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Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
12 de marzo de 2008
47 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1954, Bresson tiene ocasión de leer el relato autobiográfico de André Devigny, miembro de la Resistencia francesa que en 1945 había logrado escapar de una prisión nazi de Lyon. Este hombre en la película se encarnará en la figura del teniente Fontaine.

Robert Bresson pasa por ser el cineasta más particular que nos ha dado el séptimo arte. Sin duda , Un condenado.. es la una de las joyas que nos ha dejado este auténtico genio. Su formidable "cinematógrafo", con el que pretendía darle al cine su propia identidad y acabar con su sumisión a teatro, muestra aquí sus principios esenciales de la manera más clarificadora y transparente. Imprescindible su visionado.
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La perseverancia y metódica autodisciplina de André Devigny, serán representadas con idéntica meticulosidad por un cineasta concentrado en permanecer lo más cerca posible de la realidad, y que dedica una atención obsesiva a los gestos e impulsos físicos del personaje cuyo itinerario hacia la libertad seguiremos los espectadores, conocedores del final por el propio título de la película.

La voluntad del cineasta es ir directo a lo esencial, en un itinerario espiritual paralelo al estrictamente físico que muestra la capacidad de un hombre para trascender sus limitaciones, y cuya representación cinematográfica se aleja completamente de los códigos del realismo convencional, optando en cambio por una depuración de medios dramáticos y visuales –por ejemplo en el diseño artístico- de modo que la idea de austeridad domina a lo largo de las aproximadamente dos horas de metraje, dotado por otra parte de una sensación de continuidad inapelable.

Un aspecto de capital importancia en el film es el azar, el destino, de ahí el subtítulo de la película (‘el viento sopla donde quiere’) frase pronunciada por Jesús a Nicodemo según el evangelio de San Juan, y que expresa la idea de que lo inesperado puede suceder.

Un aspecto fundamental del cine bressoniano es, sin duda, la gran valorización del espacio en off, como ejemplarmente muestra escena del primer intento de fuga del protagonista, que se visualiza desde el interior del automóvil que conducía al preso protagonista junto a otros correligionarios, y desde cuya ventanilla trasera sólo se nos representa a diversos agentes alemanes que se lanzan a su captura.

La elipsis es elegantemente utilizada, por ejemplo, para sugerir escenas de tortura del protagonista, que así son objeto de un tratamiento discreto y contenido, en coherencia con el film, tanto en su dimensión visual como literaria.

La fragmentación es también un motivo constante en la película, con las frecuentes elipsis pero también con numerosos insertos (de manos, del rostro…), y con una planificación que constantemente nos transmite la idea de inconexión, aderezada por el montaje. Ciertamente, nunca llegamos a conocer la articulación de los distintos lugares de la prisión (ni siquiera llegamos a ver integralmente la celda del protagonista), y así los diversos lugares del film se muestran radicalmente independientes.

En este maravilloso film, también se pone de relieve un portentoso uso del sonido”: llaves del carcelero, uso del alemán, rumor de los trenes que circulan cerca de la prisión , ráfagas de ametralladora o el estremecedor chirrido de la bicicleta del guardián alemán que hace rodeos tras los muros del recinto).
12 de marzo de 2008
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una célula de la organización terrorista palestina “Septiembre Negro” secuestra y asesina a once deportistas israelíes en septiembre de 1972 en una masacre que conmueve al mundo. Como respuesta a la misma, un comando hebreo parte de Israel días más tarde con la misión de ejecutar a los miembros de la masacre, en lo que supone una persecución que se prolongará más de diez años.

Munich es, posiblemente, la mejor película de Steven Spielberg, donde demuestra una gran madurez como director, enfocando un conflicto tan delicado y personal (él es judío) desde un punto de vista objetivo y reflexivo. De ahí que suscitara tantas críticas desde ambos bandos. Absténgase gentes demagogas y cortas de miras.
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De la película cabe separar dos grandes partes.En la primera, que comprende la mayor parte del metraje (hora y media aproximadamente, predomina la acción y el ritmo trepidante de un thriller; mientras que en el último tramo del film el argumento deriva hacia la introspección psicológica de los personajes y se desliza hacia cauces de corte melodramático.

La dimensión formal y la de fondo, probablemente más brillante la primera que la segunda, son sin embargo constantes a lo largo de todo el metraje.

La vibrante acción de la primera parte antes aludida, no está exenta de descripciones de índole sentimental y emocional, excelentemente representada en secuencias de precisa y ajustada tensión. En este sentido, la tensión narrativa se sustenta en una eficaz dirección
de actores (muy gráfica en la escenificación de los jóvenes árabes en los instantes previos al asalto de la Villa Olímpica), y a la par un virtuoso uso del montaje (uno de los grandes puntos fuertes del cineasta, que se pone de manifiesto de forma paradigmática en el montaje en paralelo del visionado televisivo de los cuerpos sin vida israelíes en contrapunto con las fotografías de sus asesinos, que desde ese momento serán objetivo de la incansable persecución de los servicios secretos hebreos).

El segundo y último tramo del film se centrará esencialmente en la figura de Avner Kauffman, personaje al que la película trata de perfilar con mayor incisión, haciéndole evolucionar –y paradójicamente decaer- en una crisis de conciencia, la cual le plantea dolorosas dudas acerca de la hipotética necesidad de los actos perpretados, de su supuesta justicia y, más en general, del verdadero sentido de su vida. Todo ello en consonancia con una existencia condenada a la clandestinidad, a la ilegalidad, a la itinerancia, a la privación de sus seres más queridos y de casi todo contacto humano. Este trágico despertar interior del protagonista, contrasta con el explícito maquiavelismo deshumanizado de sus superiores (especialmente evidente en Ephraim), que parecen mover a sus subalternos como peleles sin ánima, cegados por convicciones dogmáticas e incapaces de plantearse la racionalidad de un acto de venganza.
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