Jonás Trueba tiene películas muy buenas porque son sencillas y creíbles y, sobre todo, porque tienen algo que explicar. No es el caso de ésta. Incluso cuando parece que viene el plato fuerte, sólo lo parece. Por cierto, si tanto les preocupa el cambio climático, ¿qué hacen unos urbanitas viviendo en la sierra? Es insostenible. El monte para los pastores!

Que la protagonista sea introvertida no significa que toda la película deba transcurrir de manera tan contenida. Al final hay escenas que pecan de artificialidad precisamente por eso, porque incluso cuando se nos quiere mostrar alegría no la hay.Todo es muy postizo. Otro fallo es el sonido: hay escenas en las que tienes que subir el volumen para enterarte de los diálogos. Por señalar algo bueno: las dos escenas desde la rendija de la puerta; en ambas los diálogos son verosímiles y transmiten la fuerza deseada.

La historia no se sostiene por ninguna parte. La interpretación de Liberto Rabal es pésima. El resultado es una historia poco verosímil pero, como toda película de Almodóvar, entretenida, no más. Como pros: el resto del reparto es bueno, sobre todo Bardem, Ángela Molina y José Sancho. También lo son las apariciones fugaces de Álex Angulo, Pilar Bardem, Penélope Cruz y ¡hasta Javier Sardá! la anecdótica escena en el bus es graciosa. Todo esto la salva del suspenso. Un cinco.

El abuso frente a la ingenuidad; la falta de escrúpulos frente al buenismo. Pero también el debate entre ser sencillo y acabar siendo un simple, entre ser bueno y acabar siendo tonto. Santiago Lorenzo parte de buenas intenciones: una idea que merece la pena contar y además en dos líneas narrativas paralelas (la de los padres y la del niño), pero lo hace sin demasiado talento en su guion. No profundiza en el problema que denuncia. Tampoco consigue hacer gracia ni una sola vez y eso sí que es un fallo garrafal en una película que se pretende comedia.

Leo por aquí a muchos calificándola de lenta y aburridísima. No lo comparto para nada. La cosa va de gustos. Imagino que esa misma gente es la que encuentra apasionantes las películas de acción, un género que rara vez me mantiene atento y en el que suelo perder el interés a mitad de la historia. En Suro no son los tiros ni las peleas los que mantienen atento al espectador (y también hay de eso), sino las tensiones entre Helena e Iván, entre Iván y Maurici, entre trabajadores autóctonos y trabajadores migrantes, entre los veteranos y el novato Karim...

La vida va de cabalgar contradicciones y en esta película hay mucho de eso. Personajes complejos, buen guion, buena fotografía... ¿El final un poco raro de más? Puede ser, pero el resultado global es positivo.