Pues ya sabemos lo que es y va a ser Babylon: Un jodido despliegue de sortilegios, carnalidad, fantasía, y mucho instinto.
La veo y siento que estoy nadando en un mar revuelto de estilos e influencias cinematográficas, siendo las más jóvenes las que salpican: Tarantino, Luhrmann, Ritchie y el propio Chazelle que bebe de sí mismo y ya empieza a crear su estilo propio, con el jazz como sello icónico.

La audacia y frescura del estilo, lleno de vísceras, color y descaro me mantiene magnético a la pantalla, y sin embargo es como si todo el rato echara en falta algo. Quizás el corazón, a quien de buena mano se le encarga a un Diego Calva que se bautiza en Hollywood con mucha honra y vulnerabilidad.

Se que estoy viendo un homenaje y una radiografía en uno de los momentos evolutivos más importantes del cine, y el más canalla me lo está contando con el mejor de los recursos y el mejor de los repartos, pero la bifurcación de tramas y el cinismo Hollywodiense separa mi corazón del de los personajes, y eso me deja más viendo un cuadro que habitando una historia.

Pero desde luego los continuos orgasmos jazzeros, un dirección de foto y un montaje frenético, una puesta en escena de órdago, una Margot Robbie acariciando el cielo de la Libertad, y un guión puntiagudo y vigoroso ceban mis tres horas de metraje y termino con la sensación de que se ha dado una aportación al cine.