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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de enero de 2025 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El zumbido constante del motor le adormece, le pone en un estado como de trance, toda su atención se concentra en el camino que se va acercando interminablemente a medida que los faros lo iluminan”. Paul Bowles

No te recomiendo que veas la película si quieres, con todo el derecho del mundo, claro está, pasar el rato o que te cuenten una historia con su planteamiento, su nudo y su desenlace. Para eso hay otras películas, muchas de ellas magníficas. Esto, sin dejar de ser cine con mayúsculas, es otra cosa; es una pesadilla filmada, es el relato subjetivo de una locura. Fascinante, como la carretera que se acerca a la luz de los faros al comienzo y al final de la película, a los sones de I’m deranged, de David Bowie, cuya letra nos puede dar muchas claves. Intensa, atormentada, extraña hasta lo absurdo, sorprendente, desconcertante y dura como muy pocas. Su historia está escrita con sangre, sudor y lágrimas, porque nace de una pesadilla vivida realmente. Lo que al final importa en una película es que consiga mantener constantemente tu atención, que te haga participar de las emociones de los personajes, y Carretera perdida lo consigue plenamente y lo hace experimentando y rompiendo moldes, pero poniendo siempre estas novedades al servicio de la narración eficaz de esa pesadilla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película comienza con primerísimos planos de un hombre que fuma, al que vemos sufrir hasta por los poros. Suena el timbre de un portero electrónico y alguien dice “Dick Laurent ha muerto”. Poco después se oye una sirena.

Al final de la película, vemos al mismo hombre llegar en el Mercedes de Dick Laurent a su casa. Llama a la puerta y dice “Dick Laurent ha muerto”. Después de esto ve a la policía, que le persigue y sale huyendo en coche, haciendo sonar entonces su sirena el coche de la policía. El círculo se ha cerrado. Hay unos cactus alineados en un parterre a la entrada de la casa y en una jardinera en el interior. Del mismo modo, la misma persona está a uno y otro lado del portero electrónico.

Los gritos desesperados de este hombre al volante del coche y con una música de fondo que es puro rock and roll son porque es consciente de que nunca podrá escapar, no de la policía, sino de su pesadilla.

Las malas coincidencias no existen.
3 de abril de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película fue estrenada en 1982. Entonces la heroína, el cielo líquido, fluía por las venas de jóvenes de todos los países y clases sociales. Muchos murieron o se convirtieron el piltrafas humanas esclavizadas por su dependencia.

Margaret, joven modelo andrógina, que, gracias a la interesada intervención de un lisérgico alienígena, provoca la muerte de los hombres y mujeres que alcanzan el orgasmo cuando tienen una relación sexual, o, mejor dicho, cuando usan su cuerpo para satisfacerse, parece una metáfora de aquella realidad. Ella es la heroína.

Todo ello en un universo de vacío moral y de desengaño ante una multitud de mentiras y de promesas incumplidas. El desengaño nace cuando se comprueba, se vive, que la realidad es muy diferente de la que se nos vende. Como en el infierno de Dante, cualquier esperanza ha desaparecido. Adrian la camella que es compañera de Margaret, lo deja claro en esa declaración de principios que pronuncia a ritmo de rap ante el cadáver del Owen, el antiguo profesor de Margaret y viejo idealista hippy: al contrario que éste, ella sabe que irá de infierno a infierno:..”.Vivo en un laberinto de hormigón, piedras y cristal duros como mi corazón...sin ilusiones románticas de cambiar el mundo no me miento a mí misma con que el amor puede curar porque sé que estoy sola…”.

Estética punk y psicodélica, montaje abrupto , efectos especiales de barraca de feria e interpretaciones coherentes con el planteamiento de esta rara avis. Solo en parte la realidad social ha cambiado cuarenta años después y por ello la película sigue estando viva y sigue siendo moderna y válida como representación poética de la sociedad, también de la actual. Sigo en modo spoiler
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Una máscara preside el apartamento de Adrian y Margaret. Es la primera imagen que vemos en la película. En ella Adrian guarda la heroína con la que trafica. Creo que la máscara, que es tanto para no ser vista como para no ver, representa la voluntad de no sentir una vida real insoportable e irremediable. Esta voluntad inspira la aparente extravagancia de los personajes y de la misma película. Parece que no hay otra escapatoria que dejar de pensar y de sentir, que dejar de vivir la vida real y refugiarse en el espectáculo morboso (la durísima escena del do it, do it, tan parecido el coro a los espectadores de telebasura ante caricatos que arrastran ostentosamente su dignidad y su intimidad), en la moda, como máscara que protege del exterior a los jóvenes narcisistas, en la droga, encomendándose a esa escala de Jacob con forma de jeringuilla, que es el edificio del Empire State, que lleva de las alcantarillas al cielo (líquido), y en el sexo, mientras que la música, o se reduce a un ritmo repetitivo que los jóvenes bailan como derviches en busca de la inconsciencia, o deforma melodías conocidas (Marin Marais, por ejemplo, en los créditos finales y cuando aparecen imágenes de la vida real representada por el tráfico de Nueva York) por medio de un sintetizador (del mismo modo que lo hizo Wendy Carlos para La naranja mecánica, estrenada once años antes), como expresión de esta voluntad de deformación de la percepción de la realidad. No ver, no sentir, no pensar, deformar la apariencia de una realidad absurda. Es significativo que la muerte de las víctimas se produce por medio de un ataque al cerebro (ese cristal con forma de puñal que aparece clavado en la cerviz).

En una escena memorable, a los sones deformados por el sintetizador del Laurel Waltz, música que entiendo que en la película representa el sueño americano, Margaret (“soy de Connecticut”) apaga las luces de neón y tira por los suelos la lámpara del fotógrafo para enfrentarse a la verdad, Se sienta entonces ante el espejo y comienza a maquillarse con las luces apagadas, de forma que, con un fondo tenebrista, sólo se ve de ella el maquillaje que poco a poco va cubriendo su rostro invisible. Mientras, relata ante sus visitantes las expectativas generadas en su infancia y su adolescencia y su rápido desengaño de todas ellas. Margaret, consciente de su capacidad para matar, se pinta como un indio se adorna con pintura para matar en la guerra. De este modo conocemos la mentira a través de la imagen y la verdad a través de la palabra de quien nos dice su verdad, que no es sino el conjunto de mentiras que le han contado, mientras se prepara para el engaño.
18 de marzo de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquier aficionado sabe (y siente) que lo esencial en el cine es la imagen. El cine nació mudo y
llegó a ser un arte siendo mudo. Actualmente podríamos ver una película en su versión original sin
subtitular en un idioma que no conociéramos y, sin embargo, disfrutar de ella y entender una buena
parte de su argumento, porque en el cine quien nos habla en primer lugar es la imagen.
Sólo unos pocos elegidos son capaces de dar un paso más y conseguir ese hechizo que
inevitablemente se produce cuando lo esencial pasa de lo que se ve a lo que no se ve. Víctor Erice
es uno de ellos.

El sur que da título a la película pertenece mucho más a la geografía emocional que a la de los mapas y su portentosa encarnación es Rafaela Aparicio (qué real, qué llena de vida hace esa escena en la que queda a solas con Estrella en el dormitorio de ésta) y tiene el contrapunto de la abuela, seca incluso en el norte, reservada y fría, representación de los que mandan ahora porque son los que mandaron siempre.

Y para la historia del cine universal la que creo que con 2001 de Kubrik es la mejor utilización de una composición musical del repertorio clásico en el cine. Ya nunca podré escuchar la danza española número 5, andaluza, del catalán Enrique Granados, sin evocar la emoción que me produce su aparición en El sur, viendo cómo Estrella abre la caja de puros y mira y analiza al detalle (una vez más) cada una de las postales guardadas en ella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Estrella, nombre de luz entre tinieblas, es una niña que empieza a ser mujer, pero esto no ocurre
repentinamente, sino que se van produciendo anuncios, intuiciones, ráfagas, destellos. La
maduración se representa como una iluminación, que comienza con esa tímida luz de la vela que
sostiene Estrella el día de su primera comunión, para abandonar su velo y bailar con su padre,
admirado y perfecto entonces, el pasodoble En er mundo interpretado al acordeón, en la
celebración familiar, lo que se pone en escena con un maravilloso movimiento de cámara y un
meticuloso estudio de la iluminación, y culmima, o se trunca, en ese prodigioso amanecer, rodado
en tiempo real, con luz real y con sonidos reales, con el que se inicia la película y en el que se remata la tragedia del padre, el hombre que vino del Sur, atormentado por sus secretos, que se comienzan a entrever.
18 de marzo de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Hermoso y blanco el huevo de la serpiente. Sucio y gris el huevo del gorrión. El gorrión decidió empollar el huevo blanco. El huevo se rompe y sale una serpiente. La serpiente devora al pájaro. ¡Pájaro estúpido!”

Un anciano señor feudal, que ha sido un sanguinario durante toda su vida, un auténtico jinete del apocalipsis, cuando cree que ha pacificado su feudo porque ha aplastado a sus enemigos, decide retirarse y repartir su señorío entre sus hijos, de quienes espera una convivencia pacífica, porque el mundo que necesita su ancianidad debe tener pocos sobresaltos. Desde el primer momento comprobará que las cosas no habrán de resultar como él, llevado por un ciego orgullo, había creído. La ancianidad no trae consigo la sabiduría, nos viene a decir el anciano Akira Kurosawa. El orgullo es más fuerte que la experiencia y uno ha de pagar más tarde o más temprano por todo el mal que ha causado. Si él ha sido ambicioso y cruel, la ambición de sus hijos habrá de ser más fuerte que el respeto a su padre, a quien acabarán humillando y tratando con crueldad, una vez privado de poder material por su voluntaria, optimista y negligente renuncia. El poder no solo corrompe, sino que también ciega y el bien no puede edificarse sobre el mal.

Alrededor de esta historia, inspirada solo en parte en El Rey Lear, y a sus setenta y cinco años, Kurosawa, como en cada una de sus películas, se reinventa a sí mismo de nuevo, hace una obra de arte y aporta todo un rosario de novedades, cuidando, en esta superproducción, como si fuese una película intimista, de cada detalle. El resultado es un prodigio y un regalo, considerado por el propio Kurosawa como la mejor de sus películas.

Todo encaja, todo armoniza. La belleza de las imágenes, a veces muy duras, la exquisita elección del vestuario y del atrezzo, la fuerza del guión, la grandeza de los personajes, en sus bondades y en sus maldades, en sus miedos y en sus valores. El tiempo es algo muy subjetivo. Un spot publicitario de menos de un minuto puede hacerse eterno y una película de más de dos horas y media puede pasar en un suspiro. Por otra parte el bufón Kyoami, inspirado también en el de El rey Lear, es esencial, tanto como válvula de escape, que libera tensiones, como en su función de pequeño orificio de entrada a la luz de la verdad, y aun de las reflexiones que los acontecimientos van provocando, y la escena en la que se plantea abandonar al anciano es soberbia
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La transformación del anciano, que pasa de ser poderoso y temible a convertirse en un guiñapo harapiento, que inspira hasta lástima, a pesar de su pasado, proceso en el que Kurosawa no nos ahorra detalles, justifica que nos podamos sentir irritados por la evolución de su apariencia, pero es lo que quiere que sintamos el maestro, porque, a pesar de la belleza de cada imagen, no hemos venido a ver postales en movimiento, sino a apurar la historia de Hidetora hasta sus últimas consecuencias.

Para la memoria del arte del cine la batalla del tercer castillo. La eliminación del sonido de fondo, sustituído solo por una música, que inspira dolor y estupefacción ante esos “desastres de la guerra”, da a las imágenes una fuerza hipnótica. Impresionante el momento del doble suicidio de las concubinas. Para culminar, la salida de Hidetora, a un tiempo señor, vagabundo y loco, con el fondo del castillo en llamas, imagen de la vida que deja tras de sí. Les sugiero que, si pueden, paren ahí un momento la imagen.

Otro momento para el recuerdo es la escena de la cabeza, con su juego de miradas y el alegato de Kurogane (“hay muchas zorras por aquí…”) y, ya que hablamos de la cuñada, el sublime momento en que alza el puñal contra el verdugo de su esposo. O la tenebrista escena del refugio del hermano ciego de Sué, o la oración de ésta al atardecer….

O cuando el bufón, de nuevo el bufón, increpa a los dioses-”¿Tanto os aburrís por ahí arriba, que nos matáis como en un juego?
-Son ellos quienes lloran por la idiotez de los hombres, que creen sobrevivir matándose sin fin...Los hombres buscan el dolor. Prefieren el sufrimiento a la paz”


La música de la película es una maravilla siempre (Toru Takemitsu es uno de los genios de la música del siglo XX); no obstante me queda la duda, que dejo para quien entienda de estos temas, de si puede considerarse como plagio la impresionante marcha que acompaña al cortejo fúnebre, de la que abre el tercer movimiento de la primera sinfonía de Gustav Mahler; en cualquier caso este cortejo que marcha bajo las ruinas del castillo arrasado por la ferocidad de Hidetora es sencillamente sublime, en particular con esa música.

El final es bellísimo y duro y pone digno punto final a esta obra maestra del cine y del arte en general.
17 de marzo de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sala de juicios de un tribunal extranjero. Ante un juez es conducido un niño de unos diez años esposado y asistido por una abogada; en contra de lo que parece en un primer momento, no lo hace como acusado, sino como demandante....Los demandados son sus padres. El juez pregunta al niño por qué comparece esposado. El niño contesta que está en prisión porque apuñaló a un hijo de puta.

A partir de este momento, sin respiro ni concesión, Nadine Labaki muestra una historia, la del niño, Zain, tan dura como bella. Puesto a prueba desde muy pequeño (ni tan siquiera conoce su edad), no se limita a luchar por su propia supervivencia, sino que vela, primero por una de sus hermanas, luego por un niño menor que él, en circunstancias heroicas. Angustia, agotamiento, valor y miedo, desamparo, supervivencia de bárbaras costumbres, negación de su identidad. El heroísmo de Zain no se limita al hecho de salir vivo de tantas circunstancias adversas, sino que lo hace con una generosidad que emociona. Pero Zain también se plantea preguntas: ¿Realmente merece la pena
todo ese sufrimiento?

Rodada con pocos medios, pero con una maestría que no necesita más (en particular el montaje y la música me parecen muy destacables) y con unas interpretaciones excelentes (Zain al Rafeea es todo un descubrimiento) uno se plantea si no hay en Cafarnaúm muchos elementos de aquel neorrealismo italiano que nos legó una prodigiosa generación de profesionales del cine. Ciertamente, si así fuera, participaría de los rasgos más amargos de aquella escuela, hay muy poco optimismo en Cafarnaum.

En la lucha frente a la adversidad el ser humano puede alcanzar una noble grandeza o llegar a una penosa degradación, e incluso recorrer a lo largo de su vida el camino que va de la una a la otra. La primera es admirable, pero no por ello deja de desarrollarse a partir de una situación brutalmente injusta y las fuerzas no son ilimitadas. En un momento de la película, en un impresionante picado, vemos amontonados durante la noche a los numerosos hijos de la familia, mientras suenan los jadeos de los padres haciendo el amor. ¿Es legítimo acarrear nuevos seres humanos a esa vida miserable?

Sin adelantar nada, no puedo dejar de señalar que el final de la película es un bellísimo regalo para el espectador
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