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5 de febrero de 2013
5 de febrero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dejar vivo a quien quedó paralítico plantea el problema de que otro decida lo que es mejor para uno. Lo que, a pesar de las apariencias, está en contra del neoliberalismo, porque abre el debate, en estos días, a la eutanasia como indicio de un proceso de consolidación de tal modelo económico, donde el individuo debe aprender la dignidad de la obligación de elegir por sí mismo. El que elige es el sujeto construido por el existencialismo , pacifismos y humanitarismos de posguerra bajo las faltas ejemplares de auschwitz e hiroshima, eventos, los cuales, fundacionales de aquello mismo que los denuncia.
El paralítico no puede elegir, no es libre, no es un consumidor efectivo, no pertenece exitosamente a la sociedad. Que lo llegue a ser en la abolición de la prohibición de la eutanasia, puede significar dos cosas: que el neoliberalismo ha llegado ya a tiempo de conformar la subjetividad del que agoniza; y que los humanismos de posguerra y la ética multiculturalista de respeto, tolerancia, etc. se muestre como artimaña imperialista de un único modo de ser: de la obligación de sentirse digno de la propia individualidad (razón por ejemplo de la victimización extrema, que, puede verse, ha culminado por ejemplo en una madre tardo-adolescente que niega las vacunas protocolares para su hija neonata por haber “averiguado” que tiene componentes tóxicos) o un refuerzo a la pulsión de progreso económico para desear la clase social de otro y buscar ansiolíticos mediante créditos.
La pista de tal proceso se ve en la película “Lorenzo’s oil” en tanto propone el modelo ya implantado ahora del hipernarcisismo de los padres sobreestimadores más la lógica del individuo que ya no necesita de un subsidio institucional general para solucionar sus problemas. Si juntamos ambos aspectos podríamos decir: inhabilitar al hijo (el mantenido-por… un Estado social supongamos; nos referimos a “aquel que tiene Madre”) por mor del narcisismo. Lo que significa, llevado al plano nuclear, que lo único que les queda a los padres para valorarse a sí mismos (para su narcisidad huérfana) son sus hijos. Recordemos que la película se ambienta en un problema que efectivamente ocurrió en mitad de los ochenta. Época tremendamente significativa para el proceso al que aludimos, donde las nuevas tecnologías, ahora ya habituales para muchos, estaban recién integrándose. Por esa valoración narcisista es precisamente la integración masiva de la mujer al trabajo: se crea una “sociedad de padres”, pues la tarea de éstos es, en principio, cuidar a la madre. En la orfandad, la mujer trabaja porque la maternidad queda obsoleta. También impone el deber de sufrir, por ejemplo, en navidad para comprarle los regalos a sus hijos. Es, en suma, la fórmula: “nadie los ayudará, arréglenselas solos, en el narcisismo exigido”. El narcisismo se practica en el cuidado del niño. La agonía en la película no era de Lorenzo, era de sus padres; el niño no decidía nada, era absolutamente pasivo, era problema de los padres el cómo meter a su hijo al mundo de la obligación de elegir entre “la variedad del pluralismo”. Es como en “El castillo” de Kafka, pero en que el problema es cómo transformar un otro a individuo. Incluso de hace tiempo está ya en las universidades malas la táctica persuasiva de exaltar la proactividad para que el individuo solitario aprenda la dignidad de buscar en Google y preparase para comprar cosas en el futuro en un lugar con una biblioteca y profesores paupérrimos.
Decimos narcisismo porque ¿le preguntaron a Lorenzo si quería seguir viviendo? El debate de la eutanasia legitima que alguien pueda pisotear la elección del otro. Es como si antes de fabricar el aceite milagroso, Lorenzo les hubiera dicho: “¿para qué siguen si me quiero morir?”. Eutanasia voluntaria significa: dar voz, dejar defender, a quien se mantiene por mor del narcisismo del otro. ¿Por qué entonces la pedagogía está en crisis? Es que los niños y adolescentes ya no soportan la enseñanza porque crecen en el mundo donde se les está entrenando en la exigencia de tener una actitud y sentimiento de óptima suficiencia y el goce de saber que hay gente miserable que les valida su clase social. El “no”, como respuesta, está en peligro. Todas las políticas del “dar voz” son, aquí creemos, paliativos ante el aburrimiento y la inconformidad que operan en forma de delirios para encubrir la coerción y sometimiento sentida por la ciudadanía (reforzada por el entrenamiento a niños que acabamos de nombrar). Los lemas “denle voz a los estudiantes, dénle voz a los homosexuales, a los mapuches…” nos lleva al concepto de “parche (de delirio)”. En suma, soluciones parche, reparar sólo cuando sea posible usando el mal menor.
La metáfora anatómica de Lorenzo representaría la somatización de la falta de diálogo, la más, dicho en otros términos, marcada manera de ser de las ideas sobre el Otro que funcionaron alguna vez como brutal protesta y son ahora ensalzadores populares inocuos bajo la connivencia de un gobierno que lo usa para el turismo y la estética. Y lo usa del siguiente modo: Teletón. La necesidad de tener disponible un Lorenzo como “gozne dialéctico” entre el particular, el Estado y la ideología, se da en la Teletón como dispositivo para cumplir el deber ético del altruismo. El sujeto incapacitado bajo la lógica de la victimización de los mártires, el espectáculo, la religión y el turismo. Darle voz al discapacitado sin darle voz efectiva, haciéndolos callar con espectáculos para ocultar el verdadero problema: cómo espectacularizar la propia vida, la idea del re-conocimiento, del imperativo del orgullo de ser diferente a los demás. No es coincidencia que el judío Mario Kreuztberger aparezca donde se sume la idea talmúdica del “dar voz” al imperativo y al rodeo del cómo hacerse cargo del ídolo, de la paraplejia de la estatua.
...
Seguir leyendo en:
http://fosilesblandos.tumblr.com/post/35917446375/algunos-problemas-del-individualismo
El paralítico no puede elegir, no es libre, no es un consumidor efectivo, no pertenece exitosamente a la sociedad. Que lo llegue a ser en la abolición de la prohibición de la eutanasia, puede significar dos cosas: que el neoliberalismo ha llegado ya a tiempo de conformar la subjetividad del que agoniza; y que los humanismos de posguerra y la ética multiculturalista de respeto, tolerancia, etc. se muestre como artimaña imperialista de un único modo de ser: de la obligación de sentirse digno de la propia individualidad (razón por ejemplo de la victimización extrema, que, puede verse, ha culminado por ejemplo en una madre tardo-adolescente que niega las vacunas protocolares para su hija neonata por haber “averiguado” que tiene componentes tóxicos) o un refuerzo a la pulsión de progreso económico para desear la clase social de otro y buscar ansiolíticos mediante créditos.
La pista de tal proceso se ve en la película “Lorenzo’s oil” en tanto propone el modelo ya implantado ahora del hipernarcisismo de los padres sobreestimadores más la lógica del individuo que ya no necesita de un subsidio institucional general para solucionar sus problemas. Si juntamos ambos aspectos podríamos decir: inhabilitar al hijo (el mantenido-por… un Estado social supongamos; nos referimos a “aquel que tiene Madre”) por mor del narcisismo. Lo que significa, llevado al plano nuclear, que lo único que les queda a los padres para valorarse a sí mismos (para su narcisidad huérfana) son sus hijos. Recordemos que la película se ambienta en un problema que efectivamente ocurrió en mitad de los ochenta. Época tremendamente significativa para el proceso al que aludimos, donde las nuevas tecnologías, ahora ya habituales para muchos, estaban recién integrándose. Por esa valoración narcisista es precisamente la integración masiva de la mujer al trabajo: se crea una “sociedad de padres”, pues la tarea de éstos es, en principio, cuidar a la madre. En la orfandad, la mujer trabaja porque la maternidad queda obsoleta. También impone el deber de sufrir, por ejemplo, en navidad para comprarle los regalos a sus hijos. Es, en suma, la fórmula: “nadie los ayudará, arréglenselas solos, en el narcisismo exigido”. El narcisismo se practica en el cuidado del niño. La agonía en la película no era de Lorenzo, era de sus padres; el niño no decidía nada, era absolutamente pasivo, era problema de los padres el cómo meter a su hijo al mundo de la obligación de elegir entre “la variedad del pluralismo”. Es como en “El castillo” de Kafka, pero en que el problema es cómo transformar un otro a individuo. Incluso de hace tiempo está ya en las universidades malas la táctica persuasiva de exaltar la proactividad para que el individuo solitario aprenda la dignidad de buscar en Google y preparase para comprar cosas en el futuro en un lugar con una biblioteca y profesores paupérrimos.
Decimos narcisismo porque ¿le preguntaron a Lorenzo si quería seguir viviendo? El debate de la eutanasia legitima que alguien pueda pisotear la elección del otro. Es como si antes de fabricar el aceite milagroso, Lorenzo les hubiera dicho: “¿para qué siguen si me quiero morir?”. Eutanasia voluntaria significa: dar voz, dejar defender, a quien se mantiene por mor del narcisismo del otro. ¿Por qué entonces la pedagogía está en crisis? Es que los niños y adolescentes ya no soportan la enseñanza porque crecen en el mundo donde se les está entrenando en la exigencia de tener una actitud y sentimiento de óptima suficiencia y el goce de saber que hay gente miserable que les valida su clase social. El “no”, como respuesta, está en peligro. Todas las políticas del “dar voz” son, aquí creemos, paliativos ante el aburrimiento y la inconformidad que operan en forma de delirios para encubrir la coerción y sometimiento sentida por la ciudadanía (reforzada por el entrenamiento a niños que acabamos de nombrar). Los lemas “denle voz a los estudiantes, dénle voz a los homosexuales, a los mapuches…” nos lleva al concepto de “parche (de delirio)”. En suma, soluciones parche, reparar sólo cuando sea posible usando el mal menor.
La metáfora anatómica de Lorenzo representaría la somatización de la falta de diálogo, la más, dicho en otros términos, marcada manera de ser de las ideas sobre el Otro que funcionaron alguna vez como brutal protesta y son ahora ensalzadores populares inocuos bajo la connivencia de un gobierno que lo usa para el turismo y la estética. Y lo usa del siguiente modo: Teletón. La necesidad de tener disponible un Lorenzo como “gozne dialéctico” entre el particular, el Estado y la ideología, se da en la Teletón como dispositivo para cumplir el deber ético del altruismo. El sujeto incapacitado bajo la lógica de la victimización de los mártires, el espectáculo, la religión y el turismo. Darle voz al discapacitado sin darle voz efectiva, haciéndolos callar con espectáculos para ocultar el verdadero problema: cómo espectacularizar la propia vida, la idea del re-conocimiento, del imperativo del orgullo de ser diferente a los demás. No es coincidencia que el judío Mario Kreuztberger aparezca donde se sume la idea talmúdica del “dar voz” al imperativo y al rodeo del cómo hacerse cargo del ídolo, de la paraplejia de la estatua.
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5 de febrero de 2013
5 de febrero de 2013
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película de Kramer (“K”, y ya se podría articular, pero no lo haremos por falta documental, una relación con Kafka) sincroniza varios puntos de la ficción de la escena imaginaria del acontecer chileno: el comercio –con marcas propias como abastible, abcdin, banco estado, vtr, etc.-, la farándula –también política, que no se distingue en su exposición “noticiaria” más que como un amarillismo sibilino-, y etc. etc. etc. porque esto ocurre siempre pues no hay película desligada de una coyuntura. Lo particular aquí es que esta película es una extensión expresa del modus operandi de una televisión en específico, al punto de decir “no hay película de Kramer” (se comprobará con efecto retardado (nachträglichkeit, aprés coup) cuando lo que pasó con la de rojo fama contrafama; ni sé de qué cresta de película estoy hablando). O quizás más precisamente, K, en su película, no está, pues K es el que imita y no él solo, figurándose un dispositivo metafísico que asume la extensión de una pureza fundamental, una sustancia, un sujeto puro al que podría llenarse posterior y necesariamente con atributos: encontrar el pliegue o mediador o gozne puro entre la t.v. y el espectador. Este sería el inconsciente de la película, donde el protagonista es la condición de posibilidad de ser asediado por la hegemonía (por farkas, piñera, zalaquett, bielsa, rafael araneda y otros). Trama narcisista típica del neoliberal: “que el espectador medio se identifique”. De esa estrategia de subjetivización, o construcción de una muestra, piénsese en el predominio del “cómo decir” en el ámbito de la persuasión -ahora ya no podemos disociar este filme del mecanismo televisivo: K lo refutaría en el pasado precompresivo de que debe haber antes de “cómo decir” un sustento, un “subyectil”, en razón del cual debe desarrollarse el “cómo” del decir. A ejemplo: K, imagínese, es asesorado por el negro piñera y el longton: ambos, no él, son su superyó, su “conciencia moral”, sus “pepes grillos”. Sus managers. Se ilustra la “nuda vida” del telespectador que se aferra al ídolo televisivo como con-ciencia. El in-dividuo con “criterio formado”.
Podríamos inferir capciosamente sólo a base de un problema de identidad, pero no lo haremos. Partiremos, pese a todo, ante tales supuestos.
K es entonces el cuerpo que llama a la impropiedad. Es una película pornográfica: K es un desnudo y se prostituye a cada momento. Pero decentemente, pues a nadie deba extrañarle la deontología chilena respecto a que el éxito consiste en anhelar ser como Otro.
En tal caso, K es el vector de soledad del telespectador promedio. Pero también K es la tv misma; si Olivia, su señora, es también la soledad del telespectador normal, entonces hay un conflicto en la diferencia ambivalente entre la tv y el espectador. Fíjese que ella, como muchas (y ojo con la magnitud), quiere “independizarse”, pero es cantante. Quiere, de algún modo, explotar lo que ella hace, lo que ella es: cantar. Olivia anexa los semblantes de todas las cantantes que anhelan el éxito ya probado, y por ello “alcanzable”, en la fama de otros. Es también como K un cuerpo que llama a la impropiedad. El montaje de la película ilustra esa articulación de soledad. Que K actúe solo consigo mismo en varias escenas y que Olivia sea un tanto indiferente para K, entiende la idea de que se ponen ciertos personajes televisivos a condición de la soledad de un cuerpo. Es decir, que el abandono “hace brotar” como por obligación, puntos humanoides e idolátricos en la pantalla apaisada. Y por eso el resultado en Olivia a la pregunta sobre qué valor tiene actualmente cantar bien: el talento no sirve ahora más que para marginarse. K y Olivia son cuerpos sin órganos, se expropian a sí mismos en la inminencia, por la desesperación de vivir tranquilos, de imitar o de copiar; incluso en el título y argumento, una repetición y diferencia (iteración) de la idea más o menos principal de Kramer versus Kramer. Acaso película honesta, asumiendo lo de imitación y repetición que tiene cualquier otra película o actor.
Y se exponen dos maneras acerca de cómo vive intranquilo un matrimonio:
Para uno, para todos, para cualquiera, la tranquilidad es condición. Es parte de nuestros valores. Olivia envidia a K porque él posee los valores, diciéndole: “tu multiplicidad invalida mi talento (cantar)”. Tolerancia, goce, curiosidad, ambiguedad, multiplicidad son la deontológica de “nuestra época”. A éste sintagma puede ponerle “posmodernidad” si quiere. K posibilitaba que bielsa y piñera confabulasen orgánicamente juntos¡imagínese!… La melancolía de Olivia era por su falta de falta de paradero: se queja de su anacronismo de dueña de casa (y si es cierto que encarna la telespectadora: envidia la novedad de la idolatría televisiva, los rostros cosméticos). Cada uno entonces quería el anacronismo del otro; Olivia estaba molesta porque el talento y éxito de K es en base a los avales de muchos; anhelaba un K exiliado de la posmodernidad. En cambio éste deseaba a su objeto de amor como dueña de casa. A simple vista Olivia denunciaba con razón las circunstancias de K, pero es gran parte lo contrario, pues que una mujer alegue independencia es asunto actual para la televidente promedio. Por ello, pese a todo, espera su densidad propia que no tiene de antemano, es ya todos los semblantes de todos los que “pasan” por los programas de talento. ¡No hacemos aquí clasismo, por la cresta! ¡Si incluso por el lado de K también se acentuó mentando que él empezó vendiendo paltas en los pasillos tras los sets de los programas!, clara alusión al emprendedor neoliberal...
Seguir leyendo en:
http://fosilesblandos.tumblr.com/post/42319177620/analisis-del-filme-stefan-versus-kramer-no
Podríamos inferir capciosamente sólo a base de un problema de identidad, pero no lo haremos. Partiremos, pese a todo, ante tales supuestos.
K es entonces el cuerpo que llama a la impropiedad. Es una película pornográfica: K es un desnudo y se prostituye a cada momento. Pero decentemente, pues a nadie deba extrañarle la deontología chilena respecto a que el éxito consiste en anhelar ser como Otro.
En tal caso, K es el vector de soledad del telespectador promedio. Pero también K es la tv misma; si Olivia, su señora, es también la soledad del telespectador normal, entonces hay un conflicto en la diferencia ambivalente entre la tv y el espectador. Fíjese que ella, como muchas (y ojo con la magnitud), quiere “independizarse”, pero es cantante. Quiere, de algún modo, explotar lo que ella hace, lo que ella es: cantar. Olivia anexa los semblantes de todas las cantantes que anhelan el éxito ya probado, y por ello “alcanzable”, en la fama de otros. Es también como K un cuerpo que llama a la impropiedad. El montaje de la película ilustra esa articulación de soledad. Que K actúe solo consigo mismo en varias escenas y que Olivia sea un tanto indiferente para K, entiende la idea de que se ponen ciertos personajes televisivos a condición de la soledad de un cuerpo. Es decir, que el abandono “hace brotar” como por obligación, puntos humanoides e idolátricos en la pantalla apaisada. Y por eso el resultado en Olivia a la pregunta sobre qué valor tiene actualmente cantar bien: el talento no sirve ahora más que para marginarse. K y Olivia son cuerpos sin órganos, se expropian a sí mismos en la inminencia, por la desesperación de vivir tranquilos, de imitar o de copiar; incluso en el título y argumento, una repetición y diferencia (iteración) de la idea más o menos principal de Kramer versus Kramer. Acaso película honesta, asumiendo lo de imitación y repetición que tiene cualquier otra película o actor.
Y se exponen dos maneras acerca de cómo vive intranquilo un matrimonio:
Para uno, para todos, para cualquiera, la tranquilidad es condición. Es parte de nuestros valores. Olivia envidia a K porque él posee los valores, diciéndole: “tu multiplicidad invalida mi talento (cantar)”. Tolerancia, goce, curiosidad, ambiguedad, multiplicidad son la deontológica de “nuestra época”. A éste sintagma puede ponerle “posmodernidad” si quiere. K posibilitaba que bielsa y piñera confabulasen orgánicamente juntos¡imagínese!… La melancolía de Olivia era por su falta de falta de paradero: se queja de su anacronismo de dueña de casa (y si es cierto que encarna la telespectadora: envidia la novedad de la idolatría televisiva, los rostros cosméticos). Cada uno entonces quería el anacronismo del otro; Olivia estaba molesta porque el talento y éxito de K es en base a los avales de muchos; anhelaba un K exiliado de la posmodernidad. En cambio éste deseaba a su objeto de amor como dueña de casa. A simple vista Olivia denunciaba con razón las circunstancias de K, pero es gran parte lo contrario, pues que una mujer alegue independencia es asunto actual para la televidente promedio. Por ello, pese a todo, espera su densidad propia que no tiene de antemano, es ya todos los semblantes de todos los que “pasan” por los programas de talento. ¡No hacemos aquí clasismo, por la cresta! ¡Si incluso por el lado de K también se acentuó mentando que él empezó vendiendo paltas en los pasillos tras los sets de los programas!, clara alusión al emprendedor neoliberal...
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