Sorprende de buenas a primeras la puesta en escena teatral, circular, de tramoya en tramoya. El espectador se prepara para ver algo diferente y la verdad es que entre estupefacto e intrigado aguanta un arranque irregular, un tanto farragoso, esperando que el talento supla las carencias narrativas que se adivinan a simple vista.
Pero todo queda en nada. La trama se sustenta por la fuerza de una historia universal, bien conocida por todos, y aun así siempre capaz de atraer al público. Por lo demás, nada en mi opinión. La originalidad supuesta de la puesta en escena es como una gaseosa sin carbónico; hasta tal punto que acaba por fastidiar. Los personajes sin fuerza alguna... Claro que en este caso siempre hago la salvedad de que la he visto en castellano... por lo que allá la responsabilidad de los dobladores y su (una vez más) hilarante, gritón y nada sugerente doblaje.
El extraño baile que se teje para intentar generar un climax ascendente que culmine con lo que debería ser la gran escena sobre la que la trama gira, su arché, no tiene fuerza expresiva, no consigue emocionar al espectador, no genera una fuerza amorosa suficiente como para levantar la películar y hacerla ir hasta su inevitable fin. Entonces todo se vuelve mortecino, por veces aburrido y lento, y la supuesta originalidad se transforma en lo más parecido a un pestiño que he visto últimamente.

La verdad es que la Vida de Pi me encantó porque tiene todo lo que le pido a una película: o sea, hace que me lo pase bien. Sin entrar en más cuestiones técnicas, sobre las que no estoy suficientemente cualificado, es un relato impecable, muy bien estructurado desde el punto de vista narratológico. La tenue línea que separa lo onírico de lo, digamos, puramente prosaico, está definida con genialidad y con sumo cuidado y la historia es tan intrigante y está tan bien desarrollada que engancha desde el primer minuto hasta el final.
Qué pena que nos la tengan que explicar en ese intercambio final de planos... A lo sumo, un intercambio de miradas cómplices...
Señor Lee, o señores productores, o a quien corresponda: ¿en tan baja estima tienen a su público?