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9
24 de abril de 2025
24 de abril de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas, ya no sorprende que la animación explore temas profundos con personajes complejos, pero Efectos secundarios lo hace con un equilibrio casi perfecto entre humor, crítica social y thriller conspiranoico. En los cinco episodios que he visto, la serie ha demostrado que puede convertir el absurdo en una maquinaria bien engrasada donde todo tiene sentido, incluso dentro de un mundo que carece de él.
Los protagonistas están lejos de los estereotipos. Nuestro héroe, no por elección sino por circunstancias, rompe con la idea del típico justiciero. Su ética, superior incluso a muchos personajes icónicos del cine (un Atticus Finch de la ciencia farmacéutica), lo convierte en alguien a quien seguir, no porque sea perfecto, sino porque es genuino. Y sí, su rechoncha figura no impide que tenga una presencia arrolladora.
Los secundarios merecen una mención aparte: desde el "serriff cateto" funcional hasta el enigmático y peligroso sicario de la farmacéutica, pasando por los hilarantes agentes del FBI, que bien podrían tener su propia serie. Y, por supuesto, los ermitaños locos, porque siempre hay ermitaños locos escondidos en algún rincón del mundo.
Pero más allá de la conspiración y la sátira, la serie sabe emocionar sin caer en lo cursi. Un ejemplo claro es la subtrama de la madre de Frances Applewhite, que consigue ser conmovedora sin empalagar.
No sé cómo continuará la historia, pero este protagonista con cuerpo de antihéroe y alma de idealista podría convertirse en uno de los personajes del año. Efectos secundarios es una serie que se ríe del capitalismo salvaje mientras lo disecciona con precisión quirúrgica, y eso la hace imprescindible.
Los protagonistas están lejos de los estereotipos. Nuestro héroe, no por elección sino por circunstancias, rompe con la idea del típico justiciero. Su ética, superior incluso a muchos personajes icónicos del cine (un Atticus Finch de la ciencia farmacéutica), lo convierte en alguien a quien seguir, no porque sea perfecto, sino porque es genuino. Y sí, su rechoncha figura no impide que tenga una presencia arrolladora.
Los secundarios merecen una mención aparte: desde el "serriff cateto" funcional hasta el enigmático y peligroso sicario de la farmacéutica, pasando por los hilarantes agentes del FBI, que bien podrían tener su propia serie. Y, por supuesto, los ermitaños locos, porque siempre hay ermitaños locos escondidos en algún rincón del mundo.
Pero más allá de la conspiración y la sátira, la serie sabe emocionar sin caer en lo cursi. Un ejemplo claro es la subtrama de la madre de Frances Applewhite, que consigue ser conmovedora sin empalagar.
No sé cómo continuará la historia, pero este protagonista con cuerpo de antihéroe y alma de idealista podría convertirse en uno de los personajes del año. Efectos secundarios es una serie que se ríe del capitalismo salvaje mientras lo disecciona con precisión quirúrgica, y eso la hace imprescindible.

3,7
4.351
7
22 de marzo de 2024
22 de marzo de 2024
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madame Web es, un entretenimiento puro, una celebración del género de superhéroes que ofrece una escapada a mundos donde lo extraordinario es posible. Los prejuicios contra el género a menudo nublan la percepción, llevando a algunos a descartar tales películas como meros pasatiempos. Y si incluimos protagonistas femeninas o étnicos, no faltarán quienes exclamen ‘¡Woke, woke, woke!’, como si emularan a un personaje del Planeta de los Simios o a un fan de Jordan Peterson.
La película Madame Web, a través de su narrativa de superhéroes, puede ser vista como un lienzo en el que se proyectan las complejidades de la condición humana, reminiscente de los dilemas morales.
La clarividencia de Cassandra Webb, interpretada por Dakota Johnson, evoca la introspección psicológica de los personajes de Fyodor Dostoyevski, quienes a menudo luchan con las profundidades de la conciencia y la redención.
La estructura de la trama, con sus giros y vueltas, recuerdan a los laberintos literarios de Jorge Luis Borges, donde cada elección conduce a infinitas posibilidades, reflejando la naturaleza fractal de la existencia. La película, en su esencia, es un estudio sobre el destino y el libre albedrío, temas quw recuerdan al propio Borges y a Edgar Allan Poe.
La relación de Cassandra con los jóvenes que la rodean, y su viaje hacia un futuro poderoso, resuena con la poesía de Fernando Pessoa, quien a través de sus heterónimos, exploró las múltiples facetas del ser. La película se convierte en una metáfora de la búsqueda de identidad, un tema central en la obra de Pessoa.
En cuanto a su filosofía, la película toca la noción del “eterno retorno” de Friedrich Nietzsche, donde la vida se ve como un ciclo constante de eventos que se repiten infinitamente, desafiando a los personajes a encontrar significado en un universo aparentemente caótico. Sin embargo, al igual que en las historias de estos escritores, hay capas de profundidad para aquellos dispuestos a mirar más allá de la superficie.
La película te invita a suspender la incredulidad y a disfrutar del espectáculo, recordándonos que, a veces, el valor de una historia radica simplemente en su capacidad para deleitar en lo simple.
La película Madame Web, a través de su narrativa de superhéroes, puede ser vista como un lienzo en el que se proyectan las complejidades de la condición humana, reminiscente de los dilemas morales.
La clarividencia de Cassandra Webb, interpretada por Dakota Johnson, evoca la introspección psicológica de los personajes de Fyodor Dostoyevski, quienes a menudo luchan con las profundidades de la conciencia y la redención.
La estructura de la trama, con sus giros y vueltas, recuerdan a los laberintos literarios de Jorge Luis Borges, donde cada elección conduce a infinitas posibilidades, reflejando la naturaleza fractal de la existencia. La película, en su esencia, es un estudio sobre el destino y el libre albedrío, temas quw recuerdan al propio Borges y a Edgar Allan Poe.
La relación de Cassandra con los jóvenes que la rodean, y su viaje hacia un futuro poderoso, resuena con la poesía de Fernando Pessoa, quien a través de sus heterónimos, exploró las múltiples facetas del ser. La película se convierte en una metáfora de la búsqueda de identidad, un tema central en la obra de Pessoa.
En cuanto a su filosofía, la película toca la noción del “eterno retorno” de Friedrich Nietzsche, donde la vida se ve como un ciclo constante de eventos que se repiten infinitamente, desafiando a los personajes a encontrar significado en un universo aparentemente caótico. Sin embargo, al igual que en las historias de estos escritores, hay capas de profundidad para aquellos dispuestos a mirar más allá de la superficie.
La película te invita a suspender la incredulidad y a disfrutar del espectáculo, recordándonos que, a veces, el valor de una historia radica simplemente en su capacidad para deleitar en lo simple.

3,0
2.318
10
27 de marzo de 2025
27 de marzo de 2025
19 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva Blancanieves ha logrado algo verdaderamente revolucionario: desenmascarar a los cinéfiloamargaos del mundo. Sí, porque más allá de ser una película, es una sofisticada herramienta de diagnóstico social. Y en eso, es un 10.
Desde su anuncio, la película ha servido como un detector infalible de gente cuya mayor preocupación cinéfila no es el guion, la dirección, la actuación o la ambientación, sino el terrible crimen de la tonalidad de piel no exacta que ¡Horror! . Aunque lo que da verdadero horror es lo que se esconde bajo esta preocupación colorista y todos tenemos claro. " Perdón por el chiste malo".
Trama, Dirección, Actuación… ¿a quién le importa? Lo realmente relevante es que Rachel Zegler tuvo la osadía de existir mientras no encajaba en los estándares raciales de 1937. Y, peor aún, ¡opinó sobre su propio trabajo! Lo que en cualquier hombre es visto como confianza y carisma, en una mujer es soberbia intolerable.
Por supuesto, otra de las grandes tragedias cinematográficas del siglo, según los cinéfiloamargaos, es que la madrastra interpretada por Gal Gadot sea “demasiado guapa” en comparación con Blancanieves. Porque claro, en sus mentes, el hechizo del espejo mágico no es un elemento de fantasía, sino un certificado de objetividad estética emitido por la Real Academia del Canon de Belleza Tradicional.
Lo curioso es que este “problema” solo parece importar cuando la actriz de Blancanieves no encaja en sus estándares. En la historia del cine, ya hemos tenido madrastras interpretadas por Charlize Theron (Blancanieves y la leyenda del cazador), Julia Roberts (Mirror Mirror) e incluso Maribel Verdú (Blancanieves de Pablo Berger). ¿Eran bellezas indiscutibles frente a sus Blancanieves? ¿No era al menos discutible? Pero en esos casos no hubo tanto drama. ¿Será casualidad que la indignación solo explote ahora?
Porque claro, la verdadera molestia no es el casting, ni la interpretación, ni la historia. Lo que realmente les irrita es que el cine ya no se ajuste a su visión del mundo, esa donde las protagonistas solo pueden ser reflejos de los mismos estereotipos de siempre.
También hay que hablar de la palabra mágica de los cinéfiloamargaos: "woke". Un término comodín que significa cualquier cosa que ellos decidan que les molesta. Aunque también es cierto que todo se basa en odiar al diferente o al que no sea como ellos se creen que son—a veces su autopercepción racial está tristemente alterada. No importa si es mujer, gay, extranjero, étnico o intelectual, el rechazo es automático.
Y hay otro aspecto aún más triste: una parte de este odio viene de un colonialismo interior profundamente arraigado, que en algunos casos se traduce en un preocupante complejo de inferioridad racial por parte de algunos de nuestros hermanos del otro lado del charco. Una mentalidad heredada que los lleva a defender estándares que históricamente los han excluido.
En conclusión, Blancanieves es, sin duda, una de las películas más importantes del año. No por su historia ni por sus efectos especiales, sino por su increíble habilidad para sacar a la luz a quienes ven el cine como un campo de batalla cultural en el que la diversidad es una amenaza y las mujeres con voz propia son el enemigo.
Y por eso, le doy un 10 en su función más importante: ser el mejor detector de cinéfiloamargaos jamás creado.
Desde su anuncio, la película ha servido como un detector infalible de gente cuya mayor preocupación cinéfila no es el guion, la dirección, la actuación o la ambientación, sino el terrible crimen de la tonalidad de piel no exacta que ¡Horror! . Aunque lo que da verdadero horror es lo que se esconde bajo esta preocupación colorista y todos tenemos claro. " Perdón por el chiste malo".
Trama, Dirección, Actuación… ¿a quién le importa? Lo realmente relevante es que Rachel Zegler tuvo la osadía de existir mientras no encajaba en los estándares raciales de 1937. Y, peor aún, ¡opinó sobre su propio trabajo! Lo que en cualquier hombre es visto como confianza y carisma, en una mujer es soberbia intolerable.
Por supuesto, otra de las grandes tragedias cinematográficas del siglo, según los cinéfiloamargaos, es que la madrastra interpretada por Gal Gadot sea “demasiado guapa” en comparación con Blancanieves. Porque claro, en sus mentes, el hechizo del espejo mágico no es un elemento de fantasía, sino un certificado de objetividad estética emitido por la Real Academia del Canon de Belleza Tradicional.
Lo curioso es que este “problema” solo parece importar cuando la actriz de Blancanieves no encaja en sus estándares. En la historia del cine, ya hemos tenido madrastras interpretadas por Charlize Theron (Blancanieves y la leyenda del cazador), Julia Roberts (Mirror Mirror) e incluso Maribel Verdú (Blancanieves de Pablo Berger). ¿Eran bellezas indiscutibles frente a sus Blancanieves? ¿No era al menos discutible? Pero en esos casos no hubo tanto drama. ¿Será casualidad que la indignación solo explote ahora?
Porque claro, la verdadera molestia no es el casting, ni la interpretación, ni la historia. Lo que realmente les irrita es que el cine ya no se ajuste a su visión del mundo, esa donde las protagonistas solo pueden ser reflejos de los mismos estereotipos de siempre.
También hay que hablar de la palabra mágica de los cinéfiloamargaos: "woke". Un término comodín que significa cualquier cosa que ellos decidan que les molesta. Aunque también es cierto que todo se basa en odiar al diferente o al que no sea como ellos se creen que son—a veces su autopercepción racial está tristemente alterada. No importa si es mujer, gay, extranjero, étnico o intelectual, el rechazo es automático.
Y hay otro aspecto aún más triste: una parte de este odio viene de un colonialismo interior profundamente arraigado, que en algunos casos se traduce en un preocupante complejo de inferioridad racial por parte de algunos de nuestros hermanos del otro lado del charco. Una mentalidad heredada que los lleva a defender estándares que históricamente los han excluido.
En conclusión, Blancanieves es, sin duda, una de las películas más importantes del año. No por su historia ni por sus efectos especiales, sino por su increíble habilidad para sacar a la luz a quienes ven el cine como un campo de batalla cultural en el que la diversidad es una amenaza y las mujeres con voz propia son el enemigo.
Y por eso, le doy un 10 en su función más importante: ser el mejor detector de cinéfiloamargaos jamás creado.
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