La belleza visual de Villeneuve hasta en el conflicto es inigualable.
Totalmente hipnótica e inmersiva. Los efectos sonoros acompañan en un viaje de una calidad exquisita.
Verdad en cada una de las actuaciones, llenas de momentos emotivos que no restan credibilidad a un relato transgresor y crítico.
Me niego a pensar que dentro de esta obra visual no haya momentos que queden en la retina, y reflexiones que hagan tambalearse los valores en los que nos construimos.
No solo no defrauda sino que aún poniéndole el remate a la primera parte, se ansía la segunda.
Con la premisa de despojarse del miedo, como dice Herbert, en esta travesía efectivamente sólo se queda tu YO.
Unas manos, las de Villeneuve, que convierten historias propias y ajenas en obras de arte.