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8,2
81.118
9
21 de enero de 2008
21 de enero de 2008
448 de 473 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran problema de 'Ciudadano Kane' es que está catalogada como la mejor película de la historia del cine. Tal calificación genera unas expectativas que, en muchas ocasiones, no se ven satisfechas por el espectador moderno, por el actual degustador de cine contemporáneo.
Han pasado casi 70 años desde que esta película vio la luz, y me remito a la frase que decía Dianne en Trainspotting acerca del cambio generacional: "El mundo está cambiando, la música está cambiando, las drogas están cambiando, los hombres y las mujeres están cambiando...". Ha transcurrido demasiado tiempo como para que hoy día podamos entender la película con todo el rigor que se merece, comprendiendo la revolución cinematográfica que causó en su momento.
Al margen de la calidad técnica que nos ofrece Welles en su obra, de la cual no hablaré porque no puedo aportar nada nuevo - ya sabéis: el uso de la profundidad de campo y otros recursos relacionados con el empleo de la cámara, los magistrales juegos de iluminación, etc. -, hay algo que me cautiva en esta película: el análisis instrospectivo del protagonista, Charles Foster Kane, y la reflexión sobre la soledad y el verdadero valor de lo que tenemos a nuestro alrededor - por insignificante o mundano que nos parezca -.
Han pasado casi 70 años desde que esta película vio la luz, y me remito a la frase que decía Dianne en Trainspotting acerca del cambio generacional: "El mundo está cambiando, la música está cambiando, las drogas están cambiando, los hombres y las mujeres están cambiando...". Ha transcurrido demasiado tiempo como para que hoy día podamos entender la película con todo el rigor que se merece, comprendiendo la revolución cinematográfica que causó en su momento.
Al margen de la calidad técnica que nos ofrece Welles en su obra, de la cual no hablaré porque no puedo aportar nada nuevo - ya sabéis: el uso de la profundidad de campo y otros recursos relacionados con el empleo de la cámara, los magistrales juegos de iluminación, etc. -, hay algo que me cautiva en esta película: el análisis instrospectivo del protagonista, Charles Foster Kane, y la reflexión sobre la soledad y el verdadero valor de lo que tenemos a nuestro alrededor - por insignificante o mundano que nos parezca -.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Rosebud es el símbolo de la infancia perdida, de una calurosa educación en el seno del hogar, de una vida que pudo ser vivida pero que fue reemplazada por otra llena de riquezas, popularidad, bienes materiales y mil cosas más que, como podemos comprobar, no dan la felicidad, sino que más bien la obstaculizan. Para Kane el símbolo de la felicidad inalcanzada era su trineo de la infancia - con el que, recordemos, agrede al hombre que se lo quiere llevar lejos de su hogar; muy significativo -. Para cualquiera de nosotros, Rosebud es aquello que no supimos valorar hasta que lo perdimos, aquello que siempre echamos de menos al volver la vista atrás y que añoramos con verdadera nostalgia. Un viejo amigo, un lugar emblemático, un olor que nos evoca recuerdos entrañables. Nada de eso se puede comprar con fama ni prestigio, y Kane lo supo al final de su vida. La palabra "éxito" tiene un valor tan relativo como escalas de valores hay en el mundo. Y parece evidente que Kane nunca pudo paladear el éxito que siempre ansió.
Si algo se le puede achacar a la película es la aparente frialdad y apatía con que se trata la historia y se muestran los personajes. Pero, en un análisis más profundo, ¿no podemos ver una reflexión personalísima sobre los valores que imperan en la vida de cualquier ser humano? ¿No podemos observar un retrato social en torno a un personaje influyente en su época que va más allá de lo meramente biográfico?
'Ciudadano Kane' es una jugosa fruta que puede dar tanto jugo como empeño se ponga en exprimirla.
Si algo se le puede achacar a la película es la aparente frialdad y apatía con que se trata la historia y se muestran los personajes. Pero, en un análisis más profundo, ¿no podemos ver una reflexión personalísima sobre los valores que imperan en la vida de cualquier ser humano? ¿No podemos observar un retrato social en torno a un personaje influyente en su época que va más allá de lo meramente biográfico?
'Ciudadano Kane' es una jugosa fruta que puede dar tanto jugo como empeño se ponga en exprimirla.

8,1
29.673
10
23 de noviembre de 2009
23 de noviembre de 2009
450 de 479 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra cumbre del cine español de todos los tiempos se erige, aún a día de hoy, como un monumento único de fuerza inigualable. La extraordinaria sutileza del guión, las deslumbrantes actuaciones de unos intérpretes en pleno estado de gracia o el número incontable de símbolos, escenas y matices que sugieren todo tipo de lecturas (entre otras tantas virtudes) le otorgan al film una riqueza más allá de todo análisis. Esta es la obra inmortal de un genio irrepetible.
--
- Viridiana [primeros pasos]: Preferiría no salir del convento, madre [...] Mi deseo sería no volver a ver el mundo.
--
* La liberación de la sexualidad reprimida (eje temático del film, I):
Viridiana está - aunque sólo en principio - desposeída de su naturaleza animal: el convento ha sustituido el apetito carnal por la devoción espiritual. La ubre de la vaca le provoca risa nerviosa y sonrojo: la rechaza porque en ella se reflejan sus pulsiones sexuales, y sólo acepta la leche en la seguridad contenida de un vaso de cristal. Uno es libre de elegir la actitud ante la vida que considere oportuna, pero el instinto no hay quien lo pare.
--
El plano vertiginoso: Viridiana yace profundamente dormida por la acción de los narcóticos en los brazos de su tío (artífice de tan perversa situación), vestida con el traje de boda que llevaba puesto su tía el día que murió. Don Jaime, que le ha dejado el escote al descubierto, la aprieta entre sus brazos. La palpa. La besa. La siente con fervorosa intensidad.
[Imagen brutal cuya huella permanece imborrable en la memoria].
--
- Don Jorge [toma de contacto]: La Viridiana esa, que ya me tiene cansada la paciencia. [Está] podrida de beatería.
--
* Fetichismo:
- El de Viridiana, con su 'kit del buen cristiano' que contiene, entre otros, una cruz de madera, una corona de espinas y unos cuantos clavos.
- El de Don Jaime, que se traviste con el corsé y los zapatos de tacón de su difunta esposa.
- El de Don Jorge, que se recrea con los viejos utensilios de su padre, entre los que destaca un peculiar crucifijo que esconde una navaja (la religión: arma de doble filo)
... y el de Buñuel, que igual centra su mirada en las piernas desnudas de Silvia Pinal que en los ojos vacíos y perturbadores del mendigo ciego.
--
Cada diálogo entre Silvia Pinal y Francisco Rabal deviene en jarro de agua fría sobre la religiosidad exacerbada, sobre los prejuicios morales, sobre toda mentalidad anacrónica que prescinde deliberadamente del uso lúcido de la razón.
- Viridiana: Yo no soy como usted, que tiene a su esposa.
- Don Jorge: No es mi esposa. Para vivir con una mujer, no hace falta que nadie me bendiga.
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- Viridiana [primeros pasos]: Preferiría no salir del convento, madre [...] Mi deseo sería no volver a ver el mundo.
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* La liberación de la sexualidad reprimida (eje temático del film, I):
Viridiana está - aunque sólo en principio - desposeída de su naturaleza animal: el convento ha sustituido el apetito carnal por la devoción espiritual. La ubre de la vaca le provoca risa nerviosa y sonrojo: la rechaza porque en ella se reflejan sus pulsiones sexuales, y sólo acepta la leche en la seguridad contenida de un vaso de cristal. Uno es libre de elegir la actitud ante la vida que considere oportuna, pero el instinto no hay quien lo pare.
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El plano vertiginoso: Viridiana yace profundamente dormida por la acción de los narcóticos en los brazos de su tío (artífice de tan perversa situación), vestida con el traje de boda que llevaba puesto su tía el día que murió. Don Jaime, que le ha dejado el escote al descubierto, la aprieta entre sus brazos. La palpa. La besa. La siente con fervorosa intensidad.
[Imagen brutal cuya huella permanece imborrable en la memoria].
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- Don Jorge [toma de contacto]: La Viridiana esa, que ya me tiene cansada la paciencia. [Está] podrida de beatería.
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* Fetichismo:
- El de Viridiana, con su 'kit del buen cristiano' que contiene, entre otros, una cruz de madera, una corona de espinas y unos cuantos clavos.
- El de Don Jaime, que se traviste con el corsé y los zapatos de tacón de su difunta esposa.
- El de Don Jorge, que se recrea con los viejos utensilios de su padre, entre los que destaca un peculiar crucifijo que esconde una navaja (la religión: arma de doble filo)
... y el de Buñuel, que igual centra su mirada en las piernas desnudas de Silvia Pinal que en los ojos vacíos y perturbadores del mendigo ciego.
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Cada diálogo entre Silvia Pinal y Francisco Rabal deviene en jarro de agua fría sobre la religiosidad exacerbada, sobre los prejuicios morales, sobre toda mentalidad anacrónica que prescinde deliberadamente del uso lúcido de la razón.
- Viridiana: Yo no soy como usted, que tiene a su esposa.
- Don Jorge: No es mi esposa. Para vivir con una mujer, no hace falta que nadie me bendiga.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
* La ineficacia de la caridad, limpiadora de conciencias (eje temático del film, II):
Un perro camina exhausto atado por el cuello a una tartana, manteniéndose en pie a duras penas. Don Jorge, que siente compasión por el animal al ver la escena, se lo compra al dueño. He ahí su buena acción del día: ha librado al perro de una vida tormentosa. A continuación, otro carruaje pasa por el mismo camino, con otro perro atado de idéntica forma al que acabamos de ver.
La acción individual a pequeña escala significa pan para hoy, pero hambre para mañana. Salvar a un perro no cambiará las viejas costumbres locales de explotación animal, del mismo modo que dar de comer a un puñado de mendigos no paliará el hambre en el mundo. ¿Es mejor quedarse de brazos cruzados? Buñuel no da respuestas: solo expone los problemas y ofrece las preguntas.
[Atacar a la Iglesia sería lo fácil y lo cómodo: cualquier institución regida por la mano del hombre puede ser corrompida en un abrir y cerrar de ojos. Buñuel va mucho más allá, araña en la superficie: llega hasta las raíces de la moral del resentimiento para ponerla en tela de juicio, logrando que se tambaleen los cimientos de todo lo edificado sobre ella]
--
* Idealismo VS. Materialismo (eje temático del film, III): el montaje exquisito.
Es hora de rezar El Ángelus. Buñuel hace una demostración de fortaleza poniendo la forma al servicio del contenido, logrando una unión perfecta en la que el montaje paralelo le sirve para contraponer - con una eficacia increíble - dos formas diametralmente opuestas de entender el mundo: la de aquellos que arrodillados rezan y esperan que las cosas vengan del cielo, a la voluntad del Señor (planos de las nubes y de los oradores), y la de aquellos que saben que para llenar el buche hay que trabajar y ser productivos (planos de los obreros y del pleno rendimiento de sus labores).
El pragmatismo de Don Jorge, que trae la modernización y el progreso a la finca, será una irrupción iluminadora en la visión del mundo que hasta el momento tenía Viridiana.
--
El plano davinciano: de entre todos los mendigos andrajosos y desarrapados, el ciego ocupa el lugar de Jesucristo.
[Se puede ser provocador, blasfemo e irreverente. Y luego está Buñuel].
--
Tras el incidente de la última cena, Viridiana observa su rostro reflejado en un espejo roto, a la vez que se enjuga las lágrimas que recorren sus mejillas. El cristal le devuelve una imagen fragmentada: la Viridiana de antes está hecha pedazos; la de ahora se atusa el cabello - por fin suelto - antes de ir a llamar, resuelta, a la puerta de su primo. Mientras, una corona de espinas arde en la hoguera. Cuando la puerta se abre, a Viridiana no le salen las palabras, mas no importa: su mirada lo dice absolutamente todo.
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- Don Jorge : No me lo va a creer, pero la primera vez que la vi me dije: "Mi prima Viridiana terminará por jugar al tute conmigo".
Un perro camina exhausto atado por el cuello a una tartana, manteniéndose en pie a duras penas. Don Jorge, que siente compasión por el animal al ver la escena, se lo compra al dueño. He ahí su buena acción del día: ha librado al perro de una vida tormentosa. A continuación, otro carruaje pasa por el mismo camino, con otro perro atado de idéntica forma al que acabamos de ver.
La acción individual a pequeña escala significa pan para hoy, pero hambre para mañana. Salvar a un perro no cambiará las viejas costumbres locales de explotación animal, del mismo modo que dar de comer a un puñado de mendigos no paliará el hambre en el mundo. ¿Es mejor quedarse de brazos cruzados? Buñuel no da respuestas: solo expone los problemas y ofrece las preguntas.
[Atacar a la Iglesia sería lo fácil y lo cómodo: cualquier institución regida por la mano del hombre puede ser corrompida en un abrir y cerrar de ojos. Buñuel va mucho más allá, araña en la superficie: llega hasta las raíces de la moral del resentimiento para ponerla en tela de juicio, logrando que se tambaleen los cimientos de todo lo edificado sobre ella]
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* Idealismo VS. Materialismo (eje temático del film, III): el montaje exquisito.
Es hora de rezar El Ángelus. Buñuel hace una demostración de fortaleza poniendo la forma al servicio del contenido, logrando una unión perfecta en la que el montaje paralelo le sirve para contraponer - con una eficacia increíble - dos formas diametralmente opuestas de entender el mundo: la de aquellos que arrodillados rezan y esperan que las cosas vengan del cielo, a la voluntad del Señor (planos de las nubes y de los oradores), y la de aquellos que saben que para llenar el buche hay que trabajar y ser productivos (planos de los obreros y del pleno rendimiento de sus labores).
El pragmatismo de Don Jorge, que trae la modernización y el progreso a la finca, será una irrupción iluminadora en la visión del mundo que hasta el momento tenía Viridiana.
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El plano davinciano: de entre todos los mendigos andrajosos y desarrapados, el ciego ocupa el lugar de Jesucristo.
[Se puede ser provocador, blasfemo e irreverente. Y luego está Buñuel].
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Tras el incidente de la última cena, Viridiana observa su rostro reflejado en un espejo roto, a la vez que se enjuga las lágrimas que recorren sus mejillas. El cristal le devuelve una imagen fragmentada: la Viridiana de antes está hecha pedazos; la de ahora se atusa el cabello - por fin suelto - antes de ir a llamar, resuelta, a la puerta de su primo. Mientras, una corona de espinas arde en la hoguera. Cuando la puerta se abre, a Viridiana no le salen las palabras, mas no importa: su mirada lo dice absolutamente todo.
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- Don Jorge : No me lo va a creer, pero la primera vez que la vi me dije: "Mi prima Viridiana terminará por jugar al tute conmigo".

8,1
190.064
8
1 de junio de 2008
1 de junio de 2008
223 de 254 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos ante una obra brillante que recoge el espíritu de toda una generación de una forma terriblemente veraz. La película ha sido tachada por llevar al paroxismo la realidad que se ve representada en la misma, por ofrecer un retrato sórdido, cruel y dañino de la violencia y de la autodestrucción personal.
Pero decir eso es quedarse en la superficie, es no querer profundizar por miedo a encontrar algo que puede aterrarnos: el darnos cuenta de que nuestras existencias están guiadas por la inexorable voluntad de una sociedad que nos condiciona, nos determina, nos impone un estilo de vida del que es casi imposible escapar. Los posibles futuros que podemos forjarnos saliéndonos del gran engranaje son innumerables, pero ¿hasta qué punto tenemos el libre albedrío de elegir un camino distinto sin tener la certeza de que estamos abocados al fracaso?
Hay que comprender que 'El Club de la Lucha' es una hipérbole. Es necesario que te muestre personajes y situaciones límites si quiere inducirte a la reflexión. El personaje intrepretado por Norton es un peón más en esta sociedad del consumo y la felicidad ilusoria, y su contrapunto perfecto es Tyler Durden, un personaje radical, un triunfador, un álter ego absolutamente opuesto al anterior. Para que la parábola surta efecto es imprescindible ver los extremos.
Hacer un uso pacato y contenido de la violencia para no herir sensibilidades mojigatas sería quedarse a medias tintas, reprimir el arte por miedo a la carga moral. Pero mi visión personal es que la violencia que queda tan patente en el Club de marras no debe interpretarse al pie de la letra, sino como una efectiva metáfora de aquello que nos desinhibe, que libera nuestra rabia interior, que nos hace animales, seres básicos, instintivos, que nos despoja de nuestra máscara social. El Club de la Lucha es el punto cero de la naturaleza humana, es el paso que hay que dar para desarraigarse de las convenciones y los cánones sociales preestablecidos.
Pero decir eso es quedarse en la superficie, es no querer profundizar por miedo a encontrar algo que puede aterrarnos: el darnos cuenta de que nuestras existencias están guiadas por la inexorable voluntad de una sociedad que nos condiciona, nos determina, nos impone un estilo de vida del que es casi imposible escapar. Los posibles futuros que podemos forjarnos saliéndonos del gran engranaje son innumerables, pero ¿hasta qué punto tenemos el libre albedrío de elegir un camino distinto sin tener la certeza de que estamos abocados al fracaso?
Hay que comprender que 'El Club de la Lucha' es una hipérbole. Es necesario que te muestre personajes y situaciones límites si quiere inducirte a la reflexión. El personaje intrepretado por Norton es un peón más en esta sociedad del consumo y la felicidad ilusoria, y su contrapunto perfecto es Tyler Durden, un personaje radical, un triunfador, un álter ego absolutamente opuesto al anterior. Para que la parábola surta efecto es imprescindible ver los extremos.
Hacer un uso pacato y contenido de la violencia para no herir sensibilidades mojigatas sería quedarse a medias tintas, reprimir el arte por miedo a la carga moral. Pero mi visión personal es que la violencia que queda tan patente en el Club de marras no debe interpretarse al pie de la letra, sino como una efectiva metáfora de aquello que nos desinhibe, que libera nuestra rabia interior, que nos hace animales, seres básicos, instintivos, que nos despoja de nuestra máscara social. El Club de la Lucha es el punto cero de la naturaleza humana, es el paso que hay que dar para desarraigarse de las convenciones y los cánones sociales preestablecidos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Esta película es un llamamiento a la rebeldía y al nihilismo personal, sí, pero no como suplantación de los valores establecidos, sino como un primer paso para alcanzar un equilibrio definitivo. Se rechazan los extremos (representados por el personaje de Norton del principio de la historia y por Tyler Durden) en un final en el que nuestro protagonista se da cuenta de que su rebelión interna le ha hecho perder las riendas y le ha llevado de la mediocridad absoluta al inconformismo más destructivo. Por eso decide renegar del Club de la Lucha y matar a su álter ego, para emprender una relación auténtica con Marla y una nueva vida.
Con esto se abre un camino a la esperanza, aunque sea en medio de una visión fatalista de la sociedad como ente opresor que parece reducir al individuo a su más mínima expresión. Y, sobre todo, queda patente que la autodestrucción sólo es válida cuando posteriormente estás dispuesto a construir algo mejor, cuando tienes algo por lo que luchar y una vida propia que defender.
Esto es, en definitiva, un final constructivo. Y lo siento por los reaccionarios.
Con esto se abre un camino a la esperanza, aunque sea en medio de una visión fatalista de la sociedad como ente opresor que parece reducir al individuo a su más mínima expresión. Y, sobre todo, queda patente que la autodestrucción sólo es válida cuando posteriormente estás dispuesto a construir algo mejor, cuando tienes algo por lo que luchar y una vida propia que defender.
Esto es, en definitiva, un final constructivo. Y lo siento por los reaccionarios.

7,9
47.876
9
7 de julio de 2008
7 de julio de 2008
215 de 239 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chinatown es oscura, impetuosa, elegante, cautivadora, digna, autosuficiente. No es un homenaje ni un simple tributo a los grandes clásicos de los años cuarenta y cincuenta. Se homenajea a sí misma, establece sus propios códigos y transgrede los ya preestablecidos. No es "El Halcón Maltés", no es "El Sueño Eterno", no es "Perdición". Pero nunca pretendió serlo y por ello nunca vivió a la sombra de aquellos mitos. Y dirán los críticos más intransigentes que, superados los años cincuenta, ya ninguna película podría volver a ser catalogada dentro del género. Que hablar de un film noir rodado a color es tan absurdo como contradictorio.
Pero, ¿acaso no se dan cuentan de que el 'toque noir' no lo da el blanco y negro, ni tampoco los años que pesen sobre la cinta, sino esa ambientación única que sólo algunos genios saben otorgar a sus películas para convertirlas en iconos del género? ¿No notan esa esencia del cine negro más genuino emanando por cada fotograma de esta película, con esa atmósfera constantemente contaminada por un halo de corrupción, pesimismo y fatalidad?
¿No les arrebata ese cinismo del que se vale Jake Gittes, esa ironía innegable que lo define y lo caracteriza como uno de los detectives privados más carismáticos que ha dado nunca el celuloide? ¿No sienten que Evelyn Mulwray es la más atractiva femme fatale de los últimos tiempos, por inspirar a todo el que la contempla una sensualidad y una tristeza indefinibles? ¿No advierten que sólo Polanski fue capaz de usar su increíble talento para crear una atmósfera de indecible amargura, regalándonos uno de los finales más emblemáticos de la historia del cine y elevando esta obra maestra a la categoría de mito?
Si no se han dado cuenta a estas alturas, olvídenlo. Esto es Chinatown: cine negro en estado puro, servido con mano maestra; cine negro, pese a quien pese, en todo su gran esplendor.
Pero, ¿acaso no se dan cuentan de que el 'toque noir' no lo da el blanco y negro, ni tampoco los años que pesen sobre la cinta, sino esa ambientación única que sólo algunos genios saben otorgar a sus películas para convertirlas en iconos del género? ¿No notan esa esencia del cine negro más genuino emanando por cada fotograma de esta película, con esa atmósfera constantemente contaminada por un halo de corrupción, pesimismo y fatalidad?
¿No les arrebata ese cinismo del que se vale Jake Gittes, esa ironía innegable que lo define y lo caracteriza como uno de los detectives privados más carismáticos que ha dado nunca el celuloide? ¿No sienten que Evelyn Mulwray es la más atractiva femme fatale de los últimos tiempos, por inspirar a todo el que la contempla una sensualidad y una tristeza indefinibles? ¿No advierten que sólo Polanski fue capaz de usar su increíble talento para crear una atmósfera de indecible amargura, regalándonos uno de los finales más emblemáticos de la historia del cine y elevando esta obra maestra a la categoría de mito?
Si no se han dado cuenta a estas alturas, olvídenlo. Esto es Chinatown: cine negro en estado puro, servido con mano maestra; cine negro, pese a quien pese, en todo su gran esplendor.

7,0
9.599
9
27 de abril de 2011
27 de abril de 2011
168 de 190 usuarios han encontrado esta crítica útil
Injustamente olvidada durante muchos años (pero por suerte reivindicada cada vez con más fuerza como una de las cumbres indiscutibles del terror de todos los tiempos), «The wicker man» se nos presenta como un film con diversas capas de lectura, que se articula principalmente sobre el conflicto imperecedero y universal del choque entre civilizaciones opuestas y que plantea con habilidad la dicotomía entre etnocentrismo y relativismo cultural, haciéndonos reflexionar sobre cuestiones como el grado de tolerancia que poseemos hacia tradiciones ajenas que nos resultan imposibles de comprender o la diferencia esencial entre libertad y libertinaje.
Con verdadero aroma lovecraftiano, recordando en su planteamiento inicial y turbia atmósfera a maravillosos relatos como «La sombra sobre Innsmouth» o «El ceremonial» (aunque sin la presencia de elemento fantástico o sobrenatural alguno), el film nos lleva de la mano por un viaje a las profundidades de la naturaleza humana a través de Summerisle, enclave perfecto para desarrollar esta aventura de horror personal, por ser un lugar aislado del espacio y diríase casi que del tiempo, donde las leyes de la lógica se subvierten y parece que cualquier cosa pudiera llegar a ocurrir.
Avanzamos en la trama gracias a la intrusión de un elemento extraño en la isla que, en su investigación, va chocando con todo lo establecido. Se potencia así una sensación continua de extrañamiento (de la que deviene la fascinación del espectador), la que proyecta la mirada ortodoxa del Sto. Howie sobre las costumbres paganas de los habitantes del lugar. Cabe destacar, en este punto, el acertadísimo uso de las canciones, bajo cuyos agradables acordes se esconden unas envenenadas y provocativas letras que van definiendo poco a poco la tradición cultural de los habitantes de Summerisle.
La película propone un inteligente análisis sobre la religión como elemento alienante, indispensable para la paz interior del ser humano (por las esperanzas que en ella se depositan) pero causante, a su vez, de conflictos sociales basados en la intolerancia y la incomprensión del otro. Robin Hardy contrapone la cultura de la gente de Summerisle al puritanismo religioso del Sto. Howie para sacar a la luz el sinsentido de ambos extremos; si bien la actitud del sargento resulta más inane, podemos deducir que siglos atrás y en otro contexto habría podido liderar con gusto cualquier proceso inquisitorial contra esta comunidad de herejes a la que se enfrenta.
Con verdadero aroma lovecraftiano, recordando en su planteamiento inicial y turbia atmósfera a maravillosos relatos como «La sombra sobre Innsmouth» o «El ceremonial» (aunque sin la presencia de elemento fantástico o sobrenatural alguno), el film nos lleva de la mano por un viaje a las profundidades de la naturaleza humana a través de Summerisle, enclave perfecto para desarrollar esta aventura de horror personal, por ser un lugar aislado del espacio y diríase casi que del tiempo, donde las leyes de la lógica se subvierten y parece que cualquier cosa pudiera llegar a ocurrir.
Avanzamos en la trama gracias a la intrusión de un elemento extraño en la isla que, en su investigación, va chocando con todo lo establecido. Se potencia así una sensación continua de extrañamiento (de la que deviene la fascinación del espectador), la que proyecta la mirada ortodoxa del Sto. Howie sobre las costumbres paganas de los habitantes del lugar. Cabe destacar, en este punto, el acertadísimo uso de las canciones, bajo cuyos agradables acordes se esconden unas envenenadas y provocativas letras que van definiendo poco a poco la tradición cultural de los habitantes de Summerisle.
La película propone un inteligente análisis sobre la religión como elemento alienante, indispensable para la paz interior del ser humano (por las esperanzas que en ella se depositan) pero causante, a su vez, de conflictos sociales basados en la intolerancia y la incomprensión del otro. Robin Hardy contrapone la cultura de la gente de Summerisle al puritanismo religioso del Sto. Howie para sacar a la luz el sinsentido de ambos extremos; si bien la actitud del sargento resulta más inane, podemos deducir que siglos atrás y en otro contexto habría podido liderar con gusto cualquier proceso inquisitorial contra esta comunidad de herejes a la que se enfrenta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
De este modo, el espléndido guión de Shaffer presenta cierta tendencia a ridiculizar las creencias mojigatas del sargento (valga recordar la escena en que Howie se escandaliza porque en una ceremonia las mujeres están saltando una hoguera completamente desnudas, a lo que Lord Summerisle le replica con aplastante lógica: "Naturalmente, es mucho más peligroso saltar sobre el fuego con la ropa puesta", o el momento en que este último define a Jesucristo como "El hijo de una virgen fecundada por un fantasma"), pero finalmente llegamos a un desenlace que revela el lado oscuro de unos lugareños capaces de cometer la locura del sacrificio humano en señal de ofrenda para que los dioses salven sus cosechas, con lo que la crítica a la religiosidad exacerbada se equilibra por ambas partes.
Con un deslumbrante Christopher Lee como maestro de ceremonias (verdadero mecenas de la película, enamorado absoluto de las viejas religiones paganas y del esoterismo que encierran los antiguos cultos rituales, que siempre señaló «The wicker man» como una de sus películas favoritas) y con Edward Woodward dando una réplica contundente y creíble (en un papel, eso sí, que solo Peter Cushing habría podido sublimar definitivamente), la película ofrece un maravilloso crescendo de la intriga hasta llegar al apoteósico clímax narrativo, regalándonos uno de los finales más escalofriantes de la historia del género y dejando tras de sí un sinfín de escenas para el recuerdo: en nuestras retinas quedarán por siempre almacenadas, entre otras, la escena del sensual baile de una Britt Eckland desnuda poniendo a prueba la templanza del Sto. Howie y la del hipnótico juego de máscaras en que se infiltra el protagonista en busca de la niña desaparecida (auténtico McGuffin de la película).
Film de culto por excelencia dentro del género de terror, «The wicker man» sigue siendo un rara avis que sorprende por lo inclasificable de su propuesta, por su inusual mezcla de géneros, por la belleza de los paisajes naturales en que se rodó, por la onírica fotografía que le otorga esa ambientación alucinada y alucinante y por la infinidad de pequeños detalles que enriquecen su sensacional puesta en escena. Imprescindible ver el montaje del director para disfrutarla en su plenitud.
Con un deslumbrante Christopher Lee como maestro de ceremonias (verdadero mecenas de la película, enamorado absoluto de las viejas religiones paganas y del esoterismo que encierran los antiguos cultos rituales, que siempre señaló «The wicker man» como una de sus películas favoritas) y con Edward Woodward dando una réplica contundente y creíble (en un papel, eso sí, que solo Peter Cushing habría podido sublimar definitivamente), la película ofrece un maravilloso crescendo de la intriga hasta llegar al apoteósico clímax narrativo, regalándonos uno de los finales más escalofriantes de la historia del género y dejando tras de sí un sinfín de escenas para el recuerdo: en nuestras retinas quedarán por siempre almacenadas, entre otras, la escena del sensual baile de una Britt Eckland desnuda poniendo a prueba la templanza del Sto. Howie y la del hipnótico juego de máscaras en que se infiltra el protagonista en busca de la niña desaparecida (auténtico McGuffin de la película).
Film de culto por excelencia dentro del género de terror, «The wicker man» sigue siendo un rara avis que sorprende por lo inclasificable de su propuesta, por su inusual mezcla de géneros, por la belleza de los paisajes naturales en que se rodó, por la onírica fotografía que le otorga esa ambientación alucinada y alucinante y por la infinidad de pequeños detalles que enriquecen su sensacional puesta en escena. Imprescindible ver el montaje del director para disfrutarla en su plenitud.
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