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Críticas ordenadas por utilidad
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5,5
7.466
4
22 de mayo de 2008
22 de mayo de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de venganzas personales para tomarse la justicia a cuenta propia, al ver con estupor como la justicia a cuenta ajena es barata o incluso nula, son abundantes. Esta es una más pero matizada. Aquí la imposición de justicia no se le achaca al juez (que es quien impone la ley y no quien hace justicia, como comúnmente creemos) sino al sistema legislativo cuasimercantilista al que está tristemente subordinada la susodicha.
Después de desarrollarse el argumento (de una manera un pelín pueril y aburrida), el nudo de la película se muestra más interesante aunque sea muy predecible para dar paso a un desenlace increíble donde se da rienda suelta a lo prosaico y a las balas.
La sensación más fuerte en toda la película es la casi perfecta despoblación que sufre la ciudad en la que transcurre la acción. Casi tanto como lo yermo del guión en lo tocante a los personajes y al espesor psicológico de las idiosincrasias. Excepto el personaje de Bacon, que tiene altibajos emocionales y vacilaciones explicables y entendibles, el resto es simplemente un corrillo que orbita a su alrededor sin pena ni gloria. Casi no existen personajes secundarios por verse relegados a un plano de fondo prácticamente en su totalidad.
También se puede percibir un tufillo de pretenciosidad en casi toda la cinta, poniéndose el director en evidencia en muchas ocasiones, pero con un tono simpático y honesto.
Incluso con estas incoherencias narrativas y los permisibles fallos del director (que siendo el de 'Saw' tiene el cielo ganado) y con un Kevin Bacon ajado hasta las canillas, la película merece una hora y media de atención para pasar un buen rato y comerse unas palomitas. No es de esas películas en las que se queda la gente a ver los créditos finales como buenos cinéfilos, pero se puede llenar una tarde de domingo.
Para no comerse mucho el tarro ni para llegar a conclusiones raras.
Después de desarrollarse el argumento (de una manera un pelín pueril y aburrida), el nudo de la película se muestra más interesante aunque sea muy predecible para dar paso a un desenlace increíble donde se da rienda suelta a lo prosaico y a las balas.
La sensación más fuerte en toda la película es la casi perfecta despoblación que sufre la ciudad en la que transcurre la acción. Casi tanto como lo yermo del guión en lo tocante a los personajes y al espesor psicológico de las idiosincrasias. Excepto el personaje de Bacon, que tiene altibajos emocionales y vacilaciones explicables y entendibles, el resto es simplemente un corrillo que orbita a su alrededor sin pena ni gloria. Casi no existen personajes secundarios por verse relegados a un plano de fondo prácticamente en su totalidad.
También se puede percibir un tufillo de pretenciosidad en casi toda la cinta, poniéndose el director en evidencia en muchas ocasiones, pero con un tono simpático y honesto.
Incluso con estas incoherencias narrativas y los permisibles fallos del director (que siendo el de 'Saw' tiene el cielo ganado) y con un Kevin Bacon ajado hasta las canillas, la película merece una hora y media de atención para pasar un buen rato y comerse unas palomitas. No es de esas películas en las que se queda la gente a ver los créditos finales como buenos cinéfilos, pero se puede llenar una tarde de domingo.
Para no comerse mucho el tarro ni para llegar a conclusiones raras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Cómo se puede declarar la guerra a una banda de macarras sin antes tener la precaución de amparar a tu familia, aún teniendo la insistencia de una detective del FBI de no seguir por ese camino sólo, para poder colaborar con él, encontrándose una y otra vez con la negativa del padre del interfecto?
¿Cómo es posible que un sujeto, como el que interpreta Goodman, esté forrado de dinero (sale resobando un buen fajo fruto del arqueo diario, antes de vender una ristra de pistolas por cuatro de los grandes) y a la vez vaya hecho un guarro con las gafas rotas remendadas con cinta aislante? Además representa un personaje neutro que ni estimula ni estorba en la trama, que parece inventado para lucimiento del actor (que por cierto lo borda.)
¿Cómo se puede escribir un guión de semejante final con los dos antagonistas en un banco sentados y no caérsele la mano al suelo al guionista? Amén de las escenitas de los títulos de crédito con la familia feliz por doquiera que fueran o fuesen, irritando con esas muestras de júbilo típicas de las películas yanquis que sacarían de quicio al mismísimo Jim Carrey en la Máscara.
¿Cómo es posible que un sujeto, como el que interpreta Goodman, esté forrado de dinero (sale resobando un buen fajo fruto del arqueo diario, antes de vender una ristra de pistolas por cuatro de los grandes) y a la vez vaya hecho un guarro con las gafas rotas remendadas con cinta aislante? Además representa un personaje neutro que ni estimula ni estorba en la trama, que parece inventado para lucimiento del actor (que por cierto lo borda.)
¿Cómo se puede escribir un guión de semejante final con los dos antagonistas en un banco sentados y no caérsele la mano al suelo al guionista? Amén de las escenitas de los títulos de crédito con la familia feliz por doquiera que fueran o fuesen, irritando con esas muestras de júbilo típicas de las películas yanquis que sacarían de quicio al mismísimo Jim Carrey en la Máscara.

6,7
14.121
8
28 de mayo de 2008
28 de mayo de 2008
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los severos problemas de retraimiento y la ternura y bondad que irradia, contrastan en la sin par personalidad de un hombre retratado por un guión fresco que se muestra como una gran bocanada de aire tibetano. Padece hafefobia (un miedo raro a ser tocado) y unos problemas de personalidad insondables, muy retraído hacia las demás personas.
La presentación de los personajes es limpia y formal. Desde el principio se sabe que Lars sufre mucho y que su cuñada empatiza con él, aunque el hermano crea, cínicamente, que no es nada. Si bien voluntariamente, se presiente que es la fragilidad de Lars la que le constriñe al retiro en un garaje que resalta por su frialdad, siendo el símbolo de la incomunicación del personaje. En contraposición está la acogedora casa principal, la cual quieren reintegrar la cuñada y el hermano, en menor medida, intentando que Lars se mude a ella.
Karim es el personaje que soporta el choque de la situación y como tal desborda complejidad. Comprende que Lars de forma inconsciente está pidiendo ayuda y sujeta a Gus en su error de creer que su hermano está loco. Funciona como hilo conductor entre los dos mundos, irradiando un instinto maternal hacia Lars (ella está embarazada) y racionalizando el problema. De hecho los personajes femeninos parece que llevasen la mesura y la discreción en la historia (no en vano el guión está escrito por una mujer) y los masculinos fuesen algo más impulsivos. El personaje de la muñeca en la película no pasa de ser el de un mero objeto de atrezzo, ya que Gillespie no consigue la complicidad del público en aceptarlo como tal.
La puesta en escena es correcta, no obstante alguna situación se tiende grotesca y ridícula y se da la impresión de que el guión esté fuera de control, ya que se tiene una sensación surrealista a rachas que quitan cierta credibilidad, pero que quiero entender que es premeditado. Su ritmo es paulatino pero muy seductor y no tiene giros extremos la trama, de hecho las pocas curvas están advertidas de antemano.
La fotografía es sobria, sin pretensiones a establecer iconos tendentes a llamar la atención. Gillespie hace que parezca fácil hacer cine con un guión osado, puesto que confiere un punto de vista trascendente sobre la problemática tratada.
Ryan Gosling revalida su consistencia como actor, dejando bien claro cómo se escribe su nombre y despuntando con una interpretación memorable, tratando al personaje de forma respetuosa que no deja indiferente.
Es muy agradable el avance temporal de la acción, en un suave y nítido invierno que inspira melancolía y acentúa la sensación de soledad de Lars. Al igual que la BSO que nos sumerge y amodorra parcialmente. Pero el conjunto a veces peca de empalagoso porque presupone que el ser humano es generoso por naturaleza y comprensivo por sugestión colectiva. Estos defectillos se van perdonando según se desarrolla la historia y deja un buen gustillo que hace demandar más cine de este tipo, recomendado para melancólicos incorregibles.
La presentación de los personajes es limpia y formal. Desde el principio se sabe que Lars sufre mucho y que su cuñada empatiza con él, aunque el hermano crea, cínicamente, que no es nada. Si bien voluntariamente, se presiente que es la fragilidad de Lars la que le constriñe al retiro en un garaje que resalta por su frialdad, siendo el símbolo de la incomunicación del personaje. En contraposición está la acogedora casa principal, la cual quieren reintegrar la cuñada y el hermano, en menor medida, intentando que Lars se mude a ella.
Karim es el personaje que soporta el choque de la situación y como tal desborda complejidad. Comprende que Lars de forma inconsciente está pidiendo ayuda y sujeta a Gus en su error de creer que su hermano está loco. Funciona como hilo conductor entre los dos mundos, irradiando un instinto maternal hacia Lars (ella está embarazada) y racionalizando el problema. De hecho los personajes femeninos parece que llevasen la mesura y la discreción en la historia (no en vano el guión está escrito por una mujer) y los masculinos fuesen algo más impulsivos. El personaje de la muñeca en la película no pasa de ser el de un mero objeto de atrezzo, ya que Gillespie no consigue la complicidad del público en aceptarlo como tal.
La puesta en escena es correcta, no obstante alguna situación se tiende grotesca y ridícula y se da la impresión de que el guión esté fuera de control, ya que se tiene una sensación surrealista a rachas que quitan cierta credibilidad, pero que quiero entender que es premeditado. Su ritmo es paulatino pero muy seductor y no tiene giros extremos la trama, de hecho las pocas curvas están advertidas de antemano.
La fotografía es sobria, sin pretensiones a establecer iconos tendentes a llamar la atención. Gillespie hace que parezca fácil hacer cine con un guión osado, puesto que confiere un punto de vista trascendente sobre la problemática tratada.
Ryan Gosling revalida su consistencia como actor, dejando bien claro cómo se escribe su nombre y despuntando con una interpretación memorable, tratando al personaje de forma respetuosa que no deja indiferente.
Es muy agradable el avance temporal de la acción, en un suave y nítido invierno que inspira melancolía y acentúa la sensación de soledad de Lars. Al igual que la BSO que nos sumerge y amodorra parcialmente. Pero el conjunto a veces peca de empalagoso porque presupone que el ser humano es generoso por naturaleza y comprensivo por sugestión colectiva. Estos defectillos se van perdonando según se desarrolla la historia y deja un buen gustillo que hace demandar más cine de este tipo, recomendado para melancólicos incorregibles.

5,0
12.895
3
24 de mayo de 2008
24 de mayo de 2008
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me alegré mucho al ver que Pacino sacaba una peli nueva en plena mansedumbre de la cartelera, pero no me olía la tostada. Cuando leí la apostilla: “Jack Gramm tiene 88 minutos para resolver un asesinato: el suyo”, lo tuve que ver venir. Lo reconozco, la culpa es mía. Son muchos años de desazones y pruritos de bolsillo al verme engatusado por los nombres propios de los carteles y, en menor medida, por las frases comerciales. Así que estoy moderadamente entrenado para no ser engañado como un chino y detectar a tiempo el pastel.
Supongo que mucha gente se preguntará que qué pinta Al Pacino en una película de serie B con una trama redundada hasta la saciedad, con un tratamiento hiperefectista y manido, donde los 88 minutos se extienden dando una impresión narrativa de horas (puesto que el personaje se pasea por la película, como si no fuera una carrera crono, yendo de aquí para allá a partes opuestas de una ciudad que cualquier mortal recorrería perpetuándose en un vehículo propio o público) y en la que el principal sospechoso (entre rejas a la espera de ser ejecutado) intenta engañar al público con argumentos propios de Perogrullo.
La previsibilidad campa a sus anchas por ella. De vez en cuando da un giro inesperado para pasmar al respetable con alguna sacudida ilógica y excesiva, formándose una ensalada infumable a tramos y a ratos nociva.
El asesino dispone de datos que nadie puede manejar, de una no desdeñable ubicuidad y de una prevención de las actitudes del prota que nos puede hacer creer que se trate del mismísimo Pedro Botero. Aún así, y con la premeditada complicidad de Pacino (ya que casi es el único nombre grave y sentencioso del elenco), se pergeña este sucedáneo de películas con cuenta atrás, al más puro estilo de las de desactivación de una bomba (cuando se consigue en el último segundo), pero que al espectador ya le da igual que la bomba explote, se atasque o lo que sea, en este caso. Me sigo quedando con “Con las horas contadas”, puestos a elegir.
¿No hubiera sido mejor que la productora no hubiera criado 88 cerdos en vez de esta elucubración malhadada? De todas formas para verla por la tele, sin tener que pasar por la taquilla, puede ser un buen remiendo para el tedio.
Supongo que mucha gente se preguntará que qué pinta Al Pacino en una película de serie B con una trama redundada hasta la saciedad, con un tratamiento hiperefectista y manido, donde los 88 minutos se extienden dando una impresión narrativa de horas (puesto que el personaje se pasea por la película, como si no fuera una carrera crono, yendo de aquí para allá a partes opuestas de una ciudad que cualquier mortal recorrería perpetuándose en un vehículo propio o público) y en la que el principal sospechoso (entre rejas a la espera de ser ejecutado) intenta engañar al público con argumentos propios de Perogrullo.
La previsibilidad campa a sus anchas por ella. De vez en cuando da un giro inesperado para pasmar al respetable con alguna sacudida ilógica y excesiva, formándose una ensalada infumable a tramos y a ratos nociva.
El asesino dispone de datos que nadie puede manejar, de una no desdeñable ubicuidad y de una prevención de las actitudes del prota que nos puede hacer creer que se trate del mismísimo Pedro Botero. Aún así, y con la premeditada complicidad de Pacino (ya que casi es el único nombre grave y sentencioso del elenco), se pergeña este sucedáneo de películas con cuenta atrás, al más puro estilo de las de desactivación de una bomba (cuando se consigue en el último segundo), pero que al espectador ya le da igual que la bomba explote, se atasque o lo que sea, en este caso. Me sigo quedando con “Con las horas contadas”, puestos a elegir.
¿No hubiera sido mejor que la productora no hubiera criado 88 cerdos en vez de esta elucubración malhadada? De todas formas para verla por la tele, sin tener que pasar por la taquilla, puede ser un buen remiendo para el tedio.
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