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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
21 de septiembre de 2007
108 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
En ‘Sympathy for lady vengeance’, Chan-wook Park vuelve a explicarnos que la venganza se sirve fría. En ‘Old boy’, que es la segunda parte de la trilogía, el protagonista espera quince largos años antes de tomarse la justícia por su mano. Aquí son trece, los mismos que Geum-ja, acusada de secuestrar y matar a un niño de cinco años, pasa entre rejas. La película es muy dura, en todos los sentidos. Hay escenas difíciles de olvidar. Son crueles y despiadadas. No destacan por su brutalidad ni por su exceso de sangre (que la hay), lo hacen por su gran carga psicológica. Situaciones tan extremas llevan a preguntarnos que haríamos en similares circunstancias.

Chan-wook Park no se para ante nada ni ante nadie. Dirigir una película como ésta no es fácil. Hay que tener mucho estómago y pocos perjuicios. ‘Sympathy for lady vengeance’ es mucho más directa y dura que las dos otras partes de la trilogía. Eso sí, el director coreano sigue obsesionado con la estética. Se nota en la misma presentación de la película: imágenes blancas e impolutas corrompidas poco a poco por un hilillo de sangre que se fusiona con el negro tizón de los tatuajes de un brazo. A lo largo de la película, Chan-wook Park se toma un buen número de licencias visuales: de vez en cuando nos presenta a Geum-ja como una ‘virgen’, desprendiendo una luz celestial; la fotografía de su hija cambia de cara como por arte de magia, construye una cárcel con barrotes imaginarios… todo para darle a la película un envoltorio fantástico y real a la vez, entre lo humano y lo divino.

Lee Young-ae, que ya colaboró con Chan-wook Park en ‘Joint Security Area (JSA)’ (2000), hace una interpretación extraordinaria. Nadie podía haber hecho de ‘Lady vengeance’ mejor que ella. Es una interpretación comedida, sin excesos, sin excentricidades. Compartes el odio de la protagonista desde el primer momento. Lo realmente difícil es entender su frialdad y su capacidad innata para mantener ‘viva’ la venganza. No es una mujer mala por naturaleza; ha sido corrompida sin poder impedirlo. Por este motivo, la venganza es la única salida viable. Al lado de Lee Young-ae nos volvemos a encontrar a Choi Min-sik, el principal y casi único protagonista de ‘Old boy’ (2003), al que también vimos en la discreta ‘Ebrio de mujeres y pintura’ (2002). Sufría en la segunda parte de la trilogía y sigue haciéndolo en ésta.
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spoiler:
“No existe la persona perfecta”. Ésta es la respuesta que el asesino escupe a la cara de un familiar de uno de los niños asesinados cuando le pregunta por qué lo ha hecho. No podía ser más cruel. El argumento de la película es perverso. Geum-ja cumple 13 años de cárcel por un asesinato que no ha cometido. No ha matado fuera de la prisión, pero sí que lo hace dentro: envenena poco a poco a una reclusa colocando lejía en su comida a lo largo de 13 años. La cuída y la mata a la vez.

Fuera de la cárcel, el único objetivo de Geum-ja era encontrar al profesor que mató al niño y que le obligó a declararse culpable a ella. Éste fue el precio que tuvo que pagar para que no asesinara a su hija, de apenas un año, a la que el hombre hizo desaparecer. Encuentra a la hija, adoptada por una família australiana y, posteriormente, encuentra al hombre que la hizo desgraciada. Se lo lleva a una escuela abandonada y se prepara para matarlo y culminar su venganza.

Pero Geum-ja quiere más. Reúne a los familiares de los cuatro niños asesinados (porque había tres más) y les muestra los vídeos en los que el profesor los mataba. Las escenas son escalofriantes. No por lo que se ve (que es poco), sobretodo por lo que te imaginas. Llegados a este punto, les expone la situación: entregarlo a la policía (y esperar un juicio eterno) o matarlo lentamente, por famílias, poco a poco… Es una venganza a la carta. Ataviados con impermeables (para no mancharse de sangre) y armas blancas, unos detrás de otros, todos se acaban vengando del asesino, con una crueldad sin límites.

La última és la abuela de uno de los niños. Su madre se había suicidado y su padre se había ido de la ciudad. Entra sigilosamente, sin impermeable, sin ninguna arma a la vista. Es la que está menos tiempo dentro de la sala de torturas. Sale limpia y tranquila, como si no hubiera hecho nada. Pero, sorprendentemente, es ella quien ha dado el golpe mortal, clavándole unas simples tijeras en la nuca. La venganza está servida; para los familiares de los niños muertos y para la propia Geum-ja.

A pesar de todo, Geum-ja no es feliz. Se ha perdido su propia juventud y la niñez de su hija. Demasiado castigo para una chica que, embarazada por un desconocido, busca refugio en los brazos de un exprofesor que, un día, le había dicho que la encontraba sexy. Maldito día. Maldita vida. Maldita muerte.
17 de noviembre de 2007
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy de acuerdo que ‘La huella' de 1972 es más profunda que la del 2007, pero pienso que a ésta se la ha criticado demasiado. Nada que toque Kenneth Branagh, experto en llevar al cine las complejas obras de William Shakespeare, genera indiferencia. Así de claro. Este film tiene que analizarse con amplitud de miras e imaginación. No hay suficiente con sentarse delante de la pantalla y comer palomitas.

Branagh nos presenta ‘La huella’ desde un punto de vista muy teatral, una arte dramática que domina como pocos directores. Toda la película transcurre en la lujosa y modernísima casa de Wyker, un escritor enamorado de sí mismo. Dos actores, unos diálogos cuidadísimos, como no, y un único escenario. Las únicas imágenes del exterior las vemos en blanco y negro, a través de las cámaras de seguridad. Otro acierto. Pero es que, además, este film hay que tomarlo como un juego. Wyker y Tindle interactúan; nunca saben si las propuestas del otro son verdad o mentira. Ninguno de los dos tiene nada que perder. Prueban...

La interpretación de Michael Caine es espectacular. Es de los pocos actores que brillan hagan lo que hagan. En la versión de 1972 interpretaba al joven que iba a casa del escritor. En ésta es Andrew Wyker, un vividor al que los libros han hecho de oro. En 1972 le acompañaba Laurence Olivier. Ahora su rival es Jude Law. No tengo nada a favor ni en contra de este actor, pero su actuación no es tan desastrosa como he leído. Hay que tener en cuenta que se enfrenta a Caine y, sobretodo, entender que está dentro de un juego. Sobreactua porque lo requiere el papel, no por voluntad propia. Y atención con el doblaje, que a veces hace estragos...
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spoiler:
Cuando vi al detective que interroga a Caine me dije a mi mismo: ¡Pero si éste también és Jude Law! La caracterización es muy buena, pero sus ojos le delatan desde el primer momento. Pero poco a poco el espectador también se va metiendo en el juego y entiende que es eso, un arriesgado ‘divertimento’. Es igual si Wyker reconoce o no a Tindle. Lo importante es imaginar, jugar al gato y al ratón, intentar sorprender al otro.

De hecho, la mujer del escritor ni sale en pantalla. Ni tan siquiera escuchamos su voz, aunque se supone que el joven ‘aspirante’ habla un par de veces con ella por teléfono. ¿Sabe lo que está pasando? ¿O quizás es ajena a todo? Si hacemos caso a lo que dicen los protagonistas, se acaba quedando con el escritor... que tiene mucho más dinero. Así de sencillo.
20 de noviembre de 2006
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película humana, intimista y que se hace muy agradable gracias a los papeles de las dos actrices protagonistas. Norma Aleandro está estupenda, como siempre, pero Norma Argentina no se le queda atrás. Alejado de los circuitos comerciales, Jorge Gaggero nos intenta mostrar la decadencia de la clase media Argetina, que pierde poder económico poco a poco. Hasta el punto que Beba se ve obligada a vender la mayor parte de sus bienes para poder seguir fingiendo delante de sus amistades, cuando lo único que consigue es sobrevivir y gracias. Casi toda la acción pasa en el piso de Beba, como santuario de la clase alta, y en las ruidosas calles de Buenos Aires, donde acaba mezclándose con todo tipo de gente. Aunque no le guste, tendrá que asumirlo.
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En el final de la historia, la Señora y Dora se acaban intercambiando los papeles. Una cae en picado, mientras que la otra se mantiene gracias a su sueldo (cuando lo cobra) y a las chapuzas de Miguel, su compañero, con quien mantiene una extraña relación. Al final, Beba, arruinada, se presenta en casa de Dora, a quien Miguel ha dejado por otra, y se entiende que vivirán juntas. Eso sí, con menos comodidades que cuando estaban en Buenos Aires y sin diferencia de clases. Película para soñadores y para amantes del cine de diálogos y en el que no pasan muchas cosas, más allá del entendimiento humano y de las vicisitudes de la vida.
10 de diciembre de 2006
18 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás no sea la película de mi vida, pero estoy seguro que nunca la olvidaré. Es de Taiwan, con interesantes números musicales, muy surrealista y, para completar el cóctel, yo la ví en catalán. Hay quien dice que no tiene argumento alguno, pero no estoy de acuerdo. Tsai Ming-Liang nos presenta a dos personas solitarias que, por cosas de la vida, se encuentran un día en un parque y empiezan una relación de amistad. Uno y otro sobreviven como pueden. Ella está obsesionada con recoger agua, el es un actor pornográfico que participa en películas caseras. ¿Similares al 'sabor de la sandía'?

Algunos de los números musicales están cogidos con pinzas, a pesar de que son muy espectaculares, la mayoría multitudinarios y llenos de color. Para mi gusto, algunas escenas son demasiado largas, aunque no se hacen pesadas. La interpretación de los dos protagonistas principales, especialmente la del chico, es fantástica. La ambientación también está muy lograda, pasillos largos y solitarios, pisos sucios, pequeños y vacios; todo para acercarse a una estética 'underground' que combina perfectamente con el cine pornográfico amateur y quizás con la desesperación de los personajes.
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spoiler:
'El sabor de la sandía' és una comedia erótica y, por este motivo, las escenas de sexo salpican la película en todo momento. Memorable la escena inicial, en la que todo gira alrededor de una sandía. Ante la presencia de esta fruta, él y ella no dejan de ser actores secundarios. Podríamos decir que la fruta se los come a ambos.

El final, especialmente por inesperado, es brutal; durísimo diría yo. Por como tratan a la chica que hace de actriz pronográfica y por el comportamiento de él, supongo que movido por una pasión y una rabia incontrolables. Es de esas películas, extraña, es verdad, que no te dejan indeferente. O la odias a muerte, que no es el caso, o le encuentras muchas cosas bunenas. Yo prefiero el cine que arriesga al comercial.
27 de junio de 2009
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No estará entre las mejores películas de Coppola pero, de vez en cuando, tiene derecho a dirigir algo que no sea genial. No es ni la mitad de mala de lo que dice la crítica. Es más: para mí está por encima de la media de lo que se estrena actualmente. Vincent Gallo está extraordinario, igual que nuestra Maribel Verdú. El papel de Carmen Maura es más bien flojito.

Se trata de una película personal, onírica -que en algunos momentos me recordó a Takeshi's, de Kitano- y que, en su parte final, se convierte en un culebrón. En ella Coppola nos habla de la fama, que corrompe, cómo no, y de lo difícil que es a veces asimilar el éxito dentro de las familias, en las que sólo puede haber un líder claro. Está rodada en un fantástico blanco y negro y el color sólo se utiliza para los sueños y los flashbacks. La música le da un envoltorio más que correcto. Coppola intenta renovarse, a sus 70 años, y lo consigue.
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