El montaje, los planos secuencia, la cronología, la música, el justo diálogo (a veces no tan bueno, ¿o si?) son caldo de cultivo para una película tan humana que da miedo.

Al fin y al cabo el poso que te queda si has conseguido verla es denso. Porque estamos tan acostumbrados a que nos maquillen con sutilezas lo peor de nosotros mismos que, cuando lo vemos sin filtros, no podemos hacer otra cosa en nuestra hipocresía que sentir una repulsión y un rechazo mayúsculos.

Para hablar de cuestiones técnicas, de forma y de originalidad hay otras críticas que seguro os valdrán mejor que esta, de personas estudiosas del tema. Sin embargo para mí, hablar de esta película es hablar de sentimientos en bruto, de un tratamiento de choque para despertarnos de nuestra anestesiada manera de ver las cosas. Por eso ésta película no deja indiferente a quien la vea.

No sabría decir si es una película genial o mediocre, si se puede comparar a clásicos del cine o, sin embargo, nunca debería haberse realizado. Lo que sí puedo decir es que es necesaria, pero ¿es realmente ese el propósito del cine?.

Dicen del arte que, el verdadero, el que pasa a la historia, debe removerte la conciencia, debe hacerte pensar, debe crear una interacción con el espectador. Si te enfada, si te hace llorar, si te hace relacionar conceptos y discutirlos es que ha cumplido su objetivo.

Y en mi humilde opinión, esta película lo ha conseguido.