Nos encontramos ante un remake (innecesario, en mi opinión) que desde el minuto cero pretende diferenciarse de la película original modernizando su look, a través de las nuevas tecnologías. Y lo consigue. Tanto que su principal problema es precisamente ese.

El producto resultante es tan frío como esta nueva y maravillosa era en la que vivimos rodeados de smartphones y tablets. Pero que anula en cierta medida nuestra capacidad de ver las cosas con el romanticismo de hace 33 años.

Esta cinta nos muestra un espectáculo visual ciertamente atractivo, pero sin corazón.

Tenemos en un lado del ring al HD de los smartphones y tablets, frente a la imagen con grano de las teles de tubo y los VHS. Vistosidad modernizada con CGI bien trabajado contra el terror cálido y artesanal que nos ofreció la cinta de 1982.

Lo mejor: gran labor de fotografía de nuestro querido Aguirresarobe. Buenos efectos. La secuencia de los payasos. Sam Rockwell en ocasiones.

Lo peor: el guión es flojo. No te deja esa sensación desasosegante durante las escenas más impactantes del film, precisamente porque no te consigue atrapar debido a su falta de alma.