Cuando las luces se encienden e intentas hacer memoria de lo que acabas de ver, resulta que no puedes dejar de pensar en la brillante actuación de un Leonardo soberbio que araña con sus dedos el Olimpo de la interpretación donde se mueve por el film bordando cada uno de los registros que encuentra a su paso. La película brutal, pero con un rango tan pequeño de uno a diez no me atrevería a catalogar el trabajo del protagonista por miedo a quedarme corto.