Este tipo de películas son las que la gente suele ver repetidas más a menudo, a pesar de que no tienen ningún tipo de relectura ni se descubren cosas nuevas en cada visionado. De hecho, a medida que pasan los años y la vida nos va soltando coces herradas en la mandíbula nos parecen cada vez más ridículas, lo que no hace sino aumentar su encanto.

Porque no nos engañemos, nos pone recibir lecciones morales que luego nadie aplica. Babeamos sin medida al contemplar a Rocky Balboa, o Daniel Larusso, o el héroe de clase obrera de turno, entrenarse incansablemente, ya sea endilgándole hostias a lo buey al saco de arena o practicando grácilmente la "técnica glulla" en la playa, superando los límites que los demás quieren establecer para él, mientras lucha por espantar a sus propios fantasmas, personificados en el antagonista, al que derrota en la épica batalla final dejándose unos cuantos piños en el camino y recibiendo la unánime ovación del vulgo rendido a su coraje.

(Nota para los validadores: Insertar aquí el spoiler, por favor)

Un guión esquemático, una historia indisimuladamente manida y de la cual nos sabemos de memoria el "colorín colorado", pero que volveremos a tragarnos, qué duda cabe, repartiendo codazos para llegar los primeros a la taquilla si es menester. Llenaremos de nuevo los amplios bolsillos de Sly y los demás perpetradores de esta entrañable chorrada. Porque deseamos fervientemente identificarnos con el hombre testarudo que supera su hándicap y saca a relucir el valor que lleva dentro. Sólo por sentir como "Gonna fly now" nos pone de punta hasta el vello púbico somos capaces de revisitar una saga que se había degradado hasta el sonrojo. Así que hagan sombra, pónganse la capucha y prepárense para ver como la sangre se esparce por el cuadrilátero y el sudor perla la piel de los púgiles, porque el potro italiano vuelve listo para reventar con su letal gancho la mediocridad y el nihilismo, y hacernos creer durante al menos dos horas que nada se acaba hasta que sientes que se acaba.