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Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
15 de marzo de 2023 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine va más allá de contar historias. Gana eficacia cuanta más emoción es capaz de transmitir y más ideas evoca. La imagen es un factor crítico. Pero no solo en lo formal, fotográfico o pictórico. Los buenos actores son capaces de expresar casi sin palabras, solo con un rictus, lo que un sinfín de páginas de texto no podrían. Incredulidad, conmoción, devastación, odio.

Esta obra, cronológicamente fechada en el primer cuarto del siglo XX, no solo es un retrato costumbrista de la difícil existencia de unos aldeanos isleños durante el comienzo de la guerra civil de Irlanda. Lo que parece ocurrir medio en broma, acaba recrudeciéndose cuando se traspasa el punto de no retorno de todas las cosas. Los conflictos políticos y humanos, a partir de un punto insignificante, a veces, acaban convirtiéndose en dramas humanos de proporciones épicas.

Almas en pena de Inisherin no es una película al uso. No es sencilla de ver. Si bien la fotografía es preciosista y los paisajes imponentes, ocurren sucesos inexplicables, aparentemente absurdos e incomprensibles. Al menos, desde una perspectiva lógica (Spoiler 1). No, sin embargo, si se caracteriza su contexto. Insularidad, soledad, angustia vital, enfermedad mental, dramas personales irresolubles. Pero cuando acaba la historia, no acaba todo. No pasan de largo los infiernos interiores de los protagonistas. Lo que acabamos de vivir nos deja huella. Comienza entonces el espectador sobrecogido a atar cabos y las claves que percibe, probablemente coincidan con gran parte del sentido que Martin McDonagh pretende imprimir a su obra de autor. El puñado de pistas que ha ido dejando por el camino McDonagh, confluyen en un sentido redondo en el que todas las piezas encajan, causa y efecto. Y todo está interrelacionado sutil e incluso abruptamente.

El protagonista, Padraic, no puede asimilar el cambio hostil de Colm, su amigo de toda la vida. No entiende sus explicaciones. Pero no arroja la toalla. Una y otra vez, Padraic trata de que su vecino recupere la cordura que él cree inexplicablemente perdida.
Colm emprende una hostil huida hacia adelante. Y Padraic encaja cada escalada de esa hostilidad creciente hasta que el drama traspasa el punto de no retorno. Como el conflicto entre irlandeses que se ha prolongado hasta nuestros días (Spoiler 2).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(Spoiler 1). No pretendamos comprender una mente enferma. Que de enfermedad trata también esta película.
Desde la perspectiva de la enfermedad mental sin tratar, (el cura le pregunta cómo va con su depresión, si no va a hacer nada para tratarla), las actitudes autoviolentas de Colm no escapan tanto a la comprensión. Las ideas paranoides, raras, a veces pueden desembocar en actitudes violentas (Colm enfermo al más puro estilo Van Gogh).

La enfermedad mental impacta con mayor fuerza en entornos solitarios, perfeccionistas, desestructurados, angustiados. El protagonista no encuentra solución a su infierno interior. Y probablemente busque sin pedirla ayuda desesperada en el confesor habitual, cada domingo. Pero, además, a su alrededor, hay personajes solitarios, devastados, con diferentes carencias, que tratan de huir de una insoportable soledad. La tendera chismosa. El policía degenerado que hubiera ido a ver ejecuciones gratis. El hijo maltratado. La hermana solterona de Padraic. La vieja bruja. Incluso el sacerdote.

Y el contexto, la incomprensible guerra entre hermanos. Incluso al policía enfermo le parece extraño que en la guerra civil se maten entre iguales. Era más fácil cuando unos y otros solo mataban ingleses. Colm asiente.

(Spoiler 2). En la escena final, Colm busca el armisticio. "¿Estamos en paz, tras lo de mi casa?" Pero ya es Padraic el que no lo ve posible. No, porque Colm no quiso inmolarse dentro.
Tampoco ve posible ya Padraic el cese de las hostilidades en la Guerra Civil, aunque lleven unos días de tregua. Los disparos volverán a escucharse de nuevo, "pronto volverán a pelear, porque hay cosas que no se pueden olvidar", sentencia Padraic, con el recuerdo de Jenny removiéndole el alma.
26 de diciembre de 2018 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Roma, Alfonso Cuarón retrata la condición humana, dibujando un fresco de contrastes. Personajes imperfectos, protagonistas anónimos de unos años 70 convulsos y violentos, ubicados intencionalmente en un barrio de clase media alta mexicana, la colonia Roma, en la que creció el autor. Perfiles egocéntricos, superfluos, que viven en la truculencia como en su hábitat natural. Y que ejecutan la traición y el egoísmo con sorprendente soltura, día tras día.

Y en contraposición al universo imperfecto y egoísta que le rodea, es precisamente la insignificante Cleo, la protagonista transparente que vive en función de los otros, la que engrasa y cuida la maquinaria familiar para que no se gripe y descomponga fatalmente. Incluso renunciando a su trocito de felicidad individual.

A los espectadores que busquen una historia compleja, con giros impensables y resolución inverosímil, quizá no les llenará Roma. Para disfrutar la obra de Cuarón hay que paladearla. Sin prisas ni ideas preconcebidas. Como arte cinematográfico. Dejarse atrapar por la poesía narrativa y la fuerza dramática de la imagen. Y ponerse en la piel de Cleo, el ángel de la guarda de todos. Solo así puede captarse el "qué" y el "cómo". Lo diferente de la propuesta cinematográfica. Y la sorprendente esencia de lo que se nos intenta transmitir. Aproximándonos a la historia con la generosidad de la protagonista, es imposible no vivir una emoción especial.

Extraordinario homenaje a esos seres anónimos admirables, transparentes, que marcan nuestra existencia, pasando de puntillas por nuestras vidas, dando, sumando, agregando paz interior, sin buscar recompensa alguna. En lo simple y en lo genuino de las cosas habita la verdadera paz interior.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Viendo la Roma de Cuarón, he sentido una sutil emoción. Un déjà vu. Me ha evocado, por similitudes filosóficas, plásticas y narrativas, El Río, de Jean Renoir. El Universo fluye y se renueva constantemente. Se autolimita y se compensa. Yin y yang. Truculencia y autenticidad. Mezquindad y generosidad. Muerte y vida. El río y el avión. El suelo y el cielo. “The day ends. The end begins”. “Shanti shanti shanti”. En lo simple y en lo genuino de las cosas habita la verdadera paz interior.
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