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Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
2
11 de noviembre de 2020
55 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que apareció el tráiler promocional de Nuevo orden, esta película no ha dejado de ser tema de conversación habitual en México. Y es que si algo fue notable en aquel momento, fue el sensacionalismo del tráiler. En él se muestra de manera condensada el momento más candente de la película, en el que una boda en un barrio rico de la Ciudad de México se ve interrumpida (invadida) por una manifestación violenta perpetrada por miembros pertenecientes a los estratos desfavorecidos de la sociedad. Lo que chocó a algunos fue el sesgo narrativo por el que todo parece contarse solo desde el punto de vista de los privilegiados de esta sociedad (¿hipotética?, ¿real?) que se retrata. Quizás para zanjar interpretaciones inadecuadas, el director del filme, Michel Franco, advirtió en una ya bastante conocida rueda de prensa que su película buscaba combatir el racismo y que el racismo se podía dar en ambos sentidos (de blancos a mestizos y viceversa). Al respecto, solo cabe hacer notar que este alegato contra el “racismo inverso” y contra el uso del término whitexican parecieron no ser otra cosa que un acto para limpiar la mala fama que se estaba creando la película, pues tampoco son temas que se relacionen de manera directa con su trama, que no es desde luego antirracista (y tampoco es que tuviera que serlo; pero la necesidad de aclararlo es algo que podía despertar más suspicacias de las que ya había). Si el tráiler ya había dejado mal parada a la película ante algunos, las declaraciones de Franco no hicieron mucho para acabar con las reticencias.
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spoiler:
Lo cierto es que si bien la película no plantea una visión expresamente racista de la sociedad mexicana, sí puede acusársele de cargar el lastre de un racismo inconsciente: el mayor peso dramático dado a los personajes de clase alta es innegable, ya que la narración se centra en ellos y en sus miedos; a los demás se les presenta la mayor parte de las veces de forma periférica, al punto de que nunca se entiende (porque no se plantea) cuál fue la razón de su rebelión (aparte del supuestamente obvio resentimiento que produce la desigualdad). Sin embargo, al respecto, quizás el punto más perverso del planteamiento argumental sea el papel que se da al ejército en la represión, que aunque está comandado o responde a los intereses de las clases altas (uno de los comandantes es amigo de la familia protagonista de la película, aunque nunca se plantea a quién sirve en realidad), se vale de sus bases de clase baja para ejecutar la represión devenida en vil pillaje que vemos en la pantalla. Así que para Franco el combustible de una rebelión como esta es solo el resentimiento y la cortedad de miras de los que se rebelan, siendo innecesarios los mecanismos discursivos y políticos que favorecen el estallido de la violencia y el convencimiento de las voluntades. Es así que la manera en que Franco retrata el doble papel de las clases bajas tanto en el ejército como en la “rebelión” es lo más auténticamente racista del filme, pues el director concibe a los pobres/morenos/desfavorecidos como personajes incapaces de decidir y eludir la violencia, a la vez que, desde el punto de vista de la construcción argumental, para el director estos personajes solo merecen ser vagamente esbozados en lo que se refiere a su psicología, cuya expresión concreta a lo largo de la película se da casi siempre a través de un vocabulario hosco y agresivo, y una clara falta de disposición al diálogo.

Debe reconocerse, sin embargo, que la militarización que retrata Franco es verdaderamente un peligro potencial (o una realidad) para la sociedad mexicana, aunque históricamente su imposición ha tenido mucho más que ver con el discurso de la ley y el orden imperante en buena parte de las sociedades occidentales y con la llamada guerra contra las drogas. Sin embargo, Franco no toma como bases de la militarización que retrata estos antecedentes y la presenta tan solo como una reacción casi surgida de la nada a la revuelta popular (la cual quizás haya sido motivada por un movimiento de izquierda; pero suponerlo es aventurarse demasiado, porque el director jamás habla de política, aunque aluda vagamente a ella todo el tiempo). Esta falta de alusiones claras es precisamente lo que hace tan débil su retrato social, pues mientras películas como la Ley de Herodes o El infierno no dejaban dudas acerca de los temas y actores a los que referían, Nuevo orden nada en un mar de ambigüedad que puede deberse a que el director privilegia las emociones más instintivas como el miedo sobre el entendimiento profundo de los peligros (y las causas) de la desigualdad y la militarización, lo que se traduce en una escasez de diálogos y en la carencia total de explicaciones de parte de cualquiera de los personajes representados (ni siquiera se retrata puntos de vista subjetivos ni motivaciones). Incluso a nivel de diseño sonoro, resulta llamativo lo poco audibles que resultan los diálogos, ya que siempre quedan ahogados por los sonidos de la violencia: estallidos, golpes, disparos… Este recurso de ahogar el diálogo tiene la intención de confundir al espectador e infundirle terror, más que de explicarle lo que aparece en la pantalla. Y si bien sumergir al espectador en un estado de confusión puede ser un recurso válido, resulta irresponsable que una película que se pretende de crítica social deje tantas interrogantes argumentales ya que su ambigüedad acaba siendo hiriente cuando el resultado más visible es un retrato borroso y estereotipado de los estratos más desfavorecidos.
19 de julio de 2021
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Queda la impresión de que es más fácil comprender el valor de esta producción si uno es mexicano y sabe lo difícil que es que lleguen los relatos de acontecimientos social y políticamente incómodos a la pantalla. Sé bien que para el televidente de otros países este primer aserto puede ser difícil de entender cuando se ve pulular toda una serie de producciones que tratan con bastante desenfado temáticas ligadas al narco, por lo que es necesario explicar qué diferencia este nuevo serial de Somos. de todas esas producciones.

Series como Narcos operan sobre un mecanismo habitual para el relato de asuntos criminalísticos: la “villanización” o “demonización” de los personajes ligados al crimen. Por esta operación narrativa vemos a estos villanos como personajes excepcionales a los que se puede responsabilizar en mayor o menor grado por el mal que causan a sus comunidades, los vemos como los operarios del mal y debido a ello nos resultan fáciles de asimilar y los pensamos como unos “otros” que nos causan daño a nosotros, las personas normales. Pero precisamente porque esto no ocurre en Somos es por lo que es una serie un tanto más dolorosa de observar.

Algún comentarista ya ha resaltado la peculiaridad narrativa por la que en Somos. los personajes secundarios acaban siendo tan importantes como los “principales”, pues todos son esenciales para el relato, porque más que el retrato de personajes, lo que vemos aquí es el relato de la vida de un pueblo en los días previos a la catástrofe. Y es precisamente esta forma de relatar lo que hace tan apropiado el nombre de la serie, y también lo que la hace tan difícil de digerir: pues ese narrar a partir de un sujeto colectivo señala la implicación de una mayoría de personas en la tragedia que ocurre; aquí el mal ya no se puede imputar a unas cuantas personas, sino que es algo que se urde a través del tiempo con la participación de ese sujeto colectivo que es la sociedad. Ya no hay chivos expiatorios posibles, el mal que se retrata en Somos. es un mal mayúsculo porque implica la disfuncionalidad de una comunidad entera. Una comunidad que es una entre muchas otras en el territorio mexicano. De ahí el valor de esta serie en un medio como el mexicano que tiende a rehuir los temas más incómodos. La serie también tiene una gran relevancia porque a pesar de que ha pasado alrededor de una década después de lo ocurrido en Allende, miles de pueblos en México siguen siendo bombas de relojería en las que las problemáticas ligadas al narco (no solo como fenómeno criminalístico, sino sobre todo como fenómeno social) están a punto de manifestarse en tragedias colectivas igualmente lamentables.
30 de diciembre de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si a esta serie se la mira tan solo como una serie romántica, sale relativamente bien parada, aunque sin añadir nada sustancial a la fórmula esencial de esta clase de relatos. Todo está ahí: una chica y un chico (obviamente guapos como dioses, porque si no traicionarían una fórmula en el fondo llena de vicios) se enamoran y a lo largo de la serie se encargan de sortear los obstáculos que los separan. Todo esto, dicho así de simple, sucede en un ambiente inhabitual para la protagonista, una estadounidense que llega a París a enseñarles a los parisinos el arcano arte del uso de las redes sociales (sí, así de inverosímil como se oye, pero su “pericia” en el uso del Instagram es fundamental para construir la excepcionalidad de Emily en la serie. Sí, sí, no es broma), y es en ese extrañamiento de la protagonista donde la serie adquiere su contextura para convertirse en una historia de amor y superación personal en un ambiente exótico, donde Emily es lo importante y la belleza de París está ahí para adornarla a ella y hacerla destacar.

Tal como se nos presenta la relación de Emily con París y los parisinos, la serie no habría cosechado ningún comentario adverso en los 50 o los 60, porque en aquel momento el mundo aguantaba mejor los estereotipos al estar acostumbrado a una televisión/cine casi siempre hechos desde los Estados Unidos para su propio público, y que no necesitaba el acuerdo o el diálogo con otras culturas o una justa representación en pantalla de estas. Pero, en este sentido, ver algo como Emily en París en pleno 2020 resulta cuando menos insultante. A través del personaje de Emily, Estados Unidos llega nuevamente a Europa a enseñarles a sus gentes a cómo ser modernas, además de nuevos modelos en tópicos como la sexualidad y algunos otros en que (a decir de la serie) Europa se quedó en la edad del Neandertal.

En todos los aspectos que exceden el tópico de las series románticas es donde Emily en París cae mal. Para empezar, la representación de París es parcial a conveniencia de la serie: de lo multicultural de esta ciudad poco vemos a no ser por un par de personajes que rompen la blanquitud cuasi inmaculada del reparto (y Mindy, de origen chino, es una "valiente" concesión que solo sirve para agrandar los estereotipos y lanzar alguna que otra pulla contra la China actual a discreción). Todo sucede en el París antiguo de siempre pero hiperglamurizado y con personajes que sirven de contrapunto para realzar la “grandeza” de Emily. Para la serie el parisino es: el pedante con el que se enreda Emily, el que desprecia a la gente de la provincia, el que sexualiza todas sus relaciones y objetualiza a la mujer de manera consuetudinaria, y sobre todo, un pelmazo monumental para el uso del Instagram.
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La sexualidad y las relaciones interpersonales son también otro tema muy contradictorio aquí, pues mientras se pretende dar la idea de que es París quien enseña a Emily los encantos del amor libre, lo cierto es que Emily no tiene nada que aprender de nadie al respecto. Es cierto que al llegar, se siente aún nostálgica de su novio al que tuvo que dejar en Chicago, pero bastan unos pocos capítulos para que cada episodio se convierta en el relato de un nuevo amorío para Emily, eso a pesar de lo enamorada que está de Gabriel, el novio de una de sus mejores amigas. Emily se enreda en asuntos amorosos para acostumbrarse a París (con el pedante cuyo mayor acierto es llamar a Emily “básica”), lo hace para afianzar relaciones de trabajo (con Mathieu Cadault, hijo de un diseñador anacrónico a quien Emily le enseña a cómo ser actual de nuevo. Emily la salvadora...), lo hace por hacer un favor a una amiga (con el hermano de Camille, la amiga a quien le baja el novio), y ya al final, como corona del drama, lo hace con Gabriel. Muchos han señalado lo moralmente cuestionable que es este aspecto y que Emily se quede con el novio de Camille, su "mejor" amiga, pero lo cierto es que se trata solo de una representación de una manera de vivir las relaciones. El asunto es que, por todo lo que vemos al correr de la serie, es dudoso que esto lo haya aprendido Emily de París, y el estereotipo del amor libre parisino se queda solo como una representación vacía cuya única función en la serie es sumar otro estigma a los parisinos (que nadie se pregunte por qué los parisinos de carne y hueso odian esta producción).

Pero nada es casual. Que se retrate a Emily como una básica que triunfa en un mundo de conocedores no tiene otra función que mostrarnos nuevamente cómo el sencillo y abierto espíritu estadounidense siempre acaba imponiéndose en un mundo lleno de supersticiones y convenciones (Europa), todo ello simbolizado en ese manejo "asombroso" (por no decir que perfectamente común y corriente) que tiene Emily de las redes sociales (invención estadounidense por excelencia) que le ayuda a cambiar el mundo con solo empuje y optimismo (y quizás con un tanto de ignorancia y falta de consideración: sí, Emily nunca tiene la necesidad de aprender francés ni alguna otra cosa). Esa es la irrisoria lección de Emily para el mundo.
Flavorful Origins (Serie de TV)
SerieDocumental
China2019
7,4
56
Chen Xiaoqing (Creador)
Documental, Intervenciones de: Yang Chen
9
2 de enero de 2021 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me causa cierta alegría que incluso en el clima de guerra fría entre China y EE.UU. en el que vivimos, existan colaboraciones como la que supone esta serie, en la que en alrededor de 40 breves capítulos (de cerca de 12 min) repartidos en tres temporadas, vemos pequeñas cápsulas que tratan sobre platillos e ingredientes representativos de las diversas regiones de China. Algunos nos parecerán familiares, pero muchos otros nos hacen darnos cuenta de lo divergentes que pueden ser los caminos por los que se desarrolla una civilización, con todas esas tecnologías culinarias chinas que poco tienen que ver con las usuales en Occidente.

Totalmente al servicio de la serie se encuentra una fotografía minuciosa que retrata cada fibra de carne o cada burbuja al interior de una masa de harina. Todo ese detalle nos ayuda a adentrarnos de una manera sensual en una cocina (una serie de cocinas) en las que el placer por las texturas y los sabores han trazado los caminos de su evolución histórica. Al ver cada capítulo uno se queda anhelando un buen bol de comida china.
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spoiler:
Gracias a esta serie la palabra "gluten" dejó de ser para mí una abstracción aburrida, pues en uno de los capítulos que más me embelesaron, descubrí que los chinos, aparte del pan de trigo, tienen el gluten, al que preparan de una diversidad de maneras que de verlas flipas en colores.
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