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1
23 de mayo de 2017
23 de mayo de 2017
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
De un vistazo en la red, me quedo desconcertado con la cantidad y casi unanimidad de críticas positivas e incluso apasionadas hacia esta película de González Iñárritu, además de sus premios Oscar. Desde Babel, donde el director demostró gran talento como publicista para vender tres largos y tediosos videoclips a la multitud, es que tengo reticencias con él. Ver luego 21 gramos y esforzarme por sintonizar con toda esa poética new age de feria artesanal (otra idea publicitaria: el peso del alma), no hizo más que decidirme a no perder más el tiempo con su siguiente película, Biutiful.
Pero recaí con la tan celebrada Birdman, que arranca con un epígrafe del escritor Raymond Carver que señala que lo único que deseamos, al fin, es ser queridos por los demás. Y parece que la película, a través de su personaje central, fuese a transitar en esa dirección. Pero no. Iñárritu viola el sentido del epígrafe de manera cabal, ya que no parece sentir el menor afecto por ninguno de sus personajes, al contrario, se recrea en exponerlos en toda su mediocridad, estupidez y bajezas, cerrándoles el espacio cada vez más hasta dejarlos, o al menos a su protagonista, interpretado por Michael Keaton, literalmente al borde del vacío, aunque -alma de publicista- todo esté representado con música de fondo y mucha estética producto de su atrofiada imaginación, la del protagonista y la de Iñárritu.
Todo está atrofiado en esta película. Los personajes y su entorno, sus ideales, sus aspiraciones, su comportamiento, pero también está atrofiado el montaje, plagado de discontinuidades temporales tramposas entre la imaginación del protagonista y lo que sucede realmente, lo que genera sólo falsas emociones; la machacona voz en off del protagonista (su lado "Birdman") hace que pierda fuerza su actuación; los pirotécnicos movimientos de cámara en plano secuencia que no cumplen otra función que distraer y no son más que otro subrayado, otra capa a las múltiples distracciones que acuden a la pantalla a cualquier precio: si hace falta poner al baterista que interpreta la música incidental -hacerlo visible-, se lo pone sin más y, encima, tocando en un inesperado cuarto de baño o pasillo, pues queda bien y resulta simpático entre tanta historia y personajes antipáticos y sin la más mínima humanidad. Total -y tal como se ironiza en la película misma- cualquier idiotez puede funcionar, extenderse por los medios de comunicación y ser popular, no importan los golpes bajos. Lo tiene claro Iñárritu, y en esta película abundan, son todos golpes bajos.
Partiendo por el fracasado y egoísta y egocéntrico protagonista, un ex actor que encarnó al superhéroe Birdman, y busca en su crepuscular adultez… ¿adivinan?… pues que lo quieran, que lo sigan queriendo, y para eso, en lugar de intentar recomponer sus relaciones afectivas, se aboca a relanzar su carrera actoral con una obra de teatro dirigida y actuada por él: una adaptación ni más ni menos que de un cuento del propio Carver. Pero el protagonista no quiere a nadie, no se quiere a sí mismo. Por eso sus relaciones son un desastre: su hija está en recuperación por drogodependencia y apenas se hablan; él corre el riesgo de haber dejado embarazada a una actriz que participa en su obra y que evidencia claros desordenes mentales; le tiende una trampa -más trampas, son todo trampas- a uno de sus actores para que se accidente y no participe en su obra; su mejor amigo está preocupado más por la cantidad de butacas vendidas para el estreno que por la integridad de su amigo (su fuente de ingresos). La única que parece salvarse de tanta mezquindad y mal gusto es una crítica veterana, sobria e incorruptible, y factor decisivo en el éxito o fracaso de las obras teatrales que se presentan en la ciudad.
En un momento de la película, el protagonista, a un día de estrenar su obra, le sale al paso en un bar y le suelta un trillado y patético discurso sobre la supuesta frustración de los críticos frente a los artistas de verdad. La mujer simplemente se aleja del energúmeno, advirtiéndole que no tendrá compasión al escribir su crítica. Pero, como para demostrar todavía más el odio que Iñárritu siente hacia todos sus personajes, al final [alerta de spoiler]
Pero recaí con la tan celebrada Birdman, que arranca con un epígrafe del escritor Raymond Carver que señala que lo único que deseamos, al fin, es ser queridos por los demás. Y parece que la película, a través de su personaje central, fuese a transitar en esa dirección. Pero no. Iñárritu viola el sentido del epígrafe de manera cabal, ya que no parece sentir el menor afecto por ninguno de sus personajes, al contrario, se recrea en exponerlos en toda su mediocridad, estupidez y bajezas, cerrándoles el espacio cada vez más hasta dejarlos, o al menos a su protagonista, interpretado por Michael Keaton, literalmente al borde del vacío, aunque -alma de publicista- todo esté representado con música de fondo y mucha estética producto de su atrofiada imaginación, la del protagonista y la de Iñárritu.
Todo está atrofiado en esta película. Los personajes y su entorno, sus ideales, sus aspiraciones, su comportamiento, pero también está atrofiado el montaje, plagado de discontinuidades temporales tramposas entre la imaginación del protagonista y lo que sucede realmente, lo que genera sólo falsas emociones; la machacona voz en off del protagonista (su lado "Birdman") hace que pierda fuerza su actuación; los pirotécnicos movimientos de cámara en plano secuencia que no cumplen otra función que distraer y no son más que otro subrayado, otra capa a las múltiples distracciones que acuden a la pantalla a cualquier precio: si hace falta poner al baterista que interpreta la música incidental -hacerlo visible-, se lo pone sin más y, encima, tocando en un inesperado cuarto de baño o pasillo, pues queda bien y resulta simpático entre tanta historia y personajes antipáticos y sin la más mínima humanidad. Total -y tal como se ironiza en la película misma- cualquier idiotez puede funcionar, extenderse por los medios de comunicación y ser popular, no importan los golpes bajos. Lo tiene claro Iñárritu, y en esta película abundan, son todos golpes bajos.
Partiendo por el fracasado y egoísta y egocéntrico protagonista, un ex actor que encarnó al superhéroe Birdman, y busca en su crepuscular adultez… ¿adivinan?… pues que lo quieran, que lo sigan queriendo, y para eso, en lugar de intentar recomponer sus relaciones afectivas, se aboca a relanzar su carrera actoral con una obra de teatro dirigida y actuada por él: una adaptación ni más ni menos que de un cuento del propio Carver. Pero el protagonista no quiere a nadie, no se quiere a sí mismo. Por eso sus relaciones son un desastre: su hija está en recuperación por drogodependencia y apenas se hablan; él corre el riesgo de haber dejado embarazada a una actriz que participa en su obra y que evidencia claros desordenes mentales; le tiende una trampa -más trampas, son todo trampas- a uno de sus actores para que se accidente y no participe en su obra; su mejor amigo está preocupado más por la cantidad de butacas vendidas para el estreno que por la integridad de su amigo (su fuente de ingresos). La única que parece salvarse de tanta mezquindad y mal gusto es una crítica veterana, sobria e incorruptible, y factor decisivo en el éxito o fracaso de las obras teatrales que se presentan en la ciudad.
En un momento de la película, el protagonista, a un día de estrenar su obra, le sale al paso en un bar y le suelta un trillado y patético discurso sobre la supuesta frustración de los críticos frente a los artistas de verdad. La mujer simplemente se aleja del energúmeno, advirtiéndole que no tendrá compasión al escribir su crítica. Pero, como para demostrar todavía más el odio que Iñárritu siente hacia todos sus personajes, al final [alerta de spoiler]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
la influyente crítica se rinde ante los fuegos de artificio que antes daba la impresión de aborrecer. Para generar impacto, la escena final de la obra que estrenaba el patético ex Birdman, tenía que tener sangre de verdad, el disparo tenía que ser genuino y había que jugarse la vida en ello, como pregonaba el esquizofrénico personaje que interpreta Edward Norton, curiosamente todo lo que la narrativa de Raymond Carver elude -el subrayado, la explicación, la explicitación, el exceso- acá se exhibe como una extraña prueba de mérito artístico, y se valida como tal con la capitulación de esta crítica, la única persona que parecía no padecer trastornos mentales. ¿Que Brodway es así? ¿Que Hollywood es así y esta es una genial parodia de todo ese mundo enloquecido y embrutecido por la aprobación virtual o real de los demás? Vale, pero ¿por qué tendría esto que tener algún interés en sí mismo? Los chistecillos privados, las referencias a otros actores, son solo más distracciones, hasta que todo es tan horrendo que ya no queda más que recurrir al paroxismo de hacer hablar al mismo Birdman, al pajarraco superhéroe, de frente a la pantalla, de cara a los espectadores, y humillarlos -humillarnos- con un discurso cargado de desprecio y odio, de rencor e insatisfacción que, simplemente, me parece que nadie merece.
Y es por esto que creo necesario, esta vez, estar en contra. Del todo en contra.
Porque ésta es también una película sobre la crítica, en contra de la crítica, que ridiculiza a la crítica -¡la misma que ahora le rinde honores!-, que ridiculiza y desprecia a los que usan las redes virtuales y se miden en una pantalla, y a los que no también, y finalmente a uno como espectador. ¿Que es una comedia negra, que me la tomo muy en serio? La película se toma muy en serio a sí misma, el calibre de los diálogos, de las reflexiones mentales impúdicamente acá expuestas, son serias, trascendentes, existenciales por mucho que los diálogos en los tejados entre Edward Norton y la rubia de moda que hace de hija drogadicta del protagonista, resulten una parodia. Pero al final, claro, me dirán los más listos, todo lo es. Desde la primera escena que es una parodia, con el protagonista levitando (!) en calzoncillos en una habitación que según la voz en off que escuchamos, apesta a cojones. Qué lindo.
Ok, será una parodia entonces. Solo que sin gracia, sin humor, sin decoro ni delicadeza aunque repleta de grandilocuencia. Y que, desde esa primera escena, apesta a cojones.
Los desorbitados ojos azules de la hija del protagonista, enajenada, mirando hacia el cielo, buscando en él a su hombre-padre-pájaro, en el plano final, son otra muestra de la habilidad publicitaria de Iñárritu, pero otra muestra también de que su fondo es vacío, de su artificialidad y, sobre todo, de su mal gusto. ¿Dónde está la diversión? ¿En su supuesto humor negro, en el collage de imágenes superpuestas como anuncio de MTV? ¿Dónde la conexión, la empatía? Hay personajes intrigantes (en el sentido que le daba mi abuela: "no te fíes de éste, es un intrigante") pero carentes del más mínimo misterio, unívocos, atrapados por su estúpido comportamiento y circunstancias. ¿Está dirigida acaso a los muy mediocres, a los muy miserables y sin vida? ¿Son ellos quienes deben sentirse aludidos? ¿La idea es incitarlos a que salten al vacío desde un edificio, que el suicidio es la única salida? ¿La idea es aliviar a todos aquellos que no necesitan desesperadamente que los quieran al señalarles que, en efecto, hay algunos o muchos que sí lo necesitan? Una película, en suma, decididamente maliciosa, envenenada, que no quiere a nadie y cargada de rencor que, sin embargo, ha conquistado, por lo que veo, tanto a la crítica como al público. ¿Estamos todos locos? ¿González Iñárritu es un vidente y está en lo cierto al escupírnoslo en la cara? Creo que no. Espero y confío que no.
Y es por esto que creo necesario, esta vez, estar en contra. Del todo en contra.
Porque ésta es también una película sobre la crítica, en contra de la crítica, que ridiculiza a la crítica -¡la misma que ahora le rinde honores!-, que ridiculiza y desprecia a los que usan las redes virtuales y se miden en una pantalla, y a los que no también, y finalmente a uno como espectador. ¿Que es una comedia negra, que me la tomo muy en serio? La película se toma muy en serio a sí misma, el calibre de los diálogos, de las reflexiones mentales impúdicamente acá expuestas, son serias, trascendentes, existenciales por mucho que los diálogos en los tejados entre Edward Norton y la rubia de moda que hace de hija drogadicta del protagonista, resulten una parodia. Pero al final, claro, me dirán los más listos, todo lo es. Desde la primera escena que es una parodia, con el protagonista levitando (!) en calzoncillos en una habitación que según la voz en off que escuchamos, apesta a cojones. Qué lindo.
Ok, será una parodia entonces. Solo que sin gracia, sin humor, sin decoro ni delicadeza aunque repleta de grandilocuencia. Y que, desde esa primera escena, apesta a cojones.
Los desorbitados ojos azules de la hija del protagonista, enajenada, mirando hacia el cielo, buscando en él a su hombre-padre-pájaro, en el plano final, son otra muestra de la habilidad publicitaria de Iñárritu, pero otra muestra también de que su fondo es vacío, de su artificialidad y, sobre todo, de su mal gusto. ¿Dónde está la diversión? ¿En su supuesto humor negro, en el collage de imágenes superpuestas como anuncio de MTV? ¿Dónde la conexión, la empatía? Hay personajes intrigantes (en el sentido que le daba mi abuela: "no te fíes de éste, es un intrigante") pero carentes del más mínimo misterio, unívocos, atrapados por su estúpido comportamiento y circunstancias. ¿Está dirigida acaso a los muy mediocres, a los muy miserables y sin vida? ¿Son ellos quienes deben sentirse aludidos? ¿La idea es incitarlos a que salten al vacío desde un edificio, que el suicidio es la única salida? ¿La idea es aliviar a todos aquellos que no necesitan desesperadamente que los quieran al señalarles que, en efecto, hay algunos o muchos que sí lo necesitan? Una película, en suma, decididamente maliciosa, envenenada, que no quiere a nadie y cargada de rencor que, sin embargo, ha conquistado, por lo que veo, tanto a la crítica como al público. ¿Estamos todos locos? ¿González Iñárritu es un vidente y está en lo cierto al escupírnoslo en la cara? Creo que no. Espero y confío que no.

6,4
4.705
10
23 de mayo de 2017
23 de mayo de 2017
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi no figura en las listas de fin de año de las mejores películas, pero no me extraña. Una película que quizás solo se podría haber hecho en Francia y por una directora francesa. O quizás podría también haber sido alemana, o tal vez sueca. Pero jamás española, por ejemplo, o latinoamericana, ni qué decir estadounidense, donde no existen o no resultaría verosímil mostrar a personajes burgueses e intelectuales como los que habitan esta película.
El argumento se podría resumir en los esfuerzos que hace una mujer madura interpretada por la estupenda Isabelle Huppert, una profesora de filosofía, por continuar con su vida frente a los envites que se le presentan: su marido la abandona por una mujer más joven, muere su conflictiva y demandante madre, el sello editorial de libros de filosofía que ella dirige apuesta, de pronto, por una línea comercial que la deja al margen, su ex alumno aventajado y amigo comienza a desligarse de ella en cuanto a los pensamientos profundos que hasta entonces los unían… De alguna forma, esta mujer comienza a quedarse sola, obsoleta profesional y hasta socialmente y relegada a cada vuelta de esquina. Y ella, que parece inmutable, en un par de ocasiones se quiebra, pero intenta encajar los acontecimientos como mejor puede: sin victimismos de ninguna clase, sin quejas, pero sin claudicar tampoco en sus convicciones. Si fuese hombre y español, cualquiera diría que “con dos cojones”. Pero es mujer, y encima no es joven, lo que hace indudablemente que las cosas le resulten todavía más difíciles. Y uno ve lo cuesta arriba que se le pone todo, pero también uno ve el coraje, el tesón, la contención y la integridad con que ella asume estos cambios en su vida hasta que en las últimas escenas la vemos en su rol de abuela, cargando en sus brazos a un bebé sin perder jamás la compostura ni la elegancia, tan dueña de sí misma, en unos tiempos en extremo pusilánimes como los actuales, donde pareciera que cualquier espectáculo, cualquier tendencia impuesta por la publicidad o los medios de comunicación, por pueriles que sean, tienen mayor cabida en el interés y las prioridades de las personas antes que la fidelidad al pensamiento propio, al pensar por uno mismo, que es lo que ella al final defiende sobre todas las cosas como profesora de filosofía y como mujer, tal vez el único, el más poderoso reducto de libertad al cual uno puede aferrarse cuando todo se desmorona.
https://alejandroaliagablog.wordpress.com/
El argumento se podría resumir en los esfuerzos que hace una mujer madura interpretada por la estupenda Isabelle Huppert, una profesora de filosofía, por continuar con su vida frente a los envites que se le presentan: su marido la abandona por una mujer más joven, muere su conflictiva y demandante madre, el sello editorial de libros de filosofía que ella dirige apuesta, de pronto, por una línea comercial que la deja al margen, su ex alumno aventajado y amigo comienza a desligarse de ella en cuanto a los pensamientos profundos que hasta entonces los unían… De alguna forma, esta mujer comienza a quedarse sola, obsoleta profesional y hasta socialmente y relegada a cada vuelta de esquina. Y ella, que parece inmutable, en un par de ocasiones se quiebra, pero intenta encajar los acontecimientos como mejor puede: sin victimismos de ninguna clase, sin quejas, pero sin claudicar tampoco en sus convicciones. Si fuese hombre y español, cualquiera diría que “con dos cojones”. Pero es mujer, y encima no es joven, lo que hace indudablemente que las cosas le resulten todavía más difíciles. Y uno ve lo cuesta arriba que se le pone todo, pero también uno ve el coraje, el tesón, la contención y la integridad con que ella asume estos cambios en su vida hasta que en las últimas escenas la vemos en su rol de abuela, cargando en sus brazos a un bebé sin perder jamás la compostura ni la elegancia, tan dueña de sí misma, en unos tiempos en extremo pusilánimes como los actuales, donde pareciera que cualquier espectáculo, cualquier tendencia impuesta por la publicidad o los medios de comunicación, por pueriles que sean, tienen mayor cabida en el interés y las prioridades de las personas antes que la fidelidad al pensamiento propio, al pensar por uno mismo, que es lo que ella al final defiende sobre todas las cosas como profesora de filosofía y como mujer, tal vez el único, el más poderoso reducto de libertad al cual uno puede aferrarse cuando todo se desmorona.
https://alejandroaliagablog.wordpress.com/

7,4
44.777
1
4 de agosto de 2023
4 de agosto de 2023
18 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé ni por qué pierdo el tiempo opinando, pero por si le hace sentido a alguien y así se ahorra tres horas que, mejor, podrían aprovechar mirando la excelente Barbie o, si prefieren, mirando un árbol crecer, porque se trata de otra película con trasfondo ideológico pro EEUU, pro liberalismo ultra capitalista y, por supuesto, anti comunista y anti todo tipo de posible vía de reflexión que no sea la hegemónica instalada por los mismos hombres blancos y fanáticos patriotas estadounidenses que no hacen ni han hecho en la Historia más que competir por quién es más machote. Y todo teñido de un tono de thriller seudo sicológico.
En resumen: un 'caballo de Troya', una cuchufleta para -una vez más- afirmar que los estadounidenses y sus epígonos ideológicos repartidos por el mundo occidental son los buenos y los que piensan o aspiran a algo distinto son los malos. Así de ramplona... pero con ritmo acelerado, testosterona y armas, o sea algo que los publicistas del cine y de la política al parecer han comprendido bien que cala en las aturdidas mentes de tantos espectadores que se comen con patatas lo que le echen. Por no hablar de que el director, además, parece odiar a todos sus personajes... Una película, en fin, tramposa y perniciosa por donde se la mire y que subestima a los espectadores, así que probablemente la llenarán de candidaturas al Oscar para, en el fondo, reafirmar una postura política.
En resumen: un 'caballo de Troya', una cuchufleta para -una vez más- afirmar que los estadounidenses y sus epígonos ideológicos repartidos por el mundo occidental son los buenos y los que piensan o aspiran a algo distinto son los malos. Así de ramplona... pero con ritmo acelerado, testosterona y armas, o sea algo que los publicistas del cine y de la política al parecer han comprendido bien que cala en las aturdidas mentes de tantos espectadores que se comen con patatas lo que le echen. Por no hablar de que el director, además, parece odiar a todos sus personajes... Una película, en fin, tramposa y perniciosa por donde se la mire y que subestima a los espectadores, así que probablemente la llenarán de candidaturas al Oscar para, en el fondo, reafirmar una postura política.

5,7
152
8
23 de mayo de 2017
23 de mayo de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mis pocas referencias al cine canadiense, haciendo memoria a la rápida, se remiten a la no tan reciente Juno de Reitman, varias pelis de Cronenberg y algunas de Denis Arcand, donde -en las de este último- hay decenas de personajes con ideas políticas y seudo filosóficas, como es el caso de aquel tríptico compuesto por las -para mí- demagógicas y muchas veces vergonzosas La decadencia del imperio americano, Las invasiones Bárbaras y la insoportable La edad de la ignorancia, donde los personajes hablan un montón, se pelean, gritan, lloran, se abrazan y luchan por defender sus posturas, tan humanas todas, trascendentes, pero tan de cartón a fin de cuentas.
En Curling ocurre lo contrario. Hay apenas un par de personajes, y casi no hablan, las ideas son subyacentes al discurso, prima la extrañeza como única resistencia y el director apuesta más por una estética y un tono, sin renunciar a una o varias y complejas temáticas, que por ganarse la simpatía de los bienpensantes de turno.
Curling es un juego sobre hielo donde los participantes lanzan una especie de disco que debe acercarse lo más posible a un centro.
Y aquí el dilema: ¿Hasta qué punto es buena idea acercarse al centro? ¿Hasta dónde es mejor mantenerse al margen? Porque la historia es la de un padre y una hija. Un padre que opta por criar a la niña en su casa, sin que vaya a la escuela, alejada de los peligros de la sociedad -aislada- en medio de un minúsculo poblado eternamente cubierto de nieve.
La película recuerda a Fargo en cuanto a los exteriores fríos y blancos, además de los toques de humor que a ratos afloran y sirven de contrapunto a la creciente angustia que se genera -elementos surrealistas como un tigre en medio de la nada, de la nieve- alcanzando, para mí, una forma bastante original de suspense, donde las historias no resueltas -que, por cierto, abundan- crean una inquietud genuina, distinta a la de cualquier policial o película de vampiros, aunque aquí también hay sangre, y no poca.
https://alejandroaliagablog.wordpress.com/
En Curling ocurre lo contrario. Hay apenas un par de personajes, y casi no hablan, las ideas son subyacentes al discurso, prima la extrañeza como única resistencia y el director apuesta más por una estética y un tono, sin renunciar a una o varias y complejas temáticas, que por ganarse la simpatía de los bienpensantes de turno.
Curling es un juego sobre hielo donde los participantes lanzan una especie de disco que debe acercarse lo más posible a un centro.
Y aquí el dilema: ¿Hasta qué punto es buena idea acercarse al centro? ¿Hasta dónde es mejor mantenerse al margen? Porque la historia es la de un padre y una hija. Un padre que opta por criar a la niña en su casa, sin que vaya a la escuela, alejada de los peligros de la sociedad -aislada- en medio de un minúsculo poblado eternamente cubierto de nieve.
La película recuerda a Fargo en cuanto a los exteriores fríos y blancos, además de los toques de humor que a ratos afloran y sirven de contrapunto a la creciente angustia que se genera -elementos surrealistas como un tigre en medio de la nada, de la nieve- alcanzando, para mí, una forma bastante original de suspense, donde las historias no resueltas -que, por cierto, abundan- crean una inquietud genuina, distinta a la de cualquier policial o película de vampiros, aunque aquí también hay sangre, y no poca.
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