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Críticas ordenadas por utilidad
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7,0
11.705
9
9 de octubre de 2015
9 de octubre de 2015
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay que perderse el próximo estreno del director chileno Pablo Larraín, que ya se perfila como uno de los directores más prometedores del momento. El filme, que ya ha cosechado excelentes críticas y ha arrasado en Berlín haciéndose con el Oso de plata, es un magistral drama, un trabajo sobresaliente que consigue unas atmósferas sublimes y unos personajes muy oscuros.
El filme es magistral en casi todo: el reparto no podría estar mejor elegido y la habilísima dirección de actores da como resultado unas actuaciones memorables. La fotografía es una de las grandes joyas de la cinta, que regala imágenes y atmósferas sobrecogedoras que sirven para construir la narracción. Como el propio director admite, en la película hay antes que nada un intento de recrear visual y sensorialmente una realidad, y el guión se articula en función de ésta, no al revés. De hecho Larraín confiesa que el guión fue escrito a medida que se rodaba.
Hay una clara intencionalidad de denuncia social en “El club”. Es arte en toda regla, ya que la finalidad recreativa es secundaria respecto al ansia de contar la verdad. Una verdad en cierta forma inédita, desde luego compleja, arriesgada, muy difícil de plasmar en toda su profundidad. Es probablemente lo que se le ha reconocido al director chileno entregándole el Oso de plata: el haber hecho un trabajo que es, no solo bello e increíblemente interesante, sino valioso, revelador. “El club” no solo dirige la mirada a la iglesia representada en el filme, sino a aquella que está fuera de éste, y formula de forma implícita pero incisiva una serie de preguntas incómodas. Golpea con dureza y sin piedad, mancha la poderosa institución como nunca antes se había visto. La retrata como un ente que utiliza, de forma totalmente maquiavélica, todos los medios para mantener su poder, aplastando al individuo y la verdad si es necesario.
Pablo Larraín, y todo el equipo de “El club” han vuelto ha demostrar una vez más no solo que el cine chileno está vivo y listo para dar de qué hablar, sino que ser ambicioso y arriesgado puede llegar a merecer la pena. Para no perdérsela.
El filme es magistral en casi todo: el reparto no podría estar mejor elegido y la habilísima dirección de actores da como resultado unas actuaciones memorables. La fotografía es una de las grandes joyas de la cinta, que regala imágenes y atmósferas sobrecogedoras que sirven para construir la narracción. Como el propio director admite, en la película hay antes que nada un intento de recrear visual y sensorialmente una realidad, y el guión se articula en función de ésta, no al revés. De hecho Larraín confiesa que el guión fue escrito a medida que se rodaba.
Hay una clara intencionalidad de denuncia social en “El club”. Es arte en toda regla, ya que la finalidad recreativa es secundaria respecto al ansia de contar la verdad. Una verdad en cierta forma inédita, desde luego compleja, arriesgada, muy difícil de plasmar en toda su profundidad. Es probablemente lo que se le ha reconocido al director chileno entregándole el Oso de plata: el haber hecho un trabajo que es, no solo bello e increíblemente interesante, sino valioso, revelador. “El club” no solo dirige la mirada a la iglesia representada en el filme, sino a aquella que está fuera de éste, y formula de forma implícita pero incisiva una serie de preguntas incómodas. Golpea con dureza y sin piedad, mancha la poderosa institución como nunca antes se había visto. La retrata como un ente que utiliza, de forma totalmente maquiavélica, todos los medios para mantener su poder, aplastando al individuo y la verdad si es necesario.
Pablo Larraín, y todo el equipo de “El club” han vuelto ha demostrar una vez más no solo que el cine chileno está vivo y listo para dar de qué hablar, sino que ser ambicioso y arriesgado puede llegar a merecer la pena. Para no perdérsela.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El guión habla sobre un grupo de curas que viven en una casa en la playa. Y no están precisamente de vacaciones, pues la casa es una especie de retiro espiritual para aquellos que cometieron actos horribles en el pasado. En concreto actos de pedofilia, que deben ser ocultados y purgados silenciosamente para no manchar la imagen de la iglesia. Estas almas atormentadas, que buscan la paz en la oración y las pequeñas distracciones de la vida ordinaria, se ven de pronto perturbadas por la llegada de un nuevo individuo, que trae con él su pasado, un pasado que termina por provocar su suicidio. Pero la iglesia debe mantener la casa y todas las historias terribles que retiene, así que envía a alguien de su estructura para hacer las veces de detective, aclarar los hechos y que vuelvan a reinar el orden y la paz.
3
5 de octubre de 2015
5 de octubre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la primera vez que el cine relata la historia de dos parias que se encuentran en una situación desesperada y que acuden a métodos ilegales y locos para salir del charco. Sin embargo sería injusto no concederle cierta originalidad, y frescor, a esta historia que discurre alrededor de un gran lago en suiza.
Xavier Beauvois es un conocido director francés. Se podría decir que su carrera llegó a la cima hace 5 años, ya que 'Dioses y hombres' le hizo ganar Cannes. Es posible que el hacerse con un premio de tan alta reputación culminara un periodo de esfuerzo creativo, dejando paso a un momento menos inspirado en el que Beauvois quizás simplemente ha hecho algo que tenía ganas de hacer.
Y es que queda claro que al menos en lo que respecta a la crítica, la película no va a cosechar un gran éxito. Sin embargo, ¿por qué no hacerlo? Rodar 'El precio de la fama', que por cierto tiene un título que no resulta demasiado esclarecedor, implica hacer una comedia amable y muy digestiva que, quién sabe, quizás le acerque aún más a un público que generalmente acoge de buena gana las “feelgood” movies.
No hay duda, la presente es una feelgood movie en toda regla, una cinta que pese a todo no consigue ser demasiado graciosa, pero que gracias a su ritmo, y sobre todo a unas buenas actuaciones hace pasar el tiempo sin que a nadie le dé por mirar el reloj. Los personajes son verosímiles, y tienen esa pizca de misterio que suelen tener los buenos personajes; éstos se encaran en una serie de encuentros, desencuentros, y en general unos diálogos ágiles.
Es un cine muy sencillo, sin grandes trucos. Un cine que gira alrededor de su reparto, del que bebe y respira y al que debe un filme, que de otra manera sí que hubiera revuelto en su tumba a Chaplin, pero esta vez en la realidad.
Xavier Beauvois es un conocido director francés. Se podría decir que su carrera llegó a la cima hace 5 años, ya que 'Dioses y hombres' le hizo ganar Cannes. Es posible que el hacerse con un premio de tan alta reputación culminara un periodo de esfuerzo creativo, dejando paso a un momento menos inspirado en el que Beauvois quizás simplemente ha hecho algo que tenía ganas de hacer.
Y es que queda claro que al menos en lo que respecta a la crítica, la película no va a cosechar un gran éxito. Sin embargo, ¿por qué no hacerlo? Rodar 'El precio de la fama', que por cierto tiene un título que no resulta demasiado esclarecedor, implica hacer una comedia amable y muy digestiva que, quién sabe, quizás le acerque aún más a un público que generalmente acoge de buena gana las “feelgood” movies.
No hay duda, la presente es una feelgood movie en toda regla, una cinta que pese a todo no consigue ser demasiado graciosa, pero que gracias a su ritmo, y sobre todo a unas buenas actuaciones hace pasar el tiempo sin que a nadie le dé por mirar el reloj. Los personajes son verosímiles, y tienen esa pizca de misterio que suelen tener los buenos personajes; éstos se encaran en una serie de encuentros, desencuentros, y en general unos diálogos ágiles.
Es un cine muy sencillo, sin grandes trucos. Un cine que gira alrededor de su reparto, del que bebe y respira y al que debe un filme, que de otra manera sí que hubiera revuelto en su tumba a Chaplin, pero esta vez en la realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Pero de qué habla esta historia? Pues bien, Osman y Eddy son dos viejos amigos que llevan años sin verse ya que Eddy ha pasado un tiempo en la cárcel: el filme comienza mostrando a un Eddy que sale de la cárcel (un Benoit Poelvoorde inspirado y cómodo en su papel) y es recibido por Osman (Roschdy Zem), que lo acoge en su casa motivado por una vieja lealtad que no puede ignorar. Una casa que no rebosa por otro lado de lujos precisamente: es una especie de chabola en la que Osman vive con su hija, mientras su mujer adolece en el hospital de una dolencia en las piernas. Éste trágico hecho es el elemento catalizador del filme ya que Osman termina incurriendo en un gasto al que de ninguna manera puede hacer frente.
¿Y que hay de divertido en todo esto? Hay que decir que el personaje que construye la comedia es Eddy, que tiene una personalidad arrolladora, todo él naturalidad, ganas de agradar, y una curiosa inocencia de entrañable ladronzuelo que no se quiere resignar. Su rebeldía termina por encontrar gasolina en el drama de su amigo Osman, que le sirve de estímulo para fraguar un loco plan: robar el ataúd del recientemente fallecido Charlie Chaplin y pedir un rescate por él.
¿Y que hay de divertido en todo esto? Hay que decir que el personaje que construye la comedia es Eddy, que tiene una personalidad arrolladora, todo él naturalidad, ganas de agradar, y una curiosa inocencia de entrañable ladronzuelo que no se quiere resignar. Su rebeldía termina por encontrar gasolina en el drama de su amigo Osman, que le sirve de estímulo para fraguar un loco plan: robar el ataúd del recientemente fallecido Charlie Chaplin y pedir un rescate por él.

5,9
9.751
4
23 de junio de 2015
23 de junio de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom Hardy vuelve a la carga en este thriller ambientado en la rusia estalinista y encarna a Leo Demidov, un soldado críado por y para el sistema; un hombre que de niño huérfano pasó a héroe de guerra, pero al cual como a muchos, el sistema fagocitó y escupió en el momento en el que parecía que el estado de las cosas velaba por su sueño tranquilo.
En este sentido la película podría recordar a la celebérrima “La vida de los otros”, ya que la sensación de ahogo y aprisionamiento dentro de la propia sociedad es constante. Sin embargo, mientras en 'Das liebe der anderen' la pareja de artistas poco podía hacer en contra de su trágico destino, en “El Niño 44” Hardy es el motor de la historia. Y es que a Demidov le sobran agallas para convertirse en detective tras un asesino de niños mientras el sistema parece caerle encima. Siguiendo con la comparación, así como Von Donnersmarck plasmó una obra de arte bestial e inolvidable (que le valió el Oscar), el Niño 44 se queda en una historia con altos y bajos, que se deja ver sobre todo gracias al formidable grupo de actores que son Tom Hardy, Gary Oldman, Noomi Rapace y Vincent Cassel.
Ridley Scott produce esta película made in USA, mientras que la dirección corre a cargo de Daniel Espinosa, un director poco conocido salvo quizás en su Suecia natal (su nombre es debido a su ascendencia chilena), en Dinamarca o en USA, dado que ha filmado un par de largometrajes en cada uno de estos países. El guión es una adaptación de la novela de Tom Rob Smith, inspirada en la figura del histórico asesino en serie ruso Andrei Chikatilo. La adaptación corre a cargo del guionista Richard Price y la verdad es que sorprende comprobar que su trayectoria pase por El color del dinero de Scorsese, o la serie The Wire, para la cual escribió varios episodios, ya que el presente trabajo, aunque pretenda ser un relato complejo y fascinante, carece de sentido y de verosimilitud en las suficientes ocasiones como para sacar al espectador del hechizo diegético.
Sin embargo, las dos horas y pico que dura el filme no llegan a hacerse demasiado duras porque ese animal cinematográfico que es Tom Hardy realiza un trabajo muy en la línea de lo que ha venido haciendo. Si en Bronson era apabullante; si a las órdenes de Nolan consiguió ir más allá en la interpretación de un villano de cómic e infligirle a su voz una riqueza en matices ínsolita e inquietante; si en Locke llevó la depuración conceptual de '11 hombres sin piedad' al más difícil todavía, 'Child 44' quedará como uno de sus trabajos menos brillantes, pero sin duda forma parte de ese proceso de afilado que es la carrera de este joven.
Hardy tiene un registro expresivo extraño. Su desbocado nervio y su perpetua inquietud ofrecen un acting diametralmente opuesto a la firmeza y la eficacia expresiva de titanes como De Niro o Del Toro, los cuales por poner dos ejemplos expresan con un atino que no deja lugar a la confusión. Por su lado, Hardy, no posee esa solidez y por momentos se desdibuja; sin embargo, de alguna manera posee una enorme capacidad para versar su mundo interior en la interpretación, y acaba transmitiendo con una fuerza brutal. Recuerda un poco a Di Caprio, en ese constante y frenético esfuerzo interpretativo, que casa tan bien con personajes convulsos o excéntricos. La verdad es que no parece casualidad que dos de los más grandes (Nolan e Iñarritu) hayan contado con estos dos jóvenes actores al mismo tiempo en 'Origen' y en 'The Revenant'.
Al final este filme acaba teniendo la misma validez que muchos otros: no está falto de un cierto interés, y sirve de escenario para un puñado de excelentes actuaciones. Por lo demás, vean Locke.
En este sentido la película podría recordar a la celebérrima “La vida de los otros”, ya que la sensación de ahogo y aprisionamiento dentro de la propia sociedad es constante. Sin embargo, mientras en 'Das liebe der anderen' la pareja de artistas poco podía hacer en contra de su trágico destino, en “El Niño 44” Hardy es el motor de la historia. Y es que a Demidov le sobran agallas para convertirse en detective tras un asesino de niños mientras el sistema parece caerle encima. Siguiendo con la comparación, así como Von Donnersmarck plasmó una obra de arte bestial e inolvidable (que le valió el Oscar), el Niño 44 se queda en una historia con altos y bajos, que se deja ver sobre todo gracias al formidable grupo de actores que son Tom Hardy, Gary Oldman, Noomi Rapace y Vincent Cassel.
Ridley Scott produce esta película made in USA, mientras que la dirección corre a cargo de Daniel Espinosa, un director poco conocido salvo quizás en su Suecia natal (su nombre es debido a su ascendencia chilena), en Dinamarca o en USA, dado que ha filmado un par de largometrajes en cada uno de estos países. El guión es una adaptación de la novela de Tom Rob Smith, inspirada en la figura del histórico asesino en serie ruso Andrei Chikatilo. La adaptación corre a cargo del guionista Richard Price y la verdad es que sorprende comprobar que su trayectoria pase por El color del dinero de Scorsese, o la serie The Wire, para la cual escribió varios episodios, ya que el presente trabajo, aunque pretenda ser un relato complejo y fascinante, carece de sentido y de verosimilitud en las suficientes ocasiones como para sacar al espectador del hechizo diegético.
Sin embargo, las dos horas y pico que dura el filme no llegan a hacerse demasiado duras porque ese animal cinematográfico que es Tom Hardy realiza un trabajo muy en la línea de lo que ha venido haciendo. Si en Bronson era apabullante; si a las órdenes de Nolan consiguió ir más allá en la interpretación de un villano de cómic e infligirle a su voz una riqueza en matices ínsolita e inquietante; si en Locke llevó la depuración conceptual de '11 hombres sin piedad' al más difícil todavía, 'Child 44' quedará como uno de sus trabajos menos brillantes, pero sin duda forma parte de ese proceso de afilado que es la carrera de este joven.
Hardy tiene un registro expresivo extraño. Su desbocado nervio y su perpetua inquietud ofrecen un acting diametralmente opuesto a la firmeza y la eficacia expresiva de titanes como De Niro o Del Toro, los cuales por poner dos ejemplos expresan con un atino que no deja lugar a la confusión. Por su lado, Hardy, no posee esa solidez y por momentos se desdibuja; sin embargo, de alguna manera posee una enorme capacidad para versar su mundo interior en la interpretación, y acaba transmitiendo con una fuerza brutal. Recuerda un poco a Di Caprio, en ese constante y frenético esfuerzo interpretativo, que casa tan bien con personajes convulsos o excéntricos. La verdad es que no parece casualidad que dos de los más grandes (Nolan e Iñarritu) hayan contado con estos dos jóvenes actores al mismo tiempo en 'Origen' y en 'The Revenant'.
Al final este filme acaba teniendo la misma validez que muchos otros: no está falto de un cierto interés, y sirve de escenario para un puñado de excelentes actuaciones. Por lo demás, vean Locke.

7,1
13.851
9
9 de octubre de 2015
9 de octubre de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más llamativo, y aquello que supone un verdadero quebradero de cabeza para alguien que haya visto 'Yo, él y raquel' y tenga intención de analizarla, es cómo es posible hacer un filme que, entre tanto chiste facilón, y articulándose alrededor de un compadreo totalmente sarcástico que busca explícitamente la empatía del público (a través de la voz en off del protagonista) logra que este termine K.O.
Como si se tratara de un combate con Mike Tyson, el espectador abandona la sala de cine totalmente vencido, descompuesto. Si el plan es ver la película y después ir a una fiesta, es posible que se necesite un rato para 'encajar' este monumental porrazo. Y es que no se gana Sundance haciendo una comedia de adolescentes, por muy ocurrentes que sean los gags, y por mucho posmodernismo que se le ponga a los planos. Se gana Sundance, y de paso se hace una película como Dios manda, cuando se consigue conmover de la forma sutil y extraordinariamente hábil que tiene este genial guión, por otra parte magníficamente realizado por Gómez-Rejón, un reparto bien elegido en el que destaca la dupla protagonista, y la música de Brian Eno, por no citar más elementos y alargar el párrafo más de la cuenta.
Sería tentador decir que 'Yo, él y Raquel' tiene dos caras, una oscura y otra luminosa, pero no es cierto. El tono es en todo momento ligero, jocoso. A pesar de que el argumento de la película sucumbe al peso del cáncer, no hay ningún momento en el que el filme concentre su espacio narrativo o su tempo en lo negativo.
Por otro lado, mientras el la cinta adolece de un tono efectista y reiterativo en lo cómico, la parte que muestra la historia de Raquel coge toda su fuerza de pinceladas sutiles que dibujan dejando huecos que el espectador debe rellenar. Da la sensación de que tanto el guionista Jesse Andrews como el director Texano hayan querido hilar un relato honesto en el que las cosas caigan por su propio peso.
Finalmente al público solo le quedará procesar lo que ha visto, y quizás sienta ganas de aplaudir. Un aplauso que ciertamente se merecen todos los que han puesto su talento, su energía y su tiempo para hacer esta película, esta gran película.
Como si se tratara de un combate con Mike Tyson, el espectador abandona la sala de cine totalmente vencido, descompuesto. Si el plan es ver la película y después ir a una fiesta, es posible que se necesite un rato para 'encajar' este monumental porrazo. Y es que no se gana Sundance haciendo una comedia de adolescentes, por muy ocurrentes que sean los gags, y por mucho posmodernismo que se le ponga a los planos. Se gana Sundance, y de paso se hace una película como Dios manda, cuando se consigue conmover de la forma sutil y extraordinariamente hábil que tiene este genial guión, por otra parte magníficamente realizado por Gómez-Rejón, un reparto bien elegido en el que destaca la dupla protagonista, y la música de Brian Eno, por no citar más elementos y alargar el párrafo más de la cuenta.
Sería tentador decir que 'Yo, él y Raquel' tiene dos caras, una oscura y otra luminosa, pero no es cierto. El tono es en todo momento ligero, jocoso. A pesar de que el argumento de la película sucumbe al peso del cáncer, no hay ningún momento en el que el filme concentre su espacio narrativo o su tempo en lo negativo.
Por otro lado, mientras el la cinta adolece de un tono efectista y reiterativo en lo cómico, la parte que muestra la historia de Raquel coge toda su fuerza de pinceladas sutiles que dibujan dejando huecos que el espectador debe rellenar. Da la sensación de que tanto el guionista Jesse Andrews como el director Texano hayan querido hilar un relato honesto en el que las cosas caigan por su propio peso.
Finalmente al público solo le quedará procesar lo que ha visto, y quizás sienta ganas de aplaudir. Un aplauso que ciertamente se merecen todos los que han puesto su talento, su energía y su tiempo para hacer esta película, esta gran película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El nuevo filme de Alfonso Gómez-Rejón, que ha co-dirigido varios capítulos de la morbosa y adictiva “American Horror Story”, relata una peculiar historia de amistad entre dos adolescentes: Greg (Thomas Mann) y Rachel (Olivia Cooke). Su relación comienza cuando la madre de éste le obliga a visitar a la muchacha, a la que acaban de diagnosticar un cáncer: un inicio tan peculiar como poco prometedor para lo que termina en una gran amistad. Esta compleja relación es retratada con mimo y sensibilidad, y estructura un filme que se ameniza con una serie de escenas que caricaturizan el instituto, las relaciones familiares, y renuevan una serie de clichés con un humor fresco que sabe mirar a las cosas y sacarles punta.
Pero el mundo no es de color de rosa. Se puede tratar de convertir todo en un chiste, como hace Greg en un intento desesperado e inútil de esquivar la realidad. Pero ésta acaba ensañándose con Rachel, a la que se le van agotando las fuerzas. Y es que su leucemia no le da tregua: cada vez está más triste, más agotada. De esta manera el filme va adquiriendo tonos más dramáticos, y si en la comedia es fresco e ingenioso, en el drama no carece desde luego de fórmulas innovadoras y efectivas.
Pero el mundo no es de color de rosa. Se puede tratar de convertir todo en un chiste, como hace Greg en un intento desesperado e inútil de esquivar la realidad. Pero ésta acaba ensañándose con Rachel, a la que se le van agotando las fuerzas. Y es que su leucemia no le da tregua: cada vez está más triste, más agotada. De esta manera el filme va adquiriendo tonos más dramáticos, y si en la comedia es fresco e ingenioso, en el drama no carece desde luego de fórmulas innovadoras y efectivas.

7,2
60.689
7
3 de enero de 2015
3 de enero de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Imitation Game es una de esas películas que jamás se lamenta haber visto, y esto es debido sobre todo a su colosal fuerza dramática. Un verdadero asalto a la parte más emotiva del espectador, llevado a cabo por un equipo de producción que mira a los Oscar sin escatimar cierto efectismo y una dosis de convencionalismo que ya han desatado algunas críticas. Pero sobre todo por un Benedict Cumberbatch que convence casi desde la primera secuencia.
Se trata ésta de una producción que ya ha ganado el premio del público en el festival de Toronto y que suena ya para los Globos de Oro. El director es el noruego Morten Tyldum, que quizás les suene a los más cinéfilos por Headhunters (2011). El reparto es encabezado por el ya antes mentado Cumberbatch, un rostro que la mayoría de la gente conocerá por encarnar a Sherlock en la homónima serie inglesa. Junto a él, una correctísima Keira Knightley, un Mark Strong que aporta cierto carisma a un reparto que no rebosa de él, un Charles Dance (Tywin Lannister en Juego de Tronos) en su línea y un Matthew Goode que sirve bien a su papel. Como curiosidad, podemos ver a Rory Kinnear, rostro conocido entre otras cosas por encarnar al presidente en el primer episodio de la extraña y aclamada serie Black Mirror. Es justo decir que es un reparto sólido y con personajes bien construidos, como también lo es afirmar que Cumberbatch es el único actor cuyo trabajo sobresale.
De hecho, en The Imitation Game entramos en contacto con un personaje absolutamente genial. Quizás gran parte del atractivo de esta película reside precisamente en la humanidad y la fuerza conmovedora de la historia del matemático inglés. Con una historia tan buena, es posible que casi cualquier director hubiera podido sacar petróleo, pero también es posible que nadie en todo el espectro cinematográfico hubiera podido plasmar a Turing de la manera en la que lo hace Cumberbatch.
Sin embargo, aunque la historia humana sea quizás lo más bello tras esta cinta, hay que señalar que el tono de The Imitation Game no es el dramático. Quizás buscando esa armonía y ese balance entre elementos que funciona para gustar a las masas, Morten Tyldum cambia el tono del filme en diversas ocasiones, utilizando varias veces el de la comedia. Un humor quizás demasiado convencional y correcto, pero inteligente y a ratos ingenioso, que explota al máximo el personaje de Turing y lo cómico de su torpeza con los demás, así como el talento expresivo de Cumberbatch. Por otro lado, gran parte de la película es un thriller, en ocasiones puede que un thriller excesivamente “para toda la familia”. Y es que este convencionalismo es quizás lo único que se le puede reprochar a una película por otro lado bastante redonda.
Un convencionalismo que sobre todo condiciona a la película a no dejar el sabor de una joya o de una obra maestra, pero que por otro lado no ensombrece en modo alguno un gran trabajo cinematográfico, una historia que no hay que perderse y una actuación que seguro dará que hablar.
más críticas en http://thewayoutmagazine.com/category/sala-cinco-cine/
Se trata ésta de una producción que ya ha ganado el premio del público en el festival de Toronto y que suena ya para los Globos de Oro. El director es el noruego Morten Tyldum, que quizás les suene a los más cinéfilos por Headhunters (2011). El reparto es encabezado por el ya antes mentado Cumberbatch, un rostro que la mayoría de la gente conocerá por encarnar a Sherlock en la homónima serie inglesa. Junto a él, una correctísima Keira Knightley, un Mark Strong que aporta cierto carisma a un reparto que no rebosa de él, un Charles Dance (Tywin Lannister en Juego de Tronos) en su línea y un Matthew Goode que sirve bien a su papel. Como curiosidad, podemos ver a Rory Kinnear, rostro conocido entre otras cosas por encarnar al presidente en el primer episodio de la extraña y aclamada serie Black Mirror. Es justo decir que es un reparto sólido y con personajes bien construidos, como también lo es afirmar que Cumberbatch es el único actor cuyo trabajo sobresale.
De hecho, en The Imitation Game entramos en contacto con un personaje absolutamente genial. Quizás gran parte del atractivo de esta película reside precisamente en la humanidad y la fuerza conmovedora de la historia del matemático inglés. Con una historia tan buena, es posible que casi cualquier director hubiera podido sacar petróleo, pero también es posible que nadie en todo el espectro cinematográfico hubiera podido plasmar a Turing de la manera en la que lo hace Cumberbatch.
Sin embargo, aunque la historia humana sea quizás lo más bello tras esta cinta, hay que señalar que el tono de The Imitation Game no es el dramático. Quizás buscando esa armonía y ese balance entre elementos que funciona para gustar a las masas, Morten Tyldum cambia el tono del filme en diversas ocasiones, utilizando varias veces el de la comedia. Un humor quizás demasiado convencional y correcto, pero inteligente y a ratos ingenioso, que explota al máximo el personaje de Turing y lo cómico de su torpeza con los demás, así como el talento expresivo de Cumberbatch. Por otro lado, gran parte de la película es un thriller, en ocasiones puede que un thriller excesivamente “para toda la familia”. Y es que este convencionalismo es quizás lo único que se le puede reprochar a una película por otro lado bastante redonda.
Un convencionalismo que sobre todo condiciona a la película a no dejar el sabor de una joya o de una obra maestra, pero que por otro lado no ensombrece en modo alguno un gran trabajo cinematográfico, una historia que no hay que perderse y una actuación que seguro dará que hablar.
más críticas en http://thewayoutmagazine.com/category/sala-cinco-cine/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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El filme narra la historia de Alan Turing, un personaje que debió haber sido mucho más notorio en la historia de Europa ya que contribuyó de forma determinante a la victoria aliada en la segunda guerra mundial y que sin embargo fue relegado al olvido y condenado a causa de ser homosexual en una sociedad que no lo admitía. Lo que hizo Turing, y he ahí la grandeza de su genio, fue crear una artefacto mecánico de una complejidad nunca vista antes, que basándose en la capacidad de combinar secuencias, tenía, como si se tratara de un gigantesco cerebro de metal, la capacidad de desencriptar códigos muy complejos. En este caso se trataba de decodificar los mensajes que el ejército alemán emitía y recibía continuamente. Pero no lo hizo solo, tuvo (y he ahí el reto para Turing) que trabajar junto a un grupo de matemáticos elegido por el ejército británico. El problema era que Alan Turing era un ser del todo encerrado en sí mismo.
Hay que admitir que el protagonista de Descifrando Enigma (versión española del título que parece haber quedado relegada a las paréntesis tras el título en inglés) consigue provocar una profunda comprensión en el espectador, una empatía férrea que hará que el público saboree la tristeza de la soledad, y vea la belleza que esconde. La vida de Alan Touring fue marcada por un hecho: la imposibilidad de conectar con los demás, de captar lo que la gente pretende decir pero que no verbaliza expresamente, de leer entre líneas. Alan veía el mundo con unos ojos diferentes que los demás. Esto contribuyó a aislarle, y a modelar una personalidad profundamente cuadriculada y antipática. En todo esto, hay una bella paradoja: Turing fue un ser condenado a no comprender el mundo, una persona cuya mente era profundamente torpe en lo que respectaba a la decodificación de los mensajes con los que las personas se comunican. Podría dar la sensación de que de alguna manera fuera precisamente esa particularidad, esa forma de ser única, la causa a su vez de su fracaso como ser humano y de su triunfo como matemático.
Hay que admitir que el protagonista de Descifrando Enigma (versión española del título que parece haber quedado relegada a las paréntesis tras el título en inglés) consigue provocar una profunda comprensión en el espectador, una empatía férrea que hará que el público saboree la tristeza de la soledad, y vea la belleza que esconde. La vida de Alan Touring fue marcada por un hecho: la imposibilidad de conectar con los demás, de captar lo que la gente pretende decir pero que no verbaliza expresamente, de leer entre líneas. Alan veía el mundo con unos ojos diferentes que los demás. Esto contribuyó a aislarle, y a modelar una personalidad profundamente cuadriculada y antipática. En todo esto, hay una bella paradoja: Turing fue un ser condenado a no comprender el mundo, una persona cuya mente era profundamente torpe en lo que respectaba a la decodificación de los mensajes con los que las personas se comunican. Podría dar la sensación de que de alguna manera fuera precisamente esa particularidad, esa forma de ser única, la causa a su vez de su fracaso como ser humano y de su triunfo como matemático.
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