Un film que llega al corazón de aquellos que conviven cotidianamente con la melancolía que implica vivir en una gran ciudad, donde a pesar de estar "hiper comunicados", cada vez nos sentimos más solos y desconcertados con lo que nos rodea.
Como decía el músico Charly García hace más de diez años atrás... "no puedes ser felíz con tanta gente hablando a tu alrededor", la directora nos introduce en una de las megalópolis del siglo XXI. Con su abundante oferta de entretenimiento y diversión, que convive a la vez con los resabios de una cultura ancestral reflejada en los templos y jardines visitados por la protagonista.
El debate en todo caso pasaría por preguntarse, cuanto peso tiene en realidad el problema del idioma extraño en el agobio que pesa sobre Bob y Charlotte. Esa sensación de aislamiento emana del interior de los personajes más allá del contexto en el que son presentados. Y el título de la película pasa a ser paradojal cuando caemos en la cuenta de que ambos se encuentran perdidos... en el mundo de la vida, no solamente en Tokio. Y sin embargo... y sin embargo, ambos entablan lazos comunicantes de manera casi mágica, cuando todos creíamos que estaba todo perdido.
Los silencios se combinan de manera magistral con una banda de sonido que adorna en justa medida los planos sobre la gran ciudad. Bill Murray, cual pintor cubista, despliega un personaje con numerosas aristas sin necesidad de profundizar en extensos diálogos. Scarlett Johansson por su parte, consolida sus dotes actorales en esta que parece ser "su película".
Altamente recomendable.