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Episodio

6,6
17.996
4
2 de enero de 2018
2 de enero de 2018
144 de 206 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de empezar a escribir esta crítica me he dispuesto a leer las opiniones de otros usuarios de FA sobre USS Callister. Tras leer varias, observo atónito que en muchas de ellas califican a este primer episodio de la cuarta temporada de Black Mirror como el mejor de los seis que la forman. Dado que este es el único de ellos que he visto, me hallo en una disyuntiva poco esperanzadora: o las bondades que otros han encontrado aquí yo no las he sabido ver o la calidad de los episodios restantes va a ser incluso peor que la de este.
Antes de empezar con los spoilers, comentaré someramente que, a pesar de que lo que más valoro en esta serie es el argumento de cada una de las historias, las interpretaciones son correctas. Quizá la única que destaca un poco es la de Jesse Plemons y, la que menos, la de Cristin Milioti, a la que encontré poco creíble aun aceptando que, dentro de la fantasía pseudo-trekkie que se nos presenta, se puede dejar paso a la celebración de la sobreactuación como forma de crear lazos con las series a las que trata de homenajear. En cuanto a la ambientación y la fotografía, sin ser yo un especialista en estos conocimientos, se puede encuadrar, como ya se ha apuntado, en el estándar Netflix: no chirría, es agradable y cumple su función.
Y ahora es cuando toca dar sentido al título de la crítica.
Antes de empezar con los spoilers, comentaré someramente que, a pesar de que lo que más valoro en esta serie es el argumento de cada una de las historias, las interpretaciones son correctas. Quizá la única que destaca un poco es la de Jesse Plemons y, la que menos, la de Cristin Milioti, a la que encontré poco creíble aun aceptando que, dentro de la fantasía pseudo-trekkie que se nos presenta, se puede dejar paso a la celebración de la sobreactuación como forma de crear lazos con las series a las que trata de homenajear. En cuanto a la ambientación y la fotografía, sin ser yo un especialista en estos conocimientos, se puede encuadrar, como ya se ha apuntado, en el estándar Netflix: no chirría, es agradable y cumple su función.
Y ahora es cuando toca dar sentido al título de la crítica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Porque en USS Callister hay que poner la mente en piloto automático para dejar pasar tanto sinsentido argumental como los que aquí nos ofrecen. Y mi suspensión de la incredulidad no puede abarcar tanto.
Black Mirror basa sus historias en la ciencia ficción y en cómo los avances tecnológicos pueden dirigirnos a diversos futuros distópicos. En el capítulo que nos ocupa, uno de los pilares maestros de la trama argumental es la creación de los avatares para un videojuego creado por Daly (Jesse Plemons) mediante el ADN de la gente que le rodea a y que logra obtener de diversos objetos. Hasta ahí iríamos bien si esos clones virtuales fueran versiones por moldear de los humanos en los que se basan, hojas en blanco en las que escribir una personalidad.
Desgraciadamente nos intentan colar la idea de que a partir de los fluidos corporales no solo se puede obtener el ADN sino también la experiencia vital de la persona. Que la autoconsciencia y los recuerdos no se almacenan únicamente en el cerebro sino que estos se pueden obtener de cualquier materia extraída de nuestro cuerpo (tema aparte es la máquina que realiza el proceso de extracción del ADN para transformarlo en un personaje virtual, ya que no explican si Daly, además de ser un genio de la programación, es también un mago de la genética o si, por el contrario, todo el mundo tiene la posibilidad de acceder al cacharro adquiriéndolo en el Carrefour más cercano). Y en este concepto ya no entra en juego la ciencia ficción, sino la fantasía.
Habiendo manejado conceptos similares dentro de la misma serie en San Junípero o en la segunda minihistoria incluida en el capítulo White Christmas, donde la extracción de la consciencia para pasarla al mundo digital tiene una explicación bastante más coherente y elegante, no entiendo cómo aquí incluyen como piedra angular de la trama algo con la misma base científica que puede tener la quiromancia.
Los despropósitos no acaban aquí y, aunque nos presentan a Daly como un as de la informática capaz de crear un universo de generación procedural a prueba de intrusos y fallas, acabamos descubriendo que ese cosmos tiene más agujeros de seguridad que Telefónica. La copia virtual de su nueva compañera de trabajo Nanette (Cristin Milioti), tras ser confinada en ese programa por voluntad de Daly, hace más avances para escapar en unas horas que el resto de sus compañeros, tan planos en ingenio como en la personalidad que les han dibujado, en ¿años? y descubre que, a pesar de supuestamente estar recluidos en un sistema cerrado, tienen conexión a Internet y reciben las actualizaciones periódicas como si aquello fuese Windows 10.
El festival de despropósitos no acaba aquí y Daly, tras ser conocedor de la querencia de la nueva inquilina de la nave por el escape, pica en el truco más viejo del mundo, deja sin proteger la única forma de salir y otorga a la tripulación la posibilidad de huir. Parece ser que este informático además de ser un tipo asocial, es bastante imbécil.
La cosa termina con una huidita, la oscuridad perpetua como castigo para el informático fetichista y la nave capitaneada por nuestra heroína recién llegada surcando el espacio en un viaje que acabará cuando la empresa propietaria del juego decida apagar los servidores del juego porque ya no le es rentable, supongo.
Esta crítica habría cambiado los guionistasi hubieran optado por el camino que creí atisbar en un principio, enfrentado el comportamiento que ofrecemos en nuestro día a día con el que abrazamos cuando jugamos on-line o participamos en Internet. Un tema que es siempre interesante, pero que nos presentan de forma mínima, apenas abocetado. Ni siquiera ofrecen al personaje principal la capacidad de redimirse, solo quedan plasmados sus bajos instintos y delirios kitsch que deja como impronta en su obra.
Intentaré ser optimista y continuaré con el visionado de lo que me queda de temporada rezando por que no sea tan decepcionante como el de este USS Callister.
Black Mirror basa sus historias en la ciencia ficción y en cómo los avances tecnológicos pueden dirigirnos a diversos futuros distópicos. En el capítulo que nos ocupa, uno de los pilares maestros de la trama argumental es la creación de los avatares para un videojuego creado por Daly (Jesse Plemons) mediante el ADN de la gente que le rodea a y que logra obtener de diversos objetos. Hasta ahí iríamos bien si esos clones virtuales fueran versiones por moldear de los humanos en los que se basan, hojas en blanco en las que escribir una personalidad.
Desgraciadamente nos intentan colar la idea de que a partir de los fluidos corporales no solo se puede obtener el ADN sino también la experiencia vital de la persona. Que la autoconsciencia y los recuerdos no se almacenan únicamente en el cerebro sino que estos se pueden obtener de cualquier materia extraída de nuestro cuerpo (tema aparte es la máquina que realiza el proceso de extracción del ADN para transformarlo en un personaje virtual, ya que no explican si Daly, además de ser un genio de la programación, es también un mago de la genética o si, por el contrario, todo el mundo tiene la posibilidad de acceder al cacharro adquiriéndolo en el Carrefour más cercano). Y en este concepto ya no entra en juego la ciencia ficción, sino la fantasía.
Habiendo manejado conceptos similares dentro de la misma serie en San Junípero o en la segunda minihistoria incluida en el capítulo White Christmas, donde la extracción de la consciencia para pasarla al mundo digital tiene una explicación bastante más coherente y elegante, no entiendo cómo aquí incluyen como piedra angular de la trama algo con la misma base científica que puede tener la quiromancia.
Los despropósitos no acaban aquí y, aunque nos presentan a Daly como un as de la informática capaz de crear un universo de generación procedural a prueba de intrusos y fallas, acabamos descubriendo que ese cosmos tiene más agujeros de seguridad que Telefónica. La copia virtual de su nueva compañera de trabajo Nanette (Cristin Milioti), tras ser confinada en ese programa por voluntad de Daly, hace más avances para escapar en unas horas que el resto de sus compañeros, tan planos en ingenio como en la personalidad que les han dibujado, en ¿años? y descubre que, a pesar de supuestamente estar recluidos en un sistema cerrado, tienen conexión a Internet y reciben las actualizaciones periódicas como si aquello fuese Windows 10.
El festival de despropósitos no acaba aquí y Daly, tras ser conocedor de la querencia de la nueva inquilina de la nave por el escape, pica en el truco más viejo del mundo, deja sin proteger la única forma de salir y otorga a la tripulación la posibilidad de huir. Parece ser que este informático además de ser un tipo asocial, es bastante imbécil.
La cosa termina con una huidita, la oscuridad perpetua como castigo para el informático fetichista y la nave capitaneada por nuestra heroína recién llegada surcando el espacio en un viaje que acabará cuando la empresa propietaria del juego decida apagar los servidores del juego porque ya no le es rentable, supongo.
Esta crítica habría cambiado los guionistasi hubieran optado por el camino que creí atisbar en un principio, enfrentado el comportamiento que ofrecemos en nuestro día a día con el que abrazamos cuando jugamos on-line o participamos en Internet. Un tema que es siempre interesante, pero que nos presentan de forma mínima, apenas abocetado. Ni siquiera ofrecen al personaje principal la capacidad de redimirse, solo quedan plasmados sus bajos instintos y delirios kitsch que deja como impronta en su obra.
Intentaré ser optimista y continuaré con el visionado de lo que me queda de temporada rezando por que no sea tan decepcionante como el de este USS Callister.
Episodio

5,6
14.188
2
16 de enero de 2018
16 de enero de 2018
17 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace varios años ha venido incrementándose el interés por la fotografía. Paralelo a este hecho, son numerosas las páginas y aplicaciones que nos permiten compartir las imágenes que tomamos con el resto del mundo. Como consecuencia de ello, estos sitios contienen buenas fotografías, aceptables, mediocres y malas. Entre los autores de estas últimas, es común el uso de herramientas de retoque fotográfico como subterfugio para intentar ocultar las carencias artísticas. Entre aquellas, una a la que se suele recurrir de forma pródiga es pasar la foto por el filtro de color en blanco y negro, como si la ausencia de arte en la toma se pudiese ocultar con un cambio de color.
En Metalhead pasa lo mismo: no hay nada que contar, no hay nada sobre lo que reflexionar, no hay nada que aportar. Únicamente un pretencioso velo en blanco y negro.
En Metalhead pasa lo mismo: no hay nada que contar, no hay nada sobre lo que reflexionar, no hay nada que aportar. Únicamente un pretencioso velo en blanco y negro.

6,9
7.459
2
16 de marzo de 2018
16 de marzo de 2018
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antena 3 nos mete un telefilme por la noche y... cuela. Pero, seis años antes de esta primera emisión en la televisión española, en su estreno, lo metieron en las salas de cine... y se ve que también coló. Debe de ser uno de esos casos en los que ,en cuanto sacas una película de la época en la que debería ser vista, pierde prácticamente toda su excelencia.
Innumerables situaciones cliché telefilmescas, diálogos manidos, conflictos de opereta... Todo eso se puede encontrar en Desconexión. En 2012 ya existía Facebook y, si no recuerdo mal, el sentido común. Aun siendo algunos de los personajes menores de edad, ¿cómo se explica, entonces, el predominio de los comportamientos atropellados e irreflexivos en la práctica totalidad del plantel? Aunque no incluyésemos las redes sociales y las nuevas tecnologías como punto de apoyo del guión, la incoherencia reinante no tiene justificación.
Y en cuanto a la iluminación, la fotografía, los planos... Todo ello crea una máquina del tiempo que nos transporta a un sábado cualquiera a las cuatro de la tarde, hora de los telefilmes por antonomasia.
De lo poco salvable de Desconexión serían las canciones de Sigur Rós.
Innumerables situaciones cliché telefilmescas, diálogos manidos, conflictos de opereta... Todo eso se puede encontrar en Desconexión. En 2012 ya existía Facebook y, si no recuerdo mal, el sentido común. Aun siendo algunos de los personajes menores de edad, ¿cómo se explica, entonces, el predominio de los comportamientos atropellados e irreflexivos en la práctica totalidad del plantel? Aunque no incluyésemos las redes sociales y las nuevas tecnologías como punto de apoyo del guión, la incoherencia reinante no tiene justificación.
Y en cuanto a la iluminación, la fotografía, los planos... Todo ello crea una máquina del tiempo que nos transporta a un sábado cualquiera a las cuatro de la tarde, hora de los telefilmes por antonomasia.
De lo poco salvable de Desconexión serían las canciones de Sigur Rós.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando el padre del chaval al que engañan coge el palo de hockey para arrear al adolescente acosador, a cámara lenta, tras preguntar por su padre, es inintencionadamente desopilante.
Aunque el momento que se lleva la palma para mí es aquel donde el joven que e ofrece espectáculos eróticos en Internet pregunta a la periodista: "¿atraer a menores para que hagan esto es delito?". Sí, oiga. Tanto como que esto tenga un 7 de nota.
Aunque el momento que se lleva la palma para mí es aquel donde el joven que e ofrece espectáculos eróticos en Internet pregunta a la periodista: "¿atraer a menores para que hagan esto es delito?". Sí, oiga. Tanto como que esto tenga un 7 de nota.

5,9
20.964
3
3 de noviembre de 2019
3 de noviembre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que cuando vi por vez primera el trailer de esta película, despertó mi atención y mis ganas por la misma. "¿Un mundo en el que no existen The Beatles y solo los recuerda una persona? Por fin una idea original en una película que parece dirigida a un público amplio" pensé.
Pues bien, una vez vista, pocas veces se ha desperdiciado una premisa tan a priori estimulante en una película tan desganadamente corriente. Un guion que, partiendo de una buena materia prima, deviene en una historia de amor ramplona con todos los tópicos que se puedan imaginar. Pero hasta que esta se muestra en toda su magnificencia, la película nos muestra una primera parte en la que los sucesos acontecen atropelladamente hilados por el socorrido recurso de las casualidades al que los guionistas se agarraron con fervor.
Los personajes en su mayoría son simples, siendo el colmo de ello la mánager, sumun de la caricaturización, cuya personalidad no desentonaría en una película de dibujos animados. Pero no de Ghibli o Disney, sino en esas que venden en algunas tiendas a euro y que van a dos fotogramas por segundo. Ello conlleva que el trabaja de los actores sea irrelevante. Y casi mejor porque, salvo el de los dos protagonistas que llega al aprobado justito, el nivel actoral es mediocre.
En cuanto al humor que debería haber, ya que se supone que es una comedia, casi dos horas de duración y solo me hizo gracia el chiste (el incluido en la película) de Oasis.
Se salva la música a pesar de las pobres versiones que nos ofrece la película.
Pues bien, una vez vista, pocas veces se ha desperdiciado una premisa tan a priori estimulante en una película tan desganadamente corriente. Un guion que, partiendo de una buena materia prima, deviene en una historia de amor ramplona con todos los tópicos que se puedan imaginar. Pero hasta que esta se muestra en toda su magnificencia, la película nos muestra una primera parte en la que los sucesos acontecen atropelladamente hilados por el socorrido recurso de las casualidades al que los guionistas se agarraron con fervor.
Los personajes en su mayoría son simples, siendo el colmo de ello la mánager, sumun de la caricaturización, cuya personalidad no desentonaría en una película de dibujos animados. Pero no de Ghibli o Disney, sino en esas que venden en algunas tiendas a euro y que van a dos fotogramas por segundo. Ello conlleva que el trabaja de los actores sea irrelevante. Y casi mejor porque, salvo el de los dos protagonistas que llega al aprobado justito, el nivel actoral es mediocre.
En cuanto al humor que debería haber, ya que se supone que es una comedia, casi dos horas de duración y solo me hizo gracia el chiste (el incluido en la película) de Oasis.
Se salva la música a pesar de las pobres versiones que nos ofrece la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y cuando esperas alguna explicación, aunque sea mínima, para todo lo que ha ocurrido... Boda, fueron felices y comieron perdices, fin y créditos.
Se puede hacer una historia en la que ocurra algo extraordinario sin justificación, pero no de esta manera tan pueril. Porque durante y tras el visionado del filme se me plantearon muchas dudas, todas ellas sin respuesta:
¿Qué sucede con todo los discos y merchandising de The Beatles en el mundo? ¿Desaparece y ya está? Teniendo en cuenta que son una de las bandas que más aparece en las radios, ¿qué sucede si en el momento del apagón había una reproduciéndose? ¿O es que hubo un intercambio entre universos paralelos?
¿Por qué afecta también a la Coca Cola y a los cigarrillos? ¿Implica que la planta del tabaco tampoco existe?
¿En el plazo de un mes un completo desconocido puede llegar a grabar un álbum con una de las mayores discográficas del mundo?
¿Por qué el hombre ruso y la mujer también recuerdan a The Beatles?
¿Por qué estos dos personajes no intercambian alguna experiencia más con el protagonista durante su encuentro?
¿Por qué no está el protagonista rodeado de guardaespaldas si tan importante es?
¿Por qué si sigue vivo Lennon no se dedicó a la música? Aplicable asimismo al resto del grupo.
¿Por qué si, según la amiga del protagonista, estuvo veinte años enamorada no le dijo o le insinuó nada en todo ese tiempo a su amigo?
Se puede hacer una historia en la que ocurra algo extraordinario sin justificación, pero no de esta manera tan pueril. Porque durante y tras el visionado del filme se me plantearon muchas dudas, todas ellas sin respuesta:
¿Qué sucede con todo los discos y merchandising de The Beatles en el mundo? ¿Desaparece y ya está? Teniendo en cuenta que son una de las bandas que más aparece en las radios, ¿qué sucede si en el momento del apagón había una reproduciéndose? ¿O es que hubo un intercambio entre universos paralelos?
¿Por qué afecta también a la Coca Cola y a los cigarrillos? ¿Implica que la planta del tabaco tampoco existe?
¿En el plazo de un mes un completo desconocido puede llegar a grabar un álbum con una de las mayores discográficas del mundo?
¿Por qué el hombre ruso y la mujer también recuerdan a The Beatles?
¿Por qué estos dos personajes no intercambian alguna experiencia más con el protagonista durante su encuentro?
¿Por qué no está el protagonista rodeado de guardaespaldas si tan importante es?
¿Por qué si sigue vivo Lennon no se dedicó a la música? Aplicable asimismo al resto del grupo.
¿Por qué si, según la amiga del protagonista, estuvo veinte años enamorada no le dijo o le insinuó nada en todo ese tiempo a su amigo?
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