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9
5 de febrero de 2019
5 de febrero de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me gusto porque la trama es de acción ya que todo se basa en una pelea, defendiendo el legado (A su papá). Tiene películas anteriores donde muestra la saga que dio comienzo en 1976 con Rocky, el cual tuvo demasiado éxito, y al mismo tiempo es la segunda parte de Ceed I. En esta película Rocky se vuelve el personaje secundario (el entrenador del protagonista), no es la primera vez que Rocky hace el papel de un personaje secundario, también podemos notarlo en la película de Rocky V. En Creed II sigue a Adonis, el hijo del boxeador Apollo Creed, quien debe repartir su tiempo entre las obligaciones familiares y sus entrenamientos para su próxima e importante pelea con Víctor Drago, el hijo de Iván Drago, el hombre que acabo con su padre en el cuadrilátero. Además, la película venía acompañado con el coprotagonizo de Tessa Thompson haciendo el papel de la pareja de Adonis, Tessa era un personaje complejo con sus propias ambiciones y traumas, tenía una carrera musical y al mismo tiempo tenía que lidiar con su enfermedad que era que estaba sorda.
Todos esos personajes yo creo que fueron la auténtica clave de que Creed funcionara tan bien, es una película muy emocional, con un drama muy sencillo pero muy efectivo que al final explotaba en un clímax sobre un ring. El director de esta película fue Steven Caple Jr., él ha dirigido una serie de documental de hip hop. Es una película de drama y está dirigido para todo público, porque es una película interesante y muy emocionante, el guion de la historia está muy bien planificado porque muestra cada parte de la historia, el cómo comenzó y el cómo dio fin en la pelea.
Adonis Creed se debate entre las obligaciones personales y el entrenamiento para su próxima gran pelea, con el desafío de su vida por delante. Enfrentarse a un oponente que tiene vínculos con el pasado de su familia solo intensifica su inminente batalla en el ring. Afortunadamente Rocky Balboa está a su lado a lo largo de todo el camino, y juntos se cuestionarán por lo que vale la pena luchar y descubrirán que nada es más importante que la familia... Secuela de "Creed", el spin-off de Rocky que en 2015 obtuvo muy buenas críticas y dio inicio a una nueva saga.
Es una revancha emocionante -pero algo desgastada- que en los combates cuerpo a cuerpo mantiene al filo del asiento y ésa es su nota mejor tocada.
Triunfo por decisión unánime: se gana la atención del público, el cual no saldrá decepcionado de la cinta (aunque Steven Caple Jr. no logra conectar un KO sólido como lo hizo Ryan Coogler en la primera cinta).
Todos esos personajes yo creo que fueron la auténtica clave de que Creed funcionara tan bien, es una película muy emocional, con un drama muy sencillo pero muy efectivo que al final explotaba en un clímax sobre un ring. El director de esta película fue Steven Caple Jr., él ha dirigido una serie de documental de hip hop. Es una película de drama y está dirigido para todo público, porque es una película interesante y muy emocionante, el guion de la historia está muy bien planificado porque muestra cada parte de la historia, el cómo comenzó y el cómo dio fin en la pelea.
Adonis Creed se debate entre las obligaciones personales y el entrenamiento para su próxima gran pelea, con el desafío de su vida por delante. Enfrentarse a un oponente que tiene vínculos con el pasado de su familia solo intensifica su inminente batalla en el ring. Afortunadamente Rocky Balboa está a su lado a lo largo de todo el camino, y juntos se cuestionarán por lo que vale la pena luchar y descubrirán que nada es más importante que la familia... Secuela de "Creed", el spin-off de Rocky que en 2015 obtuvo muy buenas críticas y dio inicio a una nueva saga.
Es una revancha emocionante -pero algo desgastada- que en los combates cuerpo a cuerpo mantiene al filo del asiento y ésa es su nota mejor tocada.
Triunfo por decisión unánime: se gana la atención del público, el cual no saldrá decepcionado de la cinta (aunque Steven Caple Jr. no logra conectar un KO sólido como lo hizo Ryan Coogler en la primera cinta).

7,9
106.285
10
19 de febrero de 2019
19 de febrero de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arranca Interstellar como un excitante cruce entre Encuentros en la tercera fase (1977) y Señales (2002): en una Tierra al borde del colapso medioambiental, aparecen pequeños fenómenos paranormales que parecen establecer una comunicación con quién-sabe-quién sobre la posible solución al apocalipsis. Evidentemente, esto no es más que el punto de partida sobre el que Christopher Nolan acaba construyendo una gigantesca –a todos los niveles- nueva odisea en el espacio –los ecos al (revolucionario) clásico de Stanley Kubrick salpican la narración una y otra vez-pero que sirve para entender los intereses básicos del cineasta: Interstellar es, a todas luces, un relato conradiano sobre la construcción de la aventura. Un viaje emocional, claro, pero también fantacientífico, con un pie en Arthur C.Clarke (el más fantasioso) y otro en Stephen Hawking (el más excitante), que para explicar qué significa ser padre –la película tiene como leit-motiv emocional la angustia del padre astronauta (Matthew McConaughey) por reencontrarse con su hija- decide erigir toda una epopeya espacial donde cabe tanto el deleite por la construcción de mundos fantásticos, el thriller eléctrico fruto del enfrentamiento a todo tipo de cul-de-sac e, incluso, el terror gélido e insonoro de cuando el contexto trata de devorar a la narración –lo que nos remite de nuevo a Kubrick, pero también al Brian DePalma de Misión a Marte (2000) e incluso al James Cameron de Abyss (1989).
Está claro que a Nolan, como a Michael Haneke o al propio James Cameron, le puede la ambición; el querer hacer esa película más-grande-que-la-vida. Que sirva tanto como entretenimiento superlativo y como retrato sublime de las relaciones humanas. Una obra que mientras te excita la imaginación, sea capaz también de asfixiarte emocionalmente. Un terreno condenadamente naïf que la crítica suele castigar con especial dureza: recuerden, sin ir más lejos, los (injustificados, a mi juicio) palos a Steven Spielberg por el final de A.I. Inteligencia artificial (2001) o al propio DePalma por su coda en la ya citada Misión a Marte. Algo que agrava el hecho de que, si bien Nolan es tanto un fabuloso creador de imágenes que bordean lo imposible como un bárbaro constructor de situaciones límite de gran espectacularidad, también es cierto que es en el terreno dramático donde suele tirar más por la vía del trazo simple –por ejemplo, lo más endeble de la maravillosa Origen (2010) eran los brochazos que definían la relación del protagonista con su esposa fallecida-. Una dicotomía compleja que hace que, por momentos, Interstellar apunte más hacia Contact (1997) que a 2001: Una odisea en el espacio (1968), pero de cuya refriega sale indemne, más que por la contención melodramática de la historia (que no la tiene), por lo excelsamente elaborada que está.
Y es que Interstellar es una película para vivir, más que para ver. Un deleite audiovisual que supera a Avatar (2009) y la última trilogía de Star Wars (1999-2005) en su arquitectura antropo-galáctica, que va a la caza y captura de esa imagen-perla que dé tanto respuesta a qué es lo que existe dentro de un agujero negro como a trazar ese gesto-epifanía que ponga en escena el inconmensurable amor que siente un padre por sus hijos. Normal que uno no pueda resistirse a la brutal experiencia estética que resulta adentrarse en esos mundos imposibles surgidos de la imaginación de los hermanos Nolan (Christopher y Jonathan), y deba entender como lógico ese final mesiánico que no anda lejos del trazado por Terrence Malick en El árbol de la vida (2011).
Está claro que a Nolan, como a Michael Haneke o al propio James Cameron, le puede la ambición; el querer hacer esa película más-grande-que-la-vida. Que sirva tanto como entretenimiento superlativo y como retrato sublime de las relaciones humanas. Una obra que mientras te excita la imaginación, sea capaz también de asfixiarte emocionalmente. Un terreno condenadamente naïf que la crítica suele castigar con especial dureza: recuerden, sin ir más lejos, los (injustificados, a mi juicio) palos a Steven Spielberg por el final de A.I. Inteligencia artificial (2001) o al propio DePalma por su coda en la ya citada Misión a Marte. Algo que agrava el hecho de que, si bien Nolan es tanto un fabuloso creador de imágenes que bordean lo imposible como un bárbaro constructor de situaciones límite de gran espectacularidad, también es cierto que es en el terreno dramático donde suele tirar más por la vía del trazo simple –por ejemplo, lo más endeble de la maravillosa Origen (2010) eran los brochazos que definían la relación del protagonista con su esposa fallecida-. Una dicotomía compleja que hace que, por momentos, Interstellar apunte más hacia Contact (1997) que a 2001: Una odisea en el espacio (1968), pero de cuya refriega sale indemne, más que por la contención melodramática de la historia (que no la tiene), por lo excelsamente elaborada que está.
Y es que Interstellar es una película para vivir, más que para ver. Un deleite audiovisual que supera a Avatar (2009) y la última trilogía de Star Wars (1999-2005) en su arquitectura antropo-galáctica, que va a la caza y captura de esa imagen-perla que dé tanto respuesta a qué es lo que existe dentro de un agujero negro como a trazar ese gesto-epifanía que ponga en escena el inconmensurable amor que siente un padre por sus hijos. Normal que uno no pueda resistirse a la brutal experiencia estética que resulta adentrarse en esos mundos imposibles surgidos de la imaginación de los hermanos Nolan (Christopher y Jonathan), y deba entender como lógico ese final mesiánico que no anda lejos del trazado por Terrence Malick en El árbol de la vida (2011).
10
27 de febrero de 2019
27 de febrero de 2019
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el éxito de “Gladiator” el peplum y la épica de espada y sandalia de los años 50 y 60 parece florecer de nuevo en este siglo XXI con varios biopics de Alejandro Magno en ciernes y esta chusca recreación de “La Ilíada” de Homero, autor por otro lado de dudosa existencia.
troya-con-brad-pitt-fotoLo más palpable de “Troya” es que, al igual que muchas producciones del peplum italiano, recalca su carácter “camp” y su exhibición pseudogay (no en vano estamos en la Antigua Grecia) con un panorama hombruno que recupera cuerpos esculpidos a conciencia como los de Steve Reeves, Gordon Scott o Mark Forest. Es una lástima que en este film el papel de la mujer sea tan escaso y su participación se reduzca a intervenir como meros monigotes a lo largo de toda la historia al margen de que no existan féminas en este relato que puedan compararse a Virna Lisi, Rossana Podestà o Sylva Koscina. Otra vez será…
Brad Pitt ejerce de héroe principal en el papel de Aquiles, egocéntrico, narcisista, luce bíceps y triceps con piel bronceada y meleña teñida al viento, pareciendo más un surfista que un antiguo guerrero heleno. El problema de muchas grandes estrellas de Hollywood es que a pesar de ser buenos actores, como así lo es Pitt, todavía no tienen el calado interpretativo para sobreponerse a su estatus y dotar de personalidad propia a un personaje de renombre como el que aquí encarna. Sabemos que Pitt está interpretando a Aquiles, pero más bien vemos a la estrella disfrazada de Aquiles que al propio Aquiles, hecho que mengua la conexión emocional con sus aventuras.
troya-foto-criticaEric Bana como Héctor otorga más profundidad a su personaje, aportando, junto a Brian Cox y Peter O’Toole, las interpretaciones más destacadas de todo el film. Por su parte, Orlando Bloom y Diane Kruger, en unas más que mediocres caracterizaciones, todavía hacen más ator- y aton-tolados a la pareja que desencadena todo este embrollo.
El director Wolfgang Petersen (“La Tormenta Perfecta”) y el guionista David Benioff (“La Última Noche”) manejan con libertad el recurso literario, reduciendo la complejidad psicológica que siempre otorgan los autores griegos y la vinculación mitológica, esencial en la existencia y destino de la Grecia clásica, para centrar su esfuerzo en construir un intrascendente pero entusiasta espectáculo con meritorio tratamiento épico (la intervención de O’Toole y la adorable Julie Christie parecen guiños a uno de los maestros de la épica cinematográfica, David Lean), sostenido por un buen trabajo en la fotografía, efectos digitales y dirección artística, una funcional partitura de James Horner y un tacto narrativo suficientemente controlado para impedir que las escenas de acción no terminen de engullir los códigos que definen la génesis de tales acciones, como el amor, el honor, el sacrificio, la gloria o la inmortalidad.
Cuando la acción desaparece, la película se muestra un tanto morosa, forzada a nivel íntimo, con diálogos estridentes y una vacuidad palpable en la insuficiente penetración en los personajes, dejando expandir una historia que podía contarse en mucho menos tiempo, y más tras simplificar muchos de sus asentamientos básicos para adaptarla al neto disfrute palomitero. Esto último lo consigue.
troya-con-brad-pitt-fotoLo más palpable de “Troya” es que, al igual que muchas producciones del peplum italiano, recalca su carácter “camp” y su exhibición pseudogay (no en vano estamos en la Antigua Grecia) con un panorama hombruno que recupera cuerpos esculpidos a conciencia como los de Steve Reeves, Gordon Scott o Mark Forest. Es una lástima que en este film el papel de la mujer sea tan escaso y su participación se reduzca a intervenir como meros monigotes a lo largo de toda la historia al margen de que no existan féminas en este relato que puedan compararse a Virna Lisi, Rossana Podestà o Sylva Koscina. Otra vez será…
Brad Pitt ejerce de héroe principal en el papel de Aquiles, egocéntrico, narcisista, luce bíceps y triceps con piel bronceada y meleña teñida al viento, pareciendo más un surfista que un antiguo guerrero heleno. El problema de muchas grandes estrellas de Hollywood es que a pesar de ser buenos actores, como así lo es Pitt, todavía no tienen el calado interpretativo para sobreponerse a su estatus y dotar de personalidad propia a un personaje de renombre como el que aquí encarna. Sabemos que Pitt está interpretando a Aquiles, pero más bien vemos a la estrella disfrazada de Aquiles que al propio Aquiles, hecho que mengua la conexión emocional con sus aventuras.
troya-foto-criticaEric Bana como Héctor otorga más profundidad a su personaje, aportando, junto a Brian Cox y Peter O’Toole, las interpretaciones más destacadas de todo el film. Por su parte, Orlando Bloom y Diane Kruger, en unas más que mediocres caracterizaciones, todavía hacen más ator- y aton-tolados a la pareja que desencadena todo este embrollo.
El director Wolfgang Petersen (“La Tormenta Perfecta”) y el guionista David Benioff (“La Última Noche”) manejan con libertad el recurso literario, reduciendo la complejidad psicológica que siempre otorgan los autores griegos y la vinculación mitológica, esencial en la existencia y destino de la Grecia clásica, para centrar su esfuerzo en construir un intrascendente pero entusiasta espectáculo con meritorio tratamiento épico (la intervención de O’Toole y la adorable Julie Christie parecen guiños a uno de los maestros de la épica cinematográfica, David Lean), sostenido por un buen trabajo en la fotografía, efectos digitales y dirección artística, una funcional partitura de James Horner y un tacto narrativo suficientemente controlado para impedir que las escenas de acción no terminen de engullir los códigos que definen la génesis de tales acciones, como el amor, el honor, el sacrificio, la gloria o la inmortalidad.
Cuando la acción desaparece, la película se muestra un tanto morosa, forzada a nivel íntimo, con diálogos estridentes y una vacuidad palpable en la insuficiente penetración en los personajes, dejando expandir una historia que podía contarse en mucho menos tiempo, y más tras simplificar muchos de sus asentamientos básicos para adaptarla al neto disfrute palomitero. Esto último lo consigue.

7,0
28.017
9
4 de febrero de 2019
4 de febrero de 2019
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película difícil y contemplativa, pero también una obra maestra. En palabras del propio director, la cinta busca homenajear a las mujeres de su vida y, por ello, se centra en dos personajes: la matriarca de una familia de clase alta en el México de los 70 y su criada, los dos pilares de su educación.
Es una película que para mi en lo personal cada persona tiene que qué crear su final y cada persona tiene una manera distinta de ver lo sucedido.
Es una película que para mi en lo personal cada persona tiene que qué crear su final y cada persona tiene una manera distinta de ver lo sucedido.
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