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9
7 de diciembre de 2011
7 de diciembre de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La burguesía trata de conservar las tradiciones, repetir esquemas, cuidando la moral que pone en vilo a su condición; en oportunidades la aletarga, en otras, la asume sitiada. En esa esquematización de aliteración busca copiar para nunca transformar. En efecto, su condición social tiende a preservar ese estilo de vida, renunciando a todo aquello "extraño" que amenaza con filtrarse. Esa preservación tiene su prolongación en los ritos que establecen en el ámbito urbano. Ritos de clase, circulares, homogéneos, boatos, totalmente viciados de lo rutinario y lo superficial. Entonces, ¿qué pasa cuando ese escenario cambia? Los ritos siguen vigentes; la rutina lo conmueve todo, aunque se transponga el ámbito, los burgueses seguirán recurriendo al mismo catálogo de acciones, de gestos, de vacuidad.
¿Qué sucede entonces, cuando esa rutina se ve momentáneamente modificada? Cuando aparece algún "extraño" conminado a modificar, aunque más no sea en pequeñas dosis, todo el itinerario repetitivo que encausan al burgués en una conglomeración infinita. De repente, todo ese mitin perfectamente sincronizado comienza a divergir, generando una incisión en las acciones. Pero, ¿de dónde proviene, sino, esa diáspora amenazante? del riñón mismo de esa sociedad estructurada, rígida, intransigente. Monsieur Hulot proviene de la burguesía, sino, es difícil explicar como es que concurre al mismo balneario, al mismo hotel y practica los mismos rituales paganos que toda la casta ricachona. Sin embargo, Hulot es aquel bohemio perdido "entre-épocas", poblado de un romanticismo delictual, de aquel que roba o acomete por causas más bien reivindicativas (o un Robin Hood de lo absurdo).
¿Qué sucede entonces, cuando esa rutina se ve momentáneamente modificada? Cuando aparece algún "extraño" conminado a modificar, aunque más no sea en pequeñas dosis, todo el itinerario repetitivo que encausan al burgués en una conglomeración infinita. De repente, todo ese mitin perfectamente sincronizado comienza a divergir, generando una incisión en las acciones. Pero, ¿de dónde proviene, sino, esa diáspora amenazante? del riñón mismo de esa sociedad estructurada, rígida, intransigente. Monsieur Hulot proviene de la burguesía, sino, es difícil explicar como es que concurre al mismo balneario, al mismo hotel y practica los mismos rituales paganos que toda la casta ricachona. Sin embargo, Hulot es aquel bohemio perdido "entre-épocas", poblado de un romanticismo delictual, de aquel que roba o acomete por causas más bien reivindicativas (o un Robin Hood de lo absurdo).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pues bien, el señor Hulot se inserta en el corazón de aquel balneario, de aquellas vidas monótonas y paupérrimas, plagadas de trivialidad, casi insignificantemente. Un gesto, una mirada, avivará el fuego insípidamente, lo convertirá todo en un desencanto tal que descifrar lo cómico de lo caprichoso, lo dramático de lo inverosímil será tarea pesada. De todas formas, en ese desengaño es donde mejor habita el humor de Tati, en lo incómodamente acomodado, ese espacio en blanco que deja el gag físico de la consecuente risa, en la repetición, en lo estático y, sobre todo, en la insinuación. Porque, a diferencia de C. Chaplin, B. Keaton, E. Lubitsch y los hermanos Marx, en Tati no hace falta mostrar lo explícito, llegar a resolver el dilema si ese cuerpo caerá finalmente al piso para responder a las bocas que esperan la carcajada. Al contrario, es ese segundo (lo incómodamente acomodado) previo a que el cuerpo se desmorone es lo que provoca el deleite. O más bien, donde el suspenso lo conmueve todo, y finalmente la risa no llegará cuando develemos la incógnita sino cuando nos sintamos rendidos por resolverla. El cuerpo hace su trabajo, no se deja caer, por más estímulos que reciba. En Hulot, está siempre el vértigo: su figura arqueada, sus piernas largas que forman un U desde el piso, un cuerpo limitado que se balancea lentamente en la gravedad. Se cierra el círculo. Hulot, además de bohemio romántico empedernido, es aquel que viene a brindar vértigo a la vida de los demás. Esto estallará cuando todo se vea alterado, cuando se sientan desnudos de toda levedad y graviten a través de las horas, que ya no serán monótonas ni austeras; más bien, conminadas al extravío, a lo absurdo, a lo intrincado. Después de todo, ¿qué pasará cuando esa sombra pase? Todo volverá a ser como antes; los cuerpos arremolinados volverán a su cauce natural y seguirán repitiendo los viejos esquemas que, por un momento, fueron escindidos. Tati asume la derrota, por más que elabore en sus posteriores cintas (Mi tío, Playtime, Trafic, Parade) lo autómata y alienado de la vida humana, sabrá que no hay remedio que cure esta enfermedad. Héroe errante, romántico de primera hora.

6,6
5.908
7
7 de diciembre de 2011
7 de diciembre de 2011
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Los olvidados de Buñuel y Freaks de Tod Browning corporizados en una sola cinta. La Biblia y los símbolos apócrifos del esoterismo. Todo esto se mezcla con un western primitivo, mucho desierto teñido de rojo; y los viajes psicotrópicos de expansión de la mente con LSD. ¿El resultado? Un cuento sagrado, con reminiscencias zen y chamanistas, de un profeta errante y surrealista que vaga por un desierto inequívocamente infernal. Donde la búsqueda de este profeta, El Topo, por darle un sentido divino a la vida, se convierte en una intensa burla al género humano. Así, como en Lynch (por trazar algún paralelismo caprichoso) su interpretación del mundo como un lugar asfixiante donde pululan seres deshumanizados, bestiales. En Jodorowsky, el humano es el sacrificio de un Dios burlón, que juega con las almas incompletas y las arrastra por un Todo vacío, colmado de aleatorias desaprensiones.
Pero apuntémonos desde la base porque es lógico sentirse desconcertado en un Mundo tan ajeno, tan extraño y también, que se reinventa en cada momento del filme. Como es una película de marcados tintes surrealistas parte exclusivamente de un idea general-inicial. Como también, su director (que también es actor, escritor, dramaturgo, poeta, director teatral, guionista, compositor de bandas sonoras, escultor, escenógrafo, guionista de cómics, dibujante, tarotista, mimo, psicoterapeuta y psicomago ¿WTF?) ha plasmado su experiencia chamanista y utilizado la película como una búsqueda espiritual, una constante expansión hacia el conocimiento interior; por lo tanto, esta búsqueda tiene su reflejo (y reflexión) en cada una de sus partes. Es decir, en esa búsqueda, autoconocimiento y control de las percepciones inconscientes de Jodorowsky, el filme iba avanzando progresivamente, paralelamente a las determinadas experiencias. Lo interno-externo. No como deseos reprimidos y plasmados en la película. Tampoco, como evidentes reacciones creativas que llevan al autor a moverse en un determinado terreno, ya demarcado, ya previsto y completamente estudiado. Un caos ordenado desde la traducción de sus sueños y pesadillas, de su lengua filosa y perversa que desnuda al ser. No. En El Topo se evidencia una interioridad en lo externo desde la sensibilidad misma del ser, desde sus reflejos espirituales. De manera que su narración no responde estrictamente a un patrón definido sino está sujeta a ese devenir introspectivo de su director/autor/protagonista. Dice algo como “la expansión al infinito”; abrir puertas, ventanas, al autoconocimiento no sólo creativo, también, de su propio yo.
Pero apuntémonos desde la base porque es lógico sentirse desconcertado en un Mundo tan ajeno, tan extraño y también, que se reinventa en cada momento del filme. Como es una película de marcados tintes surrealistas parte exclusivamente de un idea general-inicial. Como también, su director (que también es actor, escritor, dramaturgo, poeta, director teatral, guionista, compositor de bandas sonoras, escultor, escenógrafo, guionista de cómics, dibujante, tarotista, mimo, psicoterapeuta y psicomago ¿WTF?) ha plasmado su experiencia chamanista y utilizado la película como una búsqueda espiritual, una constante expansión hacia el conocimiento interior; por lo tanto, esta búsqueda tiene su reflejo (y reflexión) en cada una de sus partes. Es decir, en esa búsqueda, autoconocimiento y control de las percepciones inconscientes de Jodorowsky, el filme iba avanzando progresivamente, paralelamente a las determinadas experiencias. Lo interno-externo. No como deseos reprimidos y plasmados en la película. Tampoco, como evidentes reacciones creativas que llevan al autor a moverse en un determinado terreno, ya demarcado, ya previsto y completamente estudiado. Un caos ordenado desde la traducción de sus sueños y pesadillas, de su lengua filosa y perversa que desnuda al ser. No. En El Topo se evidencia una interioridad en lo externo desde la sensibilidad misma del ser, desde sus reflejos espirituales. De manera que su narración no responde estrictamente a un patrón definido sino está sujeta a ese devenir introspectivo de su director/autor/protagonista. Dice algo como “la expansión al infinito”; abrir puertas, ventanas, al autoconocimiento no sólo creativo, también, de su propio yo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Este Topo, como reza su prólogo (y el prólogo también de esta crítica), es un animal errante en constante búsqueda de lo externo desde el interior. Pero esa búsqueda presupone un peligro inminente, la ceguera. Ceguera divina, obstruido por el propio caos que conmueve al mundo que habita, a esa tierra arenosa de demasiadas incógnitas y bastos presagios de finitud. Tentaciones y fetichismos. El sexo obsesivo como espátula que remueve la consciencia, que la desanima y la lleva por caminos bifurcados. Allí El Topo cae en la ceguedad. Cuando su obsesión por cuerpos que cree poseer, cuerpos divinizados pero en realidad enfermos de mal; esa búsqueda profética lo lleva a realizar trampas a su suerte, a su vida, y por consecuencia, en la muerte. Posteriormente, los Salmos de la Resurrección. Era necesario caer en los márgenes espesos de las tinieblas para reivindicar su alma, para reconocer su enfermedad y aceptar la divinidad como regalo del cielo. La reivindicación por el pasado lo volverá un paria, peleando contra lo imposible del mundo: la crueldad de cuerpos enfermos.
Con El Topo, Jodorowsky apela al relato surrealista como evocación de un mundo que ya parece signado al mal y que nosotros, crueles habitantes de ese universo, atendemos a un destino prefijado: obrar de acuerdo a las reglas que ya están impuestas.
Con El Topo, Jodorowsky apela al relato surrealista como evocación de un mundo que ya parece signado al mal y que nosotros, crueles habitantes de ese universo, atendemos a un destino prefijado: obrar de acuerdo a las reglas que ya están impuestas.
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