Difícil de creer que el mismo director de Alien y Blade Runner haya perpetrado este despropósito sostenido en mera pirotecnica y en la petulancia pseudo mística de quien cree dirigirse a un público infantilizado. La bien pertrechada parafernaria terminológica del crítico curtido en su verborrea disciplinar -del tipo "rodada con oficio" , "el nervio de un realizador veterano", "maestría en un género que conoce a la perfección" y tal y tal, como inmediata calderrilla que se tiene a tiro de bolsillo- poco ocultan la total falta de algo nuevo que decir y el buen oficio, este sí, de un maduro "Avida dollar" que sabe bien como hacer caja.

La inquietante alegoría urbana futurista y deshumanizada y la exhuberante alegoría galáctica metafísica ya fueron magistralmente tratadas en momentos de plena forma. Ahora se nos ha puesto excesivamente fácil para recurrir a la groseramente desventajosa comparación con los replicantes y la imaginativa fastasmagoría gótica de Alien, y el intento por rememorar aquellos logros ya emblemáticos, y de paso autohomenajearse, se queda en un endeble plagio contrahecho, que roza por momentos lo paródico.

La buena factura y espectacular de los fuegos de artificio a alguno le pareciera poder salvar siempre un último rescoldo de anuencia para conceder el aprobado, pues "al menos los efectos especiales son impresionantes". Esto me decía alguno a quien no lastimó tanto como a mí el dispendio de la entrada. Algunos, para ver fuegos de artificio nos conformamos con la video consola (que tampoco me entretiene) y para filosofía galáctica y sensacionalista con los programas de Íker Jiménez. La combinación de ambos ingredientes se llama, por lo visto, Prometheus, y es más caro.