David Fincher plantea una demoledora y satírica visión del matrimonio en una película irregular, pero renovadora de los estereotipos de género en el cine. Hace ya décadas que Occidente decidió que el único responsable del fracaso de la otrora sagrada institución matrimonial era el hombre. El rol del marido como ser rudimentario e infiel ha sido repetido tan incansablemente en la creación cinematográfica, literaria y televisiva, que se ha convertido en un dogma.

Esta película es interesante no solo porque redefine la figura de la mujer/esposa, sino porque alerta sobre la discriminación positiva sobre ella. Por un lado, Fincher es capaz de sondear en lo más oscuro del ama de casa, de la madre americana, de la perfecta esposa: él es malo, pero ella es peor. Por otro, el filme muestra paródicamente cómo el entorno social y mediático prejuzga al hombre por el mero hecho de serlo.

En definitiva, Fincher ha arriesgado formal y temáticamente. Creo que solo ha ganado en lo segundo, pero... ¡de qué manera!