Angustia. Asfixia. Es lo que se siente al visualizar esta obra maestra del cine de autor. En pocas cintas como esta se podrá empatizar y sufrir tanto como espectador, junto a un personaje. Es de estos filmes que una vez que los ves, los guardas en la memoria, para siempre.

Su descubrimiento fue prácticamente casual, una tarde en la que me encontraba enferma y tuve que volver del trabajo a casa. Presa de la fiebre, comencé a hacer zapping en el vía satélite y... et voilà! ante mi apareció ella, Lilja, de mirada penetrante y alma desgarrada. Sin lugar a dudas la mejor obra de Moodysson por la manera de expresar hasta qué punto se pueden forjar dos tipos de seres humanos: los vulnerables y los repugnantes, el reflejo de la bipolaridad de una sociedad detestable.

A destacar la fantástica actuación de Oksana Akinshina, que no deja indiferente al espectador desde el minuto uno. Y vibrantes tanto la banda sonora, como la fotografía y la constante cámara en hombro.

Cuando finaliza el filme te queda una sensación ambigua: el horror de pensar que hay más Liljas en el mundo y la mística tranquilidad de saber que los ángeles sí existen.