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1
4 de agosto de 2024
4 de agosto de 2024
460 de 638 usuarios han encontrado esta crítica útil
La prueba definitiva de que me hago mayor no son las canas ni las arrugas, es la cantidad de cine que llevo a mis espaldas en sesiones golfas, matinales y prime time. Desde clásicos hitchcockianos hasta el slapstick, tengo en mi cabeza apenas memoria para saber todo lo que he visto. Y claro, tanto ver cine, que al final debe ser culpa mía que el cine no me sorprenda. Es más, ni siquiera se lo pido, eso quedó reservado al descubrimiento púber y, no lo negaré, a la inteligencia de algún creativo en el cine, que siempre hubo y todavía quedan.
Pero, ay de mí, cinéfilo en años entrados y entradas, que últimamente se espera tan poco del cine americano, que cualquier pantomima pedante se confunde enseguida con genialidad. Y es que la fábula del rey desnudo siempre ha estado presente en la cultura, no es un invitado nuevo, ni es un mal de los tiempos que corren.
En este caso, estamos ante el clásico ejemplo de una película que se cree mucho más inteligente de lo que realmente es. Pretende elevar el discurso que hace décadas fue reinventado, y termina siendo tan conservadora que no es capaz de sacudirse de encima todas las etiquetas que arrastran el género al lugar del que tanto le ha costado salir.
Pobre, torpe y sin alma, la cinta avanza por inercia cinética hasta un soporífero desenlace y el olvido rápido al cruzar la salida del cine.
Menos piernas largas y más cerebro.
Pero, ay de mí, cinéfilo en años entrados y entradas, que últimamente se espera tan poco del cine americano, que cualquier pantomima pedante se confunde enseguida con genialidad. Y es que la fábula del rey desnudo siempre ha estado presente en la cultura, no es un invitado nuevo, ni es un mal de los tiempos que corren.
En este caso, estamos ante el clásico ejemplo de una película que se cree mucho más inteligente de lo que realmente es. Pretende elevar el discurso que hace décadas fue reinventado, y termina siendo tan conservadora que no es capaz de sacudirse de encima todas las etiquetas que arrastran el género al lugar del que tanto le ha costado salir.
Pobre, torpe y sin alma, la cinta avanza por inercia cinética hasta un soporífero desenlace y el olvido rápido al cruzar la salida del cine.
Menos piernas largas y más cerebro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Resulta que la trama consiste en lo siguiente:
Una mujer nada sospechosa de ser una pirada de manual se dirige concretamente a una casa en particular donde le ofrece a la familia un paquete nada siniestro ni espeluznante a una completa desconocida. Como es una monja, la madre de familia acepta el regalo e incluso invita a la monja a la boda de sus hijas, al bautizo de su nieto y a posar en la foto familiar de Navidad. La gente es así de confiada en un país donde cualquiera lleva un arma, ¡claro que sí!
Pero no todo termina aquí. Resulta que el regalo no es ni más ni menos que una muñeca a tamaño real de su propia hija. Momento en el cual es de obligado cumplimiento, según la ley de la naturaleza, gritar despavoridos y lanzar la muñeca en llamas por la ventana más cercana, llamar a la policía y mudarse a otro planeta.
Eso es en el mundo real, claro, pero en realidad lo que sucede es que el mismísimo demoño está dentro de la muñeca que grácilmente una completa desconocida que no habías visto en tu puñetera vida le ha regalado, no a ti, sino a tu hija. Todo normal, coherente y nada sospechoso de Deux Ex Machina; circulen, circulen.
Entonces, como el señor Belcebú está ya dentro de la casa, pues la lía parda que para eso es el señor de las tinieblas y no míster Arcoiris. Resulta que toda la familia se vuelve tarumba y, siguiendo las voces de su cabeza, terminan en un festival de cuchillos afilados y tonto el último.
Evidentemente, la policía, como buenos sabuesos que son, investigan el caso minuciosamente. Tanto, que se les olvidan dos detalles, nada, tonterías: la muñeca y la monja. Ningún vecino, cámara de seguridad, conductor de autobús o Timmy, el niño con la gorra pa'tras y patinete, han visto nada de eso.
La policía entonces piensa: bueno, pues caso cerrado, que a las siete ponen el béisbol. Pero entonces, el hecho vuelve a suceder, no una ni dos, sino hasta en seis ocasiones. Entonces el FBI, los tipos duros, los más listos de la clase, los que tienen todos los cromos, entran en escena. Y, por supuesto, usando sus altas dotes detectivescas descubren exactamente nada. Pero nada. O sea: NADA.
Ni muñeca ni monja. Se han desvanecido por obra del señor de abajo, que digo yo, tan poderoso no será si tiene que urdir un plan tan burdo para conseguir víctimas. No es por nada, pero en un país donde llevar un arma de fuego como llavero es lo habitual, tal vez podría haber simplificado su maléfico plan y te ahorras monjas y muñecas, Nicolas Cage en el peor papel de su vida.
Pero no, claro, el FBI no encuentra nada porque no había entrado en juego la benjamina recién entrada en el cuerpo que, en un abrir y cerrar de ojos, descubre quién es quién, descifra el código de Zodiac, el crucigrama del domingo pasado y le hace la declaración de la renta a medio departamento en su tiempo libre.
Por supuesto, y como la pistola de Chéjov no se coloca sola, el autor del film coloca unos Deux Ex Machina a su antojo, absolutamente nada disimulados, y altera el comportamiento humano de todos cuantos pueblan su película con tal de que todas las piezas encajen. A martillazos, pero que encajen.
Así, al principio del film y de manera en absoluto forzada, la protagonista, con el carisma de una berenjena en oferta, es presentada a la familia de su jefe que, fíjate tú qué cosa más casual, el cumpleaños de su hija está cerca y además, es que esto es un sin parar, la niña invita a la agente novata a su cumple porque debe tener tres amigos imaginarios y es la primera vez que habla con un adulto con su misma capacidad intelectual.
Todo lo que sucede a continuación ocurre por obra del demoño, que uno diría que a estas alturas es el director de la película, pero no, se refieren a Belcebú. Lo que viene siendo: lo hizo un mago.
En resumidas cuentas: no son Deux Ex Machina, es que el guionista y el director son más listos que todos nosotros.
Una mujer nada sospechosa de ser una pirada de manual se dirige concretamente a una casa en particular donde le ofrece a la familia un paquete nada siniestro ni espeluznante a una completa desconocida. Como es una monja, la madre de familia acepta el regalo e incluso invita a la monja a la boda de sus hijas, al bautizo de su nieto y a posar en la foto familiar de Navidad. La gente es así de confiada en un país donde cualquiera lleva un arma, ¡claro que sí!
Pero no todo termina aquí. Resulta que el regalo no es ni más ni menos que una muñeca a tamaño real de su propia hija. Momento en el cual es de obligado cumplimiento, según la ley de la naturaleza, gritar despavoridos y lanzar la muñeca en llamas por la ventana más cercana, llamar a la policía y mudarse a otro planeta.
Eso es en el mundo real, claro, pero en realidad lo que sucede es que el mismísimo demoño está dentro de la muñeca que grácilmente una completa desconocida que no habías visto en tu puñetera vida le ha regalado, no a ti, sino a tu hija. Todo normal, coherente y nada sospechoso de Deux Ex Machina; circulen, circulen.
Entonces, como el señor Belcebú está ya dentro de la casa, pues la lía parda que para eso es el señor de las tinieblas y no míster Arcoiris. Resulta que toda la familia se vuelve tarumba y, siguiendo las voces de su cabeza, terminan en un festival de cuchillos afilados y tonto el último.
Evidentemente, la policía, como buenos sabuesos que son, investigan el caso minuciosamente. Tanto, que se les olvidan dos detalles, nada, tonterías: la muñeca y la monja. Ningún vecino, cámara de seguridad, conductor de autobús o Timmy, el niño con la gorra pa'tras y patinete, han visto nada de eso.
La policía entonces piensa: bueno, pues caso cerrado, que a las siete ponen el béisbol. Pero entonces, el hecho vuelve a suceder, no una ni dos, sino hasta en seis ocasiones. Entonces el FBI, los tipos duros, los más listos de la clase, los que tienen todos los cromos, entran en escena. Y, por supuesto, usando sus altas dotes detectivescas descubren exactamente nada. Pero nada. O sea: NADA.
Ni muñeca ni monja. Se han desvanecido por obra del señor de abajo, que digo yo, tan poderoso no será si tiene que urdir un plan tan burdo para conseguir víctimas. No es por nada, pero en un país donde llevar un arma de fuego como llavero es lo habitual, tal vez podría haber simplificado su maléfico plan y te ahorras monjas y muñecas, Nicolas Cage en el peor papel de su vida.
Pero no, claro, el FBI no encuentra nada porque no había entrado en juego la benjamina recién entrada en el cuerpo que, en un abrir y cerrar de ojos, descubre quién es quién, descifra el código de Zodiac, el crucigrama del domingo pasado y le hace la declaración de la renta a medio departamento en su tiempo libre.
Por supuesto, y como la pistola de Chéjov no se coloca sola, el autor del film coloca unos Deux Ex Machina a su antojo, absolutamente nada disimulados, y altera el comportamiento humano de todos cuantos pueblan su película con tal de que todas las piezas encajen. A martillazos, pero que encajen.
Así, al principio del film y de manera en absoluto forzada, la protagonista, con el carisma de una berenjena en oferta, es presentada a la familia de su jefe que, fíjate tú qué cosa más casual, el cumpleaños de su hija está cerca y además, es que esto es un sin parar, la niña invita a la agente novata a su cumple porque debe tener tres amigos imaginarios y es la primera vez que habla con un adulto con su misma capacidad intelectual.
Todo lo que sucede a continuación ocurre por obra del demoño, que uno diría que a estas alturas es el director de la película, pero no, se refieren a Belcebú. Lo que viene siendo: lo hizo un mago.
En resumidas cuentas: no son Deux Ex Machina, es que el guionista y el director son más listos que todos nosotros.

5,2
5.066
1
25 de noviembre de 2023
25 de noviembre de 2023
126 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para celebrar sus cien años de existencia, la compañía Disney ha hecho lo que mejor saber hacer: sabotearse.
En algún momento a alguien le pareció una buena idea reciclar diseños de personajes que parecen fruto de un Midjourney en horas bajas, escribir un guión que ni ChatGPT con poca RAM y usar unas melodías que han conocido tiempos mejores. Todo parece ser dirigido, no ya al público infantil, sino a un piloto de televisión destinado a vender juguetes. Así que el conjunto es un despropósito que echa por tierra 100 años de historia, siendo otro peldaño hacia la irrelevancia.
Esta búsqueda de su tercera edad de oro le está saliendo cara a la compañía y a nosotros, los sufridos espectadores, nos está costando un esfuerzo no bostezar con cada nuevo intento. Y ya van unos cuantos.
Para nuestra fortuna, mientras en Disney no hay nadie al volante, en el carril derecho galopa con fuerza la competencia que adelanta al que fuera rey de la animación con sus mismas armas. Y si lo mejor que puedes decir de una película es que la competencia lo ha hecho mejor, pues cerramos aquí la crítica, que ya está todo dicho.
En algún momento a alguien le pareció una buena idea reciclar diseños de personajes que parecen fruto de un Midjourney en horas bajas, escribir un guión que ni ChatGPT con poca RAM y usar unas melodías que han conocido tiempos mejores. Todo parece ser dirigido, no ya al público infantil, sino a un piloto de televisión destinado a vender juguetes. Así que el conjunto es un despropósito que echa por tierra 100 años de historia, siendo otro peldaño hacia la irrelevancia.
Esta búsqueda de su tercera edad de oro le está saliendo cara a la compañía y a nosotros, los sufridos espectadores, nos está costando un esfuerzo no bostezar con cada nuevo intento. Y ya van unos cuantos.
Para nuestra fortuna, mientras en Disney no hay nadie al volante, en el carril derecho galopa con fuerza la competencia que adelanta al que fuera rey de la animación con sus mismas armas. Y si lo mejor que puedes decir de una película es que la competencia lo ha hecho mejor, pues cerramos aquí la crítica, que ya está todo dicho.

6,6
31.429
2
7 de octubre de 2018
7 de octubre de 2018
173 de 312 usuarios han encontrado esta crítica útil
La butaca del cine no ofrece escondite suficiente para esquivar el aburrimiento que ofrece esta nueva versión del clásico "Ha nacido una estrella". Un relato tan plano como mesa lijada y unos personajes que están ahí por orden y ejercicio del guión que no sabe qué hacer con ellos; todo cuanto dicen es incoherente en sí mismo, un cliché de un cliché y lo peor de todo, con la profundidad de un vaso de agua vacío.
El soporífero tratamiento de la historia, sin conflicto alguno, se resuelve a sí mismo antes de empezar, despejando el camino a la nada, al vacío, al vacuo entendimiento entre los dos protagonistas que se limitan a quererse por alguna razón que escapa a la compresión humana.
Por un lado le tenemos a él, el enésimo antihéroe botella en mano de buen corazón que no es ni malo, ni tóxico, ni un perfecto imbécil: sólo es torpe, aunque en verdad es malo, tóxico y un imbécil. Todo lo hace mal, pero no es su culpa, es que de pequeño se cayó en una marmita de estereotipos y de ahí no ha podido salir. Una caricatura más que un retrato, de línea gruesa y mentirosa.
Luego la tenemos a ella, enamorada del protagonista pese a todos sus constantes errores, golpes bajos y maltratos seguidos de "he cambiado, Wilma, ábreme la puerta". Le adora por encima de todo, incluso de sí misma, por algún tipo de encantamiento vudú que debe suceder fuera de plano, otra explicación no cabe. Y esa es la única cualidad de la protagonista femenina, está únicamente para que él luzca su crecimiento como persona.
Con semejantes elementos se construye una película que no resuelve absolutamente nada, ni tan siquiera se molesta en crear nudos que deshacer, tan solo languidece de forma eterna y terminas mirando el reloj más que la pantalla.
Resumiendo: ¿Quieren una película donde se hable de verdad de músicos y no de peleles danzando al último cliché del marionetista? Vean "Love & Mercy".
El soporífero tratamiento de la historia, sin conflicto alguno, se resuelve a sí mismo antes de empezar, despejando el camino a la nada, al vacío, al vacuo entendimiento entre los dos protagonistas que se limitan a quererse por alguna razón que escapa a la compresión humana.
Por un lado le tenemos a él, el enésimo antihéroe botella en mano de buen corazón que no es ni malo, ni tóxico, ni un perfecto imbécil: sólo es torpe, aunque en verdad es malo, tóxico y un imbécil. Todo lo hace mal, pero no es su culpa, es que de pequeño se cayó en una marmita de estereotipos y de ahí no ha podido salir. Una caricatura más que un retrato, de línea gruesa y mentirosa.
Luego la tenemos a ella, enamorada del protagonista pese a todos sus constantes errores, golpes bajos y maltratos seguidos de "he cambiado, Wilma, ábreme la puerta". Le adora por encima de todo, incluso de sí misma, por algún tipo de encantamiento vudú que debe suceder fuera de plano, otra explicación no cabe. Y esa es la única cualidad de la protagonista femenina, está únicamente para que él luzca su crecimiento como persona.
Con semejantes elementos se construye una película que no resuelve absolutamente nada, ni tan siquiera se molesta en crear nudos que deshacer, tan solo languidece de forma eterna y terminas mirando el reloj más que la pantalla.
Resumiendo: ¿Quieren una película donde se hable de verdad de músicos y no de peleles danzando al último cliché del marionetista? Vean "Love & Mercy".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si la película tuviera algún argumento, aquí habría un spoiler.
1
8 de junio de 2024
8 de junio de 2024
71 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Disney lleva en su adentros más profundos estrangular la gallina de los huevos de oro es algo sabido por todos. El monopolio que alcanza mancilla de saturación todo cuanto toca y produce una acelerada fatiga de la cultura pop; ya nada es nuevo, nada es original, nada se salva. Se juega al conservadurismo capitalista de vender sobre ya lo vendido y pisar sobre huella, porque las ideas nuevas no venden o al menos no tanto como explotar hasta la náusea una franquicia archiconocida y recocinada al microondas una y otra vez.
Y así llegamos al enésimo producto de la Guerra de las Galaxias, la saga en tiempos dorada, ahora sobreexpuesta y en embudo para degustación rápida y consumo lucrante. Por desgracia, en el corto camino a las ganancias billonarias, no queda espacio para la creatividad. Es mucho más eficiente un producto sumamente mediocre bajo un sello que garantiza ventas a crear algo, ya no digno, sino entretenido.
Esta nueva serie de Star Wars ni siquiera lo intenta y si no fuera por imposible juraría que es un fan fic de preadolescente con nulas nociones literarias envuelto en una cámara de eco y elogios a sí mismo. Diálogos sonrojantes, personajes olvidables, giros argumentales de parvulario y, en resumen, un auténtico desperdicio en tantos sentidos que es mejor pasar 40 minutos repasando con el dedo la forma de la oreja izquierda.
Por otro lado, tras leer pseudo críticas de personas supuestamente adultas pataleando porque una mujer racializada protagonice una serie de ciencia ficción, considero muy importante subrayar que la serie acierta de pleno con su diverso elenco, que ya era hora. Nunca ha dejado de ser irónico que en un universo donde las razas alienígenas campan a sus anchas el hombre blanco siga siendo predominante y en puestos de poder. Por desgracia toda esa inclusión y diversidad es el único punto a favor de la serie.
Tal vez la próxima vez la fuerza nos acompañe.
Y así llegamos al enésimo producto de la Guerra de las Galaxias, la saga en tiempos dorada, ahora sobreexpuesta y en embudo para degustación rápida y consumo lucrante. Por desgracia, en el corto camino a las ganancias billonarias, no queda espacio para la creatividad. Es mucho más eficiente un producto sumamente mediocre bajo un sello que garantiza ventas a crear algo, ya no digno, sino entretenido.
Esta nueva serie de Star Wars ni siquiera lo intenta y si no fuera por imposible juraría que es un fan fic de preadolescente con nulas nociones literarias envuelto en una cámara de eco y elogios a sí mismo. Diálogos sonrojantes, personajes olvidables, giros argumentales de parvulario y, en resumen, un auténtico desperdicio en tantos sentidos que es mejor pasar 40 minutos repasando con el dedo la forma de la oreja izquierda.
Por otro lado, tras leer pseudo críticas de personas supuestamente adultas pataleando porque una mujer racializada protagonice una serie de ciencia ficción, considero muy importante subrayar que la serie acierta de pleno con su diverso elenco, que ya era hora. Nunca ha dejado de ser irónico que en un universo donde las razas alienígenas campan a sus anchas el hombre blanco siga siendo predominante y en puestos de poder. Por desgracia toda esa inclusión y diversidad es el único punto a favor de la serie.
Tal vez la próxima vez la fuerza nos acompañe.
14 de enero de 2017
14 de enero de 2017
34 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es temporada de premios, que diría el enfurruñado cazador —escopeta en mano— mientras camina de puntillas. Y entonces llega una película que no pasa de simpática aun con sus evidentes carencias, y es el foco de todo Hollywood, la pareja de baile perfecta y la última portada de la revista de moda. Así, nos llega un musical torpe pero agradable que no supera sus propias expectativas y se convierte en, según dicen, la primera de tus necesidades. Tienes que verla, corre, que se lleva todos los premios, que arrasa, que mañana no la recordaremos.
Sucede que los musicales gustan. No hay nada arriesgado en un musical, tal vez solo cuando el musical sea arriesgado en sí mismo (como puede ser la magnífica "All That Jazz"), pero "La La Land" no lo es. Esta película es meramente autocomplaciente, sencilla, hueca y agradable. Pero nada más. Todos los demás ornamentos que le han dedicado son más fruto de una buena jugada de marketing que de la verdad.
Porque un musical es una apuesta segura, más aún cuando el guión se encamina a repetir un esquema tan manido que lo recitas de memoria; salvo que esto no debería importarnos si los números musicales animan la función. Sin embargo, esto apenas sucede. Un autoproclamado musical con apenas un número memorable y el resto tratando de recordar dónde se han equivocado. Y con toda la valentía, por caraduras, del mundo se atreven a homenajear a musicales de antaño sin ningún pudor o sutileza. Ahí tenemos fragmentos de "West Side Story" o el corta-pega más descarado con "Un Americano en París". Y ni por esas se libra de su torpeza, aunque por suerte sirven como tabla de salvamento.
No hay más en "La La Land" fuera del cartón-piedra que se viste de nostalgia. No es original, es suficientemente bonita, es simple —que no sencilla—, es tediosa a ratos y por momentos entretenida. Y sobre todo, vive en esa burbuja americana de la contínua metarefencia que tanto gusta en Hollywood. Solo que esta vez es un defecto.
En resumen: Es un musical hecho por personas que no saben bailar.
Sucede que los musicales gustan. No hay nada arriesgado en un musical, tal vez solo cuando el musical sea arriesgado en sí mismo (como puede ser la magnífica "All That Jazz"), pero "La La Land" no lo es. Esta película es meramente autocomplaciente, sencilla, hueca y agradable. Pero nada más. Todos los demás ornamentos que le han dedicado son más fruto de una buena jugada de marketing que de la verdad.
Porque un musical es una apuesta segura, más aún cuando el guión se encamina a repetir un esquema tan manido que lo recitas de memoria; salvo que esto no debería importarnos si los números musicales animan la función. Sin embargo, esto apenas sucede. Un autoproclamado musical con apenas un número memorable y el resto tratando de recordar dónde se han equivocado. Y con toda la valentía, por caraduras, del mundo se atreven a homenajear a musicales de antaño sin ningún pudor o sutileza. Ahí tenemos fragmentos de "West Side Story" o el corta-pega más descarado con "Un Americano en París". Y ni por esas se libra de su torpeza, aunque por suerte sirven como tabla de salvamento.
No hay más en "La La Land" fuera del cartón-piedra que se viste de nostalgia. No es original, es suficientemente bonita, es simple —que no sencilla—, es tediosa a ratos y por momentos entretenida. Y sobre todo, vive en esa burbuja americana de la contínua metarefencia que tanto gusta en Hollywood. Solo que esta vez es un defecto.
En resumen: Es un musical hecho por personas que no saben bailar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Salvo el electrizante primer número musical y tal vez el último, la película no cuenta con lugares memorables dentro de los musicales. Ni siquiera como números musicales en sí mismo. Pero el arte de vender consiste en eso mismo; que te des cuenta después de haber comprado.
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