Una película a la medida de los zoomers, porque solo una generación de adictos al Tiktok es capaz de degustar de una secuencia de escenas todas inconexas y sin sentido cada 30 segundos por 2 horas 20.

El complejo industrial cultural estadounidense se ha convencido de la idea de hacerle ojitos a las producciones con repartos repletos de chinos, pueblo creador y gestor a su vez de la aplicación destructora del sistema dopaminérgico del hombre occidental (Tiktok), y por ende, responsables tanto de la merma en el gusto por las narrativas de fuste, así como de la insensibilidad creciente y el sin asco ante el deslizar eterno de videos con gente sin talento haciendo estupideces 24/7.

La trama no va de nada. Chinos inmigrantes hacinados y a cargo de una lavandería. Hasta ahí, un Parasite wannabe. Luego, el desmadre, ya que por arte de magia, logran pasar de la lavandería a una oficina, de ahí a un centro comercial, y así ad infinitum, llegando al mareo, ya que por cada escena que pasa, te quedas con más dudas, y cada escena que sigue es más agotadora y cringe (vergüenza ajena que duele, para que entiendan los boomers) que la anterior.

Las actuaciones, muy por debajo de lo que nos mostró Tar, The Fabelmans o The Whale, de todas maneras. Sin ser fanboy de Blanchett, creo que fue una fantasmada lo que hicieron con esta profesional.

La industria gringa cree que darle cada año un caramelito a cada etnia en particular, aún cuando el producto sea malo, mejorará de sobremanera la atmósfera en las relaciones exteriores, demostrando una virtud que luego, con cada incursión militar y económica artera realizada, borran torpemente ante las miradas del mundo.

En síntesis: si te gusta el cine continuador de las delicias de nuestra breve pero riquísima historia del séptimo arte, no te la recomiendo para nada.

Un gasto de energía, tiempo y dinero, todo al mismo tiempo.