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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
4 de agosto de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un mes antes del lanzamiento de Meddle (Capitol, 1971), los Floyd contactaron con el director francés Adrian Maben para discutir la posibilidad de rodar un concierto del grupo. “La idea“, cuenta Maben, “era hacer una especie de película anti-Woodstock, donde no habría público y la música, el silencio y el anfiteatro podrían llegar a decir lo mismo o más que una multitud de un millón de personas”. Por tanto, la banda, el director y el equipo técnico se trasladaron del 4 al 7 de octubre a Pompeya, Italia, para grabar algunas de sus canciones en el solitario anfiteatro de la ciudad. El resultado es un fascinante documento audiovisual donde podemos disfrutar de la música de unos Pink Floyd que pocos meses después presentarían al mundo su Dark Side Of The Moon (Capitol, 1973).

La cinta se abre y cierra con una magistral interpretación de Echoes, pieza esencial del rock progresivo y uno de los mayores logros artísticos de Waters, Gilmour, Wright y Mason. Entre medias se atreven con A saucerful of secrets, una estremecedora Careful with that axe Eugene y One of these days (en esta última la cámara se centra prácticamente en la batería de Mason debido a problemas técnicos). Hacia el final nos ofrecen una curiosa versión de Seamus donde Gilmour se pasa a la armónica y Wright sujeta el micro para que Mademoiselle Knobs, una bonita perra, aúlle un blues espacial. Set the controls for the heart of the sun, tema clásico del repertorio de la época, encaja a la perfección con la atmósfera de todo el film añadiendo ciertas dosis de oscuridad a cargo de un inquietante Roger Waters.

No todo fue grabado en Pompeya; algunas partes de la película se completaron con imágenes tomadas en el estudio Europasinor de París entre el 13 y el 20 de diciembre. Concebido para la televisión continental europea, Live at Pompeii se estrenó en el Festival de Edimburgo de 1972 pero, por problemas de contrato, se lanzaría oficialmente dos años después. Durante ese periodo Maben incluyó en la cinta material que mostraba a la banda grabando el Dark Side of The Moon y entrevistas con los componentes del grupo en los estudios Abbey Road. En esas conversaciones, entre otras cosas, los Floyd se defendían de aquellos que los tachaban de utilizar las nuevas tecnologías como ingrediente habitual en sus composiciones. Comenta Waters al respecto que “es como decir: “dadles una guitarra Les Paul y se convertirán en Eric Clapton”. No es cierto. Y si les das un amplificador y un sintetizador no se convertirán en nosotros”.

La edición de Live at Pompeii editada por Universal en 2003 incluye el concierto original y el montaje del director (donde sobran las bochornosas animaciones en 3D), galerías de fotos, entrevista con Adrian Maben y alguna que otra chuchería más. Tal vez, y junto a The Wall (aunque el concepto y la música disten considerablemente), este DVD se encuentre entre lo mejorcito del vasto material editado sobre el grupo.
21 de septiembre de 2015 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El canal HBO sigue dándonos alegrías. En 2014 estrenó la primera temporada de la celebrada True detective, creada por Nic Pizzolatto, protagonizada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson y con una absorbente banda sonora de T-Bone Burnett. La segunda tanda de episodios llegará a lo largo de 2015 con una nueva trama y Colin Farrell, Vince Vaughn y Rachel McAdams como principales intérpretes. Nic Pizzolatto, cuya novela Galveston se publicó hace unos meses en nuestro país, vuelve a escribir el guión, aunque a la hora de dirigir los distintos capítulos el trabajo se repartirá entre varios nombres –Justin Lin y Janus Metz Pedersen son dos de ellos-.

Por otro lado, se emitió la miniserie Olive Kitteridge, dirigida por Lisa Cholodenko (La calle de las tentaciones, Los chicos están bien). A lo largo de sus cuatro episodios narra la vida de Olive Kitteridge (Frances McDormand), una profesora de matemáticas de una pequeña población estadounidense de Maine casada con Henry (Richard Jenkins), un farmacéutico cuyo carácter dista considerablemente del de su mujer. Mientras ella se muestra seca y ácida con todo lo que le rodea -y hasta perversa en algunos aspectos-, él se nos presenta como alguien dispuesto siempre a ayudar, paciente y bondadoso. A lo largo de los 25 años en los que se desarrolla la historia asistiremos a situaciones y momentos propios de una familia más o menos convencional, dentro de una cotidianidad que termina resultando apasionante. En ese sentido podríamos compararla sin tapujos con Boyhood (Richard Linklater, 2014), otra de las destacadas experiencias cinematográficas que nos dejó el pasado a­ño.


Frances McDormand y Richard Jenkins, aquí magníficos desde cualquier ángulo, salieron con las manos vacías en la última edición de los Globos de Oro. Jenkins ni siquiera fue nominado. Sí lo estuvo Bill Murray como actor secundario, pero el premio fue para Matt Bomer y su papel en The normal heart. Basada en un premio Pulitzer de Elisabeth Strout, Olive Kitteridge viene a engrosar la deliciosa lista de miniseries creadas por HBO. A Hermanos de sangre, John Adams o Mildred Pierce se les une ahora esta fascinante obra que trata el paso del tiempo, la enfermedad, la familia, la educación. La vida misma.
Festival Express
Concierto
Reino Unido2003
7,1
186
Documental, Intervenciones de: Janis Joplin, The Grateful Dead, The Band, Buddy Guy
8
4 de agosto de 2010
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mediados de 1970, Willem Poolman fue el encargado de filmar y producir una de las giras más estrambóticas en el mundo del rock. Para trasladar a los distintos grupos a través del país, así como toda la correspondiente parafernalia técnica, se utilizó un tren cuyos vagones contemplarían una jam session interrumpida exclusivamente para desembarcar ante un público expectante y, al menos en pequeñas dosis, agresivo e inconformista.

El tour, que incluía las ciudades de Toronto, Winnipeg, Calgary y Vancouver, comenzó con altercados que se mantendrían en días sucesivos y que serían los causantes de que la última cita llegara a cancelarse. Y es que muchos de los asistentes se negaron a pagar el precio establecido -unos catorce dólares- y la policía tuvo que actuar con cierta contundencia. La noticia de las cargas y disturbios hizo que, por ejemplo en Toronto, se paralizaran las actuaciones para reanudarlas posteriormente en otro emplazamiento, ya con la entrada gratuita. Esta decisión afectó gravemente al bolsillo de los promotores y al destino de la cinta, que finalmente no llegó a estrenarse. Los negativos se perdieron, hasta que tres décadas después aparecieron de nuevo gracias a Garth Douglas, que rápidamente se puso en contacto con Gavin Poolman -hijo de Willem-. Éste reclutó para la ocasión a John Trapman y Bob Smeaton -director, por ejemplo, de The Beatles Anthology- y la película pudo debutar finalmente en 2003.

El cartel del Festival Express contaba con Grateful Dead, The Band, Janis Joplin, The Flying Burrito Brothers o la Buddy Guy Blues Band, entre otros muchos. A todos ellos los vemos sobre el escenario interpretando temas como The weight, Don’t ease me in, Money (that’s what I want) o un sublime Cry baby que podríamos enmarcar entre lo mejorcito de la película. Junto a las actuaciones de semejantes clásicos -muchos de ellos en el mejor momento de su carrera-, el otro gran atractivo lo encontramos en la constante interacción entre los distintos músicos, otorgando momentos verdaderamente memorables: es complicado intentar despegarse de esos minutos mágicos donde Jerry Garcia, Bob Weir, Janis Joplin y un perjudicadísimo Rick Danko -“¿te encuentras bien?” le pregunta una Janis Joplin que dos meses después moriría de sobredosis- entonan Ain’t no more cane. También podemos escuchar a algunos de los protagonistas recordando, ya en la actualidad, aquellas frenéticas jornadas donde las máximas del sueño hippie, aún estando muy presentes, comenzaban a enturbiarse inevitablemente –no podemos negar que el fantasma de Altamont se nos viene a la cabeza en algunos pasajes-.

Su peculiar encanto reside en las imágenes que ilustran la convivencia entre los distintos artistas dentro de un tren que, durante cinco días, se convirtió en una fiesta llena de entusiasmo, LSD y, sobre todo, mucha y buena música.
21 de septiembre de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
HBO, uno de los canales de televisión por cable más populares de Estados Unidos, sigue gozando de una salud envidiable. Juego de Tronos continúa siendo un auténtico fenómeno. Hace unos días, junto a la noticia de los fichajes de Ian McShane y Max Von Sydow para los próximos episodios, también supimos que probablemente la serie se extienda hasta una octava temporada. Por otro lado, esta misma semana terminaba la segunda parte de True Detective y se anunciaba Westworld para 2016, nueva producción basada en la novela del mismo nombre de Michael Crichton, dirigida por Jonathan Nolan y entre cuyos protagonistas se encuentran Anthony Hopkins, Ed Harris o Evan Rachel Wood.

De vez en cuando la cadena afronta proyectos muchos menos ambiciosos, puro divertimento sin muchas pretensiones. Es el caso de este 7 Days in Hell, un falso documental que cuenta la historia de un partido de tenis que duró una semana durante el torneo de Wimbledon celebrado en 2001. Los contrincantes, Aaron Williams (Andy Samberg) y Charles Poole (Kit Harington) no pueden ser más distintos. Mientras uno se cree y vive como una estrella del rock, el otro, Poole, se vio arrastrado desde pequeño a las canchas por su grotesca madre. Es inevitable no soltar alguna carcajada en los cuarenta minutos que dura esta disparatada historia, pero también hay que advertir que un alto porcentaje de la gracia que pueda tener se basa en los obsceno, en ese humor al que normalmente se suele denominar de brocha gorda. Otra de sus atracciones son las diferentes apariciones de personajes de toda índole: David Copperfield, John McEnroe, Soledad O’Brien, Serena Williams o Lena Dunham complementan con anécdotas y relatos las vidas de Williams y Poole.


Narrado por Jon Hamm -actor que daba vida al ya inmortal Don Draper de Mad Men-, 7 Days in Hell consigue su propósito de refrescar la pantalla del televisor o monitor con un producto apartado de las monumentales series -además de películas y documentales- a las que nos tienen acostumbradas la cadena. Agradable respiro, notable capricho.
6 de marzo de 2015 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuarenta y cuatro años y un día después, los Rolling Stones volvían a tocar en Hyde Park. Cuando se celebró aquel concierto, el del 69, sólo habían transcurrido dos días de la extraña muerte de Brian Jones, extraordinario músico y fundador de la banda junto a Mick Jagger, Keith Richards y el teclista Ian Stewart. De ahí que antes de comenzar, Jagger leyera un fragmento del Adonais de Shelley en su memoria. Al de 2013, por el contrario, llegaban lanzados tras completar una gira de dos meses por Estados Unidos y una triunfante actuación en el Festival de Glastonbury, donde compartieron cartel con Nick Cave, Primal Scream, Portishead y tantísimos otros.


Con medio siglo a sus espaldas, los Stones se muestran incansables sobre el escenario. Especialmente Jagger, que llega a bromear sobre su excelente estado de forma al vestir durante un tramo del concierto el mismo modelo que lució en 1969. “Lo he cogido de mi armario”, dice, mientras se contonea y jalea a un público también protagonista si nos referimos a la edición que aquí comentamos, un Blu-ray impecable donde llama la atención las constantes y espectaculares panorámicas desde el escenario. La entrega de una audiencia que no entiende de edades otorga al conjunto de una inesperada emotividad.


Del repertorio poco podemos decir. Se trata de la recurrente ristra de éxitos donde cabe destacar la aparición de Mick Taylor en Midnight rambler y Satisfaction, las dos canciones con Richards al mando -You’ve got the silver y Happy- y un Ronnie Wood tras el que se nos siguen yendo los ojos mientras se derriten las orejas. También merecen cariñosas menciones Lisa Fisher, el discurso -¡ejem!- de Charlie Watts y un admirable You can’t always get what you want acompañado por el Voce Choir y miembros del London Youth Choir. ¿Que si necesitan bastones a su edad? Sí, tal vez para arrojarlos encima de tanto botarate con ganas de enterrar legados de este calibre.
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