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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
2
12 de enero de 2022
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mattson Tomlin es un productor, guionista y director norteamericano de 31 años. Este su primer largometraje, que fue escrito a lo largo del 2020, es un proyecto que ideó con la decidida voluntad de convertirse en director. Pues bien, más allá de saber que ha escrito algún que otro guion para Netflix, y que incluso parece haber sido llamado para colaborar con 'The Batman' (2022), próxima a estrenarse en marzo de este año —donde veremos a Robert Pattinson encarnar el mítico papel de Bruno Díaz—, no poseemos demasiados datos acerca de su vida personal. He buceado un poco por la red para saber algo más de este muchacho, ya que su película no habla demasiado bien —al menos para mí— de su forma de concebir nuestro mundo. Quiero decir: tengo la intuición de que este muchacho ha tenido una vida bien mullida y que ha salido más bien poco a la vereda —y que así de poco el mundo ha golpeado con su mano ruda su rostro—.

• Aproximaciones argumentales

Bueno, bueno, nadie se entusiasme demasiado que no vamos a descubrir América. Se trata de una nueva película distópica en la que un fallo tecnológico o la perversa estrategia de una corporación (esto será algo que nunca comprenderemos bien), llevan al mundo a un apocalipsis. La cuestión es perecer, resistir —cosa que tan solo retrasará nuestra muerte— o alcanzar las Islas Afortunadas, por así decirlo.

El metraje comienza con una pareja que se encuentra en un aprieto, ya que serán padres por descuido. Georgia (Chloë Grace Moretz) es la chica; Sam (Algee Smith), el chico. Pues bien, al cabo de un rato, los muchachos van a una celebración de Navidad, pero algo más tarde una hecatombe mundial los deja sumidos en el desastre. Luego de la tragedia, buscarán la manera de llegar a salvo a tierras orientales, donde aparentemente la crisis se encuentra contenida. A lo largo de su viaje vivirán diversas peripecias —que serán más bien pocas—, procurando sobrevivir. La tentación de explayar aquí mis pareceres es tan ardiente, que pasaremos a ello en el acto.

• El cine al que nos estamos acostumbrando

Bien, la película pende de un hilo ni bien comienza, pero la fui tolerando; incluso me llevé una sorpresa luego del «apagón» (atentos a la escena, es a los 5 minutos de metraje), aunque no duró lo suficiente —mi sorpresa, digo—, ya que… bueno, verán ustedes. Ocurre, lectores míos, que las premisas de las que se sirve el film, la llamada 'robolución' (entiéndase: revolución de los robots, juego semántico que es de no creer), el origen de la misma, la naturaleza de los androides, el sitio en que se encuentran los personajes y el cómo, son cosas que carecen de absoluta importancia para nuestro guionista y director. Nunca se aclara nada de nada; todo es tan adventicio, todo rezuma tal inverosimilitud que no parece ser cierto que alguien se lo tome en serio (me refiero a alguien como todo el equipo que llevó adelante la obra). Otra cosa que no entiendo es cómo puede ser que se siga refritando el mundo zombi, o mejor digo: cómo puede ser que siempre se caiga en la remanida idea de hacer comportar a los robots (supuestamente inteligentísimos y bla, bla, bla) como tontuelos maniquís automatizados.

Veamos. La dirección de arte es tristísima, al punto de que parece, ¡realmente parece!, que los protagonistas han ido al set vestidos con sus mejores trapos, habiendo pasado antes por un ejército de estilistas, y que su director, ni bien estuvieron aquellos ubicados en posición, ha dicho «¡Acción!» y así las cosas: vemos… ¡¿qué es lo que vemos?! Porque supuestamente nuestros muchachos se encuentran a la buena de Dios desde hace no sé cuántos meses, superando las inclemencias, el rigor del ambiente, ¡pero eso sí!, con un estilo que flipas.

El ritmo es tonto (no me sale otro adjetivo), la fotografía es tonta, la elección de la música es igual de tonta, y si juntamos estas tres descripciones vamos a ver fielmente cómo no existe clima alguno en la película y menos todavía existe posibilidad de empatizar con los personajes. No hay tensión. ¡Pero cuidado! Sí ve uno las intenciones del director de crear una atmósfera inquietante, pero uno ve 'las intenciones' y, como dije antes, nada de 'tensión'. De tensión nada y sí mucho de tedio.

Tampoco ayuda la cámara, cámara que está puesta al mejor estilo «escuela de cine». Verán ustedes en una de las escenas en las que nuestros muchachos intentan encontrar refugio (la escena de la casa), qué tan mal está todo, qué tan poco interés nos despierta la hazaña. Para ser algo más preciso, justificaré lo que digo. La cámara filma a Geo, quien está visiblemente ansiosa, y luego se vuelve hacia la casa a la que Sam pretende ingresar; es una suerte de plano contraplano pero pésimamente dirigido, no vemos nunca qué ocurre con Sam, porque tan solo observamos desde una subjetiva que simula ver lo que ve la muchacha. Cosas como estas son las que dejan ver en claro lo tan 'amateur' que es esta película. Mientras los protagonistas lloran o celebran, uno bosteza y se irrita.

Tan solo, y para cerrar con este análisis, diré que algunos personajes como el soldado o el misterioso hombre del bosque… En fin, que no sé que decir que no sea demasiado fuerte para el horario de protección al menor. No hay matices ni humanidad alguna, cada situación es tan plástica, tan artificiosa que pareciera que todos, sin excepción, fueran androides sin alma ni razón de ser. Tan solo quiero dejar aquí sentado que la persecución del bosque es una de las escenas más bizarras e injustificables que he visto en mi vida alguna vez. Si el director pretendía homenajear al bueno de Sam Raimi, falló escandalosamente; si acaso no fue un homenaje, lo ha insultado imperdonablemente.

(Continúa en 'spoiler').
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spoiler:
• Implicancias

No tengo dudas de que el joven Tomlin se ha rodeado de algunos compinches; que ha pedido hacer la película junto a sus amigos de instituto, porque todo es muy acartonado; parece que el equipo de creativos nunca hubiera visto realmente cómo es la vida. En la vida existe la suciedad, en la vida uno tiene necesidades, ¡uno toma agua! Es cierto, tan despegado me encontraba yo del film que de a ratos me venían esos pensamientos, pero debo decirles que nunca antes en mi vida me había detenido tanto a considerar de dónde sacaban agua los personajes para continuar la travesía. ¡Agua! ¡Siquiera me refiero al alimento! Nunca se cansan, nunca sufren, nunca se ensucian, nunca temen… Nunca sienten.

Son sumamente importantes este tipo de cosas —para alguien como yo, que tanto me intereso por el mundo del arte (y que procuro vivir del mismo)— a la hora de imaginar una obra. Si acaso incluyéramos en ella a seres como nosotros, debemos ser insoportablemente escrupulosos para describir sus contornos. Si uno respeta la humanidad que nos es propia y desea representarla, no puede menos que aspirar a ser un gran psicólogo, uno que conoce los más esquivos resquicios del ama. Y no me vengan, por favor, con eso de que es tan solo una película de ficción, porque en todo caso es una que nos muestra, o pretende mostrarnos, nuestros yos del futuro, y si esa proyección no es lo suficientemente poderosa nunca será capaz de llevarnos consigo y, por lo tanto, nosotros quedaremos al otro lado de la rivera viendo estrellarse aquella contra un promontorio. Triste destino de las obras descuidadas —o caprichosas—.

Es cierto, también hay que destacar que la película cuenta con muy bajo presupuesto, es algo palpable debido a sus innumerables planos cerrados, que nunca muestran bien la extensión del sitio en que se encuentran (y que no se trata de un recurso para generar un ambiente opresivo, ¡no!); locaciones muy pobres y todavía menos cuidadas; efectos visuales completamente generados en posproducción con After Effects, etcétera, pero tal cosa no es justificativo como para presentar una película pobre. Presupuesto bajo no significa calidad cinematográfica baja (sobrados ejemplos tenemos).

De lo que ahora —¡y por fin!— sí tenemos un ejemplo claro, es del actual cine. Esta película se encuentra en el puesto 5 en el ranking de Netflix, habiendo desplazado y dejando en el olvido a 'The Lost Daughter' (2021), la anterior película que reseñé, y así como no era raro que esta haya quedado en el olvido, es todavía menos raro que aquella permanezca. 'Mother/Android' es una completa tontería, hecha para espectadores ociosos, que entran a Netflix para acomodar su aburrimiento. No digo que estos lleguen a estimarla, pero sí digo que les da lo mismo que ver cualquier otra obra que valga la pena, y este es el problema fundamental: desplaza, a fuerza de bulto, al buen cine. Ocupa demasiado espacio en un habitáculo ya muy comprometido.

Si no he dado a esta película la calificación más baja (1 sobre 10: Muy mala) es porque tengo en claro que es el primer largometraje de Tomlin. Esperaremos a que se redima si ello es posible. Por último, les dejo una pregunta:
¿Quién, cuando camina por un bosque como los que se encuentran en Norteamérica, debe ir abriéndose paso a machetazos como si se encontrara en el corazón del Amazonas?

Es claro: alguien que no ha caminado por bosques, selvas, ni ha salido de su casa a ver el sol. Alguien que ve mucho cine o lee muchos libros, pero que, seamos sinceros, no ha visto todavía por sí mismo.

Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/madre-androide-una-pelicula--202211218510
10 de enero de 2022
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Literalmente he tronado mis dedos antes de comenzar con este artículo. Ya imaginaba escribirlo a los escasos 5 minutos de metraje; fantaseaba con el futuro desarrollo del escrito. ¡Ya lo sé! Esto que digo no habla, por así decirlo, en favor mío; debe resultar muy de mal gusto que en tan poco tiempo ya me hubiera proyectado hacia ese futuro. Parece como que fuera alguien indispuesto, ¿no? Sin embargo, no es tal cosa; además, curre que siempre vivimos proyectados hacia el futuro, pero ese es otro tema. Mas… al momento de comenzar a escribir estas palabras —y por eso lo de tronarme los dedos— se presentó ante mí como una titánica labor. Yo les confieso: no sé muy bien qué diablos decir.

• Aproximaciones argumentales

¿Recuerdan 'Matrix'? ¡Sí! ¡¿Cómo no?! ¡Claro! Esa película fachera, ¡facherísima! ¡Sí! La película que nos deslumbró con sus efectos visuales, ¡esos efectos nunca antes vistos! ¡Pero no nos olvidemos del 'look'! ¡¡Qué trajes!! ¡Claro, yo también quería un montgomery entallado! ¡Y esos anteojos! ¡¿Y las escenas de acción?! ¡¿Cómo no?! Y también eso de… ¿cómo decirlo? La distopía tecnológica; eso de vivir en un mundo simulado; esa mezcla rara, ese sincretismo filosófico que tenía tanta chispa. ¿Cómo? ¿Qué por qué los trajes, la facha, el 'slow motion', el 'bullet time' y demás? Por nada en particular, simplemente porque era una película de acción que pretendía romper los esquemas visuales; pretendía revolucionar enteramente la estética del mundo de la acción, ¡y vaya si no rompió con todo! Sin embargo, la trama era bien sencilla: vivimos en un mundo generado por máquinas y debemos despertar a la realidad. Neo (Keanu Reeves) es el elegido, en él recae la responsabilidad de quitar el velo de nuestros ojos (por eso que procurará liberarnos con un festival de disparos, explosiones, luchas karatecas sin justificación y demás, ¡pero compramos! ¡Compramos!).

Bueno, que después, con el tiempo y (por) el dinero, se crearon dos películas más, que muy tranquilamente podrían no haber existido, pero que fueron realizadas con la idea de entretener y ya (¿no es acaso el cine al que estamos mayormente acostumbrados?). Nada, que las dejamos pasar. ¡Pero cuidado! Ha llegado la cuarta entrega y es, mis queridos… ¡Es absolutamente in-cre-í-ble!

• Crónicas de una ¿película?

Es cierto, no les ocultaré la verdad, estaba algo prevenido sobre esta creación, pero seguía despertando en mí un vago interés. Bueno, que a los 5 minutos —5’ 22’’ para ser exacto, ya que detuve allí la película— dispuse que sería en un tercio de mi libretita de 10 cm de ancho y 14 cm de alto, por lo tanto en tan solo 4,6 cm, donde escribiría todo lo que fuese necesario acerca de la película.

«¡¿Chistes?!»; «Diálogos… ¡¿qué?!»; «Ritmo: ¡¿cuál?!», fueron algunas de mis primeras anotaciones. Atendamos algo, los signos de admiración en realidad responden siempre a una profunda confusión, a una desorientación generalizada de mi entendimiento: no creía en lo que veía. Es preciso dejarlo claro ahora, el adjetivo «increíble» nace de aquí. No podía dar crédito a lo que me encontraba viendo… ¡¿Estaba en la Matrix?! Alguito más tarde logré darme cuenta (ya que vi la película con auriculares) de que el sonido era insoportablemente escrupuloso, cada cosilla hacía un ruido enfermante; han puesto una atención ridícula a los efectos sonoros (e incluso pareciera que es a lo único que le han prestado atención). ¡Es de una baratura impensable!

Minuto 13 —ya les dije yo que esto es una crónica—, tuve una revelación: me di cuenta de que así sería la cosa. Como quien permanece algún rato bajo el agua, tenía que inspirar gran cantidad de aire para zambullirme en esa chapucería, pero no lograba resistir demasiado. Es por eso que determiné que anotaría los minutos en los cuales me ganara el hastío y la desazón, para luego hacer algo con ellos, pero esa tendencia cabalística requiero explicarla más adelante. Sigamos. Escribía entonces que la película parece un telefilm del extinto canal The FilmZone, al mejor estilo erótico de cable. Fotografía paupérrima; ritmo cansino, al punto de revisar si no estaba viendo la película en velocidad 0.50x (se los prometo); actuaciones imperdonables; diálogos irritantes, ¡hórridos! ¡¡Puaj!! Más de una vez los personajes tienen algún encuentro en baños —no importa el motivo, por favor no pregunten—, y yo sentía que daría todo el oro del mundo por ingresar con ellos y… sí: vomitar. Y esperaba que los personajes lo hicieran, ¡pero tonto de mí! ¡Ellos sí estaban en la Matrix! El caso es que necesitaba que alguien libere por mí toda esa tensión acumulada.

Minuto 22: la pregunta de por qué viven subiéndose a las paredes como idiotas; un saltito y ¡punch!, otro saltito y ¡paf! —entre medio un chiste como salido del mismo infierno—, saltito, ¡clank! ¡Mi Dios! Es como una criminal, burlesca y fútil copia del Batman de Adam West. Un Batman con anteojos ridículos, un 'outfit' que hace que nos sangren los ojos y una ambientación de cartón (gana la de Adam West). No hay acción, no hay intriga, no parecen haber coreografiado los combates, no hay ritmo, no hay diversión, no hay chispa, no hay… parece no haber voluntad general para nada estimable, pero sí que la hay para montar un vodevil barato, pseudoambientalista, pro medidas sanitarias (porque hay más de una alusión a la COVID, con saludos de puños, barbijos, etc.). En fin: propaganda. Lo mismo quiere decir: ¿A qué viene? ¡¿Por qué?!

Minuto 37: desconozco el motivo por el que detuve la película, no anoté cosa alguna.

Minuto 44: ¡ah! ¡La escena del tren! ¡¡Ta, ta, ta, ta… TA!! (a lo Profesor Jirafales) ¡¿Qué cosa es esa?! Por allí apunté «¿Alguien podría sacarme una foto?», porque mi expresión de espanto debe haber sido comiquísima. ¡Ya está! No diré más al respecto. Tampoco seguiré con la crónica porque aquí mismo dejé de tomar notas.

(Continúa en 'spoiler').
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• Implicancias

Lo que rondaba mis pensamientos con insistencia era una broma. La típica broma que hace uno a la persona que regresa de la peluquería con un corte espantoso, y le pregunta: «¿Cuánto te pagó el peluquero?» Pues bueno, eso mismo. Cuando desesperaba y miraba hacia todos lados como esperando que alguien o algo me rescatara de ese padecimiento terrible, recordaba que en efecto me estaban pagando para soportarlo… entonces mitigaba un poco la pesadillesca sensación que padecía.

Mi crónica resultó abandonada porque no tenía objeto continuar por aquel camino. Seguí viéndola con el mismo asombro y una creciente repugnancia. 'Matrix Resurrecctions' no es, hablando con justicia, una película. Esta entrega es un muy peculiar síntoma de nuestros tiempos; tiempos caprichosos e insustanciales; tiempos de sinsentido y desesperación existencial (o de hartazgo). Son incontables las alusiones hechas hacia las nuevas perspectivas de género, la tolerancia a lo diverso, el rol de las mujeres y demás cuestiones. No me malinterpreten, no considero que esté mal hablar de tales cosas, incluso no es siquiera algo que pretenda tratar aquí —mi opinión al respecto, digo—, pero sí creo absolutamente improcedente que tal cosa ocurra con una película que, aun remontándonos a su mismo origen, ¡nada tiene que ver al respecto! Si su directora, si Lana Wachowski se encuentra decididamente comprometida a enarbolar sus causas particulares en el cine, lo celebro, pero no veo la razón de por qué tenga que hacerlo en contra de su propia obra, como si acaso fuera posible obliterar el pasado. A tal grado esto es así que la muchacha ha llegado a mencionar que: «Matrix trata sobre ser una persona transgénero». ¡¿Qué?! Reitero: ¡¿QUÉ?!

Aquí sí que me suena —casi por primera vez— interesante el término 'posverdad'. ¡¿Qué motivo había para meterse con una obra ya cristalizada, para bien o para mal, en el panteón del cine, con la oscura y oscurantista —puesto que pretende negarnos su verdad anterior— intención de instilarnos una perspectiva particular?! A esto no encuentro respuestas y creo que, en rigor, no existen. No he dejado de preguntarme un solo segundo cómo ha sido posible que los productores —más allá de la propia directora, que también ofició de productora— permitan el zafarrancho que ha sido generado y que hoy baña más de una pantalla porque sí. ¡Sí, queridos lectores! ¡Porque sí! Porque, vean ustedes, para esta producción se han invertido alrededor de 190 000 000 de dólares que, más allá de haber sido depositados con alguna intención 'bienpensante', no hacen más que acrecer las arcas de la industria (y que, según parece, tan solo ha ocurrido 'para' eso). Y nacen, entonces, mis inquietudes:

Habiendo tanta pauperización en el mundo —que también cultural—, ¿por qué no hacer algo al respecto que verdaderamente edifique? ¡¿Y por qué insultar la propia obra, que ha marcado justamente un hito cinematográfico, y no dejarla reposar dignamente en su anaquel?! Porque, si acaso Lana pretendía hacer una película que propugne ciertos valores, debería haber comenzado de cero, haciendo algo diferente y nacido de diferente seno (haciendo una película incluso). Porque «lo nuevo para lo nuevo». Porque… ¡¿Por qué, Señor?! ¡¿Por qué?!

PD: Debo decirles que aquello de los números tomó forma en mi cabeza y pensé que bien podía yo usarlos para una restitución simbólica. No me malinterpreten, no me quejo de mi trabajo, pero creo que nada podría retribuirme justamente el glorioso tiempo perdido en sufrir este metraje; ¡nada! Por lo mismo, pensé que quizá, si ganara una enorme suma de dinero, si bien no vería la deuda saldada, al menos podría emplearlo en ir en dirección contraria a la del film, en este caso sí: edificando. Por lo tanto los anoté en secuencia. ¡¿Quién sabe?! Quizá saque algo en la quiniela.

Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/matrix-4-es-absolutamente-increible--202112319370
23 de febrero de 2022
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comencé a verla con cierto descreimiento… ¿Por qué? Pues, porque las más de las veces peco de pedantería. Sin embargo —y por suerte—, esta obra me dejó muy sorprendido (más que ‘muy’).

No pude dejar de revivir los acontecimientos sufridos —durante largos años— gracias a Jorge, un psicópata de ley. ¡Claro, yo también tuve al mío! Ocurre que nadie filmó un documental por ello, pero llegado el caso… En fin, que cualquier sujeto con tales características será siempre digno de una película. Así, podré citar a mi hermano, psicólogo él:

«Realmente, los psicópatas son una especie extraordinaria (en toda la dimensión del término)».

Y por eso, por mis experiencias personales, por mis pareceres al respecto, por todo lo que se encuentra 'más allá' de esta película es que no sé muy bien por dónde comenzar y menos todavía hacia dónde me dirijo, porque lo que aquí tratamos excede nuestras pantallas. Esta obra trasciende los límites de su medio y nos interpela, ¡vaya si nos interpela!

• Aproximaciones argumentales

Este documental nos habla de ¿Simon Leviev?, un ¿multimillonario? que se ¿dedicaba? (sí, queridos lectores, los signos de interrogación son necesarios; luego verán ustedes por qué) a conquistar mujeres a través de Tinder. ¡Sí, Tinder! Esa aplicación del fueguito, de la llamita, que sirve para concertar citas ¿amorosas?... De acuerdo: las verdaderas protagonistas son en verdad Cecilie y Pernilla —dos víctimas de Simon—, y serán las encargadas de introducirnos en las (sus) inverosímiles pero (y por eso mismo) terribles historias. El proyecto de este documental nació luego de que se diera a conocer en VG, el medio más importante de Noruega, la historia de estas muchachas.

Pues bien, todo lo dicho puede deducirse con tan solo atender el nombre de la película, pero, si acaso quiero preservar el desarrollo del film para que ustedes vean por sí mismos de qué se trata, si deseo que vayan descubriendo la historia sin intermediaciones, es preciso que no diga más al respecto.

• Los entresijos de la crueldad

Felicity Morris, productora de televisión, ha llegado a nosotros con su ópera prima. Verdaderamente tiene pulso; puede verse cómo esta mujer lleva el formato TV bien adherido a sus pieles (algo por demás consecuente, tratándose de un trabajo distribuido por Netflix). Si bien no se trata de un documental… ¿cómo podríamos decir? «Creativo» (siempre pensando en obras como las del excelentísimo Oppenheimer), sí podría uno asemejarlo a otros como 'The Thin Blue Line' (1988), ya que —y aunque no estoy diciendo aquí que tenga los mismos, exactos méritos— corre con la suerte de tener ese corte clásico, que procura servirse más de los giros propios de la historia que del recurso cinematográfico.

En términos formales este documental es suficiente, se basta a sí mismo: el formato no pide mayor osadía; sin embargo, quizá es algo presuroso. Dado que aborda una historia riquísima en matices, nuestra directora parece querer colocarlo todo, mostrarlo todo en un compendio que, en rigor, solicita mayor detenimiento. Esto puede verse bien si nos enfocamos en el desarrollo de la historia durante los primeros 30 minutos. Morris intenta «embrujarnos»; desea involucrarnos con el enigmático personaje Simon, para hacernos caer también a nosotros en el embauco. No obstante, es aquí donde yo veo que el film requería algo más de pericia, algo más —para ser justo con mis palabras— de delicadeza; requería introducirnos con mayor artificio en la historia, para que nuestros horribles prejuicios llegaran a quedar lo más al margen posible de los acontecimientos (y esto será debidamente aclarado en el apartado siguiente).

La historia es encantadora, casi como lo diría Cecilie: «tiene cierto magnetismo» (y, tratándose de un personaje como Leviev, no puede extrañarnos). A medida que pasan los minutos todo se vuelve más y más irreal, al punto de preguntarnos si acaso no se tratará de un inteligente producto generado para contentar y avivar el aletargado juicio de los consumidores del 'streaming'. Pero, queridos lectores, no puede ser más real, y es ese el broche de oro.

Lo que más destaco de la obra es que nos permite disponer minuciosamente de 'los relatos' urdidos por Simon en cada oportunidad, y los videos y fotografías que muestran lo que 'en verdad' estaba ocurriendo. Quizá esto último sea el verdadero aporte y la significativa diferencia en relación con otros documentales del estilo. Lo único que su servidor llega a echar de menos es cierto suspenso, cierta parsimonia. Quizá Morris haya tenido algún temor de resultar cansina para la masa consumidora al ofrecer un metraje de casi 2 horas, pero yo estimo que la obra hubiese aprovechado más todo lo que tenía para contar si hubiese caminado a paso lento y decididamente furtivo. Creo incluso que, si nuestra directora hubiera querido, podría habernos dejado engañados para siempre, pero también, no haber optado por ello, puede deberse a la marcada intención denunciante del film…

Como sea, es un documental valioso. ¡Bravo, Felicity!

(Continúa en 'spoiler').
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• Implicancias

En el film se muestran algunas de las repercusiones posteriores a la publicación de la noticia periodística que le sirve de fundamento. Las personas —un considerable número de ellas— se mostraron y, según he visto en críticas y análisis recientes, todavía se muestran reticentes a empatizar con las víctimas, y este es uno de los puntos que deseo tratar en relación con el apartado anterior. La poca delicadeza que ya acusé haber notado es lo que, a mi juicio, hace descarriar un poco al conjunto; estimo incluso que Morris debe haber presumido que empatizaríamos con las víctimas acaso por el solo hecho de ser inocentes, y hasta tal vez por el hecho de ser mujeres… pero no hay cosa más alejada de nuestra realidad. Los comentaristas de la Internet no hacen más que cuestionar duramente que Cecilie y Pernilla han sido avaras, codiciosas; que se han dejado llevar por la opulencia y que, dado que no son más que unas viciosas, merecen todo daño infligido. Ya se ve: el juicio no se encuentra necesariamente ligado al género, se encuentra ligado tan solo a nuestros horribles sesgos morales. Si nuestra directora hubiera sido algo más astuta (en el sentido más riguroso del término) para contarnos la historia, podría haber prescindido de algunos pormenores para engañarnos a nuestro favor, al igual que el médico que nos aplica un tratamiento desagradable en pro de nuestra salud.

Lo que debe quedar claro aquí —y es por eso que tomo una digresión de la cual tal vez no regrese— es que, cuando hablamos de una personalidad psicopática, hablamos de algo todavía en sombras; hablamos de una realidad que los más consideran inexistente o de película (¿ven ahora cuál es el problema de acceder a esta realidad a través de la pantalla?). Debe quedarnos claro que, sujetos como Simon Leviev (o como desee llamarse) funcionan de una manera absolutamente inimaginable para el ciudadano común, pero ante la cual el ciudadano común se encuentra absolutamente servido, tanto como si no se tratara más que de «ovejas en medio de lobos». Debe quedarnos claro que somos incautos y todavía nos vanagloriamos, lo que me recuerda ahora a san Agustín: «¡Tan ciegos son los hombres, que hasta se enorgullecen de su propia ceguera!».

Y debemos atender incluso que el problema, más que los Simones, más que esas personillas despreciables, son (somos) todos aquellos que, viendo lo que hacen, lo consideran simpático, risible, extravagante, quizá fuera de lugar, pero nunca condenable, despreciable, digno de cárcel perpetua. La tonta cortinilla moral que cada uno de nosotros lleva delante es la peor de las distorsiones todas; esa que nos impulsa a creer que las cosas que le pasan a la gente son cosas que ella misma se ha granjeado y que incluso ha llegado a desear (esas ponzoñas con pretensiones psicológicas que solo creen los holgazanes de pensamiento, ¡que son tantos!). El problema máximo es considerar que el mal, que la vileza, tiene aspecto, que se corresponde con algún signo fisonómico e incluso con determinados sectores sociales, ¡patrañas! ¡El mal está en todo sitio y a cada momento! (Y tan cerca, que también dentro de nosotros). En este caso: el mal que cometemos es el de ser ociosos y pedantes (que, en mi caso, se encuentra sumido y, por eso mismo, combatido). El mal nuestro es la subestimación y la indiferencia (que son una misma y sola cosa).

Porque, mis queridos lectores, todos estamos a merced del destino, ¡pero todavía lo estamos más del engaño! Porque los psicópatas no operan 'tan solo' en Tinder; porque no 'necesariamente' se trata de asesinos despiadados o depredadores sexuales; porque no son «enfermos mentales»; porque no tienen un rostro particular ni se comportan de manera indebida; porque aparecen tan comunes como los más comunes de entre los mortales. ¡Porque el mal existe!… Ocurre que nosotros le volvemos la mirada.

Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/el-estafador-de-tinder-un-psicopata-festejado-202222117500
10 de enero de 2022
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo decir que he logrado con éxito la empresa de concluir 'Don’t Look Up'. Sin embargo, debo decirlo: lo he logrado contra todo pronóstico. Yo quisiera ir despacio y ser lo más claro posible, porque seguramente llegará el momento en que más de una persona me tome por un amargado, y de hecho ocurre que yo mismo voy a dar con la pregunta en más de una ocasión: ¡¿soy un amargado?!

He tratado de serenarme para escribir este artículo, porque por alguna extraña razón, comentarla con Johana me llevó a una situación de apasionamiento muy fuera de lugar y me vi rápidamente como sofocado por una sensación desagradable. Me exasperé inexplicablemente y tal cosa no puedo atribuírsela a la película, no sería justo. De todas maneras, me ocurre que tampoco puedo obviar que la película fue un estimulante nada menor como para que monte en cólera.

• Aproximaciones argumentales

La cosa va de que una doctoranda en astronomía (Jennifer Lawrence) descubre sin querer un asteroide de grandes dimensiones. Sin dudarlo apercibe de su descubrimiento a su jefe (Di Caprio), quien rápidamente comienza a calcular la trayectoria de su órbita y determina que la enorme roca impactará indefectiblemente con nuestro planeta. Pues bien, luego de algunas disquisiciones, comienzan las relaciones con los altos cargos de las más importantes corporaciones norteamericanas. Esto da pie para absurdas situaciones que entremezclan a los diversos personajes. La premisa —aunque no del todo original— se sostiene algunos minutos, pero no los que fueran deseables. Ni bien llevaba 25 minutos de película y no pude resistir la tentación de destacar alguna que otra cosa.

Digo que la premisa no es del todo original porque —y por nombrar un somero ejemplo— la desopilante y no menos interesante película 'Seeking a Friend For The End Of The World' (2012) ya se le ha adelantado, pasando incluso a la parte jugosa y entretenida, sin generar tanto, innecesario tiempo de metraje para contarnos algo tan simplón.

• Los puntos flacos de una ¿comedia?

Cuando agarré la libreta todavía no soltaba la más mínima risa; no había hecho mueca alguna siquiera, y esto ya era suficiente mala señal. ¡Cuidado! Se los dice alguien que ríe con el chiste más ridículo que puedan imaginar; he sido un fiel seguidor de 'Cha Cha Cha', 'Todo x 2$', el Capusotto de los primeros tiempos, etcétera; pero también he sido un seguidor de los clásicos de la comedia —¡y clásicos que ya podrían considerarse antiguos!—, casos como las películas de Peter Sellers o algunas más modernas como 'Airplane' (1980), 'Top Secret' (1984) y 'Hot Shots' (1991). Pues bien, que a los primeros 25 minutos ya escribía en mi libretita: «humor nulo». Pero, muy poco tiempo después, apuntaba: «cadencia soporífera», que el ritmo me dormía, ¡es lenta! Sí, es una película lenta que no llega a coger ritmo nunca.

Pues bien, decidí no resignarme, no renunciar y menos todavía quise colarme en el bando de los renegados, así que sacudí mi cabeza y volví a la carga. Nada, en el minuto 52 ya había tenido suficiente tiempo para elucubrar un desenlace que, de hecho, fue casi exacto. No crean —¡por favor!— que digo esto con aires de superioridad, ¡al contrario! Esa opinión mía, más que elevarme, va en detrimento de la película. Por lo mismo, resumiré aquí esos lugares comunes que definieron mi posición al respecto: los chistes tecnológicos de los que hace uso están requetevistos, ¡que ya cansan!, cosa que hace ver al film como trasnochado, ¡trasnochadísimo!; los personajes están esbozados como con desgano, siendo planos, casi inertes; el montaje es, por momentos, un desquicie sin fundamentos; la adventicia participación de personas como Ariana Grande —que había olvidado completamente hasta este momento, y que es expuesta tan solo para incrementar la audiencia— no tiene gollete, y por último… hay al menos tres chistes, tres alusiones a las drogas que son tan ñoñas, tan bobas que parece mentira fueran presentados en una película que se pretende irreverente.

¡No! Aquí no veo crítica mordaz ni intenciones contestatarias, ¡nada más lejos! La película es indeciblemente cómoda, no molesta ni llama. Las supuestas críticas y su acibarado gusto, en realidad: no saben. Todo está muy visto y hasta parece que pasado por agua, deslavazado incluso, alivianado, digerido, desangelado. He llegado a sentir algún cosquilleo incómodo al pensar en sus protagonistas, pero en sus personalidades, en ellos como personas de carne y hueso. Cuesta entender cómo una Meryl Streep se siente tan a gusto con una propuesta semejante.

(Continúa en 'spoiler').
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spoiler:
• Implicancias

No crean que, cuando me acerco a una comedia, pretendo irme del cine con una perspectiva superadora, ¡pero ocurre que esta película no es una comedia! Escruté a un amigo al poco tiempo de concluirla y sus palabras me parecieron exactas: «Todavía no encontré la “comedia”». ¡Esto es una fatalidad! O acaso no deberían presentar esta obra como tal. Sin embargo, debo admitir que en una oportunidad la película me sacó una sonrisa e incluso retrocedí para volver a ese momento, pero luego de ese extraño lomo de burro —que casi pareció accidental—, nada más aconteció.

Yo entiendo que mis palabras pueden —en este caso sí— resultar acibaradas, pero es preciso que no se escandalice nadie, porque tienen —en este caso sí— una razón de ser. En estos tiempos nuestros, tiempos en los que vivimos sujetos a la entontecedora influencia de nuestros múltiples aparatejos, es cardinal que nos encontremos, como tantas veces reitero en mis escritos, completamente atentos. Es preciso que el arte remueva nuestra conciencia y nos lleve a exigir nuestro entendimiento, porque la comodidad es el superlativo del estatismo, y a camarón que se duerme… A tal punto esto es así que la misma película tiende a socavar las perspectivas hipercapitalistas, tiende a cuestionar nuestra relación con el planeta, etcétera, y resulta que ha sido un burdo negociado. ¡Claro! Que el cine es un negocio y que, ¡en este caso sí!, la película tiene una razón de ser, pero lo que me irrita sobremanera es que nos vendan, como quien dice, gato por liebre.

Esta obra figura en Google con un presupuesto de 75 000 000 USD, pero resulta que a Di Caprio le han pagado 30 y a su compañera Lawrence 25, lo que no hace que le cierren las cuentas a uno. No, según parece la película ronda los 200 000 000 USD y para colmo, en una de sus escenas vemos cómo uno de sus personajes ironiza sobre un film que gastó 300 000 000 USD, dirigiendo hacia el espectador un claro reproche. ¿Quién se ríe de quién?

Yo les pido por favor que no crean que este tipo de cosas influyen como para que explaye de esta manera mi punto de vista; quiero decir, no influyen como para que me guste o no una película, pero si me hacen pisar con mayor cuidado. ¡Este es el punto! Si no aceptamos la propia gramática del arte, si no nos tomamos el tiempo adecuado para digerir una obra, ¡para verla incluso!, más todavía teniendo en cuenta que ahora existe la posibilidad de ¡ver las películas en velocidad rápida!; si no adecuamos nuestra mirada contemplativamente, que es aquella forma de atención minuciosa y calmada propia del espectador comprometido, nos harán comer cualquier bocado y, a fuerza de zampárnoslo sin siquiera darnos cuenta, esperaremos luego a que nos digan qué sabor tenía o qué sabor debería tener. Y, ateniendo a estas maneras de prestar atención, a estas maneras de catar el arte, es que yo pienso, como en el título de esta nota, que más que mirar hacia arriba, hacia el costado, hacia abajo o hacia atrás, en realidad debemos mirar con cuidado, con sumo cuidado, con cuidado absoluto… no vaya a ser que, más pronto que tarde, nos terminemos dando cuenta de que los observados somos nosotros, y así las cosas: los que actúan una comedia.

Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/no-miren-arriba-miren-con-cuidado-202112299320
23 de febrero de 2022 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy yo el más pequeño de mi familia. Recuerdo encontrarme tumbado en mi cama de la infancia —no habré tenido más de 10 años—, escuchando a todo volumen el disco (¿o casete?) 'HELP!' Ocurre que mis hermanos, ya adolescentes, se encontraban discutiendo fieramente con mi padre; habían organizado algo así como una reunión… ¿cómo decirlo? «Un simposio para el tratamiento de las responsabilidades afectivas» (y es claro que estas palabras son puramente mías). Esas pretensiones de los hijos —cuando muy jóvenes— que intentan ubicar a sus padres en el preciso momento en que ellos no encuentran sitio. ¡¿A quién no le ha pasado?!

El hecho es que me encontraba yo escuchando The Beatles porque eran mi patria amable, mis manos amigas. Los cuatro muchachos pedían ayuda y yo, a su vez, alzaba mi voz para entonar juntamente con ellos. ¡Qué consuelo sus candorosos cantos! Y, sin embargo, una rara melancolía, una melancolía como traída de otros tiempos, rodeaba su música; viajaba por las melodías alegres una cortina de tristeza, como la del niño que se sabe adulto, adulto y encerrado… Digo, como si el adulto encerrara un niño en el que vive y del que no puede salir, o no puede sacarlo a la luz. ¡Eternos jóvenes que no! Para mí, los Beatles, son la cristalización de un sentimiento puro que se sostiene más allá de sus artífices, y que estos, tanto como yo, hubieran deseado quedarse siempre en él, pero continuaron; continuaron como continuó la vida. ¡Qué nostalgia!

De eso, de la nostalgia, es que va también esta película.

• Aproximaciones argumentales

Jack (Himesh Patel) es un muchacho como cualquiera de nosotros, un 'alguien' que pretende granjearse cierta porción de gloria en su arte particular, en este caso: la música. Yerra por los más variados tugurios para colocar sus canciones y lograr ubicarse en la palestra, eso sí: siempre secundado por Ellie (Lily James), su fielísima amiga y representante.

No será sino luego de varios minutos, cuando veremos a Jack sufrir un extraño accidente. Luego de despertar se encontrará, como por arte de magia, con un mundo en el que ¡nunca existieron los Beatles! Sin embargo, Jack sí que los recuerda, por lo que será el encargado de recrear el legado musical de los ¡precisamente! inolvidables ingleses.

De la premisa de este film se desprenderán —como puede esperarse— las más desopilantes circunstancias, a la par que vemos el alumbramiento de un ¿artista? que cada vez se ve más comprometido con un destino que, a fin de cuentas, no le pertenece.

• Un canto a la nostalgia que, de a momentos, desafina un poco

Pese a ser británica, la película comienza al mejor estilo «comedia yanqui». La fotografía, el ritmo, todo acusa esa atmósfera a la que nuestros amigos del Norte nos tienen bien acostumbrados. La actuación de Patel gana mucho con ese aspecto tan simplón y ese aire algo ingenuo, ¡en verdad está genial el muchacho! Lo que me interesa bastante del desarrollo de su símbolo es que se parezca tanto al que muchos hemos sido —y al que muchos no se resignan a ser, ¡y está bien!—: un muchacho que ya va siendo mayor y todavía continúa con su guitarra al hombro para encaramarse a las alturas de los grandes artistas.

Todo discurre mayormente en orden, e incluso uno de los puntos álgidos, antes del accidente, que cambia el rumbo de la historia, llega con bien, a tiempo, y genera legítimo interés. Sin embargo, las cosas que comienzan a mostrar alguna flaqueza en lo que refiere al guion —y que también dejan en evidencia que quizá a la película le sobran minutos… varios— son las reiteraciones de algunos gags que bien podrían reservarse para mejor servir, y para no deslavar el efecto cómico que a veces brilla por su ausencia.

Puntos acordes son: la sorpresa de todos por el desbordante talento de Jack (¡¿quién podría componer las mejores canciones de los Beatles en tan solo pocos días?!); la obstinación de Jack por colar su música original (que nunca cuela y genera rechazo); la condescendencia de sus padres (que no hacen más que ignorarlo vivamente); el uso adecuado (cosa difícil de lograr) de las bromas que tienen relación con nuestro mundo tecnológico; el papel de Ed Sheeran, que ha tenido a bien reírse de sí mismo, generando humor a expensas suyas, favoreciendo la imagen de quienes tiene por sus ídolos: The Beatles, por supuesto (que lo ha dicho), y, claro, la broma del 'olvido' sobre la que todo se funda.

Puntos discordes son: ciertos lugares comunes que la misma película propone (y de los que más tarde abusa); alguna pérdida de cadencia en el ritmo, que vuelve las cosas algo tediosas (¡muy peligroso para una comedia!); lo estereotipado de algunos personajes (quizá algo inevitable para una comedia); que, más temprano que tarde, casi que trueca en 'tan solo' una comedia romántica, y por último, y como ha sido dicho, la reiteración de la broma del 'olvido' que más valdría tocar con cuidado y preservar, más que usufructuar hasta el cansancio. Este último punto es fundamental, porque se ve a las claras que han encontrado una premisa que promete (¡porque promete y funciona!), pero se han, como quien dice, engolosinado; no han podido apartar sus manos del grial, a tal grado que acabaron por robarle el dulce brillo.

Reiterar muchas veces la premisa puede generar el mismo y contraproducente efecto de quien repite a lo loco una sola palabra: tarde o temprano comienza a perder sentido.

(Continúa en 'spoiler').
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
• Implicancias

Los ingleses siempre me han parecido muy divertidos e inteligentes en el humor, pero me nace también la necesidad de adjetivarlo como ‘interesante’… Interesante siempre (más que cómico). No encuentro en mis pensamientos algo mejor que el nombre Peter Sellers o los otros: Guy Richie y Martin McDonagh. Pero estos últimos dos, directores ellos, no hacen películas específicamente cómicas; digo, sus películas se encuentran rodeadas de humor, pero no son comedias puras. En el otro caso, en el caso de Peter Sellers, hablamos de un gran actor de comedia… Pero eso: que no encuentro yo ejemplos estimables de películas cómicas de Inglaterra.

¿Alguien dice «Monty Phyton»? Acaso… pero tampoco son santos de mi devoción. Hay como cierta corrección, como cierta modosidad. Veo algún escrúpulo, refinamiento, más bien, en el humor británico que no me acaba de convencer. Todo se mantiene siempre contenido en márgenes rigurosos; nada se sale de la línea, ¡es demasiado ordenado! Así esta película, que peca de demasiado correcta —¡qué contradicción!— y que, debido a sus intenciones amables, decanta en sensiblería, y yo no estimo que sea un buen destino en su caso.

En verdad, este es un film que ofrece (quizá de manera velada) la excusa de la nostalgia, como bien dijimos más arriba. Es una obra que está hecha por y para los amantes del mítico grupo musical, del legendario grupo musical, pero nada más allá. Nos pone la pregunta de qué sería del mundo sin esa música y, a su vez, la responde: no cabe imaginarlo. Casi como a la manera de la frase atribuida a Voltaire: «Si Dios no existiera, sería necesario inventarlo». (Y más allá de tener mis serias discrepancias con la frase de marras).

Obra de sano divertimento que pasa como una brisa dulce pero breve. Más tarde —y mayormente— se olvida. Solo le quedan a uno los ecos melódicos de esa gran música que McCartney, Starr, Harrison y Lennon nos regalaron. Queda, digamos, su primera motivación, que es la que viene a justificarlo todo.

En fin, ¿qué sería del mundo sin los Beatles?

Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/yesterday-un-mundo-sin-los-beatles-202221016290
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