El protagonismo en esta película lo asume nuestra mirada.
La fotografía nos interpela en ella: ¿Nos duele, nos deja indiferentes? Nos fascina.
Es a través de nuestro ojo y nuestra mirada en gran parte como percibimos el mundo, aprendemos y sentimos: En blanco y negro, gama de grises o en color.
La realidad está ahí: La belleza, lo claro y oscuro. Lo sublime y lo trágico. Y del valor que puede tener una imagen fotográfica en nuestro mundo: Tanto si es real como manipulada.
Todo ello a punto para verlo y captarlo.
Y ahí queda la reflexión que nos propone esta película magníficamente interpretada y con mención honorable para la fotografía e iluminación.

Divertida y con situaciones cómicas que a todos nos pueden pasar cuando nos colamos en una fiesta. Entre Peter Sellers y el camarero nos van a dar un festín de comedia con risas garantizadas.

A Misery puede pasarle de todo. Morir. Resucitar.
Extraordinaria narración en cuyos paisajes y ambientes siempre podremos vivir la traición del ser que nos ama. Que nos odia.
Los actores mantienen un duelo de interpretación soberbio.
Llegamos al final angustiados y exhaustos.
Y queremos que Misery siga viva siempre, siempre.

En un lugar donde nunca pasa nada. Con hermosas estampas de paisaje. Una gran interpretación garantizada por estos dos veteranos. Te entran ganas de pasar una temporadita alejado del ruido mundanal y poner la radio... Esa radio que acompaña de fondo con canciones e intérpretes para recordar siempre. Y probar suerte a ver si aparece el amor con el que siempre has soñado.
De eso y más, habla sin estruendos, esta película. La sensibilidad del director hará el resto del trabajo y nos sentiremos un poco más felices tras enjuagar alguna que otra lágrima. Excelente.

Lo bello y lo siniestro. Si te gusta una buena historia, una estupenda trama de intriga...
Qué inguietante. Qué truculenta. Qué divertida. Al final no sabes si reir o llorar. Como es la vida...
Ay, qué pena. Acabaremos hechos pedazos.