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5
20 de junio de 2019
20 de junio de 2019
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya estás moviéndote para ir a tu sala de cine a ver Men In Black International. Hay que ir para divertirse, porque eres un fan (un seguidor, no un “ventilador” inglés) y porque da igual tu edadismo: Chris Hemsworth para todas (que sí, el marido de Elsa Pataky, no el cuñao), Emma Thompson para darle caña a los machos alfa, Liam Neeson para deleite de los intelectuales, Tessa Thompson (Creed: La leyenda de Rocky, Thor: Ragnaroky Vengadores: Endgame) para emular el flower power de moda, Les Twins Bourgeois, los gemelos de moda que bailan de muerte... hasta El Rubius, sí, nuestro youtuber más glorioso, El Rubius tiene un cameo!!!
por Rosa Panadero
Lo de internacional viene porque es una peli en plan Misión Imposible, en escenarios de diferentes países para asegurarte allí las taquillas, pero en plan monótono, como de turismo en masa. Lo de sacar la Torre Eiffel —ya se vio en el incendio que Notre Dâme representa mucho mejor el alma francesa—, la noria gigante de Londres y tener una oficina en Nueva York no es lo más original en una peli “internacional”, y el zoco de Marrakech le da ese toque exótico-primitivo-déjà vu desde la perspectiva colonialista WASP de quien rueda la peli en Hollywood y tiene que integrar todas las culturas de forma democrática como si fuera un salón de Ikea.
Claro, dado que no es una peli de “segmento nicho” sino, más bien, de segmento masa, la diversión está garantizada con los chistes fáciles y el papel de fanfarrón del agente H que, dicho sea de paso, sólo enseña los pectorales una vez y no está tan entrenado como cuando era Thor. Pero da igual, mola el polvillo en suspensión en el zoco y recuerda escenas inspiradas (¿debería decir “copiadas”?) de la Guerra de las Galaxias: El Despertar de la Fuerza. Lo del neuralizador para borrar los recuerdos, siempre a mano para hacer borrón y cuenta nueva, debería venderse en El Corte Inglés.
Claro que a la agente M (Tessa Thompson) no se lo pondrán fácil en su periodo de becaria en pruebas, pero después de veinte minutos se sabe que se integrará perfectamente en los Men, aunque no sea la primera Woman en hacerlo.
Al parecer, la fórmula comercial de heroína hollywoodiense siempre va de la mano de un hombre, sea héroe consagrado (Chris Hemworth en Thor o MIB), o simple elemento de conexión (las tontadas del personaje masculino que interpreta Chris Pine no justifican su presencia frente a la descomunal Gal Gadot en WonderWoman), y además representando un rol masculino bastante imbecilizado. Conozco a muchos hombres con más neuronas y un sentido del humor más exquisito que los guiones simplones escritos para “ellos” cuando queremos que las protagonistas sean “ellas”. Puestos a reírnos desde la butaca, el realmente chistoso en la gran pantalla es Johny Deep como Jack Sparrow en Piratas del Caribe, los demás les viene grande lo de las ocurrencias graciosas en su script.
En fin, tras unos cuantos bichetes camuflados en software de 3D y un peón de ajedrez en busca de reina a la que servir (¿se podría poner fin a la servidumbre, por favor?), el malo queda al descubierto y todos felices y con perdices y tal.
Ahora el premio no es bodorrio o morreo con el apuesto galán con las neuronas en paro, ojo, estamos en el #MeToo y las chicas también estudian Ciencias, ahora el premio es un puestazo de lujo. El trabajo dignifica. Desgraciadamente, al tonto también lo ascienden. Es lo que tiene la mediocridad. De ahí lo de peli para las masas. Disfruta las palomitas, al menos.
http://www.yellowbreak.com/men-in-black-y-thor-aprendio-a-trabajar-con-mujeres/
por Rosa Panadero
Lo de internacional viene porque es una peli en plan Misión Imposible, en escenarios de diferentes países para asegurarte allí las taquillas, pero en plan monótono, como de turismo en masa. Lo de sacar la Torre Eiffel —ya se vio en el incendio que Notre Dâme representa mucho mejor el alma francesa—, la noria gigante de Londres y tener una oficina en Nueva York no es lo más original en una peli “internacional”, y el zoco de Marrakech le da ese toque exótico-primitivo-déjà vu desde la perspectiva colonialista WASP de quien rueda la peli en Hollywood y tiene que integrar todas las culturas de forma democrática como si fuera un salón de Ikea.
Claro, dado que no es una peli de “segmento nicho” sino, más bien, de segmento masa, la diversión está garantizada con los chistes fáciles y el papel de fanfarrón del agente H que, dicho sea de paso, sólo enseña los pectorales una vez y no está tan entrenado como cuando era Thor. Pero da igual, mola el polvillo en suspensión en el zoco y recuerda escenas inspiradas (¿debería decir “copiadas”?) de la Guerra de las Galaxias: El Despertar de la Fuerza. Lo del neuralizador para borrar los recuerdos, siempre a mano para hacer borrón y cuenta nueva, debería venderse en El Corte Inglés.
Claro que a la agente M (Tessa Thompson) no se lo pondrán fácil en su periodo de becaria en pruebas, pero después de veinte minutos se sabe que se integrará perfectamente en los Men, aunque no sea la primera Woman en hacerlo.
Al parecer, la fórmula comercial de heroína hollywoodiense siempre va de la mano de un hombre, sea héroe consagrado (Chris Hemworth en Thor o MIB), o simple elemento de conexión (las tontadas del personaje masculino que interpreta Chris Pine no justifican su presencia frente a la descomunal Gal Gadot en WonderWoman), y además representando un rol masculino bastante imbecilizado. Conozco a muchos hombres con más neuronas y un sentido del humor más exquisito que los guiones simplones escritos para “ellos” cuando queremos que las protagonistas sean “ellas”. Puestos a reírnos desde la butaca, el realmente chistoso en la gran pantalla es Johny Deep como Jack Sparrow en Piratas del Caribe, los demás les viene grande lo de las ocurrencias graciosas en su script.
En fin, tras unos cuantos bichetes camuflados en software de 3D y un peón de ajedrez en busca de reina a la que servir (¿se podría poner fin a la servidumbre, por favor?), el malo queda al descubierto y todos felices y con perdices y tal.
Ahora el premio no es bodorrio o morreo con el apuesto galán con las neuronas en paro, ojo, estamos en el #MeToo y las chicas también estudian Ciencias, ahora el premio es un puestazo de lujo. El trabajo dignifica. Desgraciadamente, al tonto también lo ascienden. Es lo que tiene la mediocridad. De ahí lo de peli para las masas. Disfruta las palomitas, al menos.
http://www.yellowbreak.com/men-in-black-y-thor-aprendio-a-trabajar-con-mujeres/

5,6
765
9
2 de septiembre de 2020
2 de septiembre de 2020
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Gaulle. Difícil de imaginar a un hombre comiendo latas en un piso en Londres, capaz de transformar el mundo con tres frases: La France n´est pas seule. La France n´est pas seule. La France n´est pas seule. Exactamente lo mismo que ha dicho Emmanuel Macron en Beirut: Líbano no está solo. La misma idea expresó Kennedy en Berlín en 1963: Ich bin ein Berliner.
Lamber Wilson clava el personaje histórico que mejor encarna la valentía en un momento en el que por perder, lo tenía todo perdido.
En cierto modo, recuerda la decencia de los directores de Bureau des Légendes, Oficina de Infiltrados (Movistar), cuando dimiten al errar en decisiones que ponen en riesgo la vida de sus agentes en el exterior.
Es difícil de visualizar algo así en España, donde los errores personales y las negligencias profesionales se justifican poniendo a otros en la picota y negando lo que la hemeroteca corrobora con verdades inequívocas.
En De Gaulle no sólo se retrata al estadista capaz de construir un país que sus líderes entregaron gratis a Hitler. Esboza al padre de familia, al hombre que, lejos de creer en su unicidad, demuestra que los valores intangibles son lo único importante cuando uno se va a la cama. ¿De qué sirve meterse entre las sábanas si se ha firmado un armisticio-rendición con el invasor?
Algunos dormirán mejor que otros, sobre todo si se han exiliado a un paraíso. La otra opción es más dura: ¿de qué sirve esperar el día entero en un pasillo para dar un mensaje de quince minutos en la radio, desde un país extranjero? Se duerme peor. Y uno siente que sigue vivo, que no está muerto en vida.
A día de hoy resulta difícil imaginar el éxodo de franceses por los caminos y carreteras, entre bombas y caballos despanzurrados
Una dosis de realismo, de luces y claroscuros de una época memorable. Una época de cambio que, como la misma que vivimos ahora, ensalza a los héroes y hunde en el abismo a los miserables.
Cada uno debe enfrentar su propia responsabilidad y, en un filme de carácter muy francés, cada uno es responsable de sí mismo y del que tiene al lado: De Gaulle, del país que lleva a sus espaldas; su esposa Yvonne, de los tres hijos con los que huye; sus dos hijos mayores, de la hermana pequeña con síndrome de Down; hasta la criada, liberada de su trabajo, que seguirá a su servicio a pesar de la bombas.
Sólo con serenidad se puede vivir con esa actitud. “Uno para todos, y todos para uno”, hubiera escrito Dumas.
Hace ochenta años, en junio de 1940, Francia recuperó el orgullo con un frasco de cenizas y sangre que De Gaulle presentó a Churchill como única oferta.
Inspiró para que la resistencia iniciara la reconquista, avanzó una república más (la quinta) y reconstruyó un país de la ruina (estuvo tres décadas en el poder), y todo ello, siendo declarado desertor y desposeído de la nacionalidad. Un detalle del mariscal Pétain. Ejemplos como el suyo -el de De Gaulle– hay pocos en la historia.
Francia no está sola. Francia no está sola. Francia no está sola.
https://www.yellowbreak.com/cine-de-gaulle-francia-no-esta-sola/
Lamber Wilson clava el personaje histórico que mejor encarna la valentía en un momento en el que por perder, lo tenía todo perdido.
En cierto modo, recuerda la decencia de los directores de Bureau des Légendes, Oficina de Infiltrados (Movistar), cuando dimiten al errar en decisiones que ponen en riesgo la vida de sus agentes en el exterior.
Es difícil de visualizar algo así en España, donde los errores personales y las negligencias profesionales se justifican poniendo a otros en la picota y negando lo que la hemeroteca corrobora con verdades inequívocas.
En De Gaulle no sólo se retrata al estadista capaz de construir un país que sus líderes entregaron gratis a Hitler. Esboza al padre de familia, al hombre que, lejos de creer en su unicidad, demuestra que los valores intangibles son lo único importante cuando uno se va a la cama. ¿De qué sirve meterse entre las sábanas si se ha firmado un armisticio-rendición con el invasor?
Algunos dormirán mejor que otros, sobre todo si se han exiliado a un paraíso. La otra opción es más dura: ¿de qué sirve esperar el día entero en un pasillo para dar un mensaje de quince minutos en la radio, desde un país extranjero? Se duerme peor. Y uno siente que sigue vivo, que no está muerto en vida.
A día de hoy resulta difícil imaginar el éxodo de franceses por los caminos y carreteras, entre bombas y caballos despanzurrados
Una dosis de realismo, de luces y claroscuros de una época memorable. Una época de cambio que, como la misma que vivimos ahora, ensalza a los héroes y hunde en el abismo a los miserables.
Cada uno debe enfrentar su propia responsabilidad y, en un filme de carácter muy francés, cada uno es responsable de sí mismo y del que tiene al lado: De Gaulle, del país que lleva a sus espaldas; su esposa Yvonne, de los tres hijos con los que huye; sus dos hijos mayores, de la hermana pequeña con síndrome de Down; hasta la criada, liberada de su trabajo, que seguirá a su servicio a pesar de la bombas.
Sólo con serenidad se puede vivir con esa actitud. “Uno para todos, y todos para uno”, hubiera escrito Dumas.
Hace ochenta años, en junio de 1940, Francia recuperó el orgullo con un frasco de cenizas y sangre que De Gaulle presentó a Churchill como única oferta.
Inspiró para que la resistencia iniciara la reconquista, avanzó una república más (la quinta) y reconstruyó un país de la ruina (estuvo tres décadas en el poder), y todo ello, siendo declarado desertor y desposeído de la nacionalidad. Un detalle del mariscal Pétain. Ejemplos como el suyo -el de De Gaulle– hay pocos en la historia.
Francia no está sola. Francia no está sola. Francia no está sola.
https://www.yellowbreak.com/cine-de-gaulle-francia-no-esta-sola/

5,5
1.109
10
2 de septiembre de 2020
2 de septiembre de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer joven, soltera y con tatuajes ejerce de Sigmund Freud con fez en una comedia digna de Woody Allen
por Rosa Panadero
¿Volverías a Túnez, donde prendió la mecha de la primavera árabe cuando el precio de la harina subió como el champán? Sería como participar en Los Juegos del Hambre.
Cuando una puerta se cierra, hay otra que se abre, y eso es lo que ve la psicoanalista Selma (Golshifteh Farahani), que regresa a su Túnez natal porque en París hay demasiada competición.
Cuando te has ido, ya no eres la misma persona que retorna. Regresar es reinventarse. Sin lastres que arrastrar y con una maleta de educación a la francesa, Selma va a echar una mano en una sociedad donde todo el mundo tiene problemas, pero nadie los reconoce.
Una mujer joven, soltera y con tatuajes, dispuesta a ejercer de Sigmund Freud con fez. Demasiada sofisticación para los tunecinos. Ya está Alá para todo, cortado a la medida de cada uno.
La inmunidad de rebaño implica no resolver los problemas
“Insha´Allah”, “Si Dios quiere”, es la respuesta para no ser responsable de nada. Las sociedades grupales ahogan la individualidad. Selma viene a dejarles fluir desde el interior.
Y tantas ganas hay de confesarse con alguien que las colas son enormes, proporcionales a la desidia burocrática que la ningunea. Los problemas sociales, políticos y económicos de Túnez no han mejorado desde el retrato de Un Verano en La Goulette: en ambas películas se respira la presión religiosa en este país, laico desde que se independizó.
No hay escena que no tenga miga: pacientes, familiares, funcionarios públicos y agentes de policía son arquetipos cómicos. Cuando la torpeza les bloquea, se escudan en el miedo al secuestro por los salafistas. De alguna forma viene a la mente María Barranco, agobiada por su terrorista chíita en Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Sólo el imam es coherente con su vida y, por tanto, vilipendiado y sustituido en su mezquita. Y abandonado por su mujer por culpa de una teleserie turca. Lo de las teleseries turcas tiene su peso. Las escenas de Kivanc Tatlitug, el Brad Pitt otomano, han generado un turismo romántico del mundo árabe hacia el país del Bósforo. El enamoramiento en la pantalla permite seguir viviendo con las presiones que haga falta.
Llevar a Freud al Magreb es una mezcla extraña
Es muy difícil sobrevivir cuando todos se empeñan en que te estrelles y, al mismo tiempo, te necesitan. Los misfits, los desadaptados, son siempre los más recordados porque hacen evolucionar el mundo. El psicoanálisis transforma esta comedia costumbrista en el oasis de los sueños que todos quieren cumplir. Todo está en la mente. La representación de lo que somos, también.
https://www.yellowbreak.com/un-divan-en-tunez-el-psicoanalisis-a-la-turca/
por Rosa Panadero
¿Volverías a Túnez, donde prendió la mecha de la primavera árabe cuando el precio de la harina subió como el champán? Sería como participar en Los Juegos del Hambre.
Cuando una puerta se cierra, hay otra que se abre, y eso es lo que ve la psicoanalista Selma (Golshifteh Farahani), que regresa a su Túnez natal porque en París hay demasiada competición.
Cuando te has ido, ya no eres la misma persona que retorna. Regresar es reinventarse. Sin lastres que arrastrar y con una maleta de educación a la francesa, Selma va a echar una mano en una sociedad donde todo el mundo tiene problemas, pero nadie los reconoce.
Una mujer joven, soltera y con tatuajes, dispuesta a ejercer de Sigmund Freud con fez. Demasiada sofisticación para los tunecinos. Ya está Alá para todo, cortado a la medida de cada uno.
La inmunidad de rebaño implica no resolver los problemas
“Insha´Allah”, “Si Dios quiere”, es la respuesta para no ser responsable de nada. Las sociedades grupales ahogan la individualidad. Selma viene a dejarles fluir desde el interior.
Y tantas ganas hay de confesarse con alguien que las colas son enormes, proporcionales a la desidia burocrática que la ningunea. Los problemas sociales, políticos y económicos de Túnez no han mejorado desde el retrato de Un Verano en La Goulette: en ambas películas se respira la presión religiosa en este país, laico desde que se independizó.
No hay escena que no tenga miga: pacientes, familiares, funcionarios públicos y agentes de policía son arquetipos cómicos. Cuando la torpeza les bloquea, se escudan en el miedo al secuestro por los salafistas. De alguna forma viene a la mente María Barranco, agobiada por su terrorista chíita en Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Sólo el imam es coherente con su vida y, por tanto, vilipendiado y sustituido en su mezquita. Y abandonado por su mujer por culpa de una teleserie turca. Lo de las teleseries turcas tiene su peso. Las escenas de Kivanc Tatlitug, el Brad Pitt otomano, han generado un turismo romántico del mundo árabe hacia el país del Bósforo. El enamoramiento en la pantalla permite seguir viviendo con las presiones que haga falta.
Llevar a Freud al Magreb es una mezcla extraña
Es muy difícil sobrevivir cuando todos se empeñan en que te estrelles y, al mismo tiempo, te necesitan. Los misfits, los desadaptados, son siempre los más recordados porque hacen evolucionar el mundo. El psicoanálisis transforma esta comedia costumbrista en el oasis de los sueños que todos quieren cumplir. Todo está en la mente. La representación de lo que somos, también.
https://www.yellowbreak.com/un-divan-en-tunez-el-psicoanalisis-a-la-turca/
6
2 de septiembre de 2020
2 de septiembre de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay homenajes que a veces se quedan cortos por falta de talento o empachan por su afán de agradar/imitar al ídolo. Ghostland quiere bien rendir homenaje a Lovecraft, que incluso aparece en una fiesta para felicitar a la protagonista y narradora, pero en general gira en torno a una historia sin mucha coherencia que sucede en el típico escenario de terror de la América profunda, en una casa abandonada, con una adolescente que no perdona la mudanza y otra obsesionada por escribir mejor que el autor de terror por excelencia.
La historia avanza hacia delante en el tiempo y regresa atrás varias veces, y repite las mismas torturas obsesivas sin explicar muy bien cuál es el origen de ese odio. Con una cierta inspiración en Psicosis, de Alfred Hitchcock, mientras los tormentos se suceden con las hijas ya adultas, la madre brilla por su ausencia, dejando a la imaginación del espectador si es una pesadilla mental de las jóvenes o bien la transfiguración en uno de los castigadores.
La vuelta a la realidad sólo existe en la mente de la joven autora, quien tendrá que creer a su hermana, catalogada de enferma mental por su madre, para conseguir deshacer el enigma de la casa y liberarse ella y su hermana. ¿Y la madre? Tendrás que sentarte en la butaca para saberlo.
https://www.yellowbreak.com/ghostland-lo-que-a-lovecraft-le-habria-gustado/
La historia avanza hacia delante en el tiempo y regresa atrás varias veces, y repite las mismas torturas obsesivas sin explicar muy bien cuál es el origen de ese odio. Con una cierta inspiración en Psicosis, de Alfred Hitchcock, mientras los tormentos se suceden con las hijas ya adultas, la madre brilla por su ausencia, dejando a la imaginación del espectador si es una pesadilla mental de las jóvenes o bien la transfiguración en uno de los castigadores.
La vuelta a la realidad sólo existe en la mente de la joven autora, quien tendrá que creer a su hermana, catalogada de enferma mental por su madre, para conseguir deshacer el enigma de la casa y liberarse ella y su hermana. ¿Y la madre? Tendrás que sentarte en la butaca para saberlo.
https://www.yellowbreak.com/ghostland-lo-que-a-lovecraft-le-habria-gustado/
2 de septiembre de 2020
2 de septiembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Y fueron felices y comieron perdices” es el final típico de los cuentos, simple y llanamente porque lo que viene después –la rutina, los hijos, el hogar, el “qué suerte tienes que te quedas en casa con ellos”– no tiene nada de apasionante, no hay nada extraordinario que narrar porque el automatismo no es noticia. A menudo la realidad matrimonial suele minar la autoestima y la salud mental de muchas mujeres, que automáticamente se ven desplazadas de su yo real, labrado con tesón y esfuerzo personal y profesional a lo largo de los años, hacia un rol de plato combinado de esposa – madre – ama de casa sin salario, en el que todas las atenciones hacia la familia están incluidas en el contrato y ninguna satisfacción figura en la letra pequeña.
Y cuando el deterioro de la relación queda embebido en un chalet de lujo, dos coches aparcados en la puerta y dos preciosos niños –el pequeño es inaguantable–, la vida en un complejo residencial de clase alta no compensa la caída libre de la hormona de la felicidad. A duras penas hace de mujer florero. La protagonista entra en barrena y no es capaz de levantar el vuelo, y tampoco tira de antidepresivos ni de ayuda médica. Mucha gente no lo hace porque hay que aceptar que la vida es así de dura cuando los niños son pequeños y que a los treinta años no te vas a poner a estudiar para reciclarte. Gemma Artenton hace una excelente interpretación y transmite con la tristeza de sus ojos todo el proceso depresivo por el que su personaje va pasando. El modelo de codependencia que su personaje ha aceptado termina por dejarla muda, y cuando por fin verbaliza su infelicidad, se topa con un ególatra, un perfecto desconocido de lenguaje ofensivo que psicológicamente boicotea y falsea sus emociones, hasta que la situación termina por explotar. Decía el psiquiatra Rojas Marcos en su libro “Las semillas de la violencia” que los mayores abusos se producen en el entorno familiar, y el personaje del marido apunta maneras. Un perfecto “jerk”, que dirían los británicos.
Transfondo social
Micromachismos y amenazas maritales aparte, la vida perfecta que externamente todos envidian acorrala a Tara, hasta el punto de escapar para toparse con un alma caritativa que le hará reconsiderar otras opciones. Hasta un cierto punto la resignación final recordaba a los cursillos prematrimoniales de las parroquias, donde instaban a las futuras esposas a aguantar todo lo posible por el bien de la pareja, un bien que normalmente se identificaba con el bienestar del marido y, por supuesto, de la sociedad. Lejos de presentar una visión final de libertad y empoderar a la protagonista, el regreso final deja un poso amargo, una aceptación que solamente empodera a los que se benefician del sistema patriarcal. Una huida sin planificar no es un verdadero plan, pero quizá sirva de borrador para una segunda parte, cuando el momento definitivo llegue y los niños sean más grandes.
Una última reflexión: es triste salir de la sala y escuchar a otros críticos maldiciendo a la protagonista por tener todo a lo que puedes aspirar en la vida y decidir que abandonas todo eso porque el marido es un gilipollas. Pero es que era eso, un gilipollas. ¿No os disteis cuenta? ¿O acaso es el modelo de vida al que aspiráis, con esposa trofeo incluida?
https://www.yellowbreak.com/la-busqueda-de-la-felicidad-la-depresion-de-la-perfecta-esposa/
Y cuando el deterioro de la relación queda embebido en un chalet de lujo, dos coches aparcados en la puerta y dos preciosos niños –el pequeño es inaguantable–, la vida en un complejo residencial de clase alta no compensa la caída libre de la hormona de la felicidad. A duras penas hace de mujer florero. La protagonista entra en barrena y no es capaz de levantar el vuelo, y tampoco tira de antidepresivos ni de ayuda médica. Mucha gente no lo hace porque hay que aceptar que la vida es así de dura cuando los niños son pequeños y que a los treinta años no te vas a poner a estudiar para reciclarte. Gemma Artenton hace una excelente interpretación y transmite con la tristeza de sus ojos todo el proceso depresivo por el que su personaje va pasando. El modelo de codependencia que su personaje ha aceptado termina por dejarla muda, y cuando por fin verbaliza su infelicidad, se topa con un ególatra, un perfecto desconocido de lenguaje ofensivo que psicológicamente boicotea y falsea sus emociones, hasta que la situación termina por explotar. Decía el psiquiatra Rojas Marcos en su libro “Las semillas de la violencia” que los mayores abusos se producen en el entorno familiar, y el personaje del marido apunta maneras. Un perfecto “jerk”, que dirían los británicos.
Transfondo social
Micromachismos y amenazas maritales aparte, la vida perfecta que externamente todos envidian acorrala a Tara, hasta el punto de escapar para toparse con un alma caritativa que le hará reconsiderar otras opciones. Hasta un cierto punto la resignación final recordaba a los cursillos prematrimoniales de las parroquias, donde instaban a las futuras esposas a aguantar todo lo posible por el bien de la pareja, un bien que normalmente se identificaba con el bienestar del marido y, por supuesto, de la sociedad. Lejos de presentar una visión final de libertad y empoderar a la protagonista, el regreso final deja un poso amargo, una aceptación que solamente empodera a los que se benefician del sistema patriarcal. Una huida sin planificar no es un verdadero plan, pero quizá sirva de borrador para una segunda parte, cuando el momento definitivo llegue y los niños sean más grandes.
Una última reflexión: es triste salir de la sala y escuchar a otros críticos maldiciendo a la protagonista por tener todo a lo que puedes aspirar en la vida y decidir que abandonas todo eso porque el marido es un gilipollas. Pero es que era eso, un gilipollas. ¿No os disteis cuenta? ¿O acaso es el modelo de vida al que aspiráis, con esposa trofeo incluida?
https://www.yellowbreak.com/la-busqueda-de-la-felicidad-la-depresion-de-la-perfecta-esposa/
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