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Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4 de noviembre de 2017
60 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película, tal vez no redonda, pero sí con sólidas interpretaciones (excepto acaso Arnaud Valois, que parece estar ahí sólo por guapo), con un estilo seco y directo, aunque no brutal. Me sorprende que la mayoría de críticas coincidan en quedarse en lo conmovedor de la necesaria lucha y en la bonita y triste historia de jóvenes guapos que se enamoran y se quieren mucho. Pero 120 pulsaciones va mucho más lejos: película llena de dobleces, de matices, algunos de los cuales sólo se descubren avanzado el metraje y que hacen de ella una historia profundamente desesperanzadora
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sean va atando cabos: es valiente y apasionado, pero no imbécil. No sólo se va dando cuenta de que se enfrenta al hecho de que va a morir, sino que lo hará absolutamente solo. Nadie (ni instituciones, ni los médicos o científicos, amigos y colegas, pareja...) harán NADA por él. Su vida y el castigo que arrastra por haber amado y confiado (única culpa de tantos enfermos) serán usados por TODOS para lograr cada uno sus propios fines: los políticos ora para criminalizar a las minorías-las derechas-, ora para presentarse como sus valedores-las izquierdas: recordemos el autocomplaciente discurso al inicio y la paga que el Gobierno social de Mitterand le concede pocas horas antes de morir, Gobierno que nunca se enfrentó a las farmacéuticas para exigirles sus avances); los médicos que cubren el expediente prescribiendo insufribles tratamientos limitándose a cumplir maquinalmente sus protocolos; las compañías farmacéuticas que esperan forrarse a costa de la enfermedad y la desesperación...
Pero también los "compañeros" de lucha: 120 pulsaciones no sólo enseña sin pudor la hipocresía de la sociedad y de las instituciones, sino también (y esto es lo más perturbador) la de los grupos y asociaciones que pretenden luchar contra ello pero que luego, internamente, reproducen idénticos esquemas de intereses creados: las interminables y estériles discusiones por egos, personalismos y liderazgos, por la parcelita de poder a costa de los demás. Eso es Thibaut, jefe de la asociación Act Up: uno de tantos que, siempre con buenas palabras y gestos oportunos, se acomodan en sus puestos pero en realidad no quieren cambiar nada: viven mejor "contra los problemas" que solucionándolos. Se aseguran así un enemigo ante el que reunir a los demás y dirigirlos, saciando con ello su sed de ambición y protagonismo.
Y por supuesto la pareja: el aparentemente abnegado Nathan no tiene VIH, pero sí sufre otra de las epidemias más destructivas que asola a la sociedad y a la comunidad gay en particular: el complejo de culpa. Lo arrastra desde que por egoísmo y cobardía había dejado morir sólo a su anterior pareja. El director no ha querido o no ha sabido exponerlo de modo más sutil que con la abierta confesión que hace a Sean. Pero desde entonces va quedando claro que todo lo que hace por él va encaminado a desquitarse su mala conciencia: no le importa nada el bienestar de Sean, sino el suyo propio, para lo cual la enfermedad de Sean le es útil.
Cuando Sean lo entiende se rinde; ya no se sienta junto a Nathan en las reuniones ni le devuelve la sonrisa. En un último gesto de dignidad, Sean echará a Thibaut de la sala de hospital, donde éste le hacía su "sentida" visita de rigor. Luego, mientras Sean se retuerce en una cama de hospital, Nathan, ya satisfecho de sí mismo, se divierte bailando y siente ganas de sexo con otros. Sólo duerme al lado de Sean una última noche para inyectarle, por compasión o por hartazgo, lo que acabará definitivamente con su vida.
Van llegando los "compañeros" uno a uno a "hacerse la foto"; el primero Thibaut, el más hipócrita. Nathan lo sabe, pero lejos de decirle que su presencia no es oportuna, le ofrece tener sexo con él esa noche (estando el cadáver de su novio aún caliente y de cuerpo presente).Thibaud está encantado: el muerto al hoyo y el vivo...Todo el cinismo imaginable queda concentrado en la mirada fija que durante un segundo lanza Nathan al espectador, diciendo "Sí, soy un mierda, pero soy humano y voy a lo mío". El odioso complejo de culpa reaparecerá tras ser follado por Thibaud (la culpa siempre sigue al placer, es más cómodo así). Llora, sí, pero que le quiten "lo bailao". De poco le sirven ya a Sean sus lágrimas.
No es el SIDA, son temas eternos: la miseria humana, el egoísmo, la ambición, la insolidaridad, las apariencias. En medio sólo hay un héroe, que tendrá que pagar muy caros unos pecados que el mundo no perdona: la ingenuidad y la necesidad de amar y ser amado. El precio serán en dolor, la soledad y la muerte
17 de mayo de 2020 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ejercicio vacío, insufrible, de narcisismo grosero, de ese "postureo" falso y pseudo-intelectual que sube el ego a paletos que se creen geniales pero se quedan en pedantes. Pretenciosa, frívola, ridícula... No le doy un 1 por el respeto que merece siempre el trabajo de actores y equipo
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