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6
11 de octubre de 2010
11 de octubre de 2010
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de tener sentimientos encontrados al salir del cine, ayer me di cuenta de que estraba un poco cabreado con la secuela de Wall Street. La película original era una especie de thriller, que tenía algo que decir acerca de la codicia y el poder de la fiebre capitalista de los 80. Era una buena película, pero el argumento tenía un fondo de pura ingeniería financiera. No era masiva ni para todos los públicos. La segunda parte llegaba envuelta como más de lo mismo, como más 'rock&roll'. Con un tráiler con la versión de 'Sympathy for the devil' de 'Guns' y un montaje muy inteligente que sugería que íbamos a ver algo parecido.
Y eso intenta. Nos cuenta la historia de Jake Moore, como la original nos contó la de Bud Fox, con la figura de Gordon Gekko sirviendo de contraste de su idealismo y ambición.
Y eso intenta. Nos cuenta la historia de Jake Moore, como la original nos contó la de Bud Fox, con la figura de Gordon Gekko sirviendo de contraste de su idealismo y ambición.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El problema es que la película se acaba convirtiendo en la historia de Winnie Gekko, que es el personaje menos interesante y simpático de todos los involucrados. Y el gran pecado de la peli es que ninguno de los personajes tiene desarrollo alguno. Jake es un prodigio; rescatando siempre que puede a su madre, intentando reconciliar a su novia con su padre y vengar (sólo financieramente) la muerte de su mentor. Su único error en toda la película es no comentarle a Winnie que estaba viendo a su padre. En lo demás, es perfectito. Por lo menos, Bud Fox era un idealista cuando empieza, se deja corromper por la codicia y acaba encontrando la oportunidad de redimirse. ¿Jake? Es exactamente el mismo al final de la película que al principio.
Winnie Gekko es una snob cabreada y acaba siendo también una snob cabreada. ¿Se enfada porque Jake haya visto en secreto a su padre mientras le oculta durante toda la relación que ha heredado un millón de dólares? Hipócrita.
¿Y Gordon Gekko? Engaña a su hija por un millón, reconstruye su imperio, le niega las migajas a Jake y al final... se ablanda después de ganar mil millones. Otro pecado. La película terminó quince minutos demasiado tarde. Me la hubiese creído mucho más si hubiese terminado con Gekko en Londres, rico, sin importarle lo más mínimo su hija o Jake. Pero parece que a Oliver le pudo el síndrome del 'happy ending'. Las películas sobre realidades descarnadas no pueden terminar bien. O no son reales.
P.S. Eso sí, me encantó ver a la estatua de cera de Charlie Sheen hacer un cameo...
P.S.2. Y, ya en serio, me encantaron dos actores: Josh Brolin (gracias Bardem por no estar ahí) y Eli Wallach. Supongo que lo incorporaron a la película porque es el único actor de 95 años que puede hacer de banquero judío de manera convincente, y necesitaban a alguien que pudiese hablar del 29... Me gustó incluso el burdo y nada sutil homenaje que le hacen al utilizar la música de El bueno, el feo y el malo como tono del móvil de Jake.
Winnie Gekko es una snob cabreada y acaba siendo también una snob cabreada. ¿Se enfada porque Jake haya visto en secreto a su padre mientras le oculta durante toda la relación que ha heredado un millón de dólares? Hipócrita.
¿Y Gordon Gekko? Engaña a su hija por un millón, reconstruye su imperio, le niega las migajas a Jake y al final... se ablanda después de ganar mil millones. Otro pecado. La película terminó quince minutos demasiado tarde. Me la hubiese creído mucho más si hubiese terminado con Gekko en Londres, rico, sin importarle lo más mínimo su hija o Jake. Pero parece que a Oliver le pudo el síndrome del 'happy ending'. Las películas sobre realidades descarnadas no pueden terminar bien. O no son reales.
P.S. Eso sí, me encantó ver a la estatua de cera de Charlie Sheen hacer un cameo...
P.S.2. Y, ya en serio, me encantaron dos actores: Josh Brolin (gracias Bardem por no estar ahí) y Eli Wallach. Supongo que lo incorporaron a la película porque es el único actor de 95 años que puede hacer de banquero judío de manera convincente, y necesitaban a alguien que pudiese hablar del 29... Me gustó incluso el burdo y nada sutil homenaje que le hacen al utilizar la música de El bueno, el feo y el malo como tono del móvil de Jake.

7,9
117.873
9
2 de agosto de 2010
2 de agosto de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toy Story 3 es amarga y no tiene piedad. Nos empuja con crueldad hacia nuestro pasado, nos rasga el pecho y nos arranca el corazón. Y lo peor es que hace todo eso con nuestro consentimiento y de la manera más honesta posible.
Hace ya quince años se estrenaba una película que marcaría una nueva era en el cine de animación. El primer Toy Story fue un pequeño prodigio animado, una buddy movie muy particular, que enaltecía el valor de la amistad y la imaginación. Pero en medio de tantos colores atrevidos e ingeniosos gags, empezaba a gestarse ya una idea negra que terminaría creciendo y contaminando el resto de la franquicia: el miedo al abandono y la inutilidad. Woody vio en la llegada de Buzz (y en la consiguiente amenaza de sustitución) el primer indicio del fin de una era (la metáfora perfecta del cambio de paradigma y de la sustitución de los héroes: el cowboy que deja su lugar al astronauta). En aquel momento, no fue difícil aliviar la tensión y darle un final feliz a la cosa.
Pero la idea no murió ahí y acabó por incorporar una nueva dimensión (más evidente, más cruel) en Toy Story 2. Jesse, la simpática cowgirl, protagoniza el momento más dramático de la saga (¡hasta ese momento!) con la canción When she loved me. Nos encontrábamos ante algo inevitable: los niños crecen y los juguetes no. Era una realidad contra la que Buddy, Buzz y Mr. Potato no podían luchar. En todo caso, y una vez más, Pixar decidió aplazar la cuestión. Andy seguía siendo un niño y había que aprovechar hasta el final...
Pero llegamos a 2010; y Toy Story 3 no se anda con rodeos. Desde el principio demuestra que está aquí para archivar nuestro baúl de los recuerdos. La magnífica secuencia inicial, calcada de la secuencia inicial de la primera parte, se interrumpe de manera abrupta por una elipsis que nos transporta a una actualidad en la que los juguetes planean complicadas 'operaciones militares' sólo para que su dueño se dé cuenta de que existen. Es el primero de los muchos puñetazos en el estómago que nos prepara la película.
Toy Story 3 está lleno de grandes personajes y de personalidades entrañables, con sus respectivas taras y manías. Tal vez por eso sea tan fácil crear un argumento tan denso y, a la vez, tan poderoso, que nos lleva a temer por la vida de 'nuestros amigos' (el último tercio de película es la mejor lección de storytelling clásico que se puede ver en lo que va de año).
Claro que tiene los habituales gags infantiles y una paleta de colores primarios envidiable (aunque para mí todos los colores son primarios) para agradar a los más pequeños. Aún así, el verdadero público de Toy Story 3 no son los niños. Soy yo, eres tú, es el tío mayor y gafotas que se sentó a mi lado en el cine. Son todos aquellos que un día construyeron universos imaginarios con la ayuda de pequeños amigos de plástico y que miran atrás con la mirada cansada y cenicienta del presente.
No existen películas perfectas, pero por suerte existe Pixar.
Hace ya quince años se estrenaba una película que marcaría una nueva era en el cine de animación. El primer Toy Story fue un pequeño prodigio animado, una buddy movie muy particular, que enaltecía el valor de la amistad y la imaginación. Pero en medio de tantos colores atrevidos e ingeniosos gags, empezaba a gestarse ya una idea negra que terminaría creciendo y contaminando el resto de la franquicia: el miedo al abandono y la inutilidad. Woody vio en la llegada de Buzz (y en la consiguiente amenaza de sustitución) el primer indicio del fin de una era (la metáfora perfecta del cambio de paradigma y de la sustitución de los héroes: el cowboy que deja su lugar al astronauta). En aquel momento, no fue difícil aliviar la tensión y darle un final feliz a la cosa.
Pero la idea no murió ahí y acabó por incorporar una nueva dimensión (más evidente, más cruel) en Toy Story 2. Jesse, la simpática cowgirl, protagoniza el momento más dramático de la saga (¡hasta ese momento!) con la canción When she loved me. Nos encontrábamos ante algo inevitable: los niños crecen y los juguetes no. Era una realidad contra la que Buddy, Buzz y Mr. Potato no podían luchar. En todo caso, y una vez más, Pixar decidió aplazar la cuestión. Andy seguía siendo un niño y había que aprovechar hasta el final...
Pero llegamos a 2010; y Toy Story 3 no se anda con rodeos. Desde el principio demuestra que está aquí para archivar nuestro baúl de los recuerdos. La magnífica secuencia inicial, calcada de la secuencia inicial de la primera parte, se interrumpe de manera abrupta por una elipsis que nos transporta a una actualidad en la que los juguetes planean complicadas 'operaciones militares' sólo para que su dueño se dé cuenta de que existen. Es el primero de los muchos puñetazos en el estómago que nos prepara la película.
Toy Story 3 está lleno de grandes personajes y de personalidades entrañables, con sus respectivas taras y manías. Tal vez por eso sea tan fácil crear un argumento tan denso y, a la vez, tan poderoso, que nos lleva a temer por la vida de 'nuestros amigos' (el último tercio de película es la mejor lección de storytelling clásico que se puede ver en lo que va de año).
Claro que tiene los habituales gags infantiles y una paleta de colores primarios envidiable (aunque para mí todos los colores son primarios) para agradar a los más pequeños. Aún así, el verdadero público de Toy Story 3 no son los niños. Soy yo, eres tú, es el tío mayor y gafotas que se sentó a mi lado en el cine. Son todos aquellos que un día construyeron universos imaginarios con la ayuda de pequeños amigos de plástico y que miran atrás con la mirada cansada y cenicienta del presente.
No existen películas perfectas, pero por suerte existe Pixar.
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