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Críticas ordenadas por utilidad
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6,5
33.489
8
3 de octubre de 2024
3 de octubre de 2024
70 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hollywood es una insaciable y grotesca criatura. Mastica, se alimenta, y cuando llega al tuétano de tus huesos, escupe sin miramiento al sucio suelo de sus calles los restos de la persona que una vez fuiste para buscar a su siguiente gran sustento.
La Sustancia examina *al desnudo*, en un filme de dos horas, el olvido y maltrato que sufren sus estrellas cuando la vejez empieza a asomar en sus rostros y cuerpos. Humor absurdo y negro y terror escatológico engendran el relato de Elisabeth Sparkle, una actriz famosa que tras años presentando un programa de aeróbic es despedida de forma humillante. Tras lo cual, recurrirá desesperada a una extraña sustancia que, al inyectarse, promete sacar *su versión* más perfecta. Más joven.
Coralie Fargeat no solo referencia a Kubrick en algunas de las escenas de su película, en sus escenarios, sino que, como él, toma la trama de una obra literaria, aquí sería el Retrato de Dorian Grey, para narrarnos esta historia sobre la vejez y la juventud, la dictadura de la belleza estética, y la adicción por ser amado y admirado. Pero le añade un toque más: La Sustancia es también una historia sobre la maternidad y lo que ella conlleva, la animadversión de una hija hacia su madre y viceversa por lo que cada una representa para la otra y, asimismo, el amor visceral de quererla aun con todas sus imperfecciones.
Coralie Fargeat hace, además, uso del horror de la carne al más puro estilo Cronenberg, con planos italianos que muestran cada arruga, grano y la saliva escapándose de los labios para asquear al espectador, y con cuerpos que sufren transformaciones monstruosas. Bebe de Cronenberg, sí, pero hay mucho de Un hombre lobo americano en Londres o de Tusk en cómo Fargeat confecciona a su monstruo. Y como todos ellos, busca en este monstruo la belleza que no encuentra en el ser humano.
Porque esa es *la cosa* de La Sustancia: Elisabeth Sparkle, incluso desfigurada, no es la temible criatura a la que debemos temer. Solo nos inspira lástima. El monstruo, el verdadero monstruo, para Coralie es ese Hollywood que canibaliza sin reparos a sus famosas.
La Sustancia examina *al desnudo*, en un filme de dos horas, el olvido y maltrato que sufren sus estrellas cuando la vejez empieza a asomar en sus rostros y cuerpos. Humor absurdo y negro y terror escatológico engendran el relato de Elisabeth Sparkle, una actriz famosa que tras años presentando un programa de aeróbic es despedida de forma humillante. Tras lo cual, recurrirá desesperada a una extraña sustancia que, al inyectarse, promete sacar *su versión* más perfecta. Más joven.
Coralie Fargeat no solo referencia a Kubrick en algunas de las escenas de su película, en sus escenarios, sino que, como él, toma la trama de una obra literaria, aquí sería el Retrato de Dorian Grey, para narrarnos esta historia sobre la vejez y la juventud, la dictadura de la belleza estética, y la adicción por ser amado y admirado. Pero le añade un toque más: La Sustancia es también una historia sobre la maternidad y lo que ella conlleva, la animadversión de una hija hacia su madre y viceversa por lo que cada una representa para la otra y, asimismo, el amor visceral de quererla aun con todas sus imperfecciones.
Coralie Fargeat hace, además, uso del horror de la carne al más puro estilo Cronenberg, con planos italianos que muestran cada arruga, grano y la saliva escapándose de los labios para asquear al espectador, y con cuerpos que sufren transformaciones monstruosas. Bebe de Cronenberg, sí, pero hay mucho de Un hombre lobo americano en Londres o de Tusk en cómo Fargeat confecciona a su monstruo. Y como todos ellos, busca en este monstruo la belleza que no encuentra en el ser humano.
Porque esa es *la cosa* de La Sustancia: Elisabeth Sparkle, incluso desfigurada, no es la temible criatura a la que debemos temer. Solo nos inspira lástima. El monstruo, el verdadero monstruo, para Coralie es ese Hollywood que canibaliza sin reparos a sus famosas.

6,3
8.427
8
2 de mayo de 2024
2 de mayo de 2024
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sangre en los labios no es un thriller al uso, si eso es lo que estás o estabas buscando ver en ella, pues un distintivo del cine de Rose Glass es que lo fantástico parasita cualesquiera de los géneros que toca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En Saint Maud ya anidó esta idea, la intrusión de lo sobrenatural en un marco realista a través de la enfermedad mental de su protagonista, interpretada por una escalofriante Morfydd Clark, que dibujaba una realidad quiral de los eventos de la trama que confundía al espectador.
Ahora, en esta última película, el personaje de Jackie, interpretado por una estelar Katy O'Brian, crea, a través de la inyección constante de esteroides para ganar una competición de culturismo en Las Vegas, una lectura diferente de los hechos que se acontecen de la que pueden dar personajes como el de Kristen Stewart (Lou) o Ed Harris (el padre de Lou). Como un puente hacia Terabithia pero hasta arriba de testosterona: entre la venganza, los asesinatos y la persecución, Jackie experimenta una salvaje pero liberadora transformación de su cuerpo y de sí misma. Glass hace uso del 'body horror' para enfatizar no solo este toque fantástico, sino también el afán protector de Jackie por Lou y por ella misma.
Pero si Jackie es lo fantástico dentro de la trama de Sangre en los labios, Lou es la que nos recuerda que estamos ante un thriller. Stewart interpreta a un personaje que camina al borde del abismo, tanteando siempre el hacer lo correcto -dejar de fumar, alejarse de una ex tóxica, contactar al FBI sobre los negocios de su padre-, pero dejándose tambalear al final por aquello que puede hacerla sentir 'algo', llámalo rebeldía contra lo que se supone que debería ser bueno para ella, o llámalo debilidad por su imposibilidad de alejarse realmente de la sombra macabra de aquella vida que su padre le había ofrecido. Y Jackie solo supone una reacción química inmediata en la vida de Lou, una fascinación embriagadora con sexo y violencia que la llevará a decantarse por un lado de ese abismo.
Sangre en los labios es una película corta pero interesante, con una potente y excitante historia 'queer' que, sin duda, como ya hizo con Saint Maud, deja muchas ganas de ver cuán lejos llegará la trayectoria de Rose Glass como directora
Ahora, en esta última película, el personaje de Jackie, interpretado por una estelar Katy O'Brian, crea, a través de la inyección constante de esteroides para ganar una competición de culturismo en Las Vegas, una lectura diferente de los hechos que se acontecen de la que pueden dar personajes como el de Kristen Stewart (Lou) o Ed Harris (el padre de Lou). Como un puente hacia Terabithia pero hasta arriba de testosterona: entre la venganza, los asesinatos y la persecución, Jackie experimenta una salvaje pero liberadora transformación de su cuerpo y de sí misma. Glass hace uso del 'body horror' para enfatizar no solo este toque fantástico, sino también el afán protector de Jackie por Lou y por ella misma.
Pero si Jackie es lo fantástico dentro de la trama de Sangre en los labios, Lou es la que nos recuerda que estamos ante un thriller. Stewart interpreta a un personaje que camina al borde del abismo, tanteando siempre el hacer lo correcto -dejar de fumar, alejarse de una ex tóxica, contactar al FBI sobre los negocios de su padre-, pero dejándose tambalear al final por aquello que puede hacerla sentir 'algo', llámalo rebeldía contra lo que se supone que debería ser bueno para ella, o llámalo debilidad por su imposibilidad de alejarse realmente de la sombra macabra de aquella vida que su padre le había ofrecido. Y Jackie solo supone una reacción química inmediata en la vida de Lou, una fascinación embriagadora con sexo y violencia que la llevará a decantarse por un lado de ese abismo.
Sangre en los labios es una película corta pero interesante, con una potente y excitante historia 'queer' que, sin duda, como ya hizo con Saint Maud, deja muchas ganas de ver cuán lejos llegará la trayectoria de Rose Glass como directora
Miniserie

7,0
16.033
8
17 de abril de 2024
17 de abril de 2024
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Richard Gadd escenifica un anfiteatro anatómico del trauma en esta claustrofóbica mini-serie. La etiqueta 'mini-serie' no hace sino acentuar este sentimiento, y eso a pesar del tinte de comedia negra que alivia algo de la tensión que experimentamos; al pasar de un episodio a otro, se va alimentando la impotencia en el espectador al intuir que, no solo el protagonista, sino gran parte del elenco, continuarán repitiendo el ciclo de recrearse en rajar, explorar y coser el maltrecho cuerpo de sus traumas hasta que no quede miembro alguno que no conozcan íntimamente.
Por eso el personaje de Teri resulta una anomalía, alguien que no se aferra a abrigos amarillos, ni morbosos monólogos, ni el recuerdo de un peluche de la infancia, sino que acepta y crece más allá del dolor que la experiencia de ser una persona trans en una sociedad transfóbica pueda ejercer sobre ella, intentando brindar esa fuerza a otros, como al protagonista. Sin embargo, la adicción por el dolor y la paralización que nutre la vergüenza son más influenciables que la posibilidad de cambio y aceptación.
Por eso el personaje de Teri resulta una anomalía, alguien que no se aferra a abrigos amarillos, ni morbosos monólogos, ni el recuerdo de un peluche de la infancia, sino que acepta y crece más allá del dolor que la experiencia de ser una persona trans en una sociedad transfóbica pueda ejercer sobre ella, intentando brindar esa fuerza a otros, como al protagonista. Sin embargo, la adicción por el dolor y la paralización que nutre la vergüenza son más influenciables que la posibilidad de cambio y aceptación.
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