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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
12 de julio de 2011
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un científico loco. Un jorobado aún más loco vestido de monja. Un inspector con un monóculo encima de un parche. Y un brazo de metal. O de madera, yo que se. Mujeres que cuando se excitan cantan ópera. Un tío grande y feo, sin tornillos en el cuello. Efectos especial…especialmente jocosos. Y blanco y negro.

Fantástico el jorobado Igor (Marty Feldman). Un gag todo él. Parece más monstruo que el monstruo. Eso sí, con bastante más gracia. Los brillantes ojos de Gene Wilder, que interpreta al nieto de Victor Frankestein, se clavan en la pantalla incitando a la locura. Y el Inspector Kemp, máximo icono del absurdo. Son los elementos clave de este alocado metraje.

Una delirante cinta, producida en la década de los 70, cuyo fin era parodiar las adaptaciones cinematográficas de la novela Frankestein, de Mary Shelley. Pero sobre todo supuso un grandioso homenaje al indómito personaje de terror que todos conocemos por el nombre de su creador.

Aunque se estrenara en 1974, tanto los recursos técnicos utilizados como su estructura narrativa son propios del cine clásico. De esta manera el director Mel Brooks potencia la sensación de que estemos presenciando la segunda parte de Frankestein, estrenada en 1931. Eso sí, surrealista como ninguna.
12 de julio de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en el que las damas abofeteaban a golfo sí y a caballero también. En el que cuantas más bofetadas repartían, más hacían valer su posición de distinguidas señoritas. Sólo Cary Grant, en alguna de sus películas, respondía con otra bofetada a tales ataques de estupidez femenina. Y sólo él podía hacerlo sin dejar de ser un caballero, pues este hombre repartía leña con mucha elegancia.

Incluso ya canoso, en una isla e interpretando a un desaliñado y solitario personaje, este actor no puede ocultar su naturaleza de eterno galán. Más terco que otras veces, más sucio y menos sutil, sigue produciendo los mismos efectos. Tal vez sin pretenderlo demasiado. Y es que no hay nada como decirle a una mujer lo que piensas cuando te molesta con sus preguntas: Ella: “¿por qué sabes que ese pez es una hembra?” Él: “porque no es capaz de cerrar la boca”… bueno, tal vez esto sólo funcione en el cine. Mejor sigan mintiendo. Pero si osaran aventurar, háganlo en presencia de un adulto.

Una francesa muy guapa y bastante pesadita (Leslie Caron). Unas niñas muy saladas y algo repipis. Botellas de whisky y una isla paradisíaca. Ah y se me olvidaba…estamos en la Segunda Guerra Mundial, pero como habrán deducido, eso es algo secundario.
26 de junio de 2012
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Alguna vez les ha dolido la cara de mantener la sonrisa durante mucho tiempo? Pruébenlo en el cine y háganlo preferiblemente acompañados. El mundo es nuestro es una frenética comedia que encuentra en el panorama socio-político-económico actual de España la excusa perfecta para resolver con soltura una divertida historia según los patrones clásicos narrativos (introducción, nudo y desenlace). O bien se podría considerar una crítica social que encuentra en la comedia el vehículo perfecto para expresarse. Ambos tipos de espectadores, tanto el concienciado como el que se niegue (por voluntad o incapacidad neuronal) a contextualizar la película podrán disfrutar del espectáculo.

Que Alfonso Sánchez y Alberto López iban a funcionar de maravilla como dúo cómico ya me lo podía imaginar. Siempre ha sido así. La duda estaba en si Alfonso iba a saber dirigir y escribir un largometraje que no perdiera fuelle a medida que avanzaran los minutos. No solo lo consigue, sino que la comicidad de la cinta se mantiene ascendente a la vez que las situaciones se tornan cada vez más disparatadas.

Del argumento repetiré lo que me dijo Alberto López en una ocasión: “no te voy a contar ná, tienes que ir a verla”. Algunos dicen que podría ser un nuevo “fenómeno Torrente“. No por su similitud argumental, que no tiene nada que ver, sino por la gran cantidad de ingredientes que contienen ambas cintas para empatizar con el público español y reventar la taquilla.

(Sigue en Spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando en público le preguntan a Alfonso Sánchez si contempla la posibilidad de rodar un segundo largometraje inspirado en otros de sus conocidos personajes, siempre contesta lo mismo: “ya es un logro estar donde estamos”. Una respuesta que puede, pero no debe, ser interpretada de varias formas. A más de uno le dejará un poso de sensaciones agridulces. Por una parte, se alegrarán de que el Director haya podido materializar su sueño, o más bien de que gracias a ello puedan reír a carcajada limpia durante 87 minutos. Por otra parte, y quizá la que más pese, se sentirán decepcionados por la respuesta: “¿Cómo que ya es un logro estar donde estamos?”, se preguntarán. “¿Qué clase de respuesta es esa?, queremos la segunda parte”. A mi juicio esta es una interpretación muy simplista de sus declaraciones. Alfonso se estrena como director de cine y sabe que su voluntad poco importa ya. Se adentra en un complicado y apasionante mundo en el que las normas del juego para sobrevivir no están escritas y tan pronto diriges un peliculón que te hace fracasar en taquilla, como te pones al frente de un bodrio que te colma de gloria. Nadie medianamente inteligente en esta industria vendería los colmillos del elefante antes de que el rey saliera de caza. Por lo que es lógico que Alfonso sea cauto. La película ya está hecha y ahora, como siempre, los espectadores deciden. No obstante, me apuesto una cena a que el director Sánchez de puertas para dentro trama ya una segunda entrega, pues estoy seguro de que El mundo es nuestro es la culminación de un sueño y el comienzo de otro.
12 de julio de 2011
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando en cine español se dice “Princesas” lo que se quiere decir es prostitutas. Cuando en una producción mexico-española se dice “Biutiful“, además de prostitutas se quiere decir drogas, muerte, enfermedad y en general todo aquello que no tenga nada que ver con la belleza. A menudo (no siempre) en nuestro país utilizan el título para desconcertar al espectador. Es como si predijeran la catástrofe: si la película no gusta, por lo menos epatamos. Aunque después de 150 minutos de metraje, algunos más que sorprendidos, salimos de la sala simplemente decepcionados.

Ya se sabe que cuando se trata del director mexicano Iñárritu no podemos ir al cine esperarando ver una versión moderna de “¡Qué bello es vivir!”. Desde los primeros minutos de escena el director nos promete tragedia. Y no necesariamente acompañada de ninguna enseñanza. Tragedia porque sí. Como en la vida misma, dirían algunos.

Si bien con esta película no demuestra ser un genio del diálogo, he de reconocer la maestría del director a la hora de sugerir significados paralelos, mediante la exposición de imágenes aparentemente elegidas sin ton ni son. Como la de una fábrica que emite gases que, al hilo de la historia, hace pensar en el peligro de una sociedad donde el hombre se destruye a sí mismo y a todos los que le rodean. También llamó mucho mi atención un plano corto de un gusano que se arrastraba sobre una escultura. Sentí que me agobiaba. Al pensarlo, me di cuenta de que esa imagen había activado mi subconsciente y reforzaba la sensación de estar presenciando una historia lenta, monótona y sin ninguna evolución argumental. No se qué otra cosa puede evocar un gusano moviéndose a su velocidad natural.

Pero como todos, este film también encontrará su público. Tras media hora de proyección al preguntarle a un compañero qué le estaba pareciendo me dijo: “espérate, a ver si arranca”. Al terminar, descubrí que le había gustado a pesar de reconocer que le sobraban cincuenta minutos de metraje.

Con esta película, Bardem ganó el premio a la mejor interpretación masculina en el Festival de Cannes.
1 de noviembre de 2011
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un actor recibe el papel de un personaje con trastornos psicológicos, antisocial o marcado por unos patrones de conducta poco habituales, lo primero que dice es que va a afrontar un gran reto. Y así será. Pero ese reto viene acompañado de una oportunidad de lucirse, todavía mayor. Lo diferente, se caracteriza por no tener un modelo, sino por salirse de él. Para hacer de raro o de excéntrico basta con estar fuera del juego, y eso normalmente lo proporciona el propio guión. ¿Qué piensan que es más difícil, interpretar a un extraterrestre o a un carismático líder? Nadie sabe cómo es un extraterrestre. De hecho, las posibilidades son infinitas. Interpretar al líder es más difícil porque aquí no todo vale, tienes que gustar en todo momento, debes comerte la pantalla. El público debe creerse que podrías guiarles a ellos también. Es por eso que muchos actores sueñan con un papel extravagante que les permita definir sus propias reglas.

Pues bien, Eva era un personaje difícil, pues cargaba sobre su espalda la responsabilidad de enamorar a todo su público. Clàudia Vega lo consigue y se transforma en una niña adorablemente traviesa e inteligente. No bastaba con reproducir el guión, tenía que convencernos de que su personaje era excepcional. Debía convertirse en el paradigma de la espontaneidad. Algo así como lo que hizo Natalie Portman con trece años, al dar vida a Mathilda, la compañera del asesino Léon, interpretado por Jean Reno en el 94.

Eva es un cuento sencillo y directo que invita a la reflexión sin provocar jaquecas. Emplea un lenguaje universal y una estructura narrativa lineal que le permite conectar con el público durante la hora y media que dura la película.

Kike Maíllo inauguró con esta cinta (su ópera prima) el Festival de Sitges de 2011, en el que ganó el premio a los mejores efectos especiales. Estos no abundan, pero están perfectamente integrados. Así que aunque se trate de la primera película española que habla de robots, no esperen encontrarse un frío despliegue de escenarios futuristas a lo Inteligencia Artificial de Spielberg. Salvo por algunos detalles sentirán que están disfrutando de una historia contemporánea. Eso sí, con algunos robots que andan por ahí. El de Lluis Homar desatará carcajadas.
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