Una historia que se sale de los cánones. No parece americana, y a la vez, refleja la increíble grandeza del paraje americano (no sólo estadounidense). Apoyada en una fotografía excepcional (en ciertos aspectos, recuerda a la magnífica Dersu Uzala de Kurosawa) y en la genial música de Eddie Vedder (que firma unas canciones posiblemente a la altura de sus mejores momentos en Pearl Jam, como Society, Guaranteed o la conmovedora Rise), apela a un sentimiento de insatisfacción con lo establecido, de búsqueda de uno mismo que lleva al protagonista (bien interpretado por Emile Hirsch) hasta los rincones más alejados de América.
Ni siquiera la pequeña moraleja del final puede estropear una película preciosa, con una fuerza, una vida y una poesía que escasean últimamente. Como digo, una obra maestra.