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6,9
21.666
2
25 de diciembre de 2021
25 de diciembre de 2021
84 de 151 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni durante los años de la Segunda Guerra Mundial (y entonces cabía cierta explicación) se alcanzó la uniformidad ideológica y el nivel de adoctrinamiento que exhibe el panorama cinematográfico (entre comillas) actual. Descuella el subgénero de la venganza contra hombres; es una especie de “hard core” para progresistas wokies (no confundir con los admirables wookies) A mí, personalmente, siempre me ha intrigado la cuestión del dinero. ¿Y esto quién lo paga?, se preguntaba Josep Pla en Nueva York. ¿Quién paga no solo la producción, sino el óscar, las críticas y hasta la propinilla de las reseñas favorables y los pulgares hacia arriba (o hacia abajo, si hay algún disidente)?
Ya se ha comentado por parte de otros seguidores de esta página el furioso dogmatismo de este film, la culpabilización universal de la figura masculina, que incluye sus buenas dosis de caricatura. También se arremete contra ciertas categorías femeninas, pero desde luego no feministas, como las madres o las figuras de poder que se atienen a la ley. Y en mi opinión lo más destacable ideológicamente es que, como se expone en la escena dentro de la universidad, se contrapone la racionalidad de la presunción de inocencia con el convencimiento emotivo (no racional) de la culpabilidad, y se toma partido por este último: el “yo sí te creo” se eleva a argumento definitivo y la culpabilidad depende de quién denuncie y de a quién se acuse; no de pruebas tangibles, sino de colectivos. La criminalización de ciertos colectivos es consustancial a los totalitarismos: lo mismo ocurrió durante el nazismo con los judíos, o tras el triunfo de la revolución rusa con los propietarios.
Es esto lo que se financia: semillas de totalitarismo… que ya se han convertido en plantas y hasta en bosques.
Antes de pasar al territorio spoiler, y para huir un poco de la solemnidad, señalaría lo siguiente: todos los autores mediocres proyectan sus fantasías en sus filmes, y su éxito depende de que esas fantasías sean compartidas por una cantidad suficiente de público. En el caso del trío de actrices productoras que intervienen aquí (la directora, Margot Robbie, la “todos los planos para mis mohines y mi maquillaje” Carey Mulligan), estoy seguro de que su fantasía no es ajustar cuentas con el varón, para lo que seguramente están perfectamente capacitadas (igual que para quemar cajeros o lanzar adoquines a los escaparates), sino ser alumnas aventajadas en la carrera de Medicina. Tener suficiente cerebro, vamos. Dado que el mundillo del cine está podrido en muchos aspectos, y abundan las denuncias de abuso, podrían ser consecuentes, seguir la senda de su protagonista, dejar su vocación y ponerse a trabajar en una cafetería. Organizar su vendetta desde una barra… Creo que conectarán con esta película los que comparten la fantasía de ser inteligentes, los que admiraron al imposible Will Hunting. Lo dudo mucho en el caso de quienes ya lo son…
Aparte del dogmatismo, la criminalización y las pulsiones totalitarias, hay más. Hay deshonestidad. Y eso queda para el spoiler.
Ya se ha comentado por parte de otros seguidores de esta página el furioso dogmatismo de este film, la culpabilización universal de la figura masculina, que incluye sus buenas dosis de caricatura. También se arremete contra ciertas categorías femeninas, pero desde luego no feministas, como las madres o las figuras de poder que se atienen a la ley. Y en mi opinión lo más destacable ideológicamente es que, como se expone en la escena dentro de la universidad, se contrapone la racionalidad de la presunción de inocencia con el convencimiento emotivo (no racional) de la culpabilidad, y se toma partido por este último: el “yo sí te creo” se eleva a argumento definitivo y la culpabilidad depende de quién denuncie y de a quién se acuse; no de pruebas tangibles, sino de colectivos. La criminalización de ciertos colectivos es consustancial a los totalitarismos: lo mismo ocurrió durante el nazismo con los judíos, o tras el triunfo de la revolución rusa con los propietarios.
Es esto lo que se financia: semillas de totalitarismo… que ya se han convertido en plantas y hasta en bosques.
Antes de pasar al territorio spoiler, y para huir un poco de la solemnidad, señalaría lo siguiente: todos los autores mediocres proyectan sus fantasías en sus filmes, y su éxito depende de que esas fantasías sean compartidas por una cantidad suficiente de público. En el caso del trío de actrices productoras que intervienen aquí (la directora, Margot Robbie, la “todos los planos para mis mohines y mi maquillaje” Carey Mulligan), estoy seguro de que su fantasía no es ajustar cuentas con el varón, para lo que seguramente están perfectamente capacitadas (igual que para quemar cajeros o lanzar adoquines a los escaparates), sino ser alumnas aventajadas en la carrera de Medicina. Tener suficiente cerebro, vamos. Dado que el mundillo del cine está podrido en muchos aspectos, y abundan las denuncias de abuso, podrían ser consecuentes, seguir la senda de su protagonista, dejar su vocación y ponerse a trabajar en una cafetería. Organizar su vendetta desde una barra… Creo que conectarán con esta película los que comparten la fantasía de ser inteligentes, los que admiraron al imposible Will Hunting. Lo dudo mucho en el caso de quienes ya lo son…
Aparte del dogmatismo, la criminalización y las pulsiones totalitarias, hay más. Hay deshonestidad. Y eso queda para el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para denunciar una supuesta lacra heteropatriarcal (ya se sabe que toda revolución necesita sus lacras previas), concretada en este caso en los abusos a mujeres indefensas, en particular dentro de los campus, y para erigir un icono al que reverenciar, se destilan abundantes dosis de deshonestidad. Casi la única habilidad del guion está en lo que esconde para evitar toda mácula a su doctrina:
Se esconde la violencia: Salvo en el caso del mindundi con ínfulas de escritor, al que se atemoriza con una simple mirada severa, no vemos el desenlace de los encuentros con esos hombres que abordan a Cassandra en bares. ¿También son humillados con una mirada severa? ¿U ocurren otras cosas que no se muestran para no ensombrecer la “santidad” de la protagonista? Asimismo, la escena cumbre del film es una especie de reverso de la escena del punzón de Instinto básico… invertida de forma que la protagonista no ensucie sus manos y sea, por el contrario, ella misma la víctima de violencia hasta la muerte. Se pretende ir un paso más allá en la construcción de iconos: no heroína beligerante, sino mártir. Tan superior moralmente que se permite ser magnánima con los arrepentidos (véase el patético abogado que interpreta Alfred Molina).
Se difumina la frontera entre emborracharse (acto voluntario de disminución de la voluntad) y ser drogada con sustancias en la bebida. A efectos penales no es lo mismo, lo segundo deja rastros en el organismo y puede usarse convincentemente como prueba acusadora en un juicio. Pero, en ese caso, el andamiaje argumental se viene abajo. Todas las alusiones al suceso del pasado quedan en una especie de limbo, en un improbable “fue emborrachada”.
Se esconde el lesbianismo: el corazón dividido en dos mitades es una sugerencia clarísima de relación sentimental entre la protagonista y la amiga a la que trata de vengar, un guiño a la L del LGTBI. Pero no se reconoce abiertamente para que el odio al hombre puede universalizarse y no se atribuya en exclusiva a las lesbianas. Y se plantea que la protagonista se puede enamorar del chico del escupitajo… cosa que por supuesto no tiene buen fin, pues hasta los que son capaces de beberse el escupitajo de la mujer que admiran están marcados y son culpables por el hecho de ser hombres.
Aparte de ser un guion ideológicamente teledirigido, incurre en fallos clamorosos: el final no se sostiene, porque se basa (y la sacrificada protagonista es capaz de preverlo) en que el tal Monroe no hace lo razonable tras asfixiar a la protagonista, es decir, denunciar lo ocurrido y alegar defensa propia. Que la madre de los mellizos pierda la consciencia hasta el punto de no saber si fue violada es otra licencia inverosímil. Y aparece un video oportunamente, compartido por muchos pero del cual, convenientemente para la trama, no hubo noticia en la época del suceso, pues lo habría zanjado en favor de la víctima. Claro que, para oportunismo, las esposas que se rompen… Pues, bochornosamente, compartirá lista de guiones oscarizados con Ciudadano Kane, El crepúsculo de los dioses, El apartamento, Esplendor en la hierba, El golpe, Hannah y sus hermanas, Juego de lágrimas, Sospechosos habituales, Fargo, Olvídate de mí, Crash, Pequeña miss Sunshine…
Lo dicho. Yo me bajo. El cine es pieza de museo. De momento nos queda Movistar Clásico.
Se esconde la violencia: Salvo en el caso del mindundi con ínfulas de escritor, al que se atemoriza con una simple mirada severa, no vemos el desenlace de los encuentros con esos hombres que abordan a Cassandra en bares. ¿También son humillados con una mirada severa? ¿U ocurren otras cosas que no se muestran para no ensombrecer la “santidad” de la protagonista? Asimismo, la escena cumbre del film es una especie de reverso de la escena del punzón de Instinto básico… invertida de forma que la protagonista no ensucie sus manos y sea, por el contrario, ella misma la víctima de violencia hasta la muerte. Se pretende ir un paso más allá en la construcción de iconos: no heroína beligerante, sino mártir. Tan superior moralmente que se permite ser magnánima con los arrepentidos (véase el patético abogado que interpreta Alfred Molina).
Se difumina la frontera entre emborracharse (acto voluntario de disminución de la voluntad) y ser drogada con sustancias en la bebida. A efectos penales no es lo mismo, lo segundo deja rastros en el organismo y puede usarse convincentemente como prueba acusadora en un juicio. Pero, en ese caso, el andamiaje argumental se viene abajo. Todas las alusiones al suceso del pasado quedan en una especie de limbo, en un improbable “fue emborrachada”.
Se esconde el lesbianismo: el corazón dividido en dos mitades es una sugerencia clarísima de relación sentimental entre la protagonista y la amiga a la que trata de vengar, un guiño a la L del LGTBI. Pero no se reconoce abiertamente para que el odio al hombre puede universalizarse y no se atribuya en exclusiva a las lesbianas. Y se plantea que la protagonista se puede enamorar del chico del escupitajo… cosa que por supuesto no tiene buen fin, pues hasta los que son capaces de beberse el escupitajo de la mujer que admiran están marcados y son culpables por el hecho de ser hombres.
Aparte de ser un guion ideológicamente teledirigido, incurre en fallos clamorosos: el final no se sostiene, porque se basa (y la sacrificada protagonista es capaz de preverlo) en que el tal Monroe no hace lo razonable tras asfixiar a la protagonista, es decir, denunciar lo ocurrido y alegar defensa propia. Que la madre de los mellizos pierda la consciencia hasta el punto de no saber si fue violada es otra licencia inverosímil. Y aparece un video oportunamente, compartido por muchos pero del cual, convenientemente para la trama, no hubo noticia en la época del suceso, pues lo habría zanjado en favor de la víctima. Claro que, para oportunismo, las esposas que se rompen… Pues, bochornosamente, compartirá lista de guiones oscarizados con Ciudadano Kane, El crepúsculo de los dioses, El apartamento, Esplendor en la hierba, El golpe, Hannah y sus hermanas, Juego de lágrimas, Sospechosos habituales, Fargo, Olvídate de mí, Crash, Pequeña miss Sunshine…
Lo dicho. Yo me bajo. El cine es pieza de museo. De momento nos queda Movistar Clásico.

6,4
1.981
3
23 de marzo de 2019
23 de marzo de 2019
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film que debería enmarcarse y llevarse a un museo, como muestra impagable de cómo la ideología prejuiciosa ha sustituido al arte en el cine. Los militares son más jóvenes, más guapos, más solidarios, más sensibles y vulnerables… pero si estás en el ejército acabas mal sí o sí: si sobrevives, acabarás dejando de ayudar –por el reglamento- a quien lo necesita, acabarás perjudicando a inocentes por la tensión del combate y, si te libras de la ley, tu conciencia te remorderá por siempre. Que las intenciones de la película son estas y no otras queda demostrado palpablemente por el hecho de esconder a los talibanes: si no se muestra a quienes asesinan a inocentes y a quienes provocan los combates, ¿a quién se le atribuyen todas las responsabilidades? Al ejército. Ah, y los roles distribuidos como el feminismo dicta: niño problemático, niña responsable; abogado tramposo, fiscal honesta; hombre débil, mujer fuerte; la aventura y camaradería militar, frente a la dureza de la vida doméstica con tres niños… y, de propina, la maternidad asociada a la mentira protectora. Más de la mitad de la película es un aburrido cámara en mano; solo interesa durante el juicio, rodado como desde La pasión de Juana de Arco quedó sentado que debe rodarse un juicio.

6,1
11.884
3
17 de abril de 2021
17 de abril de 2021
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sugiero que revisen antes de ver esta película La mujer del cuadro y comprueben la sutileza, precisión y sobriedad (entre otros muchos valores) con que Fritz Lang contó la misma historia, 75 años antes. Después, la comparan con la avalancha de fuegos de artificio visuales y el cutrerío posmoderno con que nos obsequia este debutante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y respecto a un guion muy deficiente, algunas "perlas":
- Todo eso de dar la vuelta al mundo, ¿qué influencia tiene en el desarrollo y desenlace de la trama?
- ¿Se han dado cuenta de que en la pelea con los dos tipos de la tienda de tatuajes (hacia el final de la película) uno de ellos (al que no muerden la oreja) literalmente desaparece (para que el protagonista se pueda largar)?
- Es una de las pocas películas que se toma en serio a los zombies: Una mujer oficialmente muerta, para la policía y para las noticias de la red, de repente ya no lo está.
- Todo eso de dar la vuelta al mundo, ¿qué influencia tiene en el desarrollo y desenlace de la trama?
- ¿Se han dado cuenta de que en la pelea con los dos tipos de la tienda de tatuajes (hacia el final de la película) uno de ellos (al que no muerden la oreja) literalmente desaparece (para que el protagonista se pueda largar)?
- Es una de las pocas películas que se toma en serio a los zombies: Una mujer oficialmente muerta, para la policía y para las noticias de la red, de repente ya no lo está.

6,4
9.122
4
31 de mayo de 2021
31 de mayo de 2021
15 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Eso incluye a los espectadores? Si se acerca alguno que no lo sea, se percatará pronto de que aquello no va con él y a los quince minutos la habrá olvidado; y si además es un poco cinéfilo, descubrirá las costuras y la habrá olvidado en diez.
Nos dicen que se basa en una obra teatral, y no se molesta mucho el autor en disimularlo: Un piso como único escenario, preponderancia absoluta de las interpretaciones sobre cualquier artificio técnico cinematográfico y mucha esgrima en los diálogos, demostrándo(se) el autor en cada réplica y contrarréplica lo ingenioso que es. Nada de esto molesta demasiado, porque se ejecuta con oficio y fluidez. El problema tiene que ver con el “mensaje”, porque de una obra como esta, aparte del narcisismo de autor, no se entiende su razón de ser si no es por el “mensaje”.
¿Y sobré qué nos quieren adoctrinar esta vez? Sobre la colectivización del sexo y sobre la culpabilidad del varón en el marchitamiento de las relaciones de pareja. Lo primero puede parecer una provocación más o menos llamativa, para “dar que hablar”, pero en realidad responde a la típica pulsión izquierdista de disolver todo lo privado en lo colectivo. Y en cuanto a lo segundo, sirve para insertarse en la tan ponderada corriente flagelatoria actual del varón, pero también es fácil reconocer a un autor transfigurado en su personaje principal (el más ingenioso) que trata de expiar lo cabrón que es quedando en evidencia en su obra: hombre de mediana edad frustrado por no haber conseguido realizar sus sueños de juventud, que se refugia en el cinismo, traslada esa frustración al matrimonio y amarga a su mujer. Porque cuando un autor progre pretende hablar en serio del varón como categoría, lo normal es que solo consiga hablar de sí mismo como individuo.
Y la cosa no da mucho más de sí. Hay algunas debilidades de construcción (“costuras”) que parecen impropias de una obra “de autor”: se nota claramente que dos personajes quieren ser “reales” y otros dos solo construcciones que funcionan como detonantes; por cierto, los bomberos suelen tener cocientes intelectuales muy altos, así que difícilmente pueden parecerse al de esta obra. Y, por otro lado, queda la sensación de suma heterogénea de dos partes disjuntas: el tema de las orgías y el de la terapia de pareja se suceden pero no forman una unidad.
Los que vimos hace muchos años “Ficción” esperábamos algo menos manipulador, pero, ¿qué le vamos a hacer?, aquí del mainstream no se sale ni Blas.
Nos dicen que se basa en una obra teatral, y no se molesta mucho el autor en disimularlo: Un piso como único escenario, preponderancia absoluta de las interpretaciones sobre cualquier artificio técnico cinematográfico y mucha esgrima en los diálogos, demostrándo(se) el autor en cada réplica y contrarréplica lo ingenioso que es. Nada de esto molesta demasiado, porque se ejecuta con oficio y fluidez. El problema tiene que ver con el “mensaje”, porque de una obra como esta, aparte del narcisismo de autor, no se entiende su razón de ser si no es por el “mensaje”.
¿Y sobré qué nos quieren adoctrinar esta vez? Sobre la colectivización del sexo y sobre la culpabilidad del varón en el marchitamiento de las relaciones de pareja. Lo primero puede parecer una provocación más o menos llamativa, para “dar que hablar”, pero en realidad responde a la típica pulsión izquierdista de disolver todo lo privado en lo colectivo. Y en cuanto a lo segundo, sirve para insertarse en la tan ponderada corriente flagelatoria actual del varón, pero también es fácil reconocer a un autor transfigurado en su personaje principal (el más ingenioso) que trata de expiar lo cabrón que es quedando en evidencia en su obra: hombre de mediana edad frustrado por no haber conseguido realizar sus sueños de juventud, que se refugia en el cinismo, traslada esa frustración al matrimonio y amarga a su mujer. Porque cuando un autor progre pretende hablar en serio del varón como categoría, lo normal es que solo consiga hablar de sí mismo como individuo.
Y la cosa no da mucho más de sí. Hay algunas debilidades de construcción (“costuras”) que parecen impropias de una obra “de autor”: se nota claramente que dos personajes quieren ser “reales” y otros dos solo construcciones que funcionan como detonantes; por cierto, los bomberos suelen tener cocientes intelectuales muy altos, así que difícilmente pueden parecerse al de esta obra. Y, por otro lado, queda la sensación de suma heterogénea de dos partes disjuntas: el tema de las orgías y el de la terapia de pareja se suceden pero no forman una unidad.
Los que vimos hace muchos años “Ficción” esperábamos algo menos manipulador, pero, ¿qué le vamos a hacer?, aquí del mainstream no se sale ni Blas.
12 de abril de 2019
12 de abril de 2019
12 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las feministas de pura cepa detestan a las mujeres sensuales. También a los hombres ricos que babean con ellas y pretenden poseerlas. La venganza del título es la que ejecuta la directora contra estas dos categorías de personas. A ellos los mata cruelmente y a ella la tortura hasta que no queda ni rastro de su figura pecaminosa -aunque, sinceramente, tampoco es para tanto- y emerge/resucita en forma de guerrera (ya saben: no seas una princesa, sino una guerrera). Las inverosimilitudes son lo de menos (aunque en las Urgencias habrán alucinado con la nueva técnica de cauterización de heridas abdominales profundas), pues no pretende pasar por un relato creíble o verosímil, sino más bien por una parábola evangélica, de un nuevo evangelio laico. La tosquedad formal y narrativa -montaje frenético, primerísimos planos, cámara en mano, recurso constante al gore...-, los diálogos ridículos o los personajes sin matices son el lenguaje llano que entiende el público target, a saber, los jóvenes no iniciados en la doctrina liberadora feminista. Ni siquiera hay inventiva visual destacable; el ave fénix en la tripa es la excepción, no la norma. No es Tarantino; a lo sumo un Raimi de tercera.
La catequesis salió de las iglesias y ahora se imparte en otros lugares, como las salas de cine o, mejor todavía, en el cuarto privado donde se descargan las películas de la red. Y los críticos que aplauden... bueno... ya no hacen valoraciones estéticas, sino que ejercen de censores, o inquisidores, que dan o niegan el marchamo de pureza doctrinal: directora, francesa, feminista... ¿quién pide más?
Aún resuena de fondo el mensaje de la cinepredicadora... "Mujeres: renunciad a vuestras voluptuosas curvas. Hombres: no miréis a las mujeres con deseo. El sexo es violencia... Repetid todos conmigo…”
La catequesis salió de las iglesias y ahora se imparte en otros lugares, como las salas de cine o, mejor todavía, en el cuarto privado donde se descargan las películas de la red. Y los críticos que aplauden... bueno... ya no hacen valoraciones estéticas, sino que ejercen de censores, o inquisidores, que dan o niegan el marchamo de pureza doctrinal: directora, francesa, feminista... ¿quién pide más?
Aún resuena de fondo el mensaje de la cinepredicadora... "Mujeres: renunciad a vuestras voluptuosas curvas. Hombres: no miréis a las mujeres con deseo. El sexo es violencia... Repetid todos conmigo…”
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