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Uruguay Uruguay · Montevideo
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Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
15 de marzo de 2020 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un hombre sale de la trinchera hacia el campo de batalla y comienza a correr en una línea paralela a las fosas, exponiéndose a los atropellos del pelotón que lo cruza en una loca y enceguecida carrera hacia una muerte casi segura… Solo cuando vemos esta acción poco menos que delirante, como tantas otras de “1917”, es cuando uno se convence que ya no se trata de una película bélica. Incluso se intuye mucho antes. La guerra rodea un transitar de dos personajes que, aún inmersos en el campo de batalla, esta no aparece más que como una atmósfera impuesta para ir mucho más allá de un género cinematográfico. Es como la buena ciencia ficción, cuando se vuelve la atmósfera de algo más es cuando el género ya deja de importar. Se puede ver algo de esto en 2001, en su contracara rusa Solaris o en las novelas de Philip K. Dick.

Este tipo de películas no conocen el spoiler, así que no nos preocupemos por eso. Diga lo que se diga, la película supera cualquier comentario sobre ella. Las historias en el cine siempre fueron lo de menos, una excusa para algo más.

“1917” es una vivencia de pasajes que van desde la aventura, pasando por el puro horror al estilo Midsommar, hasta el realismo que de tan realista se vuelve satírico. No puedo decir de ninguna manera que el director tenía pensado cada uno de estos pasajes, ni siquiera que sean una realidad de la película. Solo puedo presentir algunos afectos que precisaban expresar el dolor, la locura, el delirio de lo real, a medida que varias intensidades iban tomando forma en el transcurso de las 2 horas, tanto de película como de tránsito de los personajes dentro de la película, porque en el desmayo o el sueño el tiempo no pasa, porque hay algo más también que el simple tecnicismo de sostener el plano secuencia a como de lugar.

Entonces, quizás sea casualidad que el recorrido por las trincheras al inicio me recuerde a “Senderos de Gloria”, otra película catalogada como bélica pero donde lo bélico solo era una atmósfera para lo satírico, oscuramente satírico, que es la realidad. Donde la realidad no es más que la misma locura. Y de alguna forma “1917” viene a completar la pintura comenzada por Kubrick en esta película basada también en la primera guerra mundial, más exactamente en 1916 y que trata también de un ataque aliado que será emboscado por los alemanes, ante lo cual el regimiento se retira y es por ello acusado de deserción y condenado a muerte. “Senderos de Gloria” tiene muchos uniformes y poca guerra. La guerra se respira pero no se ve. No es centro de la película. Si “Senderos de Gloria” tiene un centro es la locura de la sensatez, la mala locura del sentido común. Y algo de esto viene a jugar en “1917”.

Porque ¿dónde está la lógica de mandar a dos hombres solos a cruzar un campo de batalla aparentemente abandonado, que les llevará todo un día de caminata, para llevar una carta que evitará la muerte de 1600 hombres en una emboscada, solo en caso que los dos protagonistas lleguen vivos a esa entrega? El hecho de saber que en efecto esto sucedía en la primera guerra, ¿no hace a la perfecta racionalidad militar la realidad más absurda que se puede concebir? Quizás Tolkien, tomando estos eventos de la primera guerra, fue el primero en darle el marco narrativo donde lo inconcebible se vuelve posible. ¿No les viene a la cabeza “El señor de los anillos”? Comparaban “1917” con “Rescatando al soldado Ryan”… ¿No es más parecida a la aventura que comienzan Frodo y Sam atravesando un territorio hostil para llevar un anillo hasta el mismo infierno de la Tierra Media? Y es que esa sensación me dió el inicio de 1917. Solo ahora la asocio con “La comunidad del anillo”. Pero en ese momento me dio la frescura de una aventura, de atravesar un territorio semi abandonado por el enemigo, seguramente con imágenes muy duras y alguna sorpresa, pero que aún así eran dos amigos viviendo una aventura. Seguramente esta lectura tampoco sea ajena al entusiasmo de los miles de soldados británicos que se enlistaban como una forma de escape a su realidad cotidiana, como bien lo muestra Peter Jackson en su documental sobre la primera guerra.

Este paralelismo viene unicamente a mostrar que la película contiene en sí misma muchas improntas y que este comienzo no es casual, dado el componente fantástico y horroroso que se venía venir y que supera ampliamente el cliché del horror de la guerra. Es como si en “Midsommar” hubiéramos pensado en un horror de la secta. El horror en estas dos películas, lejos de depositarse en un acontecimiento en sí (la guerra, la secta) y en un fantástico irreal, se produce en el puro encuentro de los personajes con ese acontecimiento que es una realidad que de tan realista se nos hace intolerable. No entra en nuestro entendimiento edulcorado del mundo aún siendo pura realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La muerte de Blake singulariza la aventura al punto de transformar la película en otra película a partir de esa singularidad. En ese punto medio entre la muerte impersonal y lo absolutamente personal de una muerte, se encuentra la necesidad de Schofield de dirimir rápidamente como vivir el acontecimiento de esta muerte, que no es la del soldado anónimo colgado de los alambres de púa ni la del familiar querido irrumpiendo en el cotidiano del hogar. A partir de allí “1917” se vuelve una película impersonal y eso es lo que viene a potenciar la aparición de aliados que mueven el cuerpo, desconocen su muerte y sus circunstancias, ocupan y mean irrespetuosamente la casa del mal augurio y trasladan al sobreviviente sin darle mucha importancia a su misión. Schofield, que desde el inicio resistía a ser expuesto al gran público y a las preguntas de Blake, termina de consolidarse anónimo y su rostro más que inexpresivo se establece en una mixtura entre la ingenuidad y el miedo encarnado… un rostro animal, del animal que no sabe, del animal que sobrevive, que no comprende, que huye y que ataca.

No es un héroe. Schofield está muy lejos de ser un héroe. Es el animal que huye y mata todo el tiempo. Si sobrevive es pura casualidad. Dudo que haya algo más profundo en una persona que lo impersonal del cuerpo accionando por el puro afecto de la ingenuidad, el miedo y el alivio. Lo decía Vladek Spiegelman en “Maus”, si estamos acá es pura casualidad, no hay héroes, sino animales sobreviviendo (o mejor: viviendo).

Cuando hay corrientes que empujan el cuerpo en direcciones desconocidas pero necesarias. De alguna manera Schofield adelantaba esta disposición cuando le confiesa a Blake que no quería regresar a su casa, afectos que son narrados en el documental de Peter Jackson: “era nuestra vida, nuestro trabajo, y nos estaban despidiendo”. Así Schofield transita las ruinas pesadillescas de una ciudad devastada, perseguido por sombras fantasmales con balas reales, en una percepción distorsionada, oscura de un territorio que lo va empujando hacia el río que, nuevamente de manera casual, lo llevará a su destino. Aunque no sin tener que traspasar esa frontera de la pesadilla alucinatoria de la guerra, teniendo que caminar sobre cuerpos descompuestos en las orillas del río que lo rescató de los soldados fantasmas.

Así comienza la última parte de esta película… quizás la más onírica ya que todo, desde el soldado que canta para el pelotón antes de salir a la batalla, pasando por la búsqueda frenética del coronel Mackenzie, hasta la corrida transversal a la estampida que se dirige a la muerte, es como un sueño sin sentido o con sentidos que escapan a la racionalidad. Y es que no solo la guerra tiene sus propias lógicas donde una dulce voz de un soldado que va hacia su muerte se vuelve concebible en este marco, sino que también las constelaciones de eventos que pusieron a Schofield en ese preciso lugar encuadran una lógica propia de un soldado que además de desconocer ya su vida desde el lado más personal, desconoce una una batalla que debe detener aunque ya se está dando, desconoce las reglas básicas de trinchera, desconoce y atraviesa el plano de lo bélico. Aquí el personaje se dirige directamente al espectador y la plantea una película que ya no es la que creía que miraba… tiene un aire a Nouvelle Vague, donde los personajes transitan una serie de acontecimientos que no les pertenece.

Y todo para terminar el el burlesque de la guerra… ¿cuál sería el sentido sino de personificar a Mackenzie en la figura de Cumberbatch y al hermano de Blake en un rostro en el que todos dijimos: “Stark!”? La película ya había terminado. Quizás aquí es donde Hollywood tuvo su mayor presión. La película había terminado cuando Schofield se baja a la fosa y se mete a la ratonera… lo que suceda a partir de allí ya no importa porque, otra vez, la historia es solo una excusa.
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