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Críticas ordenadas por utilidad
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6,2
11.531
6
22 de junio de 2019
22 de junio de 2019
31 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
O "De dioses y robots"... Y aunque hubiera sido un puntazo titularla "I, Mother" (homenaje al gran Asimov), el título de "I am mother" también le cae bien y entronca con el mensaje subliminal más evidente de esta historia, en el fondo una alegoría sobre la maternidad responsable. Pero más allá de esto, hay algo que ha pasado un tanto desapercibido en los comentarios y que me ha llamado mucho la atención, y es el hecho de que en el relato se cierra un curioso círculo que encierra un mensaje, a mi juicio, preocupante. Es el siguiente:
- El ser humano crea a las máquinas, y desarrolla en ellas la IA.
- Pero el ser humano es destructivo: el hombre es lobo para el hombre.
- Y los peores presagios se cumplen: la catástrofe global y, con ella, la práctica extinción del ser humano y de la vida en la Tierra.
- Pero las máquinas sobreviven, y merced a su IA trazan un plan: regenerar la vida en la Tierra.
- Y las máquinas crean al ser humano, y desarrollan en él una nueva inteligencia, supuestamente cooperativa, no competitiva.
MORALEJA: da igual lo mal que lo hagamos, la tecnología nos salvará.
Un mensaje propio del "homo tecnologicus", muy esperanzador para geeks, nerds y amantes de toda clase de gadgets en general. Pero no. No creo que vaya a ser la tecnología la que nos convierta en el "superhombre nietzschiano", sino que más bien trascenderemos nuestros propios límites (y nuestra dependencia de la tecnología es uno de ellos) cuando seamos capaces de hacer un cambio de paradigma en nuestras vidas, es decir, un cambio de sistema de valores. La protagonista (Hija) se queda a medio camino, promete, pero no se compromete... Lo explico.
- El ser humano crea a las máquinas, y desarrolla en ellas la IA.
- Pero el ser humano es destructivo: el hombre es lobo para el hombre.
- Y los peores presagios se cumplen: la catástrofe global y, con ella, la práctica extinción del ser humano y de la vida en la Tierra.
- Pero las máquinas sobreviven, y merced a su IA trazan un plan: regenerar la vida en la Tierra.
- Y las máquinas crean al ser humano, y desarrollan en él una nueva inteligencia, supuestamente cooperativa, no competitiva.
MORALEJA: da igual lo mal que lo hagamos, la tecnología nos salvará.
Un mensaje propio del "homo tecnologicus", muy esperanzador para geeks, nerds y amantes de toda clase de gadgets en general. Pero no. No creo que vaya a ser la tecnología la que nos convierta en el "superhombre nietzschiano", sino que más bien trascenderemos nuestros propios límites (y nuestra dependencia de la tecnología es uno de ellos) cuando seamos capaces de hacer un cambio de paradigma en nuestras vidas, es decir, un cambio de sistema de valores. La protagonista (Hija) se queda a medio camino, promete, pero no se compromete... Lo explico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En este sentido, al final de la película parecen despejarse un poco los "nubarrones tecnológicos" que se ciernen sobre la humanidad. Hija, que ya ha dado muestras de desafiar a Madre, finalmente culmina su "rebelión" y "mata" a su creadora, erigiéndose en auténtica y legítima Madre de la humanidad (I am Mother, su mirada final lo dice todo). Hay quien ha apuntado que la "no-muerte" de Madre le recuerda a la del ínclito HAL9000 en "2001. Odisea en el espacio". Puede, pero la diferencia está en que el astronauta Bowman SÍ abandona la Discovery y trasciende para devenir "otra cosa" (más allá de las estrellas). Sin embargo, Hija opta por permanecer en el confortable ecosistema que la ha visto crecer, que es donde crecerá también su "descendencia"... Y ésto, ¡¡diantre!! ¿¿No era precisamente el plan de las máquinas?? Esto es, el plan preconcebido con el que sus diseñadores las crearon antes de la catástrofe global. Si todo obedece a un plan... ¿dónde queda el libre albedrío?
El mensaje final es demoledor: ¡si me necesitas, búscame! Y la necesitará, Mother siempre estará ahí, tutelándola... Si los "viejos valores" murieron dependiendo de la tecnología, los "nuevos" nacen exactamente con la misma dependencia, lo que pone de hecho en cuestión su pureza y originalidad. Cambiar para no cambiar: ¿el sino de la humanidad? Vamos, Schopenahuer vs. Sartre, y gana el pesimismo del primero...
Para terminar. Otro referente claro de este filme, ya citado por ahí: "Ex-machina". Infinitamente superior. Lo siento, si no lo decía, reventaba.
El mensaje final es demoledor: ¡si me necesitas, búscame! Y la necesitará, Mother siempre estará ahí, tutelándola... Si los "viejos valores" murieron dependiendo de la tecnología, los "nuevos" nacen exactamente con la misma dependencia, lo que pone de hecho en cuestión su pureza y originalidad. Cambiar para no cambiar: ¿el sino de la humanidad? Vamos, Schopenahuer vs. Sartre, y gana el pesimismo del primero...
Para terminar. Otro referente claro de este filme, ya citado por ahí: "Ex-machina". Infinitamente superior. Lo siento, si no lo decía, reventaba.
Serie

6,3
2.291
9
8 de enero de 2020
8 de enero de 2020
23 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Messiah”, la reciente propuesta de Netflix, puede ser abordada desde sus carencias o desde sus virtudes, es decir, puede molestar o decepcionar, o, por el contrario, cautivar o motivar, pero lo que me resultaría difícil creer es que a alguien pueda dejarle indiferente. La serie presenta a un personaje central de extraordinario carisma conocido como Al Masih (el “Mesías” del título) quien, aparentemente surgido de la nada al principio, es capaz de suscitar voluntades, remover conciencias y hacerse seguir por heterogéneas masas de gente en diversas partes del mundo sin otra ayuda más que un discurso ambiguamente profético, una rectitud moral que parece incorruptible y algunas acciones que, en momentos clave y desafiando toda lógica, podrían ser calificadas de milagros. En paralelo, conocemos a los coprotagonistas. Un joven sirio huérfano de la guerra, para quien el protagonista se convierte en una especie de padre espiritual; dos agentes de Inteligencia (estadounidense e israelí) de oscuro pasado, escépticos ante el fenómeno social de imprevisibles consecuencias políticas que representa Al Masih, que tratan de desenmascararlo con desigual táctica; y un predicador baptista con una familia disfuncional que arrastra una profunda crisis de fe, pero cuyo encuentro con Al Masih va a cambiar sus vidas.
Todos estos ingredientes se mezclan hábilmente en una narración ágil y ponderada que nos permite conocer la evolución de cada una de las tramas, de las que poco a poco se nos revelan detalles que supuestamente las han de hacer converger con la principal, que no es sino cuál es la verdadera naturaleza y propósito del protagonista. En este sentido, creo que la serie hace de su necesidad virtud, ya que lo que podría ser criticado como falta, ambigüedad o inconsistencia de discurso, o incluso de peso en pantalla de dicho protagonista (Mehdi Dehbi, el actor que encarna convincentemente a Al Masih, no es quien de más minutos goza), los guionistas lo aprovechan para que sea el espectador quien se vaya creando y recreando a lo largo de los capítulos su propia idea acerca del personaje y cuál puede ser realmente su objetivo o “misión”, en una especie de juego en el que sin duda, al igual que les sucede en la serie a todos los personajes principales y secundarios, intervienen las creencias personales. En mi opinión, ese “juego” que proponen funciona a la perfección y, de hecho, es fundamentalmente el que sostiene el interés por la historia.
Otra de las carencias que se podrían aducir (y que se aducen en otras críticas) es una teórica falta de rigor a la hora de presentar a un personaje del calado histórico-religioso de Jesús, trasladado a un contexto actual. Creo que la serie no aspira a ser ni una ficción documental de orden teológico, ni tampoco una estricta trasposición histórica de hechos acaecidos hace dos mil años. Sin embargo, de esos (supuestos) déficits vuelve a hacer virtud porque nos muestra a un protagonista que, a pesar de haber adoptado el genérico nombre de Al Masíh, que lo asociaríamos al concepto que desde el Islam se reserva a la figura de Jesús de Nazaret como profeta, su idiosincrasia es lo suficientemente abierta, indeterminada o “transversal” para que puede ser igualmente asimilable a la de una segunda venida de Cristo redentor (hablando, obviamente, desde el punto de vista cristiano), a un falso profeta, a un astuto embaucador o a un perturbado al que alguien está manejando, y en la propia serie se juega inteligentemente al “despiste” con detalles que podrían avalar cualquiera de las hipótesis que nos planteemos. No creo que sea algo muy distinto a lo que se pudo vivir en la Palestina del siglo I. Lo que sí resulta muy interesante es situar al protagonista en el mundo que conocemos o creemos conocer, como propuesta en la ficción de un experimento sociológico, que obliga al propio espectador a “tomar partido” y cuestionarse sobre sus propias convicciones.
En resumen, en mi opinión es una serie muy recomendable capaz de establecer rápidamente complicidades con el espectador, y entretenerlo en el sentido más amplio de la palabra, es decir, no solo “hacerle pasar el tiempo” sino “hacerle tomar conciencia de nuestro tiempo”, mostrando cómo una sola voz que, literalmente, comienza predicando en el desierto, puede llegar a generar un impulso de cambio en lo personal, en lo social y en lo político. ¿No es eso lo que han perseguido tantas y tantas voces a lo largo de la historia de la humanidad, de entre las cuales quizá sea hoy en día Greta Thunberg la cara más visible? Es cierto que, acabada la primera temporada, hay muchos frentes abiertos y la presunción de que todo está muy “disperso”, pero, ¿qué mejor receta para esperar con interés una segunda? Posiblemente sea una de las mejores series “tapadas” de Netflix en la actual temporada.
Terminaba hace siete meses la reseña calificando la serie como una de las mejores "tapadas" de la temporada en Netflix. Al parecer, una mayoría de usuarios de la plataforma discrepan de este juicio, lo cual, sumado a las expectativas incumplidas de los productores, ha llevado a suspender "sine die" su continuación. No habrá, por tanto, más capítulos: un palo a todos los que sí creímos en las posibilidades de este proyecto. Imagino todo lo que una historia como la de "Messiah" hubiera podido aportar incorporando en su guión los múltiples argumentos socio-políticos y filosóficos de una pandemia mundial como la que vivimos. Hombres y mujeres de poca fe... pero bueno, como dijo nuestro inolvidable Rick Blaine en "Casablanca", "we'll always have Paris": esperemos que Netflix mantenga al menos esta primera (y única) temporada disponible en la cartelera...
Todos estos ingredientes se mezclan hábilmente en una narración ágil y ponderada que nos permite conocer la evolución de cada una de las tramas, de las que poco a poco se nos revelan detalles que supuestamente las han de hacer converger con la principal, que no es sino cuál es la verdadera naturaleza y propósito del protagonista. En este sentido, creo que la serie hace de su necesidad virtud, ya que lo que podría ser criticado como falta, ambigüedad o inconsistencia de discurso, o incluso de peso en pantalla de dicho protagonista (Mehdi Dehbi, el actor que encarna convincentemente a Al Masih, no es quien de más minutos goza), los guionistas lo aprovechan para que sea el espectador quien se vaya creando y recreando a lo largo de los capítulos su propia idea acerca del personaje y cuál puede ser realmente su objetivo o “misión”, en una especie de juego en el que sin duda, al igual que les sucede en la serie a todos los personajes principales y secundarios, intervienen las creencias personales. En mi opinión, ese “juego” que proponen funciona a la perfección y, de hecho, es fundamentalmente el que sostiene el interés por la historia.
Otra de las carencias que se podrían aducir (y que se aducen en otras críticas) es una teórica falta de rigor a la hora de presentar a un personaje del calado histórico-religioso de Jesús, trasladado a un contexto actual. Creo que la serie no aspira a ser ni una ficción documental de orden teológico, ni tampoco una estricta trasposición histórica de hechos acaecidos hace dos mil años. Sin embargo, de esos (supuestos) déficits vuelve a hacer virtud porque nos muestra a un protagonista que, a pesar de haber adoptado el genérico nombre de Al Masíh, que lo asociaríamos al concepto que desde el Islam se reserva a la figura de Jesús de Nazaret como profeta, su idiosincrasia es lo suficientemente abierta, indeterminada o “transversal” para que puede ser igualmente asimilable a la de una segunda venida de Cristo redentor (hablando, obviamente, desde el punto de vista cristiano), a un falso profeta, a un astuto embaucador o a un perturbado al que alguien está manejando, y en la propia serie se juega inteligentemente al “despiste” con detalles que podrían avalar cualquiera de las hipótesis que nos planteemos. No creo que sea algo muy distinto a lo que se pudo vivir en la Palestina del siglo I. Lo que sí resulta muy interesante es situar al protagonista en el mundo que conocemos o creemos conocer, como propuesta en la ficción de un experimento sociológico, que obliga al propio espectador a “tomar partido” y cuestionarse sobre sus propias convicciones.
En resumen, en mi opinión es una serie muy recomendable capaz de establecer rápidamente complicidades con el espectador, y entretenerlo en el sentido más amplio de la palabra, es decir, no solo “hacerle pasar el tiempo” sino “hacerle tomar conciencia de nuestro tiempo”, mostrando cómo una sola voz que, literalmente, comienza predicando en el desierto, puede llegar a generar un impulso de cambio en lo personal, en lo social y en lo político. ¿No es eso lo que han perseguido tantas y tantas voces a lo largo de la historia de la humanidad, de entre las cuales quizá sea hoy en día Greta Thunberg la cara más visible? Es cierto que, acabada la primera temporada, hay muchos frentes abiertos y la presunción de que todo está muy “disperso”, pero, ¿qué mejor receta para esperar con interés una segunda? Posiblemente sea una de las mejores series “tapadas” de Netflix en la actual temporada.
Terminaba hace siete meses la reseña calificando la serie como una de las mejores "tapadas" de la temporada en Netflix. Al parecer, una mayoría de usuarios de la plataforma discrepan de este juicio, lo cual, sumado a las expectativas incumplidas de los productores, ha llevado a suspender "sine die" su continuación. No habrá, por tanto, más capítulos: un palo a todos los que sí creímos en las posibilidades de este proyecto. Imagino todo lo que una historia como la de "Messiah" hubiera podido aportar incorporando en su guión los múltiples argumentos socio-políticos y filosóficos de una pandemia mundial como la que vivimos. Hombres y mujeres de poca fe... pero bueno, como dijo nuestro inolvidable Rick Blaine en "Casablanca", "we'll always have Paris": esperemos que Netflix mantenga al menos esta primera (y única) temporada disponible en la cartelera...

5,1
4.594
6
27 de abril de 2021
27 de abril de 2021
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marte, o, mejor dicho, el viaje tripulado a Marte, está de moda desde hace décadas, con la diferencia de que hoy ya no es mera ciencia ficción sino una posibilidad real sobre la que agencias espaciales públicas y privadas trabajan con vista al medio plazo. Las productoras aprovechan el “tirón” informativo de las misiones no tripuladas que periódicamente alcanzan esa nueva frontera del planeta rojo y explotan en sus ficciones, con mayor o menor acierto, algunos de los problemas que los futuros cosmonautas enfrentarán en su particular odisea, como la soledad absoluta del vacío cósmico, la limitación crucial de recursos a bordo de sus naves, la enorme distancia que les separará de casa, los peligros inherentes a un medio externo hostil para el cual no ha sido “diseñado” el ser humano, la inevitable convivencia en un entorno que podríamos calificar de claustrofóbico, etc., etc. En este sentido, considero que “Stowaway” (‘Polizón’) es una especie de “versión largometraje” de la reciente serie también de Netflix protagonizada por Hilary Swank (y tristemente, ya oficialmente cancelada) “Away”.
Al margen de la homofonía de sendos títulos, creo que las historias tienen muchos puntos de conexión (el ‘leitmotiv’ es el mismo) y, por tanto, comparten algunas virtudes y también carencias. En mi opinión, la muy repetida en reseñas precedentes “falta de ritmo narrativo” no estaría entre los “debe” de esta película. Que el ritmo sea lento, pausado, tranquilo (como lo era también en “Away”) no implica ni ausencia ni inconveniencia. Por muy veloz que sea el ingenio espacial, las distancias son tan incomparablemente enormes que todo se mide con el rasero del largo plazo, y lo más probable es que el día a día a bordo sea lo más similar a nuestras propias rutinas cotidianas, sin sobresaltos, de perfil bajo. La forma narrativa que ello adquiere en la historia es ese ritmo que en algunas reseñas se ha calificado de “cansino”.
Otro de los argumentos que ha llevado a algunas personas a decir de ella que es “aburrida” es el hecho de que “no pasa nada”. Vamos a ver. Todo es una cuestión de expectativas. Si uno afronta “Stowaway” a la espera de encontrar una versión de “Alien” o de “Diez negritos” de Agatha Christie, se ha equivocado de película. Hay incluso quien comenta que el polizón del título le convidaba inicialmente a ver una película de crímenes espaciales, y no lo que al final termina visionando. No es un film de “aventuras espaciales” en la prolija línea de “Star Trek”, “Star Wars”, la mencionada “Alien” o ni siquiera de la actual “The Expanse”. Nada que ver. Se trata más bien de un drama ambientado en el espacio, en el contexto de un viaje, más en la línea (y salvando, naturalmente, las inconmensurables distancias) de “2001: odisea en el espacio”. Obviamente, ni desde el punto de vista conceptual ni menos aún desde el artístico se puede comparar esta película con la obra magna de Kubrick, pero sí que ambas comparten el enfoque de plantear al espectador, con verosimilitud plausible, las dificultades que entraña la exploración de un medio inhóspito como el espacio, y los dilemas morales, éticos y emocionales que en el contexto de situaciones extremas límite, que abocan al ser humano a decidir a cara o cruz, blanco o negro, sin matices, se recrean para los pioneros de esa ardua tarea de descubrimiento, en la que se enfrentan a “lo desconocido”, o, al menos, a lo poco conocido, algo a lo que naturalmente no estamos acostumbrados desde nuestra más o menos confortable posición en el seno de las sociedades más ricas y opulentas acá en la Tierra, en las que muy raramente nos vemos obligados a optar por el todo o nada. Cuando al inicio de la actual pandemia, la saturación de pacientes en los hospitales y la escasez de recursos frente a una amenaza nueva y en buena medida desconocida, obligó al personal sanitario a aplicar protocolos extremos de triaje, en los que se dirimía quién tendría oportunidad de sobrevivir y quién no, hubo gran conmoción social, y el estrés acumulado entre los profesionales les pasó factura. Pues bien, esas situaciones en la inmediata exploración espacial serán probablemente muy frecuentes.
Y ése es el verdadero valor de “Stowaway”, como ya se ha dicho, sugerir una reflexión en torno a esto. A bordo de la Atlas en “Away” se plantearon también dilemas similares. ¿Será necesario redefinir una “nueva ética” válida únicamente para su manejo en la arriesgada exploración espacial que el ser humano apenas está iniciando? Si es el caso, ¿tendrán la capacidad de adaptarse las tripulaciones, los colonos de futuros asentamientos en la Luna o en Marte, a los “nuevos valores” que plantee esa hipotética “nueva ética”? ¿O bastará con definir únicamente estrictos protocolos de actuación, teniendo en cuenta la amplia casuística en relación a los riesgos que se asumen? ¿Cómo redefiniremos el “principio” nunca escrito del “mal menor”? La “gracia” del dilema es, como escribía en mi reseña de “Away”, trasladar al espectador ese "¿y qué haría usted en esa situación?".
Al margen de la homofonía de sendos títulos, creo que las historias tienen muchos puntos de conexión (el ‘leitmotiv’ es el mismo) y, por tanto, comparten algunas virtudes y también carencias. En mi opinión, la muy repetida en reseñas precedentes “falta de ritmo narrativo” no estaría entre los “debe” de esta película. Que el ritmo sea lento, pausado, tranquilo (como lo era también en “Away”) no implica ni ausencia ni inconveniencia. Por muy veloz que sea el ingenio espacial, las distancias son tan incomparablemente enormes que todo se mide con el rasero del largo plazo, y lo más probable es que el día a día a bordo sea lo más similar a nuestras propias rutinas cotidianas, sin sobresaltos, de perfil bajo. La forma narrativa que ello adquiere en la historia es ese ritmo que en algunas reseñas se ha calificado de “cansino”.
Otro de los argumentos que ha llevado a algunas personas a decir de ella que es “aburrida” es el hecho de que “no pasa nada”. Vamos a ver. Todo es una cuestión de expectativas. Si uno afronta “Stowaway” a la espera de encontrar una versión de “Alien” o de “Diez negritos” de Agatha Christie, se ha equivocado de película. Hay incluso quien comenta que el polizón del título le convidaba inicialmente a ver una película de crímenes espaciales, y no lo que al final termina visionando. No es un film de “aventuras espaciales” en la prolija línea de “Star Trek”, “Star Wars”, la mencionada “Alien” o ni siquiera de la actual “The Expanse”. Nada que ver. Se trata más bien de un drama ambientado en el espacio, en el contexto de un viaje, más en la línea (y salvando, naturalmente, las inconmensurables distancias) de “2001: odisea en el espacio”. Obviamente, ni desde el punto de vista conceptual ni menos aún desde el artístico se puede comparar esta película con la obra magna de Kubrick, pero sí que ambas comparten el enfoque de plantear al espectador, con verosimilitud plausible, las dificultades que entraña la exploración de un medio inhóspito como el espacio, y los dilemas morales, éticos y emocionales que en el contexto de situaciones extremas límite, que abocan al ser humano a decidir a cara o cruz, blanco o negro, sin matices, se recrean para los pioneros de esa ardua tarea de descubrimiento, en la que se enfrentan a “lo desconocido”, o, al menos, a lo poco conocido, algo a lo que naturalmente no estamos acostumbrados desde nuestra más o menos confortable posición en el seno de las sociedades más ricas y opulentas acá en la Tierra, en las que muy raramente nos vemos obligados a optar por el todo o nada. Cuando al inicio de la actual pandemia, la saturación de pacientes en los hospitales y la escasez de recursos frente a una amenaza nueva y en buena medida desconocida, obligó al personal sanitario a aplicar protocolos extremos de triaje, en los que se dirimía quién tendría oportunidad de sobrevivir y quién no, hubo gran conmoción social, y el estrés acumulado entre los profesionales les pasó factura. Pues bien, esas situaciones en la inmediata exploración espacial serán probablemente muy frecuentes.
Y ése es el verdadero valor de “Stowaway”, como ya se ha dicho, sugerir una reflexión en torno a esto. A bordo de la Atlas en “Away” se plantearon también dilemas similares. ¿Será necesario redefinir una “nueva ética” válida únicamente para su manejo en la arriesgada exploración espacial que el ser humano apenas está iniciando? Si es el caso, ¿tendrán la capacidad de adaptarse las tripulaciones, los colonos de futuros asentamientos en la Luna o en Marte, a los “nuevos valores” que plantee esa hipotética “nueva ética”? ¿O bastará con definir únicamente estrictos protocolos de actuación, teniendo en cuenta la amplia casuística en relación a los riesgos que se asumen? ¿Cómo redefiniremos el “principio” nunca escrito del “mal menor”? La “gracia” del dilema es, como escribía en mi reseña de “Away”, trasladar al espectador ese "¿y qué haría usted en esa situación?".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por demás, ¿hay aspectos mejorables en la película? Desde luego. Sin ir más lejos, la principal premisa, el polizón de marras. Su presencia nunca queda demasiado bien justificada: que esté ahí es indispensable para generar carga dramática en la historia, pero le resta puntos de verosimilitud. Cuesta creer que se quedó ahí “incrustado”, de donde sale, y nadie ni nada (ningún sistema de control o verificación me refiero) se dio cuenta; y cuesta imaginar la forma en que pudo llegar ahí, un espacio especialmente angosto. Por otro lado, teniendo en cuenta que estamos creando todo un artefacto fílmico para justificar un dilema, el debate entre la tripulación es más bien escaso, y la interacción de ésta con el polizón en torno a su discusión se limita al relato que le hace la doctora de un episodio de su vida cuando eventualmente fue “vigilante de la playa”, en el que argumenta que apurar el margen de tiempo para encontrar una solución que pase por no sacrificar a nadie tiene todo el sentido del mundo, apelando un poco al viejo lema de "la esperanza es lo último que debe perderse". Pero poco más. Hubiera sido de agradecer cierta enjundia filosófica, le hubiera dado valor añadido a un guion que resulta excesivamente esquemático.
La linealidad narrativa y la previsibilidad de dicho guion tampoco contribuyen a elevar de categoría la película. No hay margen para giros ni para sorprender al espectador, es algo que ya se ha dicho en muchas reseñas, aunque tampoco diría que esto sea tanto una carencia teniendo claro el concepto de que no estamos ante un filme de "aventuras espaciales" estrictamente hablando. Aun así, técnicamente tiene una apariencia impecable, creo que la sostiene un buen diseño de producción, y las interpretaciones están acordes a la sobriedad y contención de los personajes de la tripulación, si exceptuamos, claro está, el ímpetu juvenil de la doctora a la que da vida Anna Kendrick, que pone un poco, digamos, el contrapunto, no diría que desacertadamente. No obstante, bien es cierto que el dibujo que de ellos se hace no va más allá de los meros arquetipos, lo que va al "debe" del guion, otra debilidad de lo que creo que es, sin duda, lo menos sólido de la película. En este sentido, el personaje más logrado, aunque por desgracia tan solo esbozado (tiene mucho más potencial del que desarrolla) es el del ingeniero de lanzamiento, el “polizón por accidente”, interpretado por Shamier Anderson.
Ya en la parte final, el espectador comparte con los tripulantes los momentos de tensión (que no tanto de incertidumbre, por la previsibilidad de la que hablaba) que se viven durante la EVA (la misión extra-vehicular). Creo que merecen una mención a parte en uno de los (pocos) aciertos de ese guion. Al menos a mi juicio, esa parte final entre la épica y la poética de un autosacrificio, en el marco extraño y un tanto surrealista de ese viento solar verdoso que "arrastra" a los confines del sistema las partículas eyectadas por la corona del Sol, está muy bien filmada.
Resumiendo. Si le gustó “Away”, le gustará “Stowaway”. Y viceversa. Un pasatiempo ligero que, pese a sus "peros", consigue ponernos en situación.
La linealidad narrativa y la previsibilidad de dicho guion tampoco contribuyen a elevar de categoría la película. No hay margen para giros ni para sorprender al espectador, es algo que ya se ha dicho en muchas reseñas, aunque tampoco diría que esto sea tanto una carencia teniendo claro el concepto de que no estamos ante un filme de "aventuras espaciales" estrictamente hablando. Aun así, técnicamente tiene una apariencia impecable, creo que la sostiene un buen diseño de producción, y las interpretaciones están acordes a la sobriedad y contención de los personajes de la tripulación, si exceptuamos, claro está, el ímpetu juvenil de la doctora a la que da vida Anna Kendrick, que pone un poco, digamos, el contrapunto, no diría que desacertadamente. No obstante, bien es cierto que el dibujo que de ellos se hace no va más allá de los meros arquetipos, lo que va al "debe" del guion, otra debilidad de lo que creo que es, sin duda, lo menos sólido de la película. En este sentido, el personaje más logrado, aunque por desgracia tan solo esbozado (tiene mucho más potencial del que desarrolla) es el del ingeniero de lanzamiento, el “polizón por accidente”, interpretado por Shamier Anderson.
Ya en la parte final, el espectador comparte con los tripulantes los momentos de tensión (que no tanto de incertidumbre, por la previsibilidad de la que hablaba) que se viven durante la EVA (la misión extra-vehicular). Creo que merecen una mención a parte en uno de los (pocos) aciertos de ese guion. Al menos a mi juicio, esa parte final entre la épica y la poética de un autosacrificio, en el marco extraño y un tanto surrealista de ese viento solar verdoso que "arrastra" a los confines del sistema las partículas eyectadas por la corona del Sol, está muy bien filmada.
Resumiendo. Si le gustó “Away”, le gustará “Stowaway”. Y viceversa. Un pasatiempo ligero que, pese a sus "peros", consigue ponernos en situación.
Serie

5,7
938
6
8 de mayo de 2018
8 de mayo de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El reinado de Cómodo lo tenía todo para ser un tiempo de relativa prosperidad para Roma. Su primera gran decisión como emperador, el tratado de paz con las tribus marcomanas, fue bien acogida por la plebe; eso, sumado al aval de buen gobierno con que durante más de ocho décadas sus predecesores Antoninos (desde Nerva a su padre, Marco Aurelio) manejaron el Imperio, en lo que se ha dado en llamar el ‘siglo de oro’, eran una inmejorable carta de presentación.
Sin embargo, la juventud del nuevo emperador (comienza su reinado en solitario con apenas 19 años), que lo hace poco proclive a ocuparse con responsabilidad de los deberes de la administración, su desconfianza en una institución secular como el Senado, que le crea profundas animadversiones entre las ‘gens’ más notables, su desconocimiento inicial de los mecanismos ocultos del poder, los sucesivos complots, traiciones y falsas lealtades de los que es víctima, el ejercicio despótico y a veces cruel de su poder omnímodo como emperador, y, al fin, una paranoia egocéntrica y megalómana que lo lleva a identificarse con el dios Hércules (una excentricidad que termina resultando ampliamente molesta), hicieron que su reinado de 13 años se caracterizara por continuas tensiones, disputas y revueltas.
Aunque de forma sucinta, dicho bagaje se muestra en esta miniserie semi-documental que, como reza al final, se basa en hechos históricos, conocidos sobre todo a partir de los textos de uno de los personajes encarnados en la serie, el historiador Dión Casio, y del también escritor Herodiano, si bien es cierto que añade elementos de ficción en aras de la enjundia dramática que los guionistas consideran oportuna (como si la vida de Cómodo y su descarnado contexto histórico no la tuvieran ‘per se’). Así mismo, hay también a mi juicio importantes omisiones, como el papel de inusitada tolerancia de Cómodo con los cristianos, que incluso hizo posible la liberación de muchos de ellos esclavizados en Cerdeña, probablemente por influencia de la filocristiana Marcia; la mal reflejada desafección total que sentía por su esposa formal, la emperatriz Brutia Crispina, quien es más que probable que terminara ejecutada en el exilio; y el hecho de que Cómodo fuera zurdo, cuando en la serie aparece diestro. Son algunas… Hubiera sido una buena oportunidad también para contrastar (desde la parte documental) el insólito hecho de que un emperador quisiera devenir gladiador, cuando éstos se regían por estrictos códigos de conducta y llevaban una vida casi, diríamos, monacal, algo obviamente muy alejado del modo de vida de Cómodo. En este sentido, estoy de acuerdo en que el formato escogido no es el más adecuado, ya que las aportaciones de los profesores y autores, a medida que avanza la serie, cada vez son menos relevantes, al margen del juicio sobre la idoneidad de los mismos, cuya elección parece hecha muy en clave del país de la producción, es decir, Estados Unidos (ausencia total de especialistas europeos).
Sin embargo, la juventud del nuevo emperador (comienza su reinado en solitario con apenas 19 años), que lo hace poco proclive a ocuparse con responsabilidad de los deberes de la administración, su desconfianza en una institución secular como el Senado, que le crea profundas animadversiones entre las ‘gens’ más notables, su desconocimiento inicial de los mecanismos ocultos del poder, los sucesivos complots, traiciones y falsas lealtades de los que es víctima, el ejercicio despótico y a veces cruel de su poder omnímodo como emperador, y, al fin, una paranoia egocéntrica y megalómana que lo lleva a identificarse con el dios Hércules (una excentricidad que termina resultando ampliamente molesta), hicieron que su reinado de 13 años se caracterizara por continuas tensiones, disputas y revueltas.
Aunque de forma sucinta, dicho bagaje se muestra en esta miniserie semi-documental que, como reza al final, se basa en hechos históricos, conocidos sobre todo a partir de los textos de uno de los personajes encarnados en la serie, el historiador Dión Casio, y del también escritor Herodiano, si bien es cierto que añade elementos de ficción en aras de la enjundia dramática que los guionistas consideran oportuna (como si la vida de Cómodo y su descarnado contexto histórico no la tuvieran ‘per se’). Así mismo, hay también a mi juicio importantes omisiones, como el papel de inusitada tolerancia de Cómodo con los cristianos, que incluso hizo posible la liberación de muchos de ellos esclavizados en Cerdeña, probablemente por influencia de la filocristiana Marcia; la mal reflejada desafección total que sentía por su esposa formal, la emperatriz Brutia Crispina, quien es más que probable que terminara ejecutada en el exilio; y el hecho de que Cómodo fuera zurdo, cuando en la serie aparece diestro. Son algunas… Hubiera sido una buena oportunidad también para contrastar (desde la parte documental) el insólito hecho de que un emperador quisiera devenir gladiador, cuando éstos se regían por estrictos códigos de conducta y llevaban una vida casi, diríamos, monacal, algo obviamente muy alejado del modo de vida de Cómodo. En este sentido, estoy de acuerdo en que el formato escogido no es el más adecuado, ya que las aportaciones de los profesores y autores, a medida que avanza la serie, cada vez son menos relevantes, al margen del juicio sobre la idoneidad de los mismos, cuya elección parece hecha muy en clave del país de la producción, es decir, Estados Unidos (ausencia total de especialistas europeos).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La muerte de Cómodo a manos de lo que hoy llamaríamos su ‘entrenador personal’, el liberto Narciso, o, como ya se ha citado en otras críticas, la de su madre Faustina, son, sin ir más lejos, claros ejemplos de esas tal vez excesivas concesiones dramáticas que se introducen (arbitrariamente) en los guiones. La del emperador en la serie es llevada al paroxismo con un breve duelo cuerpo a cuerpo con Narciso, que propicia su fin atravesando con el acero del gladio su estómago (muerte digna del gladiador que aspiró a ser, eso sí), cuando la realidad es que fue estrangulado en un probable estado de merma física después de haber resistido su envenenamiento, lo cual seguramente les pareció mucho menos melodramático a los responsables de la producción.
Para terminar, un aspecto que ha sido duramente criticado como la sobriedad del diseño de producción es para mí un acierto en tanto que ayuda a no desviar la atención sobre la narración, es una opinión particular quizá influida por cierto hastío de series y películas que tratan de deslumbrarnos por lo visual mientras intentan disimular sus carencias en el guión. Sí, se percibe cierta falta de recursos pero creo que de la necesidad la serie hace virtud. Más criticables me parecen, en cambio, determinadas decisiones de casting, como por ejemplo la que ha primado para los papeles de luchadores la elección de esos cuerpos que se notan esculpidos a fuerza de programas de gimnasio y esteroides, en lugar de mostrar físicos fibrados pero enjutos por la brega en la vida y la arena. La anatomía del propio protagonista, quien, a propósito, según Herodiano era rubio, es un buen ejemplo de lo que digo: aunque en las crónicas de la época se le describe como apuesto y bien proporcionado, dudo que su actividad física regular pudiera dar como resultado la turgencia muscular que exhibe. Pero bueno, hay que terminar aceptándolo como una concesión a los actuales cánones de belleza.
En resumen, calificaría la serie de imperfectamente honesta. Es evidente que no pasará a los anales de la historia ni por sus interpretaciones, ni por su fidelidad, ni por su vistosidad, y quien quiera conocer con mayor detalle la Historia Clásica, que acuda a los buenos autores, que los hay y muchos, pero tampoco creo que sea tramposa, pues cumple de forma amena con su propósito declarado de acercar al espectador cómo debió ser el reinado del último Antonino, el primer emperador de la decadencia de Roma.
Para terminar, un aspecto que ha sido duramente criticado como la sobriedad del diseño de producción es para mí un acierto en tanto que ayuda a no desviar la atención sobre la narración, es una opinión particular quizá influida por cierto hastío de series y películas que tratan de deslumbrarnos por lo visual mientras intentan disimular sus carencias en el guión. Sí, se percibe cierta falta de recursos pero creo que de la necesidad la serie hace virtud. Más criticables me parecen, en cambio, determinadas decisiones de casting, como por ejemplo la que ha primado para los papeles de luchadores la elección de esos cuerpos que se notan esculpidos a fuerza de programas de gimnasio y esteroides, en lugar de mostrar físicos fibrados pero enjutos por la brega en la vida y la arena. La anatomía del propio protagonista, quien, a propósito, según Herodiano era rubio, es un buen ejemplo de lo que digo: aunque en las crónicas de la época se le describe como apuesto y bien proporcionado, dudo que su actividad física regular pudiera dar como resultado la turgencia muscular que exhibe. Pero bueno, hay que terminar aceptándolo como una concesión a los actuales cánones de belleza.
En resumen, calificaría la serie de imperfectamente honesta. Es evidente que no pasará a los anales de la historia ni por sus interpretaciones, ni por su fidelidad, ni por su vistosidad, y quien quiera conocer con mayor detalle la Historia Clásica, que acuda a los buenos autores, que los hay y muchos, pero tampoco creo que sea tramposa, pues cumple de forma amena con su propósito declarado de acercar al espectador cómo debió ser el reinado del último Antonino, el primer emperador de la decadencia de Roma.

6,5
135
9
27 de abril de 2018
27 de abril de 2018
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
De acuerdo, "Dhanak" no es cine 'al uso', en el sentido de que se aparta del 'main stream' al que estamos acostumbrados en occidente. Por ese motivo reconozco que nos puede dar pereza enfrentar por algo más de hora y media una propuesta atípica y exótica como ésta de Nagesh Kukunoor, representativa de una industria floreciente, el cine de India, más allá del fenómeno Bollywood. Somos 'animales de costumbres' y seguimos acudiendo a 'lo conocido', e imagino que es por ello que dos años después del estreno, fuera de circuitos comerciales por supuesto, aunque está disponible en Netflix, que es donde yo la he visto, esta película, insospechadamente, carece de reseñas y comentarios acá en Filmaffinity. Vaya de entrada que yo la considero una pequeña joya, y por ese motivo les animo a vencer esos miedos y prejuicios a los que aludía para que se acerquen a este pedacito de una idiosincrasia y una forma de vida lejanas que es "Dhanak".
La pregunta del título se la formulan Chotu y Pari, los jóvenes protagonistas del filme, hermanos huérfanos de 8 y 10 años respectivamente, quienes, motivados por hallar una respuesta, parten de su hogar llenos de ilusión y esperanza hacia una aventura incierta pero sorprendente que les llevará a atravesar parte del desértico Rajastán en pos de un sueño: que el menor recupere la visión. Desde el punto de vista narrativo la película es una 'road movie' muy simple y lineal, sin complicaciones, pero su gracia reside, en mi opinión, en la capacidad que tiene de transmitirnos una visión del mundo a través de los ojos de los pequeños (excelentes interpretaciones), llena de optimismo, de magia, de alegría, de personajes que parecen salidos de "Alicia en el país de las maravillas", un mundo a veces no exento de injusticia o de maldad, pero sobre el que termina triunfando la ternura y el cariño que ambos se profesan. Puede verse, en este sentido, como una hermosa fábula. El fuerte vínculo que los une y que lleva a Pari, solo dos años mayor, a ejercer más de madre que de hermana, nos depara momentos verdaderamente entrañables, como las disputas y discusiones sobre los respectivos héroes cinematográficos, guiño (casi inevitable) al creciente fenómeno fan que despierta el omnipresente Bollywood, sobre todo en India.
Por otra parte, sin tratarse de un musical, mención especial merece la excelente partitura de Tapas Relia, que se recrea a lo largo y ancho de la cinta en diversos temas y canciones, algunas de ellas con claras raíces 'folk', y que resulta un acompañamiento perfecto al tono optimista acerca de la vida del que hablaba, y contribuye, junto con el colorido vestuario, a dar ese 'toque de color' distintivo y lleno de exotismo a la propuesta. Es imposible no quedarse prendado de secuencias como la protagonizada por los muchachos y el cantante norteamericano Chet Dixon en la que interpretan Dum-A-Dum Mast Qalandar, o de la sugestiva y sensual voz de Vibha Saraf cuando canta en la banda sonora la magnífica letra de Chal Chalein.
En fin, no es que lo diga yo que no soy nadie, lo han dicho jurados de festivales internacionales como el de la 65º edición de la Berlinale, en los que la película ha resultado premiada. Si consiguen sobreponerse a su 'pereza' inicial seguro que les dejará muy buenas vibraciones. Ánimo pues; cuando se mira con los ojos del corazón nada es imposible, y entonces sí, se puede ver el arco iris en la noche...
La pregunta del título se la formulan Chotu y Pari, los jóvenes protagonistas del filme, hermanos huérfanos de 8 y 10 años respectivamente, quienes, motivados por hallar una respuesta, parten de su hogar llenos de ilusión y esperanza hacia una aventura incierta pero sorprendente que les llevará a atravesar parte del desértico Rajastán en pos de un sueño: que el menor recupere la visión. Desde el punto de vista narrativo la película es una 'road movie' muy simple y lineal, sin complicaciones, pero su gracia reside, en mi opinión, en la capacidad que tiene de transmitirnos una visión del mundo a través de los ojos de los pequeños (excelentes interpretaciones), llena de optimismo, de magia, de alegría, de personajes que parecen salidos de "Alicia en el país de las maravillas", un mundo a veces no exento de injusticia o de maldad, pero sobre el que termina triunfando la ternura y el cariño que ambos se profesan. Puede verse, en este sentido, como una hermosa fábula. El fuerte vínculo que los une y que lleva a Pari, solo dos años mayor, a ejercer más de madre que de hermana, nos depara momentos verdaderamente entrañables, como las disputas y discusiones sobre los respectivos héroes cinematográficos, guiño (casi inevitable) al creciente fenómeno fan que despierta el omnipresente Bollywood, sobre todo en India.
Por otra parte, sin tratarse de un musical, mención especial merece la excelente partitura de Tapas Relia, que se recrea a lo largo y ancho de la cinta en diversos temas y canciones, algunas de ellas con claras raíces 'folk', y que resulta un acompañamiento perfecto al tono optimista acerca de la vida del que hablaba, y contribuye, junto con el colorido vestuario, a dar ese 'toque de color' distintivo y lleno de exotismo a la propuesta. Es imposible no quedarse prendado de secuencias como la protagonizada por los muchachos y el cantante norteamericano Chet Dixon en la que interpretan Dum-A-Dum Mast Qalandar, o de la sugestiva y sensual voz de Vibha Saraf cuando canta en la banda sonora la magnífica letra de Chal Chalein.
En fin, no es que lo diga yo que no soy nadie, lo han dicho jurados de festivales internacionales como el de la 65º edición de la Berlinale, en los que la película ha resultado premiada. Si consiguen sobreponerse a su 'pereza' inicial seguro que les dejará muy buenas vibraciones. Ánimo pues; cuando se mira con los ojos del corazón nada es imposible, y entonces sí, se puede ver el arco iris en la noche...
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