Acabo de ver la película y sigo sin dar crédito. Es como un telefilme de sobremesa en A3, pero más ridículo si cabe. Al menos la factura técnica no es de serie B. Solamente eso y los protagonistas, Javier Gutiérrez y Mario Casas, mantienen un mínimo de dignidad en el metraje.

Todo lo que esperas que pueda pasar, pasa. Y todos los clichés, uno tras otro, se suceden hasta un clímax final ridículo y absurdo. Hay tantos ejemplos, a cada cual más sangrante, que si hubiese tomado un chupito cada vez que acertaba lo que pasaría en la siguiente escena no me tendría en pie de la borrachera. Reconozco que siempre esperaba equivocarme. Un poco en plan "no se atreverán, no; habría que tenerlos cuadr...". Pues se atreven. ¡Vaya que sí! Si no querías taza, pues taza y media.

Y es que nada se sostiene en la trama. Todos está llevado al exceso, por lo que a media película solo esperas que, al menos, le den un giro que salve los muebles, pero éste no llega. En vez de eso, más madera. Y si todo esto fuera poco, si ya pensabas que no podría ser peor, te escupen a la cara un epílogo que provoca tanta vergüenza ajena que, si al final no te tiras por la ventana, es porque toca estar confinado en casa.

Mad Men, serie ambientada en los Estados Unidos de los sesenta, nos presenta a Donald Draper (colosal Jon Hamm), un exitoso publicista hecho a sí mismo cuya vida gira en torno a Sterling Cooper, la agencia para la que trabaja como jefe creativo. En su día a día le acompañan Roger Sterling (papel que borda John Slattery), mejor amigo de Drapper, un personaje ingenioso, mujeriego y socarrón que comparte la propiedad de la agencia junto con Bertram Cooper (Robert Morse), un publicista de la vieja escuela, un tanto excéntrico, que sirve como contrapunto necesario de Sterling. El resto de los trabajadores van desde una sufridora y talentosa Peggy Olson (extraordinaria Elisabeth Moss en cada una de las siete temporadas) a Peter Campbell (Vincent Kartheiser), un personaje que comenzará siendo rival de Draper para, poco a poco, encontrar su propio espacio en la agencia. Por último, Joan Holloway (Christina Hendricks) es una mujer hecha a sí misma, un personaje sobre el que giran todas las pinceladas referentes al sexismo de la época y que buscará su sitio dentro de la agencia y del mundo de la publicidad.

Con una factura técnica y una fotografía impecables, Mad Men se ha ganado un sitio entre las grades series contemporáneas a través de un protagonista icónico, unos secundarios de lujo y unos guiones medidos al milímetro que te envuelven de principio a fin. Sin apenas altibajos (quizás la sexta temporada sea la única que se resiente levemente respecto al resto), esta serie no defraudará a los seriófilos más exigentes.