La violencia se encuentra en todas partes, en todas las épocas de la historias y en todas las edades. La diferencia es que ahora, con las nuevas tecnologías, podemos enterarnos de esto casi en tiempo real. Y, lo que es peor, existen cámaras por todas partes con las que se pueden registrar estos hechos, presumir de ellos y usarlos para hacer chantaje a quien sea. Watkins sabe esto y construye una historia donde se riza el rizo de la mala suerte y nos demuestra aquello tan sabido ya que “de tal palo tal astilla”. La excusa es una pareja de jóvenes enamorados que van a pasar un memorable fin de semana a Eden Lake (ya tiene guasa el nombre…) y se cruzan en el camino de unos gamberros liderados por un psicópata.
Los culpables de todo lo que sucede, sin duda, es una pésima educación y un escaso control de los jóvenes por parte de sus padres. Los cómplices, que los hay, son la cobardía y la estupidez. Pocas películas consiguen dejarme con mal cuerpo o el estómago revuelto, pero esta sin duda lo ha conseguido. Existen, en efecto, ciertos defectos en el guión que muchos otros comentaristas han señalado pero que no desmerecen en absoluto la película. La moraleja de la historia parece ser algo similar a: si te encuentras con unos chavales que te tocan las narices, párteles tú las suyas antes de que se pongan bravucones.

No hay duda de que se trata de una película que tiene como base la interacción entre amigos del pasado que hoy en día, y quizá nunca, se aguantaron realmente. Parejas que quieren romper, el clásico gruñón al que todo le parece mal, amores cruzados y la misteriosa figura de uno de ellos, al que llaman "el Profeta" o "el Profeta de los Huevos" según quién lo diga. El "Profeta" preconiza el fin de todo y eso es justo lo que parece que va a ocurrir. Uno a uno, los personajes van desapareciendo mientras tienen que moverse en un mundo en el que ya no hay nada ni nadie. A pesar de un resplandor inicial que parece ser el desencadenante de todo, algo que se repite a los dos tercios de película, no queda muy claro qué es lo que está ocurriendo y es el espectador el que tendrá que juzgar por sí mismo las causas de las desapariciones. Al menos si es que necesita una explicación y no le vale con la interacción entre los protagonistas.