Acostumbrados al típico cine histórico norteamericano (y casi ausente en el español), parece difícil entender los tiempos, visiones y valores del cine ruso. Todo es más lento, todo es más espiritual, pero a mi juicio narra con maestría y bastante fidelidad histórica la leyenda varega, o nacimiento del disputado Rus de Kiev (entre rusos, ucranianos y bielorrusos) desde la mezcla entre eslavos y vikingos y su final conversión a la ortodoxia cristiana de la mano de los bizantinos. Otra forma de hacer cine y de contar la historia sin el maniqueismo mesiánico norteamericano.

Cambian los tiempos, en el lenguaje visual y musical propios del cine, pero esta película tras varias décadas, y más allá del impacto en su época, narra con maestría atemporal los dramas siempre ocultos de toda Guerra. El horror ahora tan extendido, y viralizado, en esta película se conecta con personas de carne y hueso que sufren lo que siempre se ha sufrido. A mi juicio, inmortal en su narración, sus imágenes y sus actuaciones, pese al lógico paso del tiempo.