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6,9
37.842
8
12 de junio de 2022
12 de junio de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una nueva película de Batman que es una película distinta de Batman y eso es mucho de agradecer, sin ser una propuesta transgresora y rupturista, dado que este The Batman de Reeves evoluciona desde el enfoque de Nolan (en alguna medida la noción de venganza encarnada que es Batman ocupa el lugar que el miedo tenía en Batman begins, ese villano que siempre va un paso por delante de todos funciona en la historia como el Joker de Ledger en Dark Knight -aunque con menos presencia, más amenaza en la oscuridad- o el rol de ciudad de Gotham en Dark Knight Rises tienen el eco nolaniano), en algunas cosas incluso sube la apuesta por el realismo -o apariencia de realismo- y añade el elemento detectivesco, ausente en otras cintas de sobre el hombre murciélago.
Quizá el único problema serio que le puedo encontrar a la película es que Reeves parece haber encapsulado en una cinta muchas cosas, casi una trilogía en una sola película, y, claro, se va a los 179 minutos. Quizá renunciar a alguna subtrama hubiera compactado la trama, aumentado el frenesí de la investigación y subrayando la amenaza tras esos asesinatos, que en algunos tramos del metraje se diluyen.
Cada autor tiene una visión de Batman distinta y Reeves trae la suya. Este Batman es un tipo que carga con la culpa e intenta contener sus tentaciones. Porque si, en su camino hay tentaciones. La que supone Catwoman, pero sobre todo la tentación de avanzar por la vía más nihilista y destructiva del personaje -un poco como lo era el Batman de Zack Snyder-, de volverse más contundente y brutal para lograr el efecto de aterrar a los criminales-. Pero el héroe de Gotham no se siente capaz de hacerlo, le constriñe la -autoimpuesta- responsabilidad de velar por los ciudadanos de Gotham, como forma de redimir esa culpa que le abruma y le aplasta. Culpa constante y por todo. Batman sufre entre lo que parece querer ser, la venganza desatada, y lo que debe ser. En ese espacio se mueve el personaje, bien sostenido por Pattison.
Las cosas que le salen bien a The Batman, le salen muy bien, y eso hace que los peros que le pongo a la película en términos de duración no me supongan un gran problema. La estética y el trabajo de diseño de producción y vestuario -toda la cachivacheria de Batman luce muy tosca, pero imponente-, el tratamiento de los personajes* y la música de Giacchino** son brillantes. Tampoco se le puede poner un pero al reparto ni creo que los comiqueros encuentren motivos de queja, dado que hay trazas de varias historias de las viñetas, pero nunca se sabe...
* Destacaría la dinámica Catwoman / Batman, la confianza en Gordon y el muy atractivo personaje de Carmine Falcone. La relación más desdibujada es la de Bruce Wayne con Alfred, quizá porque en esta película Bruce Wayne apenas tiene peso (en términos de tensión dramática, dado que solo existe The Batman) aunque si tiene su parte la trama. Hay buen conocimiento de los personajes de los cómics en Reeves.
** Sobre la música de Giacchino. Muy en su línea, muy bien integrada EN y CON la película, pero que al ser escuchada autónomamente se puede quedar algo corta. Eso sí, hay dos o tres temas estupendos de los que personalmente destacaría la Sonata in Darkness y el trabajo con ese piano reverberante.
Quizá el único problema serio que le puedo encontrar a la película es que Reeves parece haber encapsulado en una cinta muchas cosas, casi una trilogía en una sola película, y, claro, se va a los 179 minutos. Quizá renunciar a alguna subtrama hubiera compactado la trama, aumentado el frenesí de la investigación y subrayando la amenaza tras esos asesinatos, que en algunos tramos del metraje se diluyen.
Cada autor tiene una visión de Batman distinta y Reeves trae la suya. Este Batman es un tipo que carga con la culpa e intenta contener sus tentaciones. Porque si, en su camino hay tentaciones. La que supone Catwoman, pero sobre todo la tentación de avanzar por la vía más nihilista y destructiva del personaje -un poco como lo era el Batman de Zack Snyder-, de volverse más contundente y brutal para lograr el efecto de aterrar a los criminales-. Pero el héroe de Gotham no se siente capaz de hacerlo, le constriñe la -autoimpuesta- responsabilidad de velar por los ciudadanos de Gotham, como forma de redimir esa culpa que le abruma y le aplasta. Culpa constante y por todo. Batman sufre entre lo que parece querer ser, la venganza desatada, y lo que debe ser. En ese espacio se mueve el personaje, bien sostenido por Pattison.
Las cosas que le salen bien a The Batman, le salen muy bien, y eso hace que los peros que le pongo a la película en términos de duración no me supongan un gran problema. La estética y el trabajo de diseño de producción y vestuario -toda la cachivacheria de Batman luce muy tosca, pero imponente-, el tratamiento de los personajes* y la música de Giacchino** son brillantes. Tampoco se le puede poner un pero al reparto ni creo que los comiqueros encuentren motivos de queja, dado que hay trazas de varias historias de las viñetas, pero nunca se sabe...
* Destacaría la dinámica Catwoman / Batman, la confianza en Gordon y el muy atractivo personaje de Carmine Falcone. La relación más desdibujada es la de Bruce Wayne con Alfred, quizá porque en esta película Bruce Wayne apenas tiene peso (en términos de tensión dramática, dado que solo existe The Batman) aunque si tiene su parte la trama. Hay buen conocimiento de los personajes de los cómics en Reeves.
** Sobre la música de Giacchino. Muy en su línea, muy bien integrada EN y CON la película, pero que al ser escuchada autónomamente se puede quedar algo corta. Eso sí, hay dos o tres temas estupendos de los que personalmente destacaría la Sonata in Darkness y el trabajo con ese piano reverberante.

7,2
7.085
5
29 de junio de 2022
29 de junio de 2022
1 de -1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La suma de ocurrencias.
Algunas brillantes y otras estériles.
Acaba cansando más que divirtiendo.
Una leve trama y mucho jugueteo con la música, el montaje, etc.
Lo más divertido: ideas que emanan directamente de cómics y dibujos animados y los elementos más surrealistas.
La historia de amor loco, aunque pretenda epatar, es bastante convencional.
Un experimento... Una suma de greguerías.
Algunas brillantes y otras estériles.
Acaba cansando más que divirtiendo.
Una leve trama y mucho jugueteo con la música, el montaje, etc.
Lo más divertido: ideas que emanan directamente de cómics y dibujos animados y los elementos más surrealistas.
La historia de amor loco, aunque pretenda epatar, es bastante convencional.
Un experimento... Una suma de greguerías.

6,4
19.265
5
17 de septiembre de 2024
17 de septiembre de 2024
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La amalgama se convierte en género cinematográfico. Y de ahí sale tanto lo bueno como lo malo de Alien: Romulus.
Porque cabe contar entre lo bueno el esfuerzo por integrar la saga de un modo más o menos verosímil.
No obstante, el problema de integrar una saga tan desigual como la de Alien es que a veces se te cuelan cosas que no deberían, porque están en el lado de las malas ideas que no debieron llegar a la pantalla. Y eso pasa en esta película, que reinventa y revisita varias de esas ideas menos inspiradas (si creías que no se iba a poder hacer algo más estrambótico que el del alien hijo mutado de la Ripley clonada de Alien Resurrection, espera...)
Además tengo que añadir que los toques de "fan service", esas frases y planos reconocibles por haber sido usadas antes, que aquí y allá salpican Alien: Romulus solo para que resuenen en nuestra nostalgia, son terribles. Lejos de enganchar al "universo compartido", logran sacarme de la historia que están contándome. Te hacen conscientes del "meta" y solo falta que los personajes, después de ciertas frases o gestos miren a cámara y guiñen el ojo al espectador como diciendo "¿Te has dado cuenta de lo que hemos hecho?".
Pero si algo es frustrante en una película, al menos para mí, es no ver nada. En algunas películas es el movimiento de cámara el que logra que sea imposible capturar las imágenes (esas espasmódicas cámaras al hombro), otras es el corte hiperacelerado de planos en el montaje (Michael Bay os saluda) y en otras, como es este caso, es el trabajo de no-iluminación el que "logra" que se vea muy poco... O nada. Y Alien: Romulus va por la senda de Alien vs Predator 2. Películas invisibles ambas, porque la falta de luz alguna hace imposible ver algo en el plano.
Llegados hasta aquí, ¿Se puede dejar dormir en paz a la saga de Alien? Por favor.
Porque cabe contar entre lo bueno el esfuerzo por integrar la saga de un modo más o menos verosímil.
No obstante, el problema de integrar una saga tan desigual como la de Alien es que a veces se te cuelan cosas que no deberían, porque están en el lado de las malas ideas que no debieron llegar a la pantalla. Y eso pasa en esta película, que reinventa y revisita varias de esas ideas menos inspiradas (si creías que no se iba a poder hacer algo más estrambótico que el del alien hijo mutado de la Ripley clonada de Alien Resurrection, espera...)
Además tengo que añadir que los toques de "fan service", esas frases y planos reconocibles por haber sido usadas antes, que aquí y allá salpican Alien: Romulus solo para que resuenen en nuestra nostalgia, son terribles. Lejos de enganchar al "universo compartido", logran sacarme de la historia que están contándome. Te hacen conscientes del "meta" y solo falta que los personajes, después de ciertas frases o gestos miren a cámara y guiñen el ojo al espectador como diciendo "¿Te has dado cuenta de lo que hemos hecho?".
Pero si algo es frustrante en una película, al menos para mí, es no ver nada. En algunas películas es el movimiento de cámara el que logra que sea imposible capturar las imágenes (esas espasmódicas cámaras al hombro), otras es el corte hiperacelerado de planos en el montaje (Michael Bay os saluda) y en otras, como es este caso, es el trabajo de no-iluminación el que "logra" que se vea muy poco... O nada. Y Alien: Romulus va por la senda de Alien vs Predator 2. Películas invisibles ambas, porque la falta de luz alguna hace imposible ver algo en el plano.
Llegados hasta aquí, ¿Se puede dejar dormir en paz a la saga de Alien? Por favor.

7,2
39.140
10
12 de junio de 2022
12 de junio de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El día día 17 de noviembre de 2019 Martin Scorsese cumplió 77 años. El día 17 de noviembre de 2019 vi The Irishman (El irlandés, Martin Scorsese, 2019, 209 minutos) en una sala de cine. El día 17 de noviembre de 2019, contra lo que se suele acostumbrar en los cumpleaños, fue Martin Scorsese el que me hizo un regalo a mi, porque, a falta de la perspectiva que solo el tiempo puede dar, creo que su más reciente película es una obra maestra.
Eso sí, una obra maestra a la que sus críticos, que los tiene y tendrá, le achacan y achacarán tres cosas, que, aunque a mi me parezcan irrelevantes tras haber visto la película, pueden servir de advertencia a aquellos que aún dudan sobre si ver The Irishman y para aquellos que quieran rebajar sus propias expectativas antes de ver la película.
El primer reparo para enfrentarse a El Irlandés es la duración. Doscientos nueve -sí, 209- minutos son muchos y la experiencia puede resultar dura para aquel que no logre permanecer enganchado a lo que pasa en pantalla. El segundo pero puede golpear a aquellos que quieran ver en ésta otra película de Scorsese, De Niro y Pesci sobre la mafia, un nuevo regreso al territorio caminado en Casino (1995) y de Uno de los Nuestros (1990). Y El Irlandés sólo es como aquellas en su primera parte, o sea en aproximadamente un tercio de su metraje. Hay otras dos partes en las que el ritmo y estilo de la película tienen mucho más que ver con Silencio (2016) que con cualquier otra en la obra del director. Y ya se sabe que Silencio es una película que no goza de un apoyo unánime entre los espectadores ni, incluso, entre los propios fans de Scorsese. Se podría decir que la primera parte de El irlandés empieza a ritmo de Uno de los Nuestros, pero termina al paso de Silencio. La tercera crítica posible es, creo, muy menor y accesoria, aunque tal vez puede impedir concentrarse en lo central. Ese tercer pero es el rejuvenecimiento digital de algunos actores, especialmente de los dos que pasan más tiempo en pantalla De Niro y Pesci. Es cierto que se nota y en un primer momento se siente raro, pero tras dos minutos cualquier espectador debería poder procesar la extrañeza del efecto digital, asumirla y superarla.
Dicho eso, a mi El Irlandés me parece un monumento y una muestra de vitalidad y vigencia de todos los que han hecho la película. Tanto que uno piensa cómo es posible que Joe Pesci lleve años retirado de la actuación.
En el caso de Scorsese es una película que demuestra que sigue cambiando, aprendiendo y siendo siempre él. En esta ocasión afronta una película que es un diálogo constante con toda su filmografía, un prodigio de estructura que aprovecha todas las posibilidades que el guionista Steve Zaillian ofrece a Scorsese y su equipo, y que combina tiempos y ritmos a lo largo de una historia contada en tres momentos distintos (los comienzos del irlandés del titulo, Frank Sheeran -Robert De Niro- en la mafia, trabajando para Russ Bufalino -Joe Pesci -, su posterior relación con Jimmy Hoffa, interpretado por Al Pacino, y, por último, su vejez) y en cada momento el drama cambia, evoluciona y con la historia cambia el estilo de Scorsese. Tres películas en una.
Entrando en la película, la primera parte es la que conecta directamente con las ya mencionadas Uno de los Nuestros y Casino. Scorsese da lo que la mayoría del público espera y abre su obra de un modo reconocible. Aunque con algunas diferencias, como el tratamiento de la violencia en el El Irlandés es más seco y conciso que en sus predecesoras, con un contención especial que irá apoderándose poco a poco de la película. En todo caso, la ambientación, la música, la cámara y el montaje se sienten como parte de un mismo continuum cinematográfico o, como se dice hoy, del universo compartido de la mafia de Scorsese. Eso sí, todo es nuevo con Scorsese, incluso cuando hace algo que parece que ya ha hecho y, para esta ocasión expande su fondo histórico al nivel nacional, de un modo que conecta con otras películas como JFK (Oliver Stone, 1991) y, sobre todo, con las dos primeras partes de El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972 y 1974).
Con el espectador confiado en que sabe cómo evolucionará todo, anticipando en conflicto inevitable entre los protagonistas, Scorsese cambia el paso y, en lugar de acelerar, frena. El montaje y la cámara se ralentizan para concentrare en diálogos, caras y miradas (entre los miembros del trio protagonista y que les dirige una de las hijas de Frank Sheeran, la interpretada en su infancia por Lucia Gallina y por Anna Paquin como adulta). Las conversaciones son el centro y esta parte es una sucesión de charlas, cada vez más tensas e intensas, salpicadas de toques de humor. Y los actores, todos, logran transmitir que el conflicto externo tiene un precio interno en cada uno de los personajes. La violencia, aún presente, va perdiendo peso. Y las canciones casi se evaporan. La película se muestra en su forma más clásica, entroncando con las tradiciones de Raoul Walsh, Anthonny Mann, Howard Hawks y John Ford.
Y el conflicto se resuelve, pero la película no acaba. Sigue. Un último giro. Aquí la película es algo más que un epilogo, es la representación del tránsito hacia el horizonte y al crepúsculo (una imagen tan de western). La película se tiñe de un tono elegíaco conmovedor, porque esos tipos duros y temibles se van quedando solos ante sus actos y ante las consecuencias de sus vidas. La cámara da un paso atrás y, así, se hace patente una soledad devastadora que rodea a Robert De Niro, equiparable a la de Michael Corleone en el final de El Padrino. Parte 2, mientras recordaba a los fantasmas de su pasado y todo lo que se había dejado en su camino perdido.
Y entonces sí, la película se cierra. Y lo hace señalando que De Niro, Scorsese, Pesci y Pacino seguirán cabalgando siempre que quieran hacerlo.
Y yo me quedo con la sensación de haber asistido a algo inmenso. Muchas gracias por su regalo, señor Scorsese. Y feliz cumpleaños. Siempre
Eso sí, una obra maestra a la que sus críticos, que los tiene y tendrá, le achacan y achacarán tres cosas, que, aunque a mi me parezcan irrelevantes tras haber visto la película, pueden servir de advertencia a aquellos que aún dudan sobre si ver The Irishman y para aquellos que quieran rebajar sus propias expectativas antes de ver la película.
El primer reparo para enfrentarse a El Irlandés es la duración. Doscientos nueve -sí, 209- minutos son muchos y la experiencia puede resultar dura para aquel que no logre permanecer enganchado a lo que pasa en pantalla. El segundo pero puede golpear a aquellos que quieran ver en ésta otra película de Scorsese, De Niro y Pesci sobre la mafia, un nuevo regreso al territorio caminado en Casino (1995) y de Uno de los Nuestros (1990). Y El Irlandés sólo es como aquellas en su primera parte, o sea en aproximadamente un tercio de su metraje. Hay otras dos partes en las que el ritmo y estilo de la película tienen mucho más que ver con Silencio (2016) que con cualquier otra en la obra del director. Y ya se sabe que Silencio es una película que no goza de un apoyo unánime entre los espectadores ni, incluso, entre los propios fans de Scorsese. Se podría decir que la primera parte de El irlandés empieza a ritmo de Uno de los Nuestros, pero termina al paso de Silencio. La tercera crítica posible es, creo, muy menor y accesoria, aunque tal vez puede impedir concentrarse en lo central. Ese tercer pero es el rejuvenecimiento digital de algunos actores, especialmente de los dos que pasan más tiempo en pantalla De Niro y Pesci. Es cierto que se nota y en un primer momento se siente raro, pero tras dos minutos cualquier espectador debería poder procesar la extrañeza del efecto digital, asumirla y superarla.
Dicho eso, a mi El Irlandés me parece un monumento y una muestra de vitalidad y vigencia de todos los que han hecho la película. Tanto que uno piensa cómo es posible que Joe Pesci lleve años retirado de la actuación.
En el caso de Scorsese es una película que demuestra que sigue cambiando, aprendiendo y siendo siempre él. En esta ocasión afronta una película que es un diálogo constante con toda su filmografía, un prodigio de estructura que aprovecha todas las posibilidades que el guionista Steve Zaillian ofrece a Scorsese y su equipo, y que combina tiempos y ritmos a lo largo de una historia contada en tres momentos distintos (los comienzos del irlandés del titulo, Frank Sheeran -Robert De Niro- en la mafia, trabajando para Russ Bufalino -Joe Pesci -, su posterior relación con Jimmy Hoffa, interpretado por Al Pacino, y, por último, su vejez) y en cada momento el drama cambia, evoluciona y con la historia cambia el estilo de Scorsese. Tres películas en una.
Entrando en la película, la primera parte es la que conecta directamente con las ya mencionadas Uno de los Nuestros y Casino. Scorsese da lo que la mayoría del público espera y abre su obra de un modo reconocible. Aunque con algunas diferencias, como el tratamiento de la violencia en el El Irlandés es más seco y conciso que en sus predecesoras, con un contención especial que irá apoderándose poco a poco de la película. En todo caso, la ambientación, la música, la cámara y el montaje se sienten como parte de un mismo continuum cinematográfico o, como se dice hoy, del universo compartido de la mafia de Scorsese. Eso sí, todo es nuevo con Scorsese, incluso cuando hace algo que parece que ya ha hecho y, para esta ocasión expande su fondo histórico al nivel nacional, de un modo que conecta con otras películas como JFK (Oliver Stone, 1991) y, sobre todo, con las dos primeras partes de El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972 y 1974).
Con el espectador confiado en que sabe cómo evolucionará todo, anticipando en conflicto inevitable entre los protagonistas, Scorsese cambia el paso y, en lugar de acelerar, frena. El montaje y la cámara se ralentizan para concentrare en diálogos, caras y miradas (entre los miembros del trio protagonista y que les dirige una de las hijas de Frank Sheeran, la interpretada en su infancia por Lucia Gallina y por Anna Paquin como adulta). Las conversaciones son el centro y esta parte es una sucesión de charlas, cada vez más tensas e intensas, salpicadas de toques de humor. Y los actores, todos, logran transmitir que el conflicto externo tiene un precio interno en cada uno de los personajes. La violencia, aún presente, va perdiendo peso. Y las canciones casi se evaporan. La película se muestra en su forma más clásica, entroncando con las tradiciones de Raoul Walsh, Anthonny Mann, Howard Hawks y John Ford.
Y el conflicto se resuelve, pero la película no acaba. Sigue. Un último giro. Aquí la película es algo más que un epilogo, es la representación del tránsito hacia el horizonte y al crepúsculo (una imagen tan de western). La película se tiñe de un tono elegíaco conmovedor, porque esos tipos duros y temibles se van quedando solos ante sus actos y ante las consecuencias de sus vidas. La cámara da un paso atrás y, así, se hace patente una soledad devastadora que rodea a Robert De Niro, equiparable a la de Michael Corleone en el final de El Padrino. Parte 2, mientras recordaba a los fantasmas de su pasado y todo lo que se había dejado en su camino perdido.
Y entonces sí, la película se cierra. Y lo hace señalando que De Niro, Scorsese, Pesci y Pacino seguirán cabalgando siempre que quieran hacerlo.
Y yo me quedo con la sensación de haber asistido a algo inmenso. Muchas gracias por su regalo, señor Scorsese. Y feliz cumpleaños. Siempre
7
12 de junio de 2022
12 de junio de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hostiles es una película llena de amargura desde su comienzo. Todo su desarrollo está preñado de un pesimismo denso en el camino de redención. Sus personajes están aislados, pero son solidarios en la experiencia del dolor, la violencia y la muerte.
El problema es que la película se pierde en su propia trascendencia. Ritmo lento. Con muchos planos generales en medio de una naturaleza agreste y dura pero no amenazante. Domina el silencio, pero cuando se habla todo es demasiado intenso, y suena impostado.
Eso sí, los ojos de C. Bale cuentan historias más allá de esta historia. En general, el reparto cumple y hace cargar a los personajes con sus culpas y su fatiga de una larga pequeña guerra. El problema es que todo es demasiado explícito y, eso hace algunas cosas previsibles.
No hay lugar a la duda. Todo está subrayado y, por tanto, resulta un puntito artificioso. En todo caso, una película cuidada, pero que se siente algo forzada, no fluida.
El desgaste mental y moral que causan las guerras indias -una small war de manual- puede ser extrapolable a las experiencias estadounidenses de este siglo XXI (11/S - Little Big Horn; las guerras indias y las guerras de Afganistán e Irak, el estrés postraumático...), aunque ese paralelismo no aporta nada excepcional para la comprensión de la película, si sirve para contextualizar este producto cultural en este momento histórico
El problema es que la película se pierde en su propia trascendencia. Ritmo lento. Con muchos planos generales en medio de una naturaleza agreste y dura pero no amenazante. Domina el silencio, pero cuando se habla todo es demasiado intenso, y suena impostado.
Eso sí, los ojos de C. Bale cuentan historias más allá de esta historia. En general, el reparto cumple y hace cargar a los personajes con sus culpas y su fatiga de una larga pequeña guerra. El problema es que todo es demasiado explícito y, eso hace algunas cosas previsibles.
No hay lugar a la duda. Todo está subrayado y, por tanto, resulta un puntito artificioso. En todo caso, una película cuidada, pero que se siente algo forzada, no fluida.
El desgaste mental y moral que causan las guerras indias -una small war de manual- puede ser extrapolable a las experiencias estadounidenses de este siglo XXI (11/S - Little Big Horn; las guerras indias y las guerras de Afganistán e Irak, el estrés postraumático...), aunque ese paralelismo no aporta nada excepcional para la comprensión de la película, si sirve para contextualizar este producto cultural en este momento histórico
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