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5,6
10.393
6
2 de febrero de 2022
2 de febrero de 2022
35 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguro que has escuchado alguna vez eso de que en el tráiler se condensan las mejores escenas de la película. Pues este caso cumple con eso a la perfección. Así que si aún no has pagado la entrada de cine, yo me lo pensaría.
No esperes sustos inusitados ni sonidos estridentes, tiene un ritmo lento pero continuo, con algunas escenas desesperantes que te despiertan cierta atávica sensación de impotencia. Ligeramente interesante a la par que tacaña, te exige demasiado para lo poco que da.
Por lo demás, se agradece el trato creativo que se le da a la vejez así como algunas escenas interesantes y originales. Le falta chicha y emoción además de ser bastante previsible, eso sí.
No esperes sustos inusitados ni sonidos estridentes, tiene un ritmo lento pero continuo, con algunas escenas desesperantes que te despiertan cierta atávica sensación de impotencia. Ligeramente interesante a la par que tacaña, te exige demasiado para lo poco que da.
Por lo demás, se agradece el trato creativo que se le da a la vejez así como algunas escenas interesantes y originales. Le falta chicha y emoción además de ser bastante previsible, eso sí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo más interesante de la película es la forma en que trata el tema de la brujería, aunque de forma superficial y escasa. El momento en el que la abuela hace el primer juego de manos y parece que se vaya a arrancar por bulerías, cuando atropellan a la que iba a ser la supuesta asistenta, es para enmarcar.

7,9
106.290
1
23 de enero de 2023
23 de enero de 2023
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, la película tiene efectos especiales y por lo que tengo entendido, la parte técnica está bastante bien documentada. Fin. Pura estética.
La historia es arbitraria, absurda, moralista, finge dramatismo y es victimista. Su falta de profundidad ofende y por ello opta por apelar a la emocionalidad (¿en serio? ¿Qué os conmueve?¿el rollo místico que llevan milenios inculcándonos con otro fondo y fuegos artificiales? No os entiendo).
Invitaría a todos y cada unas de las personas que la puntúan bien a que se leyeran el guión, sin superficialidades que les distraigan. Me juego la uña del meñique del pie a que no aguantan ni 10 páginas de tal infumable y pretenciosa (no sé ni cómo llamarle que no suene demasiado mal).
Entiendo que os pueda molar Batman pero por favor... Os recomiendo mi crítica a Empire de Andy Warhol.
La historia es arbitraria, absurda, moralista, finge dramatismo y es victimista. Su falta de profundidad ofende y por ello opta por apelar a la emocionalidad (¿en serio? ¿Qué os conmueve?¿el rollo místico que llevan milenios inculcándonos con otro fondo y fuegos artificiales? No os entiendo).
Invitaría a todos y cada unas de las personas que la puntúan bien a que se leyeran el guión, sin superficialidades que les distraigan. Me juego la uña del meñique del pie a que no aguantan ni 10 páginas de tal infumable y pretenciosa (no sé ni cómo llamarle que no suene demasiado mal).
Entiendo que os pueda molar Batman pero por favor... Os recomiendo mi crítica a Empire de Andy Warhol.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El profesor traicionero es dios cuando manda el diluvio para salvar a la humanidad: lo hace por su bien. El astronauta traicionero es Caín en su nueva versión espacial.
La historia de repoblar planetas, la primera Eva, el rollo de los universos paralelos y atemporales... Todo tan manido y rodeado de un infantilismo irresponsable.
La frialdad de la familia cuando lo recibe la hija (ni lo miran y la hija lo despacha rápido. Ni un abrazo ni nada...). Repasad esa escena, por favor. Es absurdo y culpabilizador todo. Eso sí, al robot se le quiere y humaniza como al que más siendo un trozo de acero.
Nolan enciende fuegos artificiales haciéndose valer de efectos especiales y tecnicismos, inserta la religión que ni te enteras y allá que vamos: te crees que no la entiendes y es que te ha vendido humo.
La historia de repoblar planetas, la primera Eva, el rollo de los universos paralelos y atemporales... Todo tan manido y rodeado de un infantilismo irresponsable.
La frialdad de la familia cuando lo recibe la hija (ni lo miran y la hija lo despacha rápido. Ni un abrazo ni nada...). Repasad esa escena, por favor. Es absurdo y culpabilizador todo. Eso sí, al robot se le quiere y humaniza como al que más siendo un trozo de acero.
Nolan enciende fuegos artificiales haciéndose valer de efectos especiales y tecnicismos, inserta la religión que ni te enteras y allá que vamos: te crees que no la entiendes y es que te ha vendido humo.
10
22 de enero de 2023
22 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida misma, amigos. La normalización de lo absurdo como continuidad en la sociedad occidental contemporánea. Lo único que merece la pena de la película son las narrativas que, como bien se ve en los comentarios, generan entorno a ella los espectadores. Y de eso trata, así que Warhol disfrutaría vuestras bajísimas notas demasiado para lo que se merece.
Una tragicomedia performática donde el espectador es el protagonista y ameniza con cuentos y chistes, como buen bufón cortesano, los temas mundanos que le rodean (sí, está película es un arquetipo de la mundanidad) mientras el poder se mantiene monolítico y toma nota desde su palco particular, un panóptico desde el que ríete tú si no ve bien el escenario. Explotando las buenas ideas que (además, ahora las controla todas gracias a internet y las redes sociales-¿cómo era eso de que estás a 6 personas de cualquier otra persona del mundo?- le salen gratis).
Un que todo cambie centrado en el individuo (y en lo que cada cuál tenga que decir) para que nada cambie en cuanto al sistema (una imagen fija en blanco y negro absurdamente distendida en el tiempo en el que el único cambio es el paso del tiempo), que va podando como a árboles a través del marketing (cualquier idea socializadora es más digerible cuanto más atractiva, sencilla, divertida,...) a los supuestos ciudadanos -ellos creen que lo son, que su voto marca la diferencia-.
El poder (la película de Warhol) busca la performance para conocer qué piensan de ella "los ciudadanos" y así hacerse una idea de los diversos discursos que existen y cómo puede redireccionarlos y amoldarlos, de una forma más o menos cómoda, a su propio discurso. Solo necesita tiempo y recursos.
El concepto de autopoiesis de Luhmann lo explica muy bien: el sistema absorbe lo subversivo, aprovecha su poder social, lo transforma en algo adaptable a su discurso y lo distribuye a través de la socialización usando el marketing entre los distintos perfiles de ciudadanos, aportando variados discursos en los que acomodarse. El individuo no conoce así donde empieza su persona y acaba el personaje. Se cree único pero no tiene herramientas ni tiempo para discernir la realidad.
También es más sencillo y cómodo, pura economía del comportamiento, amoldarse al sistema y comentarlo todo desde la barrera (¿Habéis visto Funny Games? Muy recomendable, también).
Nadar a contracorriente tiene un alto coste siempre. Si ya es difícil por cómo estamos, dadas las performances que se están sucediendo (véase cambio climático, aumento de la desigualdad, inflación, coronavirus, crisis,...), imagina pensar siquiera en esforzarse aún más. Y para qué, si siempre es lo mismo, ¿no? Si no tenemos tiempo que perder. Pues como con la película de Warhol.
Quién tiene más poder, ¿el Mercado (sistema) o el Estado (soberanía)? El discurso posmoderno se diferencia del moderno, entre otras cosas, por incluir más fe que certezas, más discursos vacíos basados en la subjetividad -generando así jerarquías porque claro, ¿cómo se mide el valor si usamos escalas emocionales?- que conocimiento y crítica constructiva basadas en la universalidad -.
Bueno, el surgimiento de los fascismos a lo largo del sXX es una buena muestra de cómo funciona la posmodernidad: una vuelta a lo atávico, a la estética, al dogma, al misterio y a la autoridad marcada por el contexto (condicionado) de la tradición.
Warhol busca la contradicción con Duchamp (el del orinal), convencido este último de que la sociedad contemporánea había acabado consigo misma extendiendo lo mundano, propio de las sociedades de masas, a la política. Depreciando así su intrínseco virtuosismo académico. Matando la modernidad, tal como él acababa con el arte colocando el urinario en un museo de prestigio.
¿Qué hacía especial a aquél urinario? El contexto. Encontrarse en un museo con autoridad acompañado de obras de arte que habían llegado allí por disponer de cierto virtuosismo por muy elitistas que fueran -e aquí los mánagers y asesores contemporáneos-.
En el modernismo se valoraba la virtud y ello implica cierto decoro en cuanto a la calidad de la obra. A partir del urinario de Duchamp, lo que importaba no era la obra si no la performance, el marketing, el contexto, lo que se hablara de ella, el escándalo y el morbo: lo mundano. Demostrando así que prima la estética a la ética y que es más importante saber venderse y rodearse de la gente adecuada que demostrar mérito: de la ciencia moderna se pasa al politiqueo posmoderno.
Y eso era el fin de la sociedad occidental como disponer el orinal en el museo el fin del arte. Un "dios ha muerto y lo hemos matado nosotros" en toda regla. Ninguna sociedad puede superar la absurdez en la que nos sumerge el posmodernismo (piensa Duchamp) donde lo vulgar se ha masificado y ha ocupado el lugar del arte, como su orinal.
Warhol va más allá y dice: no, amigo Duchamp. Esto es solo el principio. La modernidad siempre fue un engaño (no voy a decir de quienes, ah. Pero llevan siglos en la "lista forbes" y financian los medios), otra narrativa más.
El sistema, lejos de estar en decadencia, se encuentra en plena transformación. Lo que a ti ahora te parece el fin, no es más que el principio. El sistema normaliza lo absurdo, lo mastica y se lo ofrece de comer a los "ciudadanos" durante un tiempo cual autopoiesis de Luhmann. Es así como deja de ser absurdo y rompedor para convertirse, lentamente y gracias a la poda, en "lo normal", lo mundano.
Ni el sistema es absurdo ni cambia, Duchamp. Eres demasiado efímero para entender su futura normalidad y lo suficientemente ingenuo para creer en el cambio. Intenta adaptarte a él, sé atrevido, juega y no te creas tan importante. No te condiciones por "lo absurdo" porque en dos días ya es mediocre. Vaya a ser que alguien se aproveche de la necesidad de certezas que deja ver tu soberbia. No te des tanta importancia, los humanos no somos más que monos que saben contar historias (conversación ficticia).
Una tragicomedia performática donde el espectador es el protagonista y ameniza con cuentos y chistes, como buen bufón cortesano, los temas mundanos que le rodean (sí, está película es un arquetipo de la mundanidad) mientras el poder se mantiene monolítico y toma nota desde su palco particular, un panóptico desde el que ríete tú si no ve bien el escenario. Explotando las buenas ideas que (además, ahora las controla todas gracias a internet y las redes sociales-¿cómo era eso de que estás a 6 personas de cualquier otra persona del mundo?- le salen gratis).
Un que todo cambie centrado en el individuo (y en lo que cada cuál tenga que decir) para que nada cambie en cuanto al sistema (una imagen fija en blanco y negro absurdamente distendida en el tiempo en el que el único cambio es el paso del tiempo), que va podando como a árboles a través del marketing (cualquier idea socializadora es más digerible cuanto más atractiva, sencilla, divertida,...) a los supuestos ciudadanos -ellos creen que lo son, que su voto marca la diferencia-.
El poder (la película de Warhol) busca la performance para conocer qué piensan de ella "los ciudadanos" y así hacerse una idea de los diversos discursos que existen y cómo puede redireccionarlos y amoldarlos, de una forma más o menos cómoda, a su propio discurso. Solo necesita tiempo y recursos.
El concepto de autopoiesis de Luhmann lo explica muy bien: el sistema absorbe lo subversivo, aprovecha su poder social, lo transforma en algo adaptable a su discurso y lo distribuye a través de la socialización usando el marketing entre los distintos perfiles de ciudadanos, aportando variados discursos en los que acomodarse. El individuo no conoce así donde empieza su persona y acaba el personaje. Se cree único pero no tiene herramientas ni tiempo para discernir la realidad.
También es más sencillo y cómodo, pura economía del comportamiento, amoldarse al sistema y comentarlo todo desde la barrera (¿Habéis visto Funny Games? Muy recomendable, también).
Nadar a contracorriente tiene un alto coste siempre. Si ya es difícil por cómo estamos, dadas las performances que se están sucediendo (véase cambio climático, aumento de la desigualdad, inflación, coronavirus, crisis,...), imagina pensar siquiera en esforzarse aún más. Y para qué, si siempre es lo mismo, ¿no? Si no tenemos tiempo que perder. Pues como con la película de Warhol.
Quién tiene más poder, ¿el Mercado (sistema) o el Estado (soberanía)? El discurso posmoderno se diferencia del moderno, entre otras cosas, por incluir más fe que certezas, más discursos vacíos basados en la subjetividad -generando así jerarquías porque claro, ¿cómo se mide el valor si usamos escalas emocionales?- que conocimiento y crítica constructiva basadas en la universalidad -.
Bueno, el surgimiento de los fascismos a lo largo del sXX es una buena muestra de cómo funciona la posmodernidad: una vuelta a lo atávico, a la estética, al dogma, al misterio y a la autoridad marcada por el contexto (condicionado) de la tradición.
Warhol busca la contradicción con Duchamp (el del orinal), convencido este último de que la sociedad contemporánea había acabado consigo misma extendiendo lo mundano, propio de las sociedades de masas, a la política. Depreciando así su intrínseco virtuosismo académico. Matando la modernidad, tal como él acababa con el arte colocando el urinario en un museo de prestigio.
¿Qué hacía especial a aquél urinario? El contexto. Encontrarse en un museo con autoridad acompañado de obras de arte que habían llegado allí por disponer de cierto virtuosismo por muy elitistas que fueran -e aquí los mánagers y asesores contemporáneos-.
En el modernismo se valoraba la virtud y ello implica cierto decoro en cuanto a la calidad de la obra. A partir del urinario de Duchamp, lo que importaba no era la obra si no la performance, el marketing, el contexto, lo que se hablara de ella, el escándalo y el morbo: lo mundano. Demostrando así que prima la estética a la ética y que es más importante saber venderse y rodearse de la gente adecuada que demostrar mérito: de la ciencia moderna se pasa al politiqueo posmoderno.
Y eso era el fin de la sociedad occidental como disponer el orinal en el museo el fin del arte. Un "dios ha muerto y lo hemos matado nosotros" en toda regla. Ninguna sociedad puede superar la absurdez en la que nos sumerge el posmodernismo (piensa Duchamp) donde lo vulgar se ha masificado y ha ocupado el lugar del arte, como su orinal.
Warhol va más allá y dice: no, amigo Duchamp. Esto es solo el principio. La modernidad siempre fue un engaño (no voy a decir de quienes, ah. Pero llevan siglos en la "lista forbes" y financian los medios), otra narrativa más.
El sistema, lejos de estar en decadencia, se encuentra en plena transformación. Lo que a ti ahora te parece el fin, no es más que el principio. El sistema normaliza lo absurdo, lo mastica y se lo ofrece de comer a los "ciudadanos" durante un tiempo cual autopoiesis de Luhmann. Es así como deja de ser absurdo y rompedor para convertirse, lentamente y gracias a la poda, en "lo normal", lo mundano.
Ni el sistema es absurdo ni cambia, Duchamp. Eres demasiado efímero para entender su futura normalidad y lo suficientemente ingenuo para creer en el cambio. Intenta adaptarte a él, sé atrevido, juega y no te creas tan importante. No te condiciones por "lo absurdo" porque en dos días ya es mediocre. Vaya a ser que alguien se aproveche de la necesidad de certezas que deja ver tu soberbia. No te des tanta importancia, los humanos no somos más que monos que saben contar historias (conversación ficticia).
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