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6,7
31.859
2
22 de febrero de 2017
22 de febrero de 2017
191 de 271 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Tú... si hacemos una peli sobre la problemática a la que nos enfrentamos afroamericanos y homosexuales en los bajos fondos ¿no crees que este puede ser el año en que la Academia nos cosa a nominaciones en plan "nosotros no somos Trump, aunque llevemos décadas ninguneándoos?
- No sé tío. ¿Esos temas no se trataron ya (y a alto nivel) en The Wire?
- ¿The Wire? ¿Qué es eso tío? Eso no lo ha visto nadie y menos los de la Academia.
- No sé, puede ser. Pero ten en cuenta que son temas sociales complejos. Los creadores de The Wire pasaron años investigando el mundo de la droga, la cultura negra y la pobreza en Baltimore. De hecho, el mítico personaje de Omar Little (al cual recuerda un poco, solo un poquito, la idea que tienes para esa peli tuya) está basado en una persona real. Incluso se habló de que los narcotraficantes reales estaban perfeccionando sus métodos gracias a la serie...
- Ahora que lo dices sí me suena el personaje ese, y yo que creía que mi idea era la pera de original. Pero vamos que te rayas mucho tío. Te digo yo que en 3 días montamos el guión y de ahí a los Oscar.
Y así fue. En el spoiler, ejemplos de los diálogos producto de aquella idea, aunque hay poco o nada que destripar. El guionista literalmente escribió cada escena con lo primero que le vino a la cabeza
- No sé tío. ¿Esos temas no se trataron ya (y a alto nivel) en The Wire?
- ¿The Wire? ¿Qué es eso tío? Eso no lo ha visto nadie y menos los de la Academia.
- No sé, puede ser. Pero ten en cuenta que son temas sociales complejos. Los creadores de The Wire pasaron años investigando el mundo de la droga, la cultura negra y la pobreza en Baltimore. De hecho, el mítico personaje de Omar Little (al cual recuerda un poco, solo un poquito, la idea que tienes para esa peli tuya) está basado en una persona real. Incluso se habló de que los narcotraficantes reales estaban perfeccionando sus métodos gracias a la serie...
- Ahora que lo dices sí me suena el personaje ese, y yo que creía que mi idea era la pera de original. Pero vamos que te rayas mucho tío. Te digo yo que en 3 días montamos el guión y de ahí a los Oscar.
Y así fue. En el spoiler, ejemplos de los diálogos producto de aquella idea, aunque hay poco o nada que destripar. El guionista literalmente escribió cada escena con lo primero que le vino a la cabeza
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
- Una mujer me llamaba azul porque a la luz de la luna los negros parecemos azules
- Entonces te llamas Azul?
- No, me llamo Juan
- Aaaam
(Los que ven en esta basura una metáfora sobre que en la noche todos los gatos se vuelven pardos, no sé si saben que no es que todos los negros se vuelvan malos de noche y se metan a vender droga para joder el mundo. Más bien yo diría que ciertos contextos de pobreza y miseria dejan pocas alternativas, pero no se, igual estoy yo loco)
- Hijo yo la fastidié. La cagué y lo sé. Pero tú no debes hacerlo (esa es toda la profundidad del personaje de la madre que, al filosofar a este nivel, parece pretender ser el punto de inflexión en la vida del protagonista o algo así)
- ¿Recuerdas cuando jugábamos a ese juego tan guapo de yo te digo que pegues a uno y tú le pegas? Pues venga pega al prota...
(Pero hijo cúrratelo un poco más no se, constrúyemelo algo, dedícale 4 días al guión aunque sea, en vez de 3. Es que es en plan "necesito que el prota reciba una paliza de su novio y no sé cómo". Para colmo, los niños de estos barrios marginales, que en The Wire eran magistralmente retratados como producto de todo un sistema social y político que te lleva por el mal camino... aquí simplemente son malos. Con cara de muy malos. Y ya está, que es más fácil)
Y un largo etcétera hasta llegar a un desenlace en el que se consuma una relación que nadie se ha creído desde el principio. No hay química entre ellos en ningún momento y se lían porque lo pone en el guión, no por otra cosa.
- Entonces te llamas Azul?
- No, me llamo Juan
- Aaaam
(Los que ven en esta basura una metáfora sobre que en la noche todos los gatos se vuelven pardos, no sé si saben que no es que todos los negros se vuelvan malos de noche y se metan a vender droga para joder el mundo. Más bien yo diría que ciertos contextos de pobreza y miseria dejan pocas alternativas, pero no se, igual estoy yo loco)
- Hijo yo la fastidié. La cagué y lo sé. Pero tú no debes hacerlo (esa es toda la profundidad del personaje de la madre que, al filosofar a este nivel, parece pretender ser el punto de inflexión en la vida del protagonista o algo así)
- ¿Recuerdas cuando jugábamos a ese juego tan guapo de yo te digo que pegues a uno y tú le pegas? Pues venga pega al prota...
(Pero hijo cúrratelo un poco más no se, constrúyemelo algo, dedícale 4 días al guión aunque sea, en vez de 3. Es que es en plan "necesito que el prota reciba una paliza de su novio y no sé cómo". Para colmo, los niños de estos barrios marginales, que en The Wire eran magistralmente retratados como producto de todo un sistema social y político que te lleva por el mal camino... aquí simplemente son malos. Con cara de muy malos. Y ya está, que es más fácil)
Y un largo etcétera hasta llegar a un desenlace en el que se consuma una relación que nadie se ha creído desde el principio. No hay química entre ellos en ningún momento y se lían porque lo pone en el guión, no por otra cosa.
15 de agosto de 2019
15 de agosto de 2019
80 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez en América. En el Oeste. Concretamente en Hollywood. Capital mundial de la industria cinematográfica (que no del cine). Cuna de muy grandes artistas. Muy pocos (y esta afirmación, como todas las que mandan al diablo a esos aburridos adalides de la objetividad, levantará ampollas) muy pocos, decía, con un mundo y un lenguaje tan particulares como Quentin Tarantino.
Un tipo que cada 3 o 4 años acude a su impresionante baúl de cosas cutres o pasadas de moda, a saber, spaghetti western, cine serie B, gore, actores e interpretaciones old school, etc, las mete en una caja en la que se lee "written and directed by Q.T" y, en no demasiados días, saca de ella un guión mágico, con un humor negro que solo es suyo y que sus incondicionales predicen con solo media frase (sin evitar por ello la carcajada); con situaciones a la vez originales y familiares, cargadas de referencias y autorreferencias*, que hacen el Universo Tarantino un poquito más grande a cada escena. Y lo dirige, como dice Brad Pitt, en esa Iglesia que es su set de rodaje. Esta vez, recogiendo el testigo de Cuarón y Almodóvar para mostrarnos un trocito de su hogar.
Más dirección y un guión menos minucioso en la menos tarantiniana de las 9. DiCaprio, Pitt y el desenlace son el único rastro de las 8 restantes. La ambientación es el centro de la película y Margott Robbie es el centro de la ambientación. Es un error sentarse ante la trama "esperando a que ocurra algo". Sharon Tate bailando en una fiesta en la Mansión Playboy, un actor aprendiéndose el guión en la piscina de su mansión hollywoodiense, un doble de acción recogiendo a una autostopista en su coche en el que siempre suena música cojonuda, etc no son "escenas de transición". Son el fin último de la película. Tarantino quiere llevarnos allí con él y sus recuerdos, metidos en la caja mágica del cine, donde la verdad, fría, violenta, azarosa, desgarradora e inevitable, siempre está y debe estar presente aunque, simplemente, no es lo más importante.
Un tipo que cada 3 o 4 años acude a su impresionante baúl de cosas cutres o pasadas de moda, a saber, spaghetti western, cine serie B, gore, actores e interpretaciones old school, etc, las mete en una caja en la que se lee "written and directed by Q.T" y, en no demasiados días, saca de ella un guión mágico, con un humor negro que solo es suyo y que sus incondicionales predicen con solo media frase (sin evitar por ello la carcajada); con situaciones a la vez originales y familiares, cargadas de referencias y autorreferencias*, que hacen el Universo Tarantino un poquito más grande a cada escena. Y lo dirige, como dice Brad Pitt, en esa Iglesia que es su set de rodaje. Esta vez, recogiendo el testigo de Cuarón y Almodóvar para mostrarnos un trocito de su hogar.
Más dirección y un guión menos minucioso en la menos tarantiniana de las 9. DiCaprio, Pitt y el desenlace son el único rastro de las 8 restantes. La ambientación es el centro de la película y Margott Robbie es el centro de la ambientación. Es un error sentarse ante la trama "esperando a que ocurra algo". Sharon Tate bailando en una fiesta en la Mansión Playboy, un actor aprendiéndose el guión en la piscina de su mansión hollywoodiense, un doble de acción recogiendo a una autostopista en su coche en el que siempre suena música cojonuda, etc no son "escenas de transición". Son el fin último de la película. Tarantino quiere llevarnos allí con él y sus recuerdos, metidos en la caja mágica del cine, donde la verdad, fría, violenta, azarosa, desgarradora e inevitable, siempre está y debe estar presente aunque, simplemente, no es lo más importante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
*como buen friki tarantiniano, pongo por aquí las que he pillado yo.
- La escena de Dicaprio interpretando el secuestro a una niña se parece mucho a la de la calavera en Django, en la que también hubo improvisación, intensidad y una petición final puramente orgullosa.
- La evidente del lanzallamas a lo Malditos Bastardos
- El ya clásico tipo que dice adiós a sus cojones.
- El traje azul de Roman Polanski se parece bastante a uno que llevaba también Django cuando cosió a latigazos a su esclavista
PD Ese final en el que el cine le salva la vida a Sharon Tate, con esa última melodía tristísima que nos recuerda la verdad: de lo más conmovedor que he visto en una sala de cine.
- La escena de Dicaprio interpretando el secuestro a una niña se parece mucho a la de la calavera en Django, en la que también hubo improvisación, intensidad y una petición final puramente orgullosa.
- La evidente del lanzallamas a lo Malditos Bastardos
- El ya clásico tipo que dice adiós a sus cojones.
- El traje azul de Roman Polanski se parece bastante a uno que llevaba también Django cuando cosió a latigazos a su esclavista
PD Ese final en el que el cine le salva la vida a Sharon Tate, con esa última melodía tristísima que nos recuerda la verdad: de lo más conmovedor que he visto en una sala de cine.

7,8
36.900
6
2 de agosto de 2018
2 de agosto de 2018
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normalmente solo escribo una crítica cuando entiendo que lo que ya se ha puesto aquí se ha quedado a años luz de decir lo que una película ES, en mayúsculas. Y escribo pocas críticas, ya que en FA siempre hay uno o dos que lo clavan. En este caso, solo he encontrado los 2 tipos clásicos:
- “La peli es muy maravillosa, mucho maravillosa y la pera de maravillosa”. Este normalmente ayuda poco a cualquier cinéfilo, aunque tampoco quiero desmerecerlas. Algunas dicen cosas interesantes.
- “La peli es un bodrio. 2 horas y media de muermazo para gafapastas que van muy de intelectuales por la vida”. Este lo suelen escribir los que en 10 segundos ya han visto “todo lo que hay que ver en Las Meninas, vámonos a comer ya, que tengo hambre desde que entramos en el museo”.
No vamos a descubrir en 2018 que Wim Wenders sabe hacer cine. El modo en que él y su guionista construyen detalle a detalle una historia a base de ocultar otra, la capacidad para mantener siempre la intriga a pesar del largo metraje y el escaso ritmo, el uso de la cámara, la excelente fotografía etc. Todo esto lo sabe y lo detecta mejor que yo la buena gente cinéfila de por aquí. En el apartado técnico, esta cinta rebosa calidad.
Ahora bien, toda esa sólida construcción llega a un desenlace que
- “La peli es muy maravillosa, mucho maravillosa y la pera de maravillosa”. Este normalmente ayuda poco a cualquier cinéfilo, aunque tampoco quiero desmerecerlas. Algunas dicen cosas interesantes.
- “La peli es un bodrio. 2 horas y media de muermazo para gafapastas que van muy de intelectuales por la vida”. Este lo suelen escribir los que en 10 segundos ya han visto “todo lo que hay que ver en Las Meninas, vámonos a comer ya, que tengo hambre desde que entramos en el museo”.
No vamos a descubrir en 2018 que Wim Wenders sabe hacer cine. El modo en que él y su guionista construyen detalle a detalle una historia a base de ocultar otra, la capacidad para mantener siempre la intriga a pesar del largo metraje y el escaso ritmo, el uso de la cámara, la excelente fotografía etc. Todo esto lo sabe y lo detecta mejor que yo la buena gente cinéfila de por aquí. En el apartado técnico, esta cinta rebosa calidad.
Ahora bien, toda esa sólida construcción llega a un desenlace que
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
no solo no es creíble, sino que resta credibilidad a toda la película. El tipo tan majete que nos ha estado presentando poco a poco Harry Dean Stanton, condicionándonos para cuando llegue la hora de juzgarlo, resulta que era un maltratador posesivo que construye, junto con el guionista, el único relato de la película, ya que a la chica solo se le da voz para decir 4 chorradas. Y ese relato es: hice las cosas mal y tal, igual que tú, al fin y al cabo. Puede que yo te maltratara, fuera alcohólico y un celoso posesivo de una chica menor de edad, pero tú, cariño, no querías al niño, ese con el que te arruiné la vida solo para sentir que me amabas. Y encima cuando yo lo abandoné, a ti no se te ocurrió otra cosa que dejarle seguir viviendo con sus tíos (lo dice literalmente) y encima te hiciste puta (esto no lo dice tal cual pero lo insinúa todo el rato desde esa atalaya que le da el guionista para ser el relator oficial). Así que, cariño, estamos al mismo nivel. Lo mejor es pasar página y que tú te responsabilices del chaval mientras yo me voy por ahí a beberme Texas (fucking real), algo que evidentemente no se va a ver en la peli. La peli acaba conmigo ahí conduciendo el coche, muy chulo yo, en plan héroe texano que ha alcanzado su redención al “reunir lo que separó”.
Todo esto no es que se diga literalmente. Simplemente son juicios de valor que subyacen al discurso de Dean Stanton. La película no te permite que tú, mientras ves a Travis conduciendo en el plano final, con esa fantástica banda sonora de fondo y tras haberte enamorado toda la película con ese redescubrimiento de la paternidad y de esa maravillosa reconstrucción de la relación con su hijo, pienses “pues menudo miserable, ¿no?”. Ni siquiera que meramente constates las miserias de un humano, demasiado humano, condicionado por su entorno desde que nació (como sí te permite hacer Coppola con Michael Corleone, por ejemplo). No, al final de la película, Travis solo puede molarte mucho. Y eso es lo que nunca debe hacer un cineasta. Un cineasta debe hacer como Gillo Pontecorvo en La Batalla de Argel: dejar todas la opciones encima de la mesa, con sus virtudes y defectos, para que tú escojas lo que te dé la gana, sin haberte condicionado con excesivos posicionamientos morales (que por otro lado nunca pueden reducirse totalmente a 0). Como la vida misma, vamos, en la que nadie viene jamás a darte argumentos suficientes sobre si tal o cual persona es buena o mala. En la vida real no es nada sencillo hacer eso.
Mención aparte merece el chaval (¡de 8 años!) en lo que a la credibilidad emocional de la película se refiere, con esa capacidad para entender todas y cada una de las complejas situaciones de los adultos que le rodean sin rechistar, y ponérselo a todo el mundo muy fácil.
Espera horas y horas calladito sólo en un hotel, en la puerta de un puticlub, donde sea. Y al final no tiene dentro más que una montaña de amor para descargar sobre los padres que le han abandonado durante 4 años. Así da gusto abandonar a un niño, oiga.
Todo esto no es que se diga literalmente. Simplemente son juicios de valor que subyacen al discurso de Dean Stanton. La película no te permite que tú, mientras ves a Travis conduciendo en el plano final, con esa fantástica banda sonora de fondo y tras haberte enamorado toda la película con ese redescubrimiento de la paternidad y de esa maravillosa reconstrucción de la relación con su hijo, pienses “pues menudo miserable, ¿no?”. Ni siquiera que meramente constates las miserias de un humano, demasiado humano, condicionado por su entorno desde que nació (como sí te permite hacer Coppola con Michael Corleone, por ejemplo). No, al final de la película, Travis solo puede molarte mucho. Y eso es lo que nunca debe hacer un cineasta. Un cineasta debe hacer como Gillo Pontecorvo en La Batalla de Argel: dejar todas la opciones encima de la mesa, con sus virtudes y defectos, para que tú escojas lo que te dé la gana, sin haberte condicionado con excesivos posicionamientos morales (que por otro lado nunca pueden reducirse totalmente a 0). Como la vida misma, vamos, en la que nadie viene jamás a darte argumentos suficientes sobre si tal o cual persona es buena o mala. En la vida real no es nada sencillo hacer eso.
Mención aparte merece el chaval (¡de 8 años!) en lo que a la credibilidad emocional de la película se refiere, con esa capacidad para entender todas y cada una de las complejas situaciones de los adultos que le rodean sin rechistar, y ponérselo a todo el mundo muy fácil.
Espera horas y horas calladito sólo en un hotel, en la puerta de un puticlub, donde sea. Y al final no tiene dentro más que una montaña de amor para descargar sobre los padres que le han abandonado durante 4 años. Así da gusto abandonar a un niño, oiga.

7,9
4.720
9
29 de agosto de 2013
29 de agosto de 2013
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas de las críticas publicadas sobre esta película incluyen el inevitable debate político al que conduce. Se trata, sin duda, del tipo de polémica capaz de atraer toda la atención que, en otras circunstancias, preferiríamos dedicarle al arte. Pues bien, a mí no me da la gana dejar que esta maravillosa cinta de actores, personajes y diálogos caiga en el olvido, arrastrada a él por quienes le han puesto (quizás de manera justa, todo hay que decirlo) la etiqueta de "panfletaria".
Y digo que es una cinta de actores porque Maureen O'Hara, George Sanders, Walter Slezak y, como no, el siempre soberbio Charles Laughton hacen que parezca fácil reunir cuatro interpretaciones gigantes en poco más de hora y media.
Es, asimismo, una película de personajes por lo eficazmente integrados que quedan los mismos en el guión, especialmente el líder nazi encarnando a uno de los bandos, el tímido y aparentemente cobarde profesor francés, simbolizando al otro, y el diplomático Lambert, que refleja la disyuntiva entre ambos.
Pero "Esta tierra es mía" es, ante todo, una película estructurada en torno a cuatro fundamentales diálogos, que prefiero detallar en el spoiler:
Y digo que es una cinta de actores porque Maureen O'Hara, George Sanders, Walter Slezak y, como no, el siempre soberbio Charles Laughton hacen que parezca fácil reunir cuatro interpretaciones gigantes en poco más de hora y media.
Es, asimismo, una película de personajes por lo eficazmente integrados que quedan los mismos en el guión, especialmente el líder nazi encarnando a uno de los bandos, el tímido y aparentemente cobarde profesor francés, simbolizando al otro, y el diplomático Lambert, que refleja la disyuntiva entre ambos.
Pero "Esta tierra es mía" es, ante todo, una película estructurada en torno a cuatro fundamentales diálogos, que prefiero detallar en el spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En el primero de ellos, el radical director del colegio en el que trabaja el personaje de Laughton siembra en éste la semilla del valor, a través de un cautivador enaltecimiento de la muerte.
El segundo es el que tiene lugar entre el líder nazi y Lambert, y en él queda perfectamente retratado el "modus operandi" de los regímenes opresores, que básicamente consiste en "modificar apropiadamente" la verdad.
En el tercero Lambert presenta a su novia la cara amarga, ideológicamente hablando, de toda lucha: salvar vidas puede requerir violar principios, y el que quiera hacerlo se enfrentará al rechazo de muchos, e incluso puede que acabe rechazándose a sí mismo.
Y luego está el cuarto. El cuarto lo mantiene Laughton con los ojos de O'Hara durante el transcurso de esos últimos minutos mágicos. Unos minutos que no quiero bajar a la Tierra con mis mundanas palabras.
El segundo es el que tiene lugar entre el líder nazi y Lambert, y en él queda perfectamente retratado el "modus operandi" de los regímenes opresores, que básicamente consiste en "modificar apropiadamente" la verdad.
En el tercero Lambert presenta a su novia la cara amarga, ideológicamente hablando, de toda lucha: salvar vidas puede requerir violar principios, y el que quiera hacerlo se enfrentará al rechazo de muchos, e incluso puede que acabe rechazándose a sí mismo.
Y luego está el cuarto. El cuarto lo mantiene Laughton con los ojos de O'Hara durante el transcurso de esos últimos minutos mágicos. Unos minutos que no quiero bajar a la Tierra con mis mundanas palabras.

6,8
19.256
8
15 de junio de 2015
15 de junio de 2015
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Recuerdo que vi a dos vagabundos dando tumbos por Elizabeth Street, el primero estaba tan borracho que el otro intentaba robarle los zapatos y, mientras se peleaban se escuchaba, procedente de no sé donde, "When My Dream Boat Comes Home", de Fats Domino. El mundo era así de loco, y me pregunté por qué no aparecía tal cual en las películas". Con este elocuente relato, extraído de "Scorsese on Scorsese", hallaba el genio italoamericano su propia esencia, esa particular forma de entender el cine que le distingue marcadamente del resto y que iba a encontrar en "Malas Calles" su piedra de toque.
Se trata, en efecto, de un instrumento, un film que a los amantes de Scorsese nos evoca aquello que se siente cuando se observan los bocetos de El Guernica después de ver el cuadro: el proceso de materialización de un gran talento en obra de arte. Así como los bocetos nos trasladan al estudio de Picasso y nos hacen participar de esos momentos en los que todo estaba en la cabeza del artista, y en los que se preguntaba qué molde utilizaría para compartirlo con el mundo, "Malas Calles" es una suerte de ensayo cinematográfico que permitió a Scorsese poner a prueba el estilo que quería imprimir a su cine. Estamos frente a la antesala de un buen paquete de obras maestras tales como "Casino", "Uno de los Nuestros" o la no tan aclamada pero igualmente genial "Gangs of New York", obras que, en coherencia con lo explicado sobre el Guernica, recomiendo al lector ver en primer lugar, pues los bocetos no hacen sentir gran cosa si no se observa antes aquello tan soberbio a lo que han servido.
La utilización de la música es sin duda lo mejor. A través de bellos e inusuales contrastes violentos, se pone en evidencia lo acostumbrados que estamos a que las canciones de amor y felicidad sean solo para las escenas felices y de amor. En el cine convencional, el drama se nos presenta a menudo como la necesaria transición a la euforia, y no se suele mezclar con ella. Pero en el mundo real, ambos se solapan a menudo, creando bellas rupturas de la rutina y el guión oficial, en parte creado por ese mismo cine convencional. Sin duda la ficción no debería privarnos eternamente de eso, pues tratar de superar la belleza de la realidad no tiene por qué implicar renunciar a lo que ésta alcanza por sí misma.
La nota se me queda en un 7, no porque no sea una película notable, que lo es, sino porque no tiene historia: nuestro director se limita a ir probando éste o aquél efecto musical, tipo de imagen o modo de mostrarla. Tiene la forma, que sin duda es lo más importante en el buen cine, pero le falta el fondo que, por añadido, tendrían sus posteriores películas. Las que serían la verdadera culminación de un talento mayúsculo, de otro mundo, pero ante todo peculiar y único.
Se trata, en efecto, de un instrumento, un film que a los amantes de Scorsese nos evoca aquello que se siente cuando se observan los bocetos de El Guernica después de ver el cuadro: el proceso de materialización de un gran talento en obra de arte. Así como los bocetos nos trasladan al estudio de Picasso y nos hacen participar de esos momentos en los que todo estaba en la cabeza del artista, y en los que se preguntaba qué molde utilizaría para compartirlo con el mundo, "Malas Calles" es una suerte de ensayo cinematográfico que permitió a Scorsese poner a prueba el estilo que quería imprimir a su cine. Estamos frente a la antesala de un buen paquete de obras maestras tales como "Casino", "Uno de los Nuestros" o la no tan aclamada pero igualmente genial "Gangs of New York", obras que, en coherencia con lo explicado sobre el Guernica, recomiendo al lector ver en primer lugar, pues los bocetos no hacen sentir gran cosa si no se observa antes aquello tan soberbio a lo que han servido.
La utilización de la música es sin duda lo mejor. A través de bellos e inusuales contrastes violentos, se pone en evidencia lo acostumbrados que estamos a que las canciones de amor y felicidad sean solo para las escenas felices y de amor. En el cine convencional, el drama se nos presenta a menudo como la necesaria transición a la euforia, y no se suele mezclar con ella. Pero en el mundo real, ambos se solapan a menudo, creando bellas rupturas de la rutina y el guión oficial, en parte creado por ese mismo cine convencional. Sin duda la ficción no debería privarnos eternamente de eso, pues tratar de superar la belleza de la realidad no tiene por qué implicar renunciar a lo que ésta alcanza por sí misma.
La nota se me queda en un 7, no porque no sea una película notable, que lo es, sino porque no tiene historia: nuestro director se limita a ir probando éste o aquél efecto musical, tipo de imagen o modo de mostrarla. Tiene la forma, que sin duda es lo más importante en el buen cine, pero le falta el fondo que, por añadido, tendrían sus posteriores películas. Las que serían la verdadera culminación de un talento mayúsculo, de otro mundo, pero ante todo peculiar y único.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sobre el diálogo improvisado que mantienen en las primeras escenas De Niro y Keitel, he de decir que no me gustaron mucho las intervenciones de éste último, al que se le veía tratando de ganar un protagonismo que De Niro conseguía de forma natural. Scorsese ensaya, una vez más, con lo que sería una maravillosa constante en su cine posterior.
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