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Críticas ordenadas por utilidad
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6,8
906
9
23 de septiembre de 2010
23 de septiembre de 2010
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película, sin tener la redondez de otras películas de Bergman, como pueden ser "El Rostro", "Persona" o "El séptimo sello", es un film que rezuma pureza. No son unos personajes elaborados, la trama cojea en ocasiones; pero eso carece de importancia, porque la película es Bergman, es arte, fluye de su alma. Me gusta imaginarme a Bergman en éxtasis artístico una noche de depresión, una noche de esas en que nada tiene sentido. Y me gusta imaginármelo rodando, fiel al sentimiento de aquella noche, consciente de que hay cosas que podría mejorar pero negándose a si mismo la corrección para expresar más vivamente sus temores existencialistas.
Por supuesto es la primera película bergmaniana, y en ella podemos discernir a Fellini y a Woody Allen, así como el Bergman maduro que hace cine con la perfección, la inteligencia y el arte propios de su genio.
Me encanta el respecto hacia el espectador, ese "piesa un poco que no es tan complicado", presentar unos personajes, abandonarlos, retomarlos como secundarios, ellos sólo son una excusa para decirnos lo que quiere, y los usa cuando quiere. Se adentra en el metacine, el metaarte, también lo abandona para retomarlo al final; como diciendo, "para esto sirve el cine, esto es cine".
Por supuesto es la primera película bergmaniana, y en ella podemos discernir a Fellini y a Woody Allen, así como el Bergman maduro que hace cine con la perfección, la inteligencia y el arte propios de su genio.
Me encanta el respecto hacia el espectador, ese "piesa un poco que no es tan complicado", presentar unos personajes, abandonarlos, retomarlos como secundarios, ellos sólo son una excusa para decirnos lo que quiere, y los usa cuando quiere. Se adentra en el metacine, el metaarte, también lo abandona para retomarlo al final; como diciendo, "para esto sirve el cine, esto es cine".
7
1 de diciembre de 2013
1 de diciembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
«La muerte no interrumpe nada, y sin embargo...» (1) cuanto daríamos algunos por poder ver la 8ª de Tarkovsky. En este caso la muerte fue el punto final para uno de los mejores conjuntos artísticos del siglo XX; sus siete largometrajes son parte esencial de la historia cinematográfica, su obra pone al cine definitivamente en el mismo plano que técnicas artísticas de mayor tradición histórica, un arte bello y terriblemente complejo; Tarkovsky lo pone de manifiesto, elimina los complejos del cine como arte y pone en valor a los cineastas posteriores y también a sus predecesores. Mi mirada hacia Dreyer, Bergman, Bresson, Tarr o el mismo Sokurov no hubiera sido la misma sin el bueno de Andrei, cambió mi perspectiva para siempre, me hizo mirar más lejos, me hizo ver en un río el cielo reflejado y el fondo arcilloso.
De la genialidad de un artista hablan sus obras. Pero Tarkovsky es ya otra cosa, es un mito, es un icono ruso en la sociedad de los iconos pop, es un Andrei Rublev. Esta «Elegía de Moscú» es una película mitificadora, Sokurov habla desde la admiración hacia el artista y la frustración hacia su país, un país que no reconoce a sus genios, un país enfermo terminal, un país que 10 años después de obligar al exilio al más ruso de los rusos es vendido a trozos a la oligarquía que domina Rusia desde la caída de la Unión Soviética; y es el mismo país que en 40 años pasa de un estado prácticamente feudal y sin desarrollar a enviar a una persona al espacio...Una elegía de Moscú en clave de Andrei Tarkovsky. Es aquí el tema central de la película, por eso tantas secuencias de Nostalghia, Sokurov quiere dejar bien claro que se trata de un exilio forzado, la primera película fuera de Rusia habla de Rusia, un país intraducible para los occidentales (no sé si puedo entender a Italia, pero desde luego no puedo entender a Rusia). Andrei está en Italia, mientras en Rusia se entierra Breznev, Andrei entra en el apartamento y cierra la ventana pero sigue mirando hacia fuera; desaparece el sonido de la telivisión rusa, Andrei ya no está en su país pero lo sigue buscando con la mirada. Es cautivador escucharle hablar, un tono siempre reflexivo, lento, muy lento, como sus planos secuencia, convertir sus pensamientos en palabras es tan cuidadoso como convertirlos en imágenes, sólo que da la sensación que la conversión a imágenes es más pura o natural para el, necesita codificar menos.
La felicidad no es «motto» de la condición humana, si así fuera el sacrificio no se justificaría, ¿qué sentido tendría entonces entregar lo más preciado? Tampoco tendría sentido esperar algo a cambio, el sacrificio no es una transacción ni justa ni injusta, es entrega absoluta a un ideal elevado (elevado por el mismo individuo que la ejecuta). Entrego a mi hijo a Dios. Entrego mi vida a la igualdad del ser humano. Entrego mi libertad a mi familia (A mi familia, no POR mi familia o POR LA FELICIDAD de mi familia). Entrego mi felicidad al arte. Por supuesto que hablamos de fe. Cada persona hace sus sacrificios, ¿los de Andrei?
«Ponga sus asuntos en orden», esto es lo que se encuentra Tarkovsky al enterarse de su enfermedad terminal, qué frialdad europea, la falta de pasión que está convirtiendo a los europeos en norteamericanos de segunda; «este hospital es una empresa que trabaja con la enfermedad y la muerte, tratamos nuestros asuntos con la máxima seriedad y diligencia, usted va a morir pronto, le recomendamos desde nuestra experiencia que deje solucionados sus papeles, y le recomendamos que empiece ahora, la burocracia es lenta y al ser usted extranjero y además ruso puede llevarle meses solucionar su testamento; le recomendamos también que termine su película con rapidez, puesto que los posibles beneficios serán de mucha ayuda a su viúda y huérfanos». Me gustaría hacer el ejercicio de la misma situación en Rusia. «Ponga sus asuntos en orden. Tiene poco tiempo para solucionar sus conflictos con la muerte, no me cabe duda que como buen ruso lleva años trabajándolos, pero debido a la prontitud del fallecimiento hay flecos que quizás no tenga resueltos, aquí tiene una pistola cargada, haga uso de ella si fuese necesario».
(1) Verso de «La casa encendida», Luis Rosales
De la genialidad de un artista hablan sus obras. Pero Tarkovsky es ya otra cosa, es un mito, es un icono ruso en la sociedad de los iconos pop, es un Andrei Rublev. Esta «Elegía de Moscú» es una película mitificadora, Sokurov habla desde la admiración hacia el artista y la frustración hacia su país, un país que no reconoce a sus genios, un país enfermo terminal, un país que 10 años después de obligar al exilio al más ruso de los rusos es vendido a trozos a la oligarquía que domina Rusia desde la caída de la Unión Soviética; y es el mismo país que en 40 años pasa de un estado prácticamente feudal y sin desarrollar a enviar a una persona al espacio...Una elegía de Moscú en clave de Andrei Tarkovsky. Es aquí el tema central de la película, por eso tantas secuencias de Nostalghia, Sokurov quiere dejar bien claro que se trata de un exilio forzado, la primera película fuera de Rusia habla de Rusia, un país intraducible para los occidentales (no sé si puedo entender a Italia, pero desde luego no puedo entender a Rusia). Andrei está en Italia, mientras en Rusia se entierra Breznev, Andrei entra en el apartamento y cierra la ventana pero sigue mirando hacia fuera; desaparece el sonido de la telivisión rusa, Andrei ya no está en su país pero lo sigue buscando con la mirada. Es cautivador escucharle hablar, un tono siempre reflexivo, lento, muy lento, como sus planos secuencia, convertir sus pensamientos en palabras es tan cuidadoso como convertirlos en imágenes, sólo que da la sensación que la conversión a imágenes es más pura o natural para el, necesita codificar menos.
La felicidad no es «motto» de la condición humana, si así fuera el sacrificio no se justificaría, ¿qué sentido tendría entonces entregar lo más preciado? Tampoco tendría sentido esperar algo a cambio, el sacrificio no es una transacción ni justa ni injusta, es entrega absoluta a un ideal elevado (elevado por el mismo individuo que la ejecuta). Entrego a mi hijo a Dios. Entrego mi vida a la igualdad del ser humano. Entrego mi libertad a mi familia (A mi familia, no POR mi familia o POR LA FELICIDAD de mi familia). Entrego mi felicidad al arte. Por supuesto que hablamos de fe. Cada persona hace sus sacrificios, ¿los de Andrei?
«Ponga sus asuntos en orden», esto es lo que se encuentra Tarkovsky al enterarse de su enfermedad terminal, qué frialdad europea, la falta de pasión que está convirtiendo a los europeos en norteamericanos de segunda; «este hospital es una empresa que trabaja con la enfermedad y la muerte, tratamos nuestros asuntos con la máxima seriedad y diligencia, usted va a morir pronto, le recomendamos desde nuestra experiencia que deje solucionados sus papeles, y le recomendamos que empiece ahora, la burocracia es lenta y al ser usted extranjero y además ruso puede llevarle meses solucionar su testamento; le recomendamos también que termine su película con rapidez, puesto que los posibles beneficios serán de mucha ayuda a su viúda y huérfanos». Me gustaría hacer el ejercicio de la misma situación en Rusia. «Ponga sus asuntos en orden. Tiene poco tiempo para solucionar sus conflictos con la muerte, no me cabe duda que como buen ruso lleva años trabajándolos, pero debido a la prontitud del fallecimiento hay flecos que quizás no tenga resueltos, aquí tiene una pistola cargada, haga uso de ella si fuese necesario».
(1) Verso de «La casa encendida», Luis Rosales
10
19 de septiembre de 2012
19 de septiembre de 2012
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Déjate embaucar por esta película. No luches, no te preocupes, sólo adéntrate en ella y disfruta. Considérala como un lago, rodeado de árboles, el cielo de un azul tan resplandeciente que agradecemos algunas pinceladas de nubes para poder admirarlo. Haz el muerto mirando al cielo, reflexiona sobre la belleza, la memoria, TU memoria, nada a crawl, nada a-braza, de espaldas, quítate el bañador y deja que se hunda. Y no te preocupes, el lago no es peligroso, no hay amenazas ni inquietudes, y puedes abandonarlo cuando quieras.
Jonas Mekas nos regala este diario de felicidad, imágenes que abarcan prácticamente toda la década de los 70, cámara en mano graba lo cotidiano y 30 años más tarde decide sacar 5 horas de “brief glimpses of beauty”. El montaje es precioso y sin grandes alardes donde la cámara rápida es una constante y ciertos juegos de superposición de imágenes y microelipsis ayudan a dar agilidad a la cinta.
La estructura es la siguiente: 12 capítulos cada uno parecido al anterior, pero con una clara vocación narrativa (avance lento) donde el capítulo 4 y 8 son los puntos de de inflexión más claros; cada escena viene precedida de un título situándote en lo que vas a ver a continuación (“Scenes at home”, “summer at central park”, “nothing happens in this film”, “this is not a political film”,etc). El sonido es fundamental, las melodías a piano son el narrador, nos adentran poco a poco (siempre poco a poco en antítesis perfecta con la cámara rápida) en una belleza cada vez más notálgica; y la voz en off del propio Mekas viendo su juventud con ya 80 años nos sirve de guía en nuestras reflexiones que son las suyas propias. Reflexiones sobre el pasado, la amistad, la dicotomía felicidad-belleza, enlaza con el presente en el que está hablando intentado crear una díalogo con el espectador (“Dear viewer...”).
Una película de museo.
Jonas Mekas nos regala este diario de felicidad, imágenes que abarcan prácticamente toda la década de los 70, cámara en mano graba lo cotidiano y 30 años más tarde decide sacar 5 horas de “brief glimpses of beauty”. El montaje es precioso y sin grandes alardes donde la cámara rápida es una constante y ciertos juegos de superposición de imágenes y microelipsis ayudan a dar agilidad a la cinta.
La estructura es la siguiente: 12 capítulos cada uno parecido al anterior, pero con una clara vocación narrativa (avance lento) donde el capítulo 4 y 8 son los puntos de de inflexión más claros; cada escena viene precedida de un título situándote en lo que vas a ver a continuación (“Scenes at home”, “summer at central park”, “nothing happens in this film”, “this is not a political film”,etc). El sonido es fundamental, las melodías a piano son el narrador, nos adentran poco a poco (siempre poco a poco en antítesis perfecta con la cámara rápida) en una belleza cada vez más notálgica; y la voz en off del propio Mekas viendo su juventud con ya 80 años nos sirve de guía en nuestras reflexiones que son las suyas propias. Reflexiones sobre el pasado, la amistad, la dicotomía felicidad-belleza, enlaza con el presente en el que está hablando intentado crear una díalogo con el espectador (“Dear viewer...”).
Una película de museo.

8,0
87.916
6
23 de octubre de 2020
23 de octubre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revisitar películas es siempre, o muchas veces, como un viaje a la memoria propia. Te descubres teniendo pensamientos y reflexiones que ya en su día habías tenido. Te sorprendes llegando a conclusiones vestidas de novedad pero que recorres con una destreza y seguridad que le serían impropias; como follar con una persona con la que hace años que no te acuestas. Empiezas a recordar más cosas que antes estaban ocultas. Dónde viste la peli, cuándo la viste, por qué la viste, con quién la viste. Es una sensación muy bonita.
A esto habría que sumarle la experiencia cinematográfica del revisionado. El ojo del espectador se agudiza. Desaparece toda la niebla que provoca el desconocer qué va a pasar. El ojo ya no está constantemente intentando predecir (consciente o inconscientemente) qué sucederá, calibrando las intenciones de los creadores. Esta niebla desaparece y sólo queda la película. El visionado es más certero.
Hay películas que sobreviven la revisión, las hay que languidecen o que resplandecen. A veces es sólo una cuestión de momentos. De estado de ánimo, de punto vital. Pero el caso de “Sospechosos habituales” es muy particular. Una película con un giro final o revelación final de tal magnitud que se come entera la película. ¿Cómo es “Sospechosos habituales” cuando sabes quien es Kaiser Soze? Y la sincera respuesta es que poca cosa. Me pregunto también cómo podrían sobrevivir otras películas que comparten esta característica como “El sexto sentido” o “Testigo de cargo”.
A esto habría que sumarle la experiencia cinematográfica del revisionado. El ojo del espectador se agudiza. Desaparece toda la niebla que provoca el desconocer qué va a pasar. El ojo ya no está constantemente intentando predecir (consciente o inconscientemente) qué sucederá, calibrando las intenciones de los creadores. Esta niebla desaparece y sólo queda la película. El visionado es más certero.
Hay películas que sobreviven la revisión, las hay que languidecen o que resplandecen. A veces es sólo una cuestión de momentos. De estado de ánimo, de punto vital. Pero el caso de “Sospechosos habituales” es muy particular. Una película con un giro final o revelación final de tal magnitud que se come entera la película. ¿Cómo es “Sospechosos habituales” cuando sabes quien es Kaiser Soze? Y la sincera respuesta es que poca cosa. Me pregunto también cómo podrían sobrevivir otras películas que comparten esta característica como “El sexto sentido” o “Testigo de cargo”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Incluso el momento clímax del que tan buenos recuerdos guardaba me pareció cutre en cierto grado. El director nos hace llegar a la misma conclusión por tres vías diferentes: el retrato robot, el policía deduciendo la mentira y nosotros viendo a Kaiser Soze dejar de cojear. Estas tres vías convergen vertiginosamente, y bastante torpemente, al modo que haría una película menor. En mi recuerdo era fantástico cómo el personaje de Spacey iba paulatinamente dejando de cojear al mismo tiempo que nosotros nos dábamos cuenta de la realidad de la película. Caminábamos juntos (película y espectador) hacia el clímax casi epifánico. Seguramente exagero, pero la memoria también lo hace; exagera, ningunea y borra sin pedir permiso, a veces aleatoriamente. También contribuye a esta pequeña trampa de mi memoria que esta película, y en concreto ese paseo, se convirtió en película de culto popular, y lo popular es tramposo por definición, aunque lo sea por número de impactos. En mi cabeza había un grandioso plano secuencia enfocando los pies que poco a poco se iban enderezando hasta conseguir un andar seguro y fluído. La realidad es que esto no es así. La escena es entrecortada, con cambios constantes de plano hacia los otros dos ejes de los que hablaba anteriormente, primeros planos a caras sorprendidas (¿hay algo más cutre que eso?) y música de serie de acción ochentera.
El final de la película hace un ruido tan grande que todo lo anterior deja de existir, no importa. El caso es que todo lo anterior no es más que una película de gangsters noventera. Diría que tiene un toque a película de yakuza (de las buenas pelis de yakuza, eso si) que tan de moda estaba en esa época. Descubro que los personajes adolecen de una falta de carisma total, para mi sorpresa. Y en el cine, un gángster sin carisma...
Reconozco que es bastante injusto juzgar así la película. Es decir, sería injusto juzgar cualquier película quitándole su mejor virtud. Y más a “sospechosos habituales” que tan descaradamente se juega todo a una carta...y y hay que reconocer que gana estrepitosamente.
El final de la película hace un ruido tan grande que todo lo anterior deja de existir, no importa. El caso es que todo lo anterior no es más que una película de gangsters noventera. Diría que tiene un toque a película de yakuza (de las buenas pelis de yakuza, eso si) que tan de moda estaba en esa época. Descubro que los personajes adolecen de una falta de carisma total, para mi sorpresa. Y en el cine, un gángster sin carisma...
Reconozco que es bastante injusto juzgar así la película. Es decir, sería injusto juzgar cualquier película quitándole su mejor virtud. Y más a “sospechosos habituales” que tan descaradamente se juega todo a una carta...y y hay que reconocer que gana estrepitosamente.
Documental

7,7
7.510
7
6 de junio de 2020
6 de junio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las cosas que más me apetece descatar de este documental es el hecho de que no parece una película de Wim Wenders. No lo digo ni en el mal sentido, ni en el bueno, simplemente no parece suya. El Wim Wenders que yo estoy acostumbrado a ver es siempre muy protagonista en sus películas, tanto a nivel estético como intelectual. En este caso Wenders casi parece el camarógrofo que alguien contrató para rodar una historia que ya estaba hecha.
Y en cierto modo es así. Porque la historia que se va a contar en Cuba ya ha pasado, es una aventura ya vivida a la cual se le intenta añadir una segunda parte que es la grabación del álbum con Ibrahim Ferrer y que culmina con la actuación en el Carnegie Hall. Creo que es en esta articulación donde la película más me rechina. Acaba siendo una entrevista a cada uno (uno a uno) de los músicos muy esquematizada donde nos cuentan rápidamente su vida musical hasta que el proyecto de Buenavista Social Club los alcanza. La película nunca es capaz de profundizar ni a nivel político-social (¿qué significa la revolución para la música cubana?¿por qué desaparecen los clubs?¿la música cambia de lugar ou desaparece directamente?) ni a nivel musical, aunque aquí hace un muy pequeño intento cuando hablan muy de pasada sobre de la percusión cubana.
En otras circunstancias, Buenavista Social Club sería un documental que pasa por mi pantalla sin pena ni gloria, pero...Pero es que esa música tiene un efecto efecto muy profundo en mi. Tiene un componente de alegría y nostalgia a partes iguales que al verla hace que la experiencia se disfrute desde una perspectiva solamente emocional. Y esto pasa tanto en el primer visionado, cuando no conocía nada de la música, ni de la película, ni de la historia como en la reciente visita que le hice para escribir este texto. De hecho, en esta última visita el vector nostálgico se hizo un poquito mayor al sacar de mi memoria tantos momentos personales con la banda sonora de Chan Chan, El cuarto de Tula o Candela.
También contribuye a profundizar en este aspecto emocional lo entrañables que son casi todos los músicos entrevistados. Señores y señora mayores con una amplísima carrera musical y cuya cima a nivel de reconocimento llega cuando ya estaban esperando, quizás, un final no más traquilo posible. Algunos son muy divos, otros son muy sencillos pero en todas se puede apreciar una gran honestidad. El viaje que hacemos con estos músicos termina en Nueva York, dado que van a dar un concierto en el Carnegie Hall. Paseando por Nueva York, dice uno de los músicos refiriéndose a la propia ciudad: “Esto también es bonito”. Ese “también” representa para mi la dignidad del pueblo cubano poniendo en relación de igualdad NY y Cuba: “lo comparo todo con Cuba, porque es lo único que conozco, pero debo admitir, y a pesar de la obvias diferencias, que esto también es bonito”.
Y en cierto modo es así. Porque la historia que se va a contar en Cuba ya ha pasado, es una aventura ya vivida a la cual se le intenta añadir una segunda parte que es la grabación del álbum con Ibrahim Ferrer y que culmina con la actuación en el Carnegie Hall. Creo que es en esta articulación donde la película más me rechina. Acaba siendo una entrevista a cada uno (uno a uno) de los músicos muy esquematizada donde nos cuentan rápidamente su vida musical hasta que el proyecto de Buenavista Social Club los alcanza. La película nunca es capaz de profundizar ni a nivel político-social (¿qué significa la revolución para la música cubana?¿por qué desaparecen los clubs?¿la música cambia de lugar ou desaparece directamente?) ni a nivel musical, aunque aquí hace un muy pequeño intento cuando hablan muy de pasada sobre de la percusión cubana.
En otras circunstancias, Buenavista Social Club sería un documental que pasa por mi pantalla sin pena ni gloria, pero...Pero es que esa música tiene un efecto efecto muy profundo en mi. Tiene un componente de alegría y nostalgia a partes iguales que al verla hace que la experiencia se disfrute desde una perspectiva solamente emocional. Y esto pasa tanto en el primer visionado, cuando no conocía nada de la música, ni de la película, ni de la historia como en la reciente visita que le hice para escribir este texto. De hecho, en esta última visita el vector nostálgico se hizo un poquito mayor al sacar de mi memoria tantos momentos personales con la banda sonora de Chan Chan, El cuarto de Tula o Candela.
También contribuye a profundizar en este aspecto emocional lo entrañables que son casi todos los músicos entrevistados. Señores y señora mayores con una amplísima carrera musical y cuya cima a nivel de reconocimento llega cuando ya estaban esperando, quizás, un final no más traquilo posible. Algunos son muy divos, otros son muy sencillos pero en todas se puede apreciar una gran honestidad. El viaje que hacemos con estos músicos termina en Nueva York, dado que van a dar un concierto en el Carnegie Hall. Paseando por Nueva York, dice uno de los músicos refiriéndose a la propia ciudad: “Esto también es bonito”. Ese “también” representa para mi la dignidad del pueblo cubano poniendo en relación de igualdad NY y Cuba: “lo comparo todo con Cuba, porque es lo único que conozco, pero debo admitir, y a pesar de la obvias diferencias, que esto también es bonito”.
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