hija e hijo, y no está en disposición de pelear por una situación más justa. Nada más conocer a Arthur siente por él curiosidad y fascinación. La misma que se siente como espectadora.

Los “tombaroli” no parecen actores, si no personajes reales. Aportan a la película algunas secuencias tragicómicas y otras que parecen documentales costumbristas, rescatadas de una vieja hemeroteca. Arthur busca una conexión con lo sagrado y con “el más allá” y entiende el valor de los objetos recuperados. La banda, en cambio, se toma los saqueos como un trabajo, una forma más de ganar dinero que hace mantener viva su esperanza en tener por fin un auténtico golpe de suerte.

Por último, tenemos a los traficantes de antigüedades, que representan al sistema, a los que se lucran del expolio sin mancharse las manos y perpetúan las injusticias.

Estamos ante una película extraña, de estas en las que llevas una hora de metraje y aun no sabes bien lo que estás viendo. Resulta a ratos excesivamente lenta, pero si tienes paciencia y sabes donde buscar, te ofrecerá algunos tesoros. Entre el realismo y el realismo mágico, está rodada en distintos formatos, con cambios de ritmos, que acompañan muy bien la transición de lo picaresco a lo onírico. Grandes interpretaciones, diseño de producción y trabajo de vestuario. Imposible no mencionar el maravilloso cartel. Acertadísima la música, que alterna el pop de aquel momento, con música clásica y con dos canciones, interpretadas por una especie de juglar, que contienen en sus letras las claves de lo que la película quiere en realidad contarnos
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Sildarien
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7
4 de febrero de 2024
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sandra es una mujer alemana que vive con su hijo ciego de 11 años, Daniel, y su atormentado marido, Samuel, en una casa aislada en los Alpes franceses. Desde la primera secuencia se hace latente la tensión que existe en la pareja y, cuando Samuel, tras una violenta caída, aparece muerto en la nieve, no discernimos si se trata de un desafortunado accidente, si él se ha suicidado o si, tal vez, su mujer lo ha asesinado.

Tras las primeras investigaciones Sandra se convierte en sospechosa y, un año después, asistimos al juicio, en un procedimiento en el que, además de los hechos, se juzgarán los evidentes defectos de la protagonista, mujer y madre que no se ajusta a los estándares que durante años hemos interiorizado. Los recuerdos del niño y las revelaciones que va teniendo sobre la naturaleza de la relación de sus padres, serán determinantes para el veredicto.

Todo el tema forense y judicial es tratado de manera interesante y minuciosa. Con un estilo que roza el documental nos adentramos en el desarrollo de los juicios franceses (los americanos los tenemos bastante más vistos), sin dejar de lado la influencia que la cultura, los prejuicios y los medios de comunicación tienen en estos casos. “Anatomía de una caída”, en su forma, se presenta como drama judicial, pero en su fondo es una película que explora las complejidades de la dinámica de una pareja en la que se han invertido los papeles tradicionales, siendo ella una escritora de éxito y recayendo en él la mayor parte de las cargas familiares, incluida la crianza de su hijo. Su mayor virtud es exponer, en tan solo un par de secuencias, lo complicado de lograr el equilibrio en las relaciones, y que estas satisfagan a ambas partes por igual.

Gran nivel interpretativo, con el valor añadido de tratarse de una película rodada en dos idiomas. Ritmo demasiado lento que acompaña las densas sensaciones que despierta. Mejor ver en el cine, en casa hay más riesgo de desconectar.
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Sildarien
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6
11 de marzo de 2024
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mila se instala, junto a su pareja Marcel, en la casa en la que pasaba las vacaciones de verano con su familia, en lo que parece un intento de ambos por empezar de cero. Ella sufre un profundo bloqueo que somatiza en forma de urticaria y que le impide mantener relaciones sexuales con normalidad y parece que los dos llevan un tiempo lidiando con esta situación.

El retorno a ese lugar de su infancia despierta vivencias, recuerdos y pesadillas que propician que acompañemos a Mila en un viaje regresivo que desvelará los orígenes de sus traumas. Recorrer este camino, en sentido inverso, le concederá la posibilidad de reconciliarse con su deseo y con su cuerpo y, quizás, de comenzar a sanar.

Rodada íntegramente en catalán, la película ofrece sólidas interpretaciones, en especial la de "las tres Milas". Destaca el buen trabajo de fotografía y montaje que acompaña muy bien los flashbacks.

Todo en Creatura está dispuesto para generar incomodidad, pero incomodar (demasiado) es siempre un arma de doble filo.
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Sildarien
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6
21 de mayo de 2023
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el prólogo de “A good person” se nos presenta, en un par de secuencias, la relación sentimental de la protagonista, Allie, con su prometido Nathan y la familia de este. Ante semejante exaltación de la felicidad y despreocupación es inevitable pronosticar que toda esa delirante alegría está a punto de esfumarse.

Tras esta pequeña introducción nos encontramos con que ha transcurrido un año. Hubiera resultado interesante que nos mostraran algo más del deterioro de la relación, pero nos encontramos directamente a una Allie que ya lo ha perdido todo (cortarse el pelo a una misma suele ser la máxima expresión de estar en la mierda).

Solo quien, en algún momento de su vida, ha carecido por completo de voluntad de seguir adelante, puede intuir el camino que hay que recorrer para recomponerse, o al menos intentarlo. Allie, se encuentra sumida en un proceso de autodestrucción alimentado por la culpa y por la perdida de un futuro que se le antojaba idílico.
Daniel, su exsuegro, es un policía jubilado, al que los fantasmas del pasado no le conceden descanso. Ahora, además de lidiar con un proceso duelo, debe criar a su nieta de 16 años. Podría ser su oportunidad de redimirse, pero afrontar esta situación pondrá a prueba su propia estabilidad y su proceso de recuperación.

A través de las vivencias de los dos protagonistas, que coinciden en un grupo de ayuda, la cinta nos habla del perdón a los demás, pero sobre todo del perdón a uno mismo. Todos, en mayor o menor medida, aprendemos a vivir con algo en nuestro interior que se ha roto. La película muestra los avances y fracasos de los protagonistas a la hora de sanar, reparar daños y aprender a vivir con el peso de lo que ya no se puede cambiar.

Las consecuencias de la adicción y la crudeza de la desintoxicación son otro punto relevante en la historia. Presenciamos, en concreto, los efectos físicos y psicológicos derivados del abuso de “oxy”. La prescripción excesiva de opioides, para su consumo a largo plazo en el tratamiento de dolores crónicos, ha provocado en EEUU una epidemia de adicciones y miles de muertes por sobredosis. Poner de manifiesto esta realidad y favorecer que el tema se mantenga en el debate aporta valor a la película.

Pensaba puntuar “A good person” con un 7 por plantear varias cuestiones y conflictos que me interesan y resuenan. Finalmente le doy un 6, por quedarse a medio camino entre el drama y la “Feel-good Movie” que no termina de emocionar. Algo le falta.

Me quedo con el concepto Fati Love, aprender a “amar el propio destino”. La aceptación, como motor de cambio, para lograr seguir adelante o atreverse a comenzar de nuevo, si en algún momento nos toca.
Sildarien
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