El guión es un refrito muy poco inteligente de muchas cosas que cabría en una servilleta escrito a doble espacio, y de la interpretación solo se salva el bicho de goma. Casi toda la película transcurre en lo que parece una habitación de la casa de Aaron (¿por qué, Aaron?¿en verdad era esto necesario?) y la lógica brilla por su ausencia desde el primer momento (me despierto y, como no sé quién soy ni dónde estoy, me paseo como un forense sin ninguna emoción entre personas que han sido brutalmente asesinadas y salgo a pecho descubierto a respirar la atmósfera de un planeta desconocido mientras grito a los cuatro vientos si hay alguien en algún sitio). Todo lo demás son empujones y golpes mal coregrafiados entre los protagonistas bajo luces estroboscópicas de discoteca bakaladera, con muchos gruñidos de un ridículo bicho que parece un señuelo para pescar calamares, pero que pone el punto filosófíco comunicativo en un momento para olvidar. Especial mención para el destornillador y el impagable cuchillo cebollero, todavía armas de destrucción masiva en los tiempos de exploración interestelar, y para el maletín cirujano explorador marca Acme junior, capaz de extraer sin anestesia al alien del cerebro de la chica a través de una brecha en la ceja. Hay más despropósitos, pero con lo expuesto debería de ser suficiente para evitar que la gente que aprecia su tiempo caiga en la tentación de verla. ¡Ah! y para los valientes hay escena postcréditos.

Llegan a una casa por la noche, media hora de cháchara de walkie talkie en la que te quedas de "Echo Charlie Foxtrot, 12, 0, 7" hasta las narices, intentan irse de la casa y no les sale, y se van de la casa. Punto. Quizás Black Hawk Down no era tan exacta, y los expertos ojos de un militar encontrarían miles de fallos, pero lo que contaba y la forma de hacerlo me convenció y logró que me creyera la historia, y que me metiese en el pellejo de cada uno de aquellos soldados y sufriese con ellos. Con Warfare no me pasó. La única historia que me interesó, y de ahí la puntuación, es la secundaria, la de esa familia con hijos que está durmiendo en su casa todo lo tranquilamente que se puede dormir en un país en guerra, y a la que despiertan en mitad de la noche con golpes en las paredes, voces y luces unos hombres armados que no saben si son amigos o enemigos ni qué pretenden, y que se tienen que pasar la película angustiados y encerrados en una habitación mientras dejan su casa como un colador. Esa historia tangencial sí que me caló.