La reflexión que me provoco esta película tiene que ver con esa época de la vida en que te paras a pensar en el tiempo vivido y sobre todo en ese tiempo mal vivido, en las cosas que hiciste mal o que no llegaste a hacer, bien por desconocimiento o por inmadurez o precipitación. La vejez, parte difícil de nuestra existencia como seres humanos, puede ser vista en un aspecto positivo, esto es lo que yo sentí durante el viaje al que nos invita David Lynch. Puede ser un momento de clarividencia donde podamos revisar algunos de esos episodios de nuestra experiencia que debemos cambiar para poder irnos tranquilos de este mundo. La vejez como el momento para reparar, arreglar nuestros pequeños o grandes estropicios, acercarnos lentamente a la comprensión del Otro y de uno mismo, una época para viajar despacio y no perder ni un detalle de lo que nos rodea. La vejez como una última oportunidad para aprender y poder terminar el camino, la vida en un estado próximo a la armonía.
Película para disfrutar sin prisas, para dejar que te atrape el paisaje de la América profunda o del propio sentimiento vital.

He vuelto a ver la película de Erice recientemente y mi sorpresa fue que la mayoría de las imágenes estaban todavía en mi memoria. El tiempo no las había borrado, una buena señal, en todos los sentidos, mi memoria todavía resiste y la película supo resistir al tiempo. Si el cine español se especializo en un tema concreto creo que ha sido el de la posguerra de nuestra tan profunda guerra civil. Muchas son las películas que se sitúan en estos años, con mejor y con peor acierto.
Sin embargo, creo que la película de Erice no tiene competencia, ninguna película (y son cantidad) ha sabido proyectar en los personajes, en la fotografía y, por supuesto, en la también escogida banda sonora el ambiente de la época, la derrota y la nostalgia, el fracaso y la impotencia, la soledad y la incomprensión , emociones intimistas pero también nacionales. La voz de los personajes, la luz del paisaje nos envuelve a lo largo de toda la cinta logrando trasladaron a aquella época y a ese personaje profundo y herido de muerte. Pocas películas pueden superar la ventaja de la narrativa escrita, está lo ha hecho.

Lo primero que me sale es dar las gracias a este director, a Wes Anderson por esta película y no sólo por esta, esta es la tercera que veo y creo que me estoy enganchando sin remedio. Ayer, cuando conducía para dirigirme al trabajo me encontré sonriendo y con una paz interior sumamente agradable. Y apareció el recuerdo de esta cinta, del Gran Hotel Budapest. Ese mundo mágico, cargado de personajes que van y vienen en ese universo infantil. Esas carreras de los personajes al estilo de los hermanos Marx, ese humor ingenuo, esa fotografía con la nieve cayendo de forma suave, el crujido de las pisadas, esa nieve blanca y limpia pero que no da sensación de frío . La estética de los espacios, de los interiores o exteriores, te acompaña durante toda la película. Y los personajes, empezando por el protagonista un Ralph Fiennes magnífico en su registro tan difícil de encuadrar, transgresor pero humano y muy humano. El muchacho Tony Revolori, magnífico, lograron una química perfecta. El resto de los personajes desfilaban creando una realidad de cuento infantil para adultos, lleno de acción, emoción, y de sentimientos humanos y muy humanos. Toda la película es un recuerdo, es un relato de algo vivido y que dio sentido a toda una vida posterior. La vida sin memoria sería todavía más difícil de vivir, y la vida sin este tipo de películas sería mucho más aburrida. De nuevo gracias por hacer lo que te gusta Wes Anderson.

Al margen de las características técnicas de la película, me parece que de vez en cuando estas películas tienen que estar presentes en nuestras carteleras, mostrándonos un aspecto liviano de la vida, la cual muchas veces excede de seriedad, transcendencia o sentido. Es una película cariñosa, amable con todos, aunque a veces algunos matices nos pueden hacer dudar, ¿nos debemos reír de esto? . Yo tuve algunos momentos de confusión, pero es que la vida es así , no siempre es lógica ni predecible, somos los buenos o somos los malos, depende desde donde lo miremos. Tiene un humor sencillo, sin pretensiones, los actores mantienen la película que a veces se repite en sus temas, que no dan para mucho más, al menos en ese registro. La fotografía refleja la intención de la película, amable, dulce, presentando el lado bueno de una realidad que, por supuesto, también tiene otras miradas más duras y complejas. Una película que no debió ser fácil de realizar por los temores de como el público podía reaccionar. pienso que mayoritariamente la vamos a integrar bien, pero quizás algunos sectores no puedan con ella.

Llevar el cine a la prehistoria no debió de ser una tarea fácil para el director. Acercarnos a un mundo sin lenguaje, a nosotros que vivimos en una realidad donde la comunicación domina nuestras vidas, queramos o no, donde lo difícil es estar callados, donde el silencio es casi imposible de escuchar, bueno es todo un logro de la imaginación. Situarnos en esa época tan lejana, hacernos reflexionar sobre cómo pudo aparecer la risa por primera vez, la diferencia evolutiva existente entre las tribus, algo no tan diferente a lo que ocurre en nuestro mundo actual que se hace más evidente desde el desarrollo de la globalización. Todos estos contenidos se aprecian en una película que, aunque no tiene muchos recursos, nos entretiene a la vez que nos ilustra y nos hace reflexionar un poco sobré de donde venimos y hacia donde vamos.